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Red Internacional
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ALEMANIA GOBIERNO. Investidura del gobierno alemán: ¿comienza el fin de la era Merkel?

Angela Merkel fue investida para dirigir una nueva gran coalición entre cristianodemócratas y socialdemócratas. Pero se trata de un gobierno débil, sin el apoyo parlamentario ni la base social de gobiernos anteriores, que se enfrentará a una oposición de derecha envalentonada.

Viernes 16 de marzo de 2018

Este miércoles, el parlamento alemán invistió a Angela Merkel por cuarta vez como canciller. 364 diputados de los 709 que en su totalidad conforman el Bundestag votaron a favor de Merkel en pos de iniciar formalmente el segundo gobierno consecutivo de la llamada gran coalición entre los cristianodemócratas (CDU), su partido hermano bárvaro CSU, y la socialdemocracia (SPD).

El resultado de esta votación secreta fue quizá lo único inesperado en esta jornada que no guardaba espacio para muchas sorpresas. De hecho, los votos superaron solo en 9 la mayoría absoluta necesaria para la investidura. Esto no solo se debe a la pérdida de peso parlamentario de los partidos gobernantes, que después de sus fuertes derrotas electorales el 24 de septiembre pasado pasaron de tener una mayoría de dos tercios (necesaria para cambios de la constitución) a ser solamente una "pequeña gran coalición", como los analistas la llegaron a llamar.

Merkel consiguió 35 votos menos que las bancadas parlamentarias de CDU/CSU y SPD juntos, lo que, teniendo en cuenta la nueva relación de fuerzas parlamentaria, es todo una muestra de la inestabilidad que marcará al futuro gobierno y los conflictos al interior de sus partidos. Pese a esto, Merkel asumió el resultado frente al presidente de la cámara, Wolfgang Schäuble, y unas horas después, fue nombrada oficialmente por el presidente alemán Frank-Walter Steinmeier junto con su gabinete.

La investidura marca el fin de un largo período de 172 días de inestabilidad política debido a la dificultad de formar un gobierno viable después del fracaso de la coalición preferida entre cristianodemócratas, verdes y liberales, y negociaciones complicadas entre SPD y CDU/CSU para un acuerdo de coalición.

Pero las complicaciones no provinieron de las dirigencias de ambos partidos que ya pasaron por la experiencia de gobernar juntos y, no tienen muchas diferencias en cuanto a sus propuestas programáticas. Al contrario, juntos configuran el "extremo centro" con una política marcada por los programas de recortes, precariedad, represión hacia los inmigrantes y refugiados y un rol más ofensivo del imperialismo alemán. Las negociaciones sobre el acuerdo de coalición se complicaron por la debilidad de ambos partidos que obtuvieron los peores resultados después de la Segunda Guerra Mundial. Y también por el fuerte cuestionamiento de sus dirigencias al interior de los partidos, aunque ésta fue menor en el caso del partido de Merkel y más avanzada en la SPD. El partido socialdemócrata tuvo que cambiar casi la totalidad de su dirección aunque al final se impuso el sí al acuerdo de coalición en la consulta a la base y fracasó la campaña de las Juventudes Socialistas contra una nueva coalición. El gabinete es, pues, no solo una muestra de los planes que tiene el futuro gobierno, sino también el reflejo de los intentos de superación de las crisis que confrontan sus partidos integrantes.

El gabinete consiste de quince ministros, seis de CDU y SPD y tres de la CSU. Al cambio de la gran coalición pasada Merkel tuvo que entregar el clave Ministerio de Finanzas que ahora pasará al mando del ex-alcalde de Hamburgo, el socialdemócrata Olaf Scholz que, además, será el vicecanciller. Éste se distinguió por ser el responsable de la represión hacia la protesta contra la cumbre G20 en junio del año pasado y es parte del ala conservador de la SPD. Ya dejó claro que seguirá la línea de su antecesor Wolfgang Schäuble de "responsabilidad fiscal", es decir de impedir cualquier reforma seria que pudiese mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora.

Otro ministerio importante a cargo de la socialdemocracia es el Ministerio de Exteriores que tomará el anterior Ministro de Justicia, Heiko Maas, que avanzó en medidas de "seguridad" que socavan derechos democráticos elementales. No se espera un cambio en su ubicación frente a los lazos estrechos entre Alemania y la dictadura de Erdogan en Turquía que actualmente esta en guerra contra los kurdos en Afrin con tanques y armas alemanas. Su primer acto en el cargo lo celebró el mismo miércoles en Francia donde se reunió con su colega de cargo Jean-Yves Le Drian, confirmando el interés de Alemania por trabajar juntos con el presidente francés Emanuel Macron en una política europea conjunta -lo que no significa otra cosa que fortalecer el dominio del imperialismo alemán sobre Europa a expensas de las clases populares que sufrieron los recortes de la Troika durante la crisis financiera-.

Ni Sigmar Gabriel, el antiguo líder socialdemócrata en el gobierno, ni Martin Schulz, que aspiró heredarlo como Ministro de Exteriores, formarán parte de este gabinete lo que fue interpretado como un nuevo comienzo. Sin embargo, figuras como el Ministro de Trabajo, Hubertus Heil, y la nueva presidenta del partido, Andrea Nahles, ambas personas muy cercanas al ex-canciller Gerhard Schröder y fieles a sus políticas de precarización, ajuste y quita de derechos, demuestran que no habrá cambio en la política de los social-liberales.

