Luego de que Donald Trump anunciara la implantación de una nueva barrera arancelaria hacia el aluminio y el acero, se han prendido los focos amarillos y rojos de lo que podría considerarse un nuevo capítulo de fricción entre los gobiernos integrantes del TLC.
Sábado 2 de junio de 2018
Recientemente, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, anunció por decreto la imposición de una nueva tarifa arancelaria a dos de los materiales de más alto intercambio comercial entre los países que aún integran el Tratado de Libre Comercio (TLC).
Se trata de un 25% de impuestos a los productos de acero provenientes del mercado exterior y de un 10% de aluminio para los productos de igual procedencia al mercado estadounidense.
La medida desde los primeros momentos del anuncio del decreto alarmó a la comunidad económica internacional y principalmente a los gobiernos mexicano y canadiense, puesto que son representantes de los dos mercados nacionales que más interactúan y comercializan este producto con su vecino.
Aunque la medida también es aplicada para las relaciones con la Unión Europea, es en realidad con los socios vecinos con los cuales está en disyuntiva hasta qué punto la decisión de Trump impactará, no solo sobre los flujos comerciales inmediatos sino incluso la propia realidad interna de las economías relacionadas.
Sin duda, la medida emprendida por el presidente estadounidense y presentada ante la comunidad internacional por el secretario de comercio Wilbur Ross, obedece al empantanamiento de la negociaciones del TLC que se han prolongado más de lo que inicialmente el gobierno imperialista habría querido.
Esto expresa las contradicciones entre los distintos sectores de la burguesía estadounidense (de las cuales el propio Trump expresa un sector solamente) junto con el gobierno mexicano y el canadiense para poder presentar una salida a la crisis de acumulación basada hasta ahora en la globalización.
En consecuencia, esta nueva maniobra de Trump en relación directa con la base que lo llevó al poder, el sector menos favorecido por la globalización y el libre comercio, busca avanzar en sus medidas económicas proteccionistas que al mismo tiempo le permitan volverse un capital político para su estabilidad y sobre todo en favor de estos sectores de su base a quienes quiere mantener a favor de los republicanos de cara a las elecciones de noviembre.
La medida conmocionó a la comunidad internacional que hasta incluso el propio Fondo Monetario Internacional (FMI) tuvo que dar declaraciones reprobando las medidas impuestas por el mandatario de Estados Unidos.
“Todo el mundo pierde” puntualizó el portavoz de la institución, Gerry Rice, quien además añadió el término de “guerra arancelaria” para definir la nueva situación abierta entre las economías del norte del continente americano.
Por su parte, Christine Lagarde, quien se desempeña como directora gerente de dicho organismo, puntualizó que si se da una interrupción masiva del flujo comercial, como apuntan las medidas recientes, la confianza y relaciones entre los líderes mundiales pueden verse muy afectadas.
Se trata así de un escenario complejo ya que en la situación actual el crecimiento débil del periodo reciente ha actuado como una oxigenación raquítica. El aumento del comercio presentado por el propio FMI ha actuado como uno de los pilares de este débil crecimiento, aunque este no se ve reflejado directamente en el aumento del PIB mundial, mostrando aún las contradicciones del crecimiento basado principalmente en el comercio internacional pero con un flanco débil que es el consumo nacional total, es decir, se intercambia más de lo que se puede consumir.
Por otra parte, los desacuerdos y respuestas que han tenido tanto los mandatarios del país hegemónico y el FMI muestran la profundidad de la crisis del conjunto de la burguesía imperialista para concretar un acuerdo en cuento al proyecto o ruta a seguir de manera homogénea.
Se trata de una situación de vacilaciones en cuanto a los proyectos y en ese sentido sus visiones de cómo enfrentar la situación de crisis en donde el elemento nacional empieza a jugar evidentemente un rol cada vez más preponderante en la agenda de las potencias.
