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Red Internacional
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ELECCIONES PARLAMENTARIAS. Irán va a elecciones en medio de la crisis

El 21 de febrero 60 millones de iraníes están llamados a las urnas. Las elecciones legislativas enfrentan problemas estructurales que arrastra la República Islámica, agravados por las sanciones económicas norteamericanas que empujaron a millones a tomar las calles.

Santiago Montag

Santiago Montag @salvadorsoler10

Jueves 20 de febrero de 2020 11:59

Las elecciones legislativas en la República Islámica de Irán definirán el equilibrio de poder dentro del régimen. Los comicios están atravesados por tres grandes temas que exponen los problemas estructurales del país: el ahogo económico ocasionado por las sanciones del imperialismo estadounidense, luego de la salida de Trump del Acuerdo Nuclear en 2018; las tensiones geopolíticas con EE. UU. y sus aliados del golfo, que se profundizaron desde el ataque con drones al comandante de la Fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria, Qasim Soleimani; los miles de jóvenes y trabajadores que salieron a tomar las calles contra el aumento del combustible, el desempleo y la crisis por el derribo del avión ucraniano, poniendo en cuestión la legitimidad del régimen iraní. Las manifestaciones en cientos de ciudades, donde la represión dejó 350 a 1500 asesinados (según la fuente), 7000 encarcelados, y los cortes de Internet han vuelto al movimiento de protesta la peor pesadilla de los ayatolas.

De esta manera, para la teocracia las elecciones legislativas son un termómetro para medir la legitimidad del régimen a través de la participación, permitiendo tener un panorama de cómo quedará expresada la votación para las presidenciales del 2021. Un ejemplo es el de 2016, que fue concurrencia récord por el Acuerdo Nuclear firmado en 2015 que generaba grandes expectativas por la recuperación económica acelerada. Pero en cuatro años pasaron cosas.

¿Cómo son las elecciones iraníes?

El Líder Supremo, Ali Khamenei, y el Consejo de Guardianes son los supervisores de todo el proceso electoral, esto significa centralmente que son quienes deciden quiénes pueden postularse para la renovación de los 290 escaños del Majlis o Asamblea Consultiva (parlamento) cada cuatro años. Allí los asientos están reservados para 285 islámicos, mientras las minorías étnicas y religiosas se reparten los 5 restantes entre: zoroastristas, judíos, cristianos asirios, caldeos y los cristianos armenios del norte y del sur. Al año siguiente se realizan las elecciones ejecutivas, donde el procedimiento es similar.

Los criterios constitucionales para ser aprobado son tener entre 30 y 75 años de edad, deben ser ciudadanos iraníes "de buena reputación y musulmanes fieles", además de pasar el "filtro" del Consejo. El hecho de que esté en manos de 12 personas que forman el Consejo -6 elegidos por el Líder Supremo, y los otros por el Majlis- el poder de vetar la voluntad de 60 millones de electores, cuyos criterios, a su vez, son excluyentes según raza o religión, está fuertemente cuestionado por extensos sectores sociales. Este año, al menos 9.000 de los 14.000 postulantes -90 son actuales legisladores-, fueron descalificados por el Consejo de Guardianes, lo que rompe el récord de las 10 elecciones desde la Revolución en 1979 cuando se instaura la República. De esta manera se refleja de manera distorsionada las tensiones entre el Parlamento, el Gobierno y el Consejo Guardián, donde no siempre llegan a coincidir.

Dentro de la compleja política iraní existen cuatro grandes corrientes políticas que se combinan para formar bloques en el Majlis: los “reformistas”, que plantean mayores libertades democráticas y más participación del Majlis en el Gobierno; los “moderados” o “centristas”, plantean una economía más liberaliza y mayor acercamiento a “occidente”; los “conservadores” son los representantes de la burguesía mercantil (bazaaríes) y cercanos al clero mayor; los “intransigentes” son los más férreos defensores de las leyes islámicas iraníes (vilayet e-faqih) y de las directivas del Líder Supremos, se oponen a todo acuerdo con “occidente”.

