El 24 de marzo de 1976 los militares, como instrumento político del imperialismo y la gran burguesía argentina, dan un golpe de Estado que tiene un fin declarado. El objetivo era exterminar a la extendida vanguardia obrera y popular que protagonizaba un proceso de insurgencia desde el Cordobazo de Mayo de 1969. Aquí unos breves apuntes de la lucha de clases y el golpe genocida.
Facundo Aguirre @facuaguirre1917
Lunes 23 de marzo de 2020 23:41
El golpe genocida
José Alfredo Martínez de Hoz, ministro de Economía de la primer Junta genocida, confesaba en 1985: “Siendo yo presidente del Consejo Empresario Argentino, en el año ’75, fui con un grupo de empresarios a visitar a Videla y le expusimos nuestra preocupación de que se estaba impidiendo la libertad de trabajo, la producción y la productividad, y que se debía asegurar el imperio del orden por sobre todas las cosas”. Es este el motivo fundamental del golpe genocida. Liquidar la insurgencia de la clase obrera en un escenario de crisis catastrófica de la economía argentina.
Esta probada la participación de empresarios como los de Techint, Ford, Acindar, Arcor, Mercedes Benz, Astra, Celulosa, Bunge y Born, Aluar, Fate, Soldati, Pérez Companc, Fortabat, Garovaglio y Zorraquín, Pescarmona, Bulgheroni, Blaquier, Clarín y La Nación, en un verdadero plan ideado para exterminar a los militantes y activistas obreros que motorizaban la oposición fabril a la explotación capitalista.
El golpe genocida será llevado a cabo por una alianza entre las FF.AA., el imperialismo, el capital financiero, los terratenientes, el gran capital industrial y la Iglesia Católica. Contó con el trabajo previo de los gobiernos de Juan Perón e Isabel Perón que lanzaron las bandas de ultraderecha de la Triple A. Y contó además con la complicidad de los partidos civiles como la UCR, quien -en boca de su líder Ricardo Balbín- llamo a exterminar a la “guerrilla fabril”. Si la burguesía y los militares se impusieron fue por la política del peronismo y el papel traidor de la burocracia sindical.
La insurgencia obrera cordobesa
El 29 de mayo de 1969, como respuesta a un plan de ajuste decretado por el ministro de Economía Adalberto Krieguer Vasena, la clase obrera y los estudiantes de Córdoba van a llevar adelante una de las grandes batallas proletarias del siglo XX en nuestro país. En el marco de una huelga general de 36 horas convocada por los grandes sindicatos y la CGT provincial, como parte de un plan de lucha nacional, las masas cordobesas van a llevar adelante una semi-insurrección, ocupando la ciudad y derrotando a las fuerzas represivas. El frente único de los grandes sindicatos del SMATA, la UOM, Luz y Fuerza y UTA permitió la movilización general de obreros y estudiantes, que luego del asesinato del obrero de IKA Máximo Menna, va a provocar el estallido de la lucha callejera.
El Gral. Eliodoro Sánchez Lahoz, del III Cuerpo del Ejército -uno de los encargados de la represión militar- deja sus impresiones de aquellas jornadas: “Me pareció ser el jefe de un ejército británico durante las invasiones inglesas. La gente tiraba de todo desde sus balcones y azoteas”.
El Cordobazo fue lo que los marxistas denominamos una acción histórica independiente de las masas. La clase obrera acaudilló a los estudiantes y el pueblo pobre, transformando el paro general en una huelga general política que exigía el fin de la dictadura y, yendo más allá de la voluntad de los dirigentes sindicales, se transformó en una semi-insurrección, una insurrección incompleta que logró derrotar a las fuerzas policiales pero no pudo resistir exitosamente la ocupación militar. La semi-insurrección careció de armamento y de organizaciones de combate que coordinaran la acción de las masas. La misma fue intentada al calor de los combates callejeros en la incipiente coordinación entre las barricadas, pero fue insuficiente. Careció además de una dirección consciente, que hubiera preparado la acción de las masas.
Sin embargo, el Cordobazo va a abrir una etapa de ascenso revolucionario de la clase obrera y la juventud. Quebrará el espinazo de la dictadura militar de la llamada Revolución Argentina, encabezada por Juan Carlos Ongania y más tarde de los gobiernos dictatoriales de Rodolfo Levingston y Alejandro Lanusse.
Fue parte de un ascenso obrero y popular a escala global, como lo mostraban el Mayo francés, el otoño caliente italiano y la Primavera de Praga de 1968, la guerra de Vietnam con la heroica resistencia del pueblo vietnamita y las movilización anti-guerra en los EE.UU., la Asamblea popular en Bolivia en 1972, la revolución chilena del ‘73, entre otras sacudían al mundo.
