El corrupto líder petrolero se jubiló de PEMEX hace algunos días tras un “exhorto” presidencial, luego de que se supo públicamente que, tras dejar la Secretaría General del STPRM en octubre de 2019, estaría de vacaciones con goce de sueldo hasta julio de 2024. Lo investiga la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) por depósitos que ascienden a 309 millones de pesos.
Miércoles 31 de marzo de 2021
Hace unos días, el presidente de la república se refirió en su conferencia matutina a la supuesta “renuncia” de Carlos Romero Deschamps -durante casi tres décadas Secretario General del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM)- como empleado de PEMEX.
En realidad, se trató de una jubilación “voluntaria” que le permitirá recibir una pensión mensual de cerca de 30 mil pesos el resto de su vida; casi 500 mil pesos como prima de antigüedad; bonos de gasolina y gas; vales de despensa por 4 mil pesos mensuales; servicio médico, seguro de vida, préstamos y otras prestaciones, gracias a los derechos laborales adquiridos por los trabajadores petroleros, plasmados en su Contrato Colectivo de Trabajo.
Ingresos que pueden considerarse “modestos” si se trata de sostener la ostentosa vida de millonarios que han exhibido el exsenador priísta y su familia. Resultado de los malos manejos de las cuotas sindicales y de los turbios negocios que pudo orquestar al frente del sindicato petrolero y como parte de la casta política del país, a partir de traicionar los derechos laborales y de respaldar la entrega del patrimonio energético nacional a las trasnacionales.
Nada que ver con las precarias condiciones en las que labora, ni con los escasos recursos que percibe, un importante porcentaje de trabajadores de PEMEX eventuales, con contratos precarios o subcontratados, muchos de los cuales han sido despedidos durante la pandemia sin que el sindicato haga nada.
Es del conocimiento público que Romero Deschamps estuvo involucrado en el escándalo del Pemexgate, que implicó un cuantioso desvío de recursos para la campaña presidencial de Francisco Labastida en el año 2000. Además, como senador de la república, fue activo promotor de la reforma energética de Enrique Peña Nieto, que hoy se sabe fue aprobada gracias al soborno de legisladores por parte de empresas como Odebrecht.
Primero, el presidente aseguró que no había ninguna investigación en contra del ex líder petrolero. Pero en otra de sus conferencias matutinas más reciente tuvo que informar, ante pregunta expresa de la prensa, acerca de las dos carpetas de investigación abiertas por la UIF de la Fiscalía General de la República, contra Romero Deschamps, por los millonarios depósitos que se encontraron a su nombre. No obstante, AMLO insistió en que no se debe “condenar a nadie sin pruebas”.
Considerando el trato amable que ha recibido el exdirector de PEMEX, Emilio Lozoya, como “colaborador” del gobierno de la 4T para develar la corrupción del sexenio pasado, cabe preguntarse si Romero Deschamps será investigado hasta sus úlimas consecuencias y pagará por sus crímenes, o se mantendrá impune.
¿Se está acabando con el charrismo sindical?
Como parte de su promesa de acabar con la “mafia en el poder”, el gobierno de López Obrador impulsó una reforma laboral que supuestamente garantizaría la libertad sindical, en contra del control corporativo de las organizaciones obreras a manos de los charros.
Sin embargo, el ejemplo de Romero Deschamps, como antes sucedió con otros “líderes” sindicales burocráticos y corruptos, muestra que, en vez de acabar con el charrismo, la política laboral del gobierno actual y la reforma en la materia aprobada en el 2019 por el Congreso de la Unión, en realidad han servido para fomentar la división de las organizaciones obreras, criminalizar sus luchas y limitar el derecho de huelga, entre otras medidas contrarias a los intereses de las y los trabajadores.
Mientras, el aparato de control burocrático de los sindicatos se mantiene intacto, a pesar del desprestigio de sus dirigentes -vinculados al PRI o a otros partidos del régimen-, quienes quedaron debilitados por la “alternancia” en el gobierno federal tras las elecciones del 2018, por lo que rápidamente se alinearon con el nuevo gobierno de la 4T.
Es así que este gobierno viene pactando con los líderes charros de todas las tendencias y sectores para garantizar la “paz laboral”, mientras que las reformas estructurales aprobadas por los partidos del Pacto por México no se han echado atrás y, por el contrario, se descargan los efectos de la pandemia y la crisis económica sobre los trabajadores.
En este contexto, puede entenderse el “retiro voluntario” de Romero Deschamps (tras su renuncia desde el 2019 a la Secretaría General del STPRM), como parte de un acuerdo para sacar de la escena a este impresentable, pero permitiendo que sus allegados sigan en la dirección del sindicato, ahora más subordinados al gobierno federal.
Es importante tener en cuenta que las declaraciones públicas que el presidente ha tenido que hacer ante la publicidad que ha ido cobrando este caso en los medios nacionales, más que un ejercicio de “transparencia” parece ser una forma de deslindarse cautelosamente del corrupto exlíder petrolero, tratando al mismo tiempo de evitar a toda costa una confrontación con el aparato charro del que éste formaba parte, ya que lo necesita para mantener controlados a las y los trabajadores de la paraestatal.
¡Fuera charros de PEMEX y de todos los sindicatos!
Muchos trabajadores petroleros, como los de otros sectores, votaron por AMLO con la esperanza de un cambio. Para lograr este apoyo, fue una motivación importante su promesa de garantizar la libertad sindical.
Sin embargo, a más de dos años de iniciada la llamada 4T, es evidente que eso no ha sucedido y, por el contrario, los líderes corruptos siguen controlando a la gran mayoría de los sindicatos -aliados con los patrones y gobiernos-, entregando los derechos y conquistas de las y los trabajadores y utilizando a éstos como clientela política para mantener sus cotos de poder.
Ante esta situación, no podemos seguir esperando a que el cambio venga de un gobierno que pretende conciliar los intereses de explotadores y explotados, mientras los primeros descargan sobre la espalda de los segundos los costos de la crisis, con despidos, rebajas salariales, mayor explotación y precariedad laboral.
Como trabajadores tenemos que organizarnos y unirnos desde abajo para recuperar nuestras organizaciones sindicales, arrebatándoselas a los charros traidores. Levantando como banderas de lucha el rechazo a los despidos; la basificación y sindicalización de todos los trabajadores eventuales y subcontratados; la prohibición del outsourcing; la abrogación de todas las reformas estructuales neoliberales, incluyendo la energética; la renacionalización de todas las areas privatizadas de PEMEX y que ésta funcione bajo el control democrático de sus trabajadores, como pasos hacia una auténtica soberanía energética, lo que significa romper con el imperialismo y las trasnacionales que saquean nuestros recursos naturales.
Para lograr todo ello, se requiere dejar de confiar en el gobierno federal y en cualquiera de los partidos e instituciones del régimen político, así como luchar por la más absoluta independencia política del STPRM y de los demás sindicatos respecto al Estado. Una verdadera democracia sindical no vendrá de arriba, la conquistaremos unidos, organizados y luchando.