La mayoría de los descalificados son “reformistas”, representantes mayormente de los sectores profesionales y críticos al régimen, por hacer críticas al gobierno sobre el aumento del combustible, el derribo del avión o la represión que dejó alrededor de mil muertos. En Teherán directamente llamaron al boicot optando por no armar lista, producto de la descalificación masiva. Sin embargo, también han sido descalificados varios “moderados” y “conservadores” por haber hecho alguna crítica al Gobierno o por estar acusados de corrupción. Todo indica que el ejecutivo estaría buscando cerrar filas en un Gobierno de "línea dura" con "Occidente" fortaleciendo las posiciones del líder supremo y la Guardia Revolucionaria, purgando a cualquiera que tenga intenciones de abrir algún tipo de negociaciones.

Su confianza reside en las críticas al Gobierno del presidente moderado Hassan Rouhani y su Ministro de Relaciones Exteriores Javad Zarif, quienes firmaron el Acuerdo Nuclear que terminó fracasando y el manejo de la información tras el derribo del avión ucraniano donde murieron 176 personas, la mayoría iraníes.

Mohammad Jahangari, analista de asuntos estratégicos, explica que "El espacio se ha reducido claramente para los moderados, con un coro antioccidental y antiestadounidense que crece después del asesinato del general Soleimiani", dice. "Muchos ven a los moderados como responsables de confiar en los Estados Unidos y sus aliados y no obtener nada a cambio".

La preocupación del régimen está en la participación de los 60 millones de votantes. A pesar de las críticas de Rouhani sobre la descalificación del Consejo, el régimen lanzó una campaña pública para garantizar la mayor participación posible dejando claro que no ir a votar es sinónimo de traición: “La participación en las elecciones es un sello de apoyo a los caminos del régimen y por lo tanto conducirá a la seguridad de todos frente a nuestros enemigos", anunció el líder supremo, el ayatolá Ali Khamenei.

Esta situación expone la ruptura que existe entre la “vieja guardia” de la Revolución Islámica, sostenida sobre el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Iraní, que instauró un régimen policial, con las nuevas generaciones de jóvenes, mujeres y trabajadores que buscan mayores libertades democráticas sin deberle nada a los ayatolás.

La pesadilla del Ayatola

El deterioro de legitimidad que vive la República Islámica tiene un registro de al menos los últimos veinte años, donde distintos sectores sociales como
las mujeres -que son mayoría en más universidades- y la clase obrera han planteado diversos cuestionamientos por no dar respuestas a las demandas populares. Las circunstancias se fueron agravando, entre 2017 y 2020 donde hubo tres oleadas de protestas.

Este malestar se profundiza por las sanciones impuestas por Estados Unidos que golpearon duramente a la economía iraní haciendo que la misma se contraiga más del 9% el año pasado, y disparando la inflación y la devaluación de la moneda.

Al aumento de los precios en los productos básicos, y la reducción del 80% de la capacidad de venta de petróleo por las sanciones internacionales (de 3,5 millones de barriles por día a 500,000), se suma que la generación de empleo en los últimos 10 años fue de solo 1 millón de puestos, mientras que 8 millones de jóvenes buscaban entrar al mercado laboral.

También hubo un aumento de las huelgas en distintos sectores de la clase obrera que se demostraron devastadoras, como transportes y petroquímicos, a pesar de sufrir el encarcelamiento y persecución de sus líderes sindicales desde hace varios años. El régimen teocrático es consciente de que los trabajadores iraníes controlan los pozos de petróleo y las refinerías más importantes del mundo, pero además que su intervención fue decisiva para derribar al Sha en la revolución de 1979. Recientemente, David Ignatius del Washington Post, planteaba la posibilidad de que la principal oposición al régimen provenga desde el movimiento obrero organizado iraní.

Otra de las hipótesis de conflicto social que maneja el régimen proviene de las universidades que estuvieron tomadas durante días en todas las oleadas de protestas. Universidades importantes como la de Teherán encabezaron las críticas más fuertes contra las Guardia Revolucionaria por el derribo del avión ucraniano y hacia el Gobierno por la situación económica. El carácter de estas protestas, que es fundamentalmente de sectores profesionales y de clase media, tiene demandas que van desde las democráticas hasta algunos sectores que plantean la restauración del sha contra el régimen actual.

En estas elecciones, el régimen busca cerrar filas detrás del Líder Supremo Khamenei profundizando una línea aún más represiva frente a unas perspectivas económicas inestables con la posibilidad de recibir nuevas sanciones del imperialismo norteamericano, depositando sobre la juventud y la clase obrera sus miedos más profundos.


Santiago Montag

Escribe en la sección Internacional de La Izquierda Diario.

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