Esto se refleja también en la agenda social del futuro gobierno que se reduce a medidas mínimas como el aumento del bono para los niños en 10 euros o una baja ínfima del aporte al seguro de desempleo. Tanto estas medidas como la propuesta de mantener estables el nivel de las pensiones en un 48 % del sueldo no terminan con la precariedad de los mini-empleos, la subcontratación, los contratos temporales o las pensiones de hambre.

También en el caso de la CDU se ve un claro intento de Merkel de "renovar" sus filas en clave derechista. El mejor ejemplo de esto es el nuevo Ministro de Salud, Jens Spahn, antiguo lobbyista de las multinacionales farmacéuticas y crítico ultraconservador de Merkel durante el último gobierno. Después de haber sido nombrado como Ministro, en su primer entrevista dejó en claro que representa el fin de la política "merkeliana" que buscaba cierto consenso, diciendo que "los que reciben Harz IV (ayuda estatal mínima de desempleo que ahora ronda los 400 euros) no son pobres". Esto es un claro ataque a los sectores más vulnerables de la sociedad y refleja su afán neoliberal, ignorando por completo estadísticas que muestran que el riesgo de pobreza sube al 70% para personas sin empleo.

El Ministerio de Salud es además un cargo importante en este gobierno ya que durante la campaña electoral estuvo muy presente el tema de la carencia de personal en los hospitales y las pésimas condiciones de trabajo en el sector de salud, debido a varias luchas de trabajadores en los últimos años que reclaman mejoras. Que este ministerio esté a cargo de Spahn, significa que no habrá tales mejoras sino que tratará aumentar aún más las ganancias de las grandes multinacionales como Bayer. De hecho, el acuerdo de coalición prevé 8 mil puestos nuevos en hospitales mientras que especialistas calcularon la falta de personal en alrededor de 160.000.

Ursula von der Leyen (CDU), persona de confianza de Merkel, seguirá a cargo del Ministerio de Defensa y avanzará con su campaña de modernización y de rearme del Bundeswehr, el ejército alemán, para poder tomar un rol más activo en los conflictos geopolíticos más importantes. Para esto, la exportación de armamento siempre ha sido clave, pero von der Leyen también tratará de aumentar la cantidad de soldados en zonas de conflicto como Mali o Afganistán. Ella apoyó los reclamos del presidente norteamericano, Donald Trump, que Alemania debería aumentar sus gastos militares para alcanzar los 2% previstos desde la OTAN, aunque por el momento parece difícil que llegue a tal nivel.

El partido bárvaro CSU también sufrió una derrota electoral en septiembre pasado y necesita éxitos para no fracasar en los comicios regionales en otoño de este año. Su jefe, Horst Seehofer, tomará el Ministerio de Interior, ahora ampliado como "Ministerio de Interior, Patria y Vivienda" desde el cual buscará implementar medidas reaccionarias como su anunciado "plan general" para aumentar la cantidad de deportaciones y dar más facultades a las fuerzas represivas para restringir las libertades democráticas mediante leyes "contra el terrorismo" y 16 mil nuevos policías. Además se introduce un límite anual de 220.000 refugiados, demanda de la extrema derecha que efectivamente anula el derecho al asilo. Esta política represiva tiene como fin atraer a los votantes del partido de extrema derecha, AfD, que pasará a ser el partido opositor más grande en el próximo parlamento.

Este nuevo gobierno de Merkel seguirá con su política de represión en el interior y restricción de libertades democráticas a migrantes, refugiados y trabajadores mientras que tratará de avanzar hacia una política exterior más ofensiva hacia sus rivales geopolíticos y en Europa. Sobre todo la socialdemocracia intentará esconder estos objetivos atrás de algunas medidas sociales mínimas que no cambiarán nada en la precariedad a la que están sometido cada vez más sectores de la clase trabajadora y la juventud.

Pero la situación cambió y el difícil proceso de formación de gobierno muestra que Merkel, Schulz y Seehofer no lo tendrán fácil con sus planes debido a los conflictos internos y el reducido apoyo parlamentario y de base social. El partido de extrema derecha AfD como mayor partido de oposición presionará al gobierno desde la derecha y provocará conflictos al interior de la coalición. En la política exterior, sobre todo la constante crisis de la Unión Europea y la posible guerra financiera complican las aspiraciones del imperialismo alemán. Se tratará, en suma, de un gobierno marcadamente más inestable, y por ende, de un régimen más inestable. El fin de la era Merkel ha comenzado.

En este marco, los 123.000 votos de afiliados de la SPD que votaron contra el acuerdo de coalición junto al partido Die Linke y nuevos fenómenos de la lucha de clase como la gran huelga metalúrgica por la reducción de la jornada laboral a principio del año o pequeñas luchas como las del sector de salud y de los trabajadores estudiantiles en las universidades de Berlín, podrían ser la base para un movimiento contra el gobierno y la extrema derecha que se proponga terminar con la precariedad, con las restricciones a los derechos democráticos de los migrantes y refugiados, o el fin de las intervenciones militares.

Sin embargo, la política del reformismo va en la dirección contraria: ni los sectores críticos dentro de la socialdemocracia ni la dirección de Die Linke impulsaron ninguna manifestación que buscara imponer las demandas sentidas de los trabajadores y la juventud. Hace falta una alternativa de izquierda, anticapitalista y revolucionaria, que combate por esta orientación dentro de los sindicatos y del movimiento estudiantil y de mujeres los sindicatos, participando activamente en todas las luchas.