Radicalización y desvío
Del seno del Cordobazo van a nacer el Sitrac-Sitram y el clasismo, transformándose en un emblema del proletariado combatiente de la época. Caracterizado por la oposición a la burocracia, el capitalismo y el imperialismo, el apego a la democracia sindical y el ejercicio de un doble poder fabril en la FIAT, fue un ejemplo que alumbrará a la vanguardia obrera del período. Desde entonces el enfrentamiento entre la vanguardia clasista y la burocracia sindical es el choque entre dos fuerzas materiales claramente diferenciadas en sus intereses.
La burocracia sindical peronista conspiró contra el ascenso obrero desde el vamos. Primero negándose a dar continuidad nacional al movimiento y plegándose a la política de negociación de Perón con los militares. El asesinato de Augusto Timoteo Vandor en junio de 1969, allanó el camino para la reunificación del movimiento obrero bajo la conducción de José Ignacio Rucci. Las conducciones sindicales burocráticas fueron garantes de que los levantamientos locales no se extendieran a nivel nacional. Contaron con una ayuda inesperada de los movimientos guerrilleros que, sin proponérselo, colaboraron en esta política de desvío aislando a la vanguardia de las grandes masas en nombre de una guerra de aparatos que terminaba sustituyendo la insurrección obrera y popular.
Perón por su lado jugaba a dos bandas, negociaba presentándose como garante del retorno a la calma social y utilizaba las acciones de masas y la política de guerra de aparatos de la guerrilla -de Montoneros centralmente- para contener la radicalización juvenil dentro del peronismo y presionar en la negociación con el dictador Alejandro Lanusse.
La burguesía argentina y los militares van a tener que poner fin a la proscripción del peronismo y negociar el regreso de Juan Domingo Perón, exiliado en Madrid para intentar desviar el ascenso de masas y reconducirla a una política de relegitimación del régimen burgués.
El peronismo ganará las elecciones llevando a la presidencia a Héctor Cámpora, bajo la promesa de encabezar la lucha por la liberación nacional y la por la “patria socialista”. Contará con el apoyo abierto de los Montoneros y la Juventud Peronista, quienes colaboraron de esta manera con el objetivo de desviar el proceso de lucha de clases hacia el apoyo electoral a Perón.
Desde la misma asunción del gobierno de Cámpora, la movilización popular arrancó literalmente a los presos políticos de las cárceles en el llamado "Devotazo". Con el nuevo gobierno se desarrolla una oleada de conflictos laborales, huelgas y ocupaciones de lugares de trabajo en demanda por condiciones de trabajo, la reincorporación de activistas despedidos, por el control de los ritmos de producción y los períodos de descanso. Se producen casi 500 tomas de establecimientos en la primera quincena de junio de 1973.
Esta incapacidad para frenar la lucha de clases decide la suerte de Cámpora que va a ser derrocado por un golpe palaciego de la derecha peronista luego de la masacre de Ezeiza del 20 de junio, provocada por las bandas armadas del coronel Osinde y de la burocracia sindical.
Perón volverá al poder en septiembre de 1973 y su plan para contener el proceso social constaba de dos instrumentos: el Pacto Social y las bandas ultraderechistas de la Triple A.
Los trabajadores, pese a que apoyaban a Perón, resistían protagonizando verdaderas huelgas salvajes y ocupaciones fabriles, del cual el primer Villazo en marzo de 1974 va a ser su hito más importante. Muerto Perón, las bandas armadas de la derecha peronista van a imponer un reinado de terror a la par que crujía el Pacto Social por la resistencia de la clase obrera y la creciente crisis económica internacional que golpeaba de lleno a la Argentina. Mientras los trabajadores protagonizaban innumerables actos de una verdadera guerra de clases, Montoneros y el ERP, recurrían a una guerra de aparatos, que desorganizaba a la vanguardia de los trabajadores.
En marzo de 1975, el gobierno lanza el operativo Serpiente Roja del Paraná para liquidar a la combativa Unión Obrera Metalúrgica de Villa Constitución.
Como corolario del retorno de Perón queda recordar que Rucci, que será asesinado en septiembre de 1973, había afirmado que el retorno del líder justicialista tenia por fin “evitar un baño de sangre”, y para tal fin fue que llevaron adelante un baño de sangre.
La huelga general de junio y julio de 1975 y el doble poder fabril
El 4 de junio de 1975 Celestino Rodrigo, ministro de Economía designado por Isabel y López Rega, anuncia un paquete de medidas que trascendería bajo el célebre apodo de “Rodrigazo”. El mismo fue diseñado por Ricardo Zinn, hombre del gran capital agrupado en el CEA y a posteriori asesor del ministro de Economía de los genocidas José Alfredo Martinez de Hoz. Ricardo Zinn, también será el mentor intelectual del ex presidente Mauricio Macri y funcionario del Gobierno menemista en los ’90. Aquel paquetes se trataba de un ajuste que beneficiaba al capital más concentrado, una política de shock para revertir la crisis económica.