Esta vez la política de Trump si es que no cambia de parecer, se traduce en medidas proteccionistas que lejos de solucionar el problema productivo de la potencia yanqui podrían significar una ampliación de las contradicciones coyunturales e incluso estructurales del frágil equilibrio que ha mostrado el débil crecimiento económico.
Repercusión en México
En el territorio nacional no fueron sorpresa las medidas recién anunciadas. Aunque a unos minutos de las mismas, las acciones de las principales empresas relacionadas con la producción y distribución de mercancías basadas en el aluminio y acero bajaron en varios puntos.
Altos Hornos de México, Ternium, Arcerol Mittal, entre otros, tuvieron que salir de inmediato a mostrar su rechazo a estas nuevas decisiones. Esto sin adentrarse mucho en el punto, ya que se hizo el señalamiento de que esperarían las declaraciones de la Cámara Nacional del Acero (Canacero) quien ya emitió un comunicado sobre los efectos.
Sin embargo, para un gran sector de la economía nacional, dicha medida podría traducirse en lo inmediato en una tendencia decreciente de la demanda, lo cual implicaría una tentativa de despidos y recortes en una de las industrias más dinámicas y angulares de la economía nacional como lo es la industria automotriz y acerera.
Estos sectores en muchos cosas están ligadas al sostenimiento de regiones enteras en la zona del Bajío y el norte de México por lo cual las consecuencias que aún no se resienten, podrán ser potencialmente severas. Sumado que desde ya se pueda ver reflejado en la venta de productos, que si bien no abarcan un gran porcentaje del consumo primario o básico, sí son de gran valor agregado, como los automóviles, entre otros.
Es justo en el sector automotriz donde podemos constatar las diferencias que existen en cuanto al rumbo al que quiere llevar el gobierno de Trump la dirección económica.
John Bozzella, quien representa actualmente a firmas como Nissan, Toyota, Ferrari entre otras calificó de “decepcionante” la implantación de los ajustes arancelarios. Otros empresarios han producido más declaraciones dentro del propio territorio estadounidense que manifiestan la misma tendencia de Bozzella.
La ya mencionada Canacero manifestó su rechazo al actuar del presidente norteamericano y estimó el impacto de estas decisiones en 2 mil millones de dólares anuales, en el cual incluso la pérdida para la economía del propio Trump es alta. Llamó al gobierno mexicano a emprender una respuesta de igual manera y que toda medida menor a ésta sería “inaceptable”.
Dichas medidas fueron ya anunciadas por el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, que incluyen una serie de artículos a los cuales se les gravará para balancear los números con respecto a los efectos calculados de las medidas impuestas desde la Casa Blanca. De igual manera que el gobierno canadiense anunció que llevará acabo medidas similares sin que estas se contrapongan a considerar al gobierno estadounidense como un “gran amigo y aliado”.
Las consecuencias son para los trabajadores de los tres países
Esta nueva escalada de roces entre las naciones que integran el TLCAN, y en menor medidas las declaraciones y actitudes desde la Unión Europea, muestran la fragilidad de la estabilidad y continuidad económica internacional.
Dichos ajustes a la relación real del comercio internacional se traducen en un agravamiento del escenario internacional, que comenzaba a perfilarse hacia una recuperación raquítica pero inédita desde la caída de la bolsa en 2008, por lo tanto la respuesta que desde la propia burguesía imperialista se intenta dar.
Para salir de esta crisis la clase dominante no solo se encuentra profundamente dividida, como lo muestran las declaraciones de los distintos sectores dentro del gobierno estadounidense, sino que se profundizan las contradicciones, como lo expresa esta "guerra de aranceles".
Los trabajadores y sus familias son quienes más corren el peligro de resentir estos nuevos movimientos y escenarios, ya sea de manera directa –mediante el cierre de industrias ligadas a la cadena de valor del acero y sus productos– o mediante el alza de precios en productos de consumo.
Jesús Pegueros
Estudiante de la Facultad de Economía de la UNAM