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Red Internacional
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EMPLEO. Informe especial: las mujeres, las más precarizadas

La precarización extrema ya alcanza al menos al 58 % de las mujeres ocupadas aquellas que trabajan ’en negro’, sin beneficios sociales, continuidad laboral o con bajos ingresos.

Sábado 2 de diciembre de 2017

Foto: El Economista

Como publicamos en una nota anterior, la precariedad más extrema trepa al 51 % de los ocupados. Sin embargo, como mostraremos aquí, en las mujeres la precariedad laboral es aún más extendida, alcanzando sus formas más extremas al 58 % de las ocupadas.

Este porcentaje representa sólo un piso, si se tiene en cuenta que existen otras formas de trabajo precario que quedan ocultas en el trabajo tercerizado, en el monotributo y en distintas modalidades de flexibilización de las condiciones laborales del denominado “trabajador formal”,que la reforma laboral pretende extender al conjunto de dichos trabajadores.

Así, a comienzos de la década del 2000 la empresa Stani Cadbury impuso con el aval de la burocracia de Daer el convenio Mantecol, este convenio discriminador y flexibilizador obliga a trabajar 6 días a la semana con una remuneración inferior a la de los trabajadores del viejo contrato que trabajan 5 días con horas extras al 200 % durante los fines de semana. Se establece así al interior de la planta industrial condiciones de trabajo diferenciales para trabajadores antiguos y nuevos. Este nuevo convenio dio lugar a una terrible división de las filas obreras, precarización y ritmos brutales, en los que se basó el crecimiento y los nuevos puestos de trabajo generado, festejado por la ex presidenta Cristina Kirchner en una visita a la planta en 2015, dejando en evidencia que en la década ganada se mantuvo intacto el entramado legal noventista.

Entre quienes sufren cotidianamente la precariedad más extrema medida como la falta de derechos laborales y seguridad laboral (aportes jubilatorios, obra social, vacaciones pagas, aguinaldo, días por enfermedad y continuidad laboral) y salarios por debajo del salario mínimo vital y móvil, se encuentran las mujeres.Acorde a una estimación realizada por este diario en base a datos de la EPH correspondientes al primer trimestre de este año, al menos el 57,6 % de las ocupadas (asalariadas y cuenta propias) sufren condiciones de precariedad extrema, en tanto que para las asalariadas son al menos el 54 %. En el caso de los varones es esta proporción es del 45,8 % de los ocupados y el 42 % de los asalariados.

La precarización tiene rostro de mujer

En las últimas décadas la participación femenina en el trabajo “no doméstico” vino creciendo, sin embargo este aumento en la actividad económica se enmarcó en condiciones de informalidad, inestabilidad y desigualdad, con salarios más bajos en relación a los varones.

Si bien hay factores socioculturales que enmarcan los aumentos en los niveles de participación de las mujeres como su mayor nivel de escolarización, los cambios culturales, la expansión de los mercados de trabajo urbanos y la reducción de la cantidad de hijos, operan tendencias motorizadas por las necesidades económicas de los hogares ya que no son pocas las veces que las mujeres han salido a paliar las desocupación de sus parejas, además del notable aumento de los hogares con jefatura femenina, donde recae exclusivamente sobre ellas el trabajo doméstico y el sostenimiento económico del hogar.

Históricamente la burguesía utilizó la discriminación para dividir las filas obreras, en el caso particular de las mujeres la situación se agrava por la doble opresión a la cual se encuentran sometidas: el trabajo doméstico “indispensable” para el modo de producción capitalista en la medida de que viene a suplir el costo de manutención de la fuerza de trabajo,recae sobre sus espaldas ya que son las mujeres las que garantizan las tareas domésticas y las asociadas al cuidado de los niños y ancianos de forma gratuita, siendo uno de los puntos de apoyo para las ganancias y valorización del capital. Y cuando salen al mercado de trabajo se insertan en condiciones sumamente desvantajosas.

La desigualdad tiene múltiples dimensiones explicativas, pero se caracteriza por la inserción laboral endeble en el mundo del trabajo caracterizada por la precarización laboral, que en términos del conjunto de trabajadores opera como una presión a la baja de los salarios. A igual calificación la diferencia con los varones se observa de forma más acentuada en los trabajos menos calificados, y entre las más calificadas se impone el “techo de cristal” que limita su acceso a los puestos de trabajo de alta calificación laboral.Esto no fue ajeno al modelo kirchnerista de valorización del capital donde la precarización laboral fue un pilar fundamental.

En las ramas con fuerte composición de la fuerza laboral femenina es donde se observan mayores índices de empleo no registrado, en primer lugar el servicio doméstico, pero también en el comercio y la industria manufactura especialmente el sector textil y confecciones.

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Para 2017 un 35 % de las asalariadas “trabajaban en negro”, es decir que no estaban inscriptas en la seguridad social que les permita acceder a una obra social y a una jubilación a futuro, entre otros derechos laborales.