Entre las medidas tomadas se encontraba una devaluación del peso con relación al dólar que oscilaba entre el 80 y el 160% y un aumento sideral de los precios que, en algunos casos, llega al 180% como en las naftas o el 75% en las tarifas de colectivos. Otra medida que exacerbará el ánimo obrero y predispuso a los sindicatos dirigidos por la burocracia peronista contra el plan fue el anuncio del congelamiento de las paritarias y el establecimiento de los topes salariales.
Desde los anuncios del Plan Rodrigo la oposición obrera crece del plano sindical al político. No hay provincia, ciudad o localidad del país que no estuviera conmovida por la enorme resistencia. En Gran Buenos Aires, Capital y La Plata se da el fenómeno más avanzado de autoorganización obrera que desafía a la burocracia peronista. El 27 de junio la CGT convoca a un paro. Ese paro, se convirtió –en gran medida por el rol de las Coordinadoras Interfabriles– en un paro general de 24 horas y una movilización de masas que elevó sus demandas al terreno político del enfrentamiento abierto al gobierno de Isabel. Pero será el 3 de julio de 1975 cuando las coordinadoras mostrarán su gran poder de movilización cercando la ciudad de Buenos Aires. El 4 de julio la dirección de la CGT y las 62 Organizaciones peronistas debieron ceder y para evitar ser desbordados convocarán a un paro nacional por 48 horas para los días 7 y 8 de julio. Se iba a producir la primera huelga general política contra un gobierno peronista, provocando la expulsión de Rodrigo y López Rega del gobierno.
En las calles cordobesas se coreaba “luche, luche luche, no deje de luchar, por un gobierno obrero, obrero y popular”. Dicha dinámica también se corporizaba en las coordinadoras interfabriles de Capital, Gran Buenos Aires y La Plata, que fueron las organizaciones que permitieron articular e impusieron a la burocracia sindical colaboracionista con Isabel Perón, la huelga general de junio y julio de 1975 contra el Plan Rodrigo. Representando a más de 130 mil trabajadores y 143 organizaciones de base junto a algunas seccionales sindicales, las coordinadoras expresaban el embrión de un doble poder fabril que hacía imposible la conciliación de la clase obrera con la burguesía argentina. Las coordinadoras eran el embrión de un doble poder que disputaba la dirección del movimiento obrero. Conspiraron contra ello los límites de sus direcciones que privilegiaron la política guerrillerista, combinada con planteos frentepupulistas de reconstrucción del Frejuli (Montoneros) o de un frente democrático (PRT-ERP), y alentaron la separación de la vanguardia militante de las masas.
La dirección burocrática de Lorenzo Miguel y Casildo Herrera sostuvo por su parte al gobierno quebrado de Isabel Perón hasta las últimas consecuencias, impidiendo que la fuerza de los trabajadores la derrocara. Mientras esperaba ganar tiempo concediéndole poder a los militares que avanzaban progresivamente sobre el gobierno y preparaban el golpe. Permitieron así que el golpe genocida se impusiera sin resistencia de la CGT y los sindicatos.
200 fábricas de las coordinadoras interfabriles irían a la huelga el 24 de marzo de 1976 salvando el honor de la clase obrera argentina.
Lecciones para el presente
En estos tiempos la perspectiva de la catástrofe sanitaria agita los fantasmas de la crisis económica y social. Los capitalistas que se beneficiaron y fueron cómplices del genocidio, se preparan a descargar el costo de la crisis sobre los trabajadores y el pueblo pobre. Es necesario recuperar para las luchas políticas del presente las lecciones de la insurgencia, de la lucha por el control del territorio de la producción, de la autoorganización, del poder de la clase obrera. Y recordar que quienes fueron las direcciones responsables de que la clase trabajadora fuera llevada a protagonizar su derrota más sangrienta siguen subsistiendo como casta, parasitando y paralizando las organizaciones de los trabajadores.
Cuando la lucha contra el capital es la lucha por la vida misma, nos sirve como clave la advertencia del pensador marxista Terry Eagleton: "Una civilización que solo se guía por su experiencia presente es ciertamente pobre. Si el pasado debería enervar a los modernizadores liberales (...) No es solo porque gran parte de él amenaza con socavar su optimismo, también porque contiene legados que podrían contribuir a una transformación del presente mucho más profunda de lo que a ellos les gustaría".
Facundo Aguirre
Militante del PTS, colaborador de La Izquierda Diario. Co-autor junto a Ruth Werner de Insurgencia obrera en Argentina 1969/1976 sobre el proceso de lucha de clases y política de la clase obrera en el período setentista. Autor de numerosos artículos y polémicas sobre la revolución cubana, el guevarismo, el peronismo y otros tantos temas políticos e históricos.