La inflación muerde los bolsillos de la clase trabajadora poniendo sobre la mesa un final de año con impagos de hipotecas: los préstamos se encarecerán como no lo hacían desde la burbuja inmobiliaria de 2007. Hay que recuperar las cláusulas de revisión salarial con indexación mensual según la subida de precios.
Viernes 27 de mayo de 2022
El Euribor viró a positivo en abril, lo que conducirá a un encarecimiento de las hipotecas de interés variable. Las previsiones más moderadas de los bancos apuntan a que 2022 finalizará con un alza de 0,9 puntos porcentuales. Esto supone el mayor encarecimiento interanual de las hipotecas de los últimos 15 años.
No es un dato menor ya que en el Estado español de 5,5 millones de hipotecas, 4,1 millones presentan un interés variable (en 2021). Esto es, dos tercios de todas las hipotecas. De las hipotecas de interés variable el 90% están vinculadas a las variaciones en el Euribor a 12 meses, es decir que una vez al año son actualizadas las cuotas en función de cómo haya variado el Euribor. Si a finales de 2021 el Euribor terminó con la segunda media más baja de su historia (-0,502), a finales del 2022 se calcula que alcance su pico más alto desde el 2014. El BBVA y CaixaBank sostienen que el Euribor terminará el año en un 0,5-0,53%.
En el caso de que se termine el año con un 0,4%, las hipotecas se encarecerían un 0,9%. De este modo, con la actualización anual de las cuotas, dos tercios de las hipotecas en el Estado español experimentarán una súbita subida a final de año. Esto afectará especialmente a los bolsillos de las y los trabajadores. Las hipotecas medias, que en el Estado español son de 137.921 euros, sufrirán un aumento de entre 56 y 69 euros más al mes, mientras que para hipotecas de 200.000 euros la subida será superior a los 100 euros.
Esta situación se da en un contexto de una inflación sin precedentes, mayor que la que había hace 15 años con la crisis de 2007. En abril la inflación alanzó el 8,3%, en buena medida como consecuencia de la pandemia, la escalada de los precios de la energía (petróleo y gas), la guerra y las sanciones económicas. Todo ello conduce a que la capacidad de consumo de la clase obrera se vea paulatinamente reducida en los últimos meses. Como afirmaba el BCE esta “contracción afecta particularmente a los hogares de bajos ingresos, que gastan una mayor parte de sus ingresos en alimentos y energía, los productos que más han subido en los últimos meses”.
El vicepresidente del Banco Central Europeo, Luis de Guindos, presentó este miércoles un informe de la situación económica en los países de la Unión Europea. Este organismo, que tiene entre sus objetivos mantener la inflación en un 2%, no suele pronunciarse sobre las condiciones salariales de los trabajadores, siendo su principal preocupación el control de los precios y el impacto de la guerra en las empresas, bancos y cuentas públicas. Lejos de hacer sindicalismo, el problema que preocupa al BCE no son las condiciones laborales de los trabajadores, sino que las hipotecas y préstamos con que los bancos hacen negocio queden sin pagar ante el deterioro de los ingresos y ante unos tipos de interés más altos.
El precio de los suministros básicos ha mantenido su tendencia al alza. Según el INE los precios que más han subido en el mes de abril han sido "otros aceites" (96,2%), los combustibles líquidos (95,7%), los hoteles y hostales (50,5%) y el aceite de oliva, un 42,5%; y la electricidad, un 34,9%. Caso especial son los alimentos básicos frescos: la carne, el pan, los cereales, las legumbres, las hortalizas, la leche, el queso y los huevos. Respecto abril del año pasado el aceite de oliva se ha encarecido un 42,5%, la pasta un 25% y la fruta un 9,5%.
La inflación, que ha llegado a ascender al 9,8% en marzo, o a un 8,3% en abril ha reducido drásticamente los salarios. Esto no habría sido posible sin el rol de los sindicatos CCOO y UGT, que en los convenios colectivos realizados hasta el mes de marzo pactaron un irrisorio aumento del 2,4%, una cifra muy por debajo de la inflación. De esta forma CCOO y UGT pusieron su sello a una brutal reducción de los ingresos reales de los trabajadores. Este mordisco a los bolsillos se ha dejado sentir en el PIB que, en el primer trimestre del 2022, experimentó una caída del 3,6% frente al cuarto trimestre de 2021, según Eurostat. Caída que se corresponde con una reducción del consumo en los hogares. Las subidas del SMI por parte del Gobierno de PSOE y Unidas Podemos también han asumido esta devaluación salarial, dejando las subidas en el umbral de la pérdida de poder adquisitivo y afectando a un 1,8% de los asalariados.
Frente a esto urge que las bases de los sindicatos CCOO y UGT levanten un plan de lucha y se lo impongan a sus direcciones conciliadoras. Junto al sindicalismo combativo urge recuperar las cláusulas de revisión salarial con indexación mensual, para subir los salarios según el nivel general de los precios y el coste real de la vida. Estas cláusulas deberían basarse, para que no sean engañosas, en un IPC que refleje realmente el verdadero aumento del coste de la vida, por lo que el IPC debe estar bajo el control de las organizaciones obreras y no el CIS de Tezanos. Urge también que esta lucha vaya contra las reformas laborales, incluida la actual reforma de Yolanda Díaz, que ponen una firma progresista sobre la reforma laboral del PP y la anterior del PSOE, y revalidan la precariedad laboral. Asimismo, para dar una salida de fondo a la cuestión de la vivienda es necesario empezar por expropiar las viviendas vacías en manos de fondos buitre y bancos.