La situación empeora si se considera a su vez los salarios, así se estimó que casi la mitad de las asalariadas (45 %) no alcanzaba el salario mínimo ($ 8.860), monto que a su vez resulta inferior al que necesita un trabajador para cubrir la canasta total y no caer en la pobreza –en marzo el valor para un hogar tipo era de $ 14.820, según Indec- con lo cual la proporción ascendería. Según los estudios independientes de la junta interna de los trabajadores de ATE- Indec, a valores de abril ningún trabajador debería cobrar menos de $ 23.340. Hay que tener en cuenta además que el poder adquisitivo del salario viene sufriendo retrocesos y recuperaciones parciales desde la asunción del actual gobierno. En el conjunto de los trabajadores registrados el salario real promedio del periodo enero 2016 – junio 2017 retrocedió un 6,1 % en relación al de diciembre de 2015.

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Como anticipamos, el nivel de precariedad, sin embargo, asciende a 58 % si se suman las asalariadas, las cuentapropistas con ingresos inferiores al mínimo establecido y las trabajadoras familiares sin remuneración.El 21 % son subocupadas, es decir, trabajan menos de 35 horas semanales a pesar de la disponibilidad para trabajar más horas, otra de las características de la endeble inserción laboral de las mujeres.

Las mujeres sufren mayores niveles de desempleo y precarización laboral, ganan en promedio un 27 % menos que sus pares varones, brecha que se amplía para quienes están precarizadas alcanzando un 40 %.

Cambiemos y la reforma laboral

El nuevo proyecto de ley legitima la precarización laboral, posibilitando que los empresarios legalicen las relaciones laborales encubiertas abaratando los costos a costa de barrer con los derechos de los trabajadores. Y no puede dejar de mencionarsela hipoteca que representa sobre las futuras generaciones el fenomenal ajuste que se pretende hacer sobre los jubilados con el saqueo del Anses, el congelamiento del gasto y con la histórica reducción de las contribuciones patronales.

Si se tiene en cuenta que entre la población adulta mayor hay una inmensa mayoría de mujeres, se cierra el círculo de la brecha de género de la precarización: no solo cargan sobre sus espaldas las tareas domésticas y una inserción laboral sumamente desventajosa donde se insertan en las ramas económicas más desfavorecidas y están mucho más afectadas por la subocupación porque no logran insertarse en trabajos con jornadas de 8 o más horas, sino que cuando lo logran se encuentran en inferioridad de condiciones, con un nivel superior de precariedad laboral y salarios inferiores que en relación a los varones.

Estas cifras tienen un carácter general porque se trata de promedios, y estos últimos soslayan el fenómeno de la precariedad laboral que es mucho más profundo que lo que permiten “medir” las estadísticas oficiales, donde además quedan fuera de su alcance las condiciones de trabajo que imperan en los lugares alejados de los grandes centros urbanos donde es esperable encontrar aún peores niveles de precarización. Ni que hablar del trabajo en el campo donde reinan las condiciones inhumanas de trabajo y se estima que el trabajo en negro supera el 60 %, en ese caso ¿cuántos puntos por encima ascenderán las mujeres?

Independientemente de estas limitaciones, y si se profundiza un poco en las estadísticas se observa, que son las mujeres las que más sufren los contratos de tiempo parcial y las situaciones de pobreza que se derivan de su degradación salarial. Los datos son demoledores para una sociedad donde el mayoritario sector de los trabajadores sufre el deterioro de la calidad de su inserción laboral y de sus salarios. Hay que tocar las ganancias empresarias y no lo derechos obreros. Enfrentar esta división entre trabajadores es el principal desafío planteado para las luchas venideras.

El aumento de la precarización laboral expresa el avance del neoliberalismo a nivel mundial a través de la fragmentación de la clase trabajadora lo que se traduce en la precariedad en las condiciones de trabajo, particularmente en las modalidades de contratación. La crisis económica de 2008 profundizó este proceso generalizándose el trabajo precario con bajos salarios y jornadas extenuantes, en un marco de fuerte incremento de la desocupación.

El avance del trabajo precario profundiza la fragmentación y el deterioro de las condiciones de vida de la clase trabajadora, y es lo que exige la burguesía a través de un ataque a las conquistas obreras que costaron décadas de lucha que estuvieron marcadas por la persecución, represión y pérdida de vidas obreras. Aunque en los 90 las patronales habían avanzado sobre las condiciones de trabajo, muchas formas de precarización continuaron durante el kirchnerismo, donde se extendió notablemente en ciertas ramas como en la industria metalmecánica y el sector estatal.

En la contrarreforma laboral que pretende imponer el gobierno con el aval de la burocracia sindical no se observa ningún tipo de preocupación en torno a esta posición desigual de las mujeres, hay un total desprecio hacia su vida y derechos.

La división interesada de los trabajadores y trabajadoras que promueve esta sociedad de explotación tiene la finalidad de profundizar las ganancias capitalistas, pasando sobre nuestras vidas y en particular sobre la vida de las mujeres. La igualdad de derechos entre mujeres y varones se logrará plenamente en la conquista de una nueva sociedad y en la pelea por derribar la explotación capitalista.