El diagnóstico otoñal del World Economic Outlook (WEO), informe semestral de previsiones económicas del FMI, sitúa al Estado español, EEUU y Canadá como las únicas economías del mundo capaces de subirse a lo que han llamado un “superciclo de negocios” por venir, del que se habla en estas semanas previas a las elecciones presidenciales norteamericanas. Pero el crecimiento económico, dependiente del sector servicios y la especulación inmobiliaria, sumadas a las tensiones geopolíticas, sigue dejando a la economía española expuesta a nuevas crisis.
Martes 22 de octubre
La directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, este martes en Washington. Annabelle Gordon / EFE
El reciente informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) ha sido recibido con entusiasmo en los círculos de poder. Según las previsiones actualizadas, El Estado español liderará el crecimiento entre las economías de la zona euro en 2024, con una tasa de crecimiento que supera a países como Alemania o Francia, inmersos en la parálisis económica. Aunque los números parecen prometedores, es necesario mirar más allá de los titulares y analizar las implicaciones de este “éxito” económico.
Crecimiento, sólo para los capitalistas
El FMI ha revisado al alza sus expectativas para la economía española, situando su crecimiento por encima del 2%, mientras que el resto de la eurozona languidece en torno a cifras significativamente menores. Según los informes, el Estado español crecerá dos puntos más que la media de la eurozona, con Alemania, la principal potencia económica europea, prácticamente estancada. El PIB español mantiene por cuarto año su condición de motor de las potencias industrializadas, que sitúa el crecimiento en el 2,9% este año, y en el 2,2% en 2025, frente a la atonía de Francia, Italia y Alemania.
Este panorama coloca al Estado español en una posición aparentemente privilegiada. Sin embargo, el crecimiento económico no necesariamente se traduce en mejoras reales para la mayoría de la población trabajadora. Al contrario, a pesar de las cifras optimistas, millones de trabajadores en todo el Estado siguen lidiando con un mercado laboral precario, contratos temporales y bajos salarios, fruto de las políticas neoliberales implementadas desde la última gran crisis económica, tanto por gobiernos conservadores como “progresistas”. Además, la inflación, que sigue azotando a los sectores más vulnerables, limita cualquier posibilidad de que el incremento en el PIB se traduzca en algún tipo de mejora sustancial de la calidad de vida de las mayorías obreras y populares.
El FMI, un organismo multilateral imperialista que ha sido campeón histórico en la defensa de la austeridad capitalista y las reformas estructurales que favorecen a los grandes capitales, parece inclinarse por una narrativa más positiva hacia la economía española. ¿Con qué objetivo? Indicar que el mercado español es un buen destino para las inversiones y la especulación capitalista.
Un crecimiento impulsado por el turismo y el sector servicios
Otro aspecto crucial que se debe analizar es la composición de este crecimiento. El motor principal de la economía española sigue siendo el turismo y el sector servicios, sectores extremadamente vulnerables a las crisis internacionales, los cambios en la demanda global y las fluctuaciones en los precios de la energía. Aunque estos sectores han sido clave para el repunte tras la pandemia, su dependencia los convierte en una fuente inestable de crecimiento a largo plazo.
La apuesta por una economía basada en el turismo de masas y el sector inmobiliario, un patrón que ya ha demostrado sus enormes limitaciones en crisis pasadas, persiste como una constante en el modelo español. Sus consecuencias ya están a la vista: precarización laboral, aumento extraordinario de los alquileres y crisis de la vivienda.
La contracara de este proceso es la reducida inversión pública en servicios sociales, infraestructuras y políticas que generen empleo de calidad. Una constante que perpetúa la desigualdad y la exclusión social, y que se ha mantenido tras años de recortes y ajustes dictados por la Troika y aceptados por todos los gobiernos de turno.
Desigualdad y precariedad: las sombras del crecimiento
Es imposible hablar de crecimiento económico sin abordar sus efectos sobre la desigualdad. A pesar del optimismo de las cifras macroeconómicas, el Estado español sigue siendo uno de los países de la Unión Europea con mayores niveles de desigualdad social y económica. Según datos recientes de Eurostat, la diferencia entre los ingresos del 20% más rico y el 20% más pobre en el país es de las más amplias de Europa.
Esto no es una coincidencia. La precariedad laboral, los contratos temporales, la subcontratación y la falta de oportunidades laborales estables son parte del tejido estructural de la economía española. Aunque el desempleo ha disminuido en los últimos años, muchos de los empleos creados son de baja calidad, con salarios que no permiten ni siquiera acceder a una vivienda digna y contratos que no garantizan estabilidad. La juventud y las mujeres siguen siendo los más afectados por este proceso de precarización de la vida, con tasas de paro que siguen siendo alarmantemente altas.
El FMI ha alabado las reformas laborales que flexibilizaron el mercado de trabajo, incluida la última reforma de Yolanda Día y el Gobierno “progresista” del PSOE y Sumar, permitiendo a las empresas adaptarse rápidamente a los “cambios de la demanda”. Mientras que esta flexibilidad ha tenido un alto costo para las y los trabajadores, que han visto cómo sus derechos son cercenados en favor de la competitividad y los beneficios empresariales. El crecimiento económico, bajo este esquema, sigue beneficiando principalmente a las grandes empresas y corporaciones capitalistas, mientras que las clases trabajadoras apenas perciben mejoras tangibles en sus condiciones de vida.
Un futuro incierto para la economía y las clases populares
La dependencia del sector servicios y la especulación inmobiliaria, sumada a las tensiones geopolíticas, sigue dejando a la economía española expuesta a nuevas crisis. El cambio climático, la persistencia de la guerra en Ucrania, las incertidumbres generadas por las próximas elecciones norteamericanas y los desafíos estructurales de la economía capitalista mundial podrían poner fin a este "superciclo" del que tanto hablan los expertos antes de que comience.
Mientras los titulares celebran el crecimiento económico, es imprescindible plantearse una pregunta más profunda: ¿A quién beneficia realmente este crecimiento? Si no se impone mediante la lucha de clases un programa al servicio de los intereses de la clase trabajadora, las mujeres y la juventud, es decir, un programa que afecte los intereses de los capitalistas, el crecimiento solo servirá para que los ricos sean cada vez mas ricos.
Para cambiar esta tendencia es necesario que sectores cada vez mas amplios de la clase trabajadora se organicen en forma independiente del estado y los partidos capitalistas, para imponer a las burocracias sindicales de CCOO y UGT que rompan con su subordinación al Gobierno y llamen a un plan de lucha por un programa de emergencia para garantizar el salario, la vivienda, la sanidad y la educación a costa de los beneficios de los capitalistas.
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