¿Surge un nuevo partido morenista en Brasil? Polémica en la izquierda.
Sábado 26 de marzo de 2016
Es notable la semejanza entre la política y los argumentos del PSTU (Partido Socialista de los Trabajadores Unificado) y los del Movimiento de Izquierda Socialista (Movimento de Esquerda Socialista - MES), corriente de la excandidata a presidenta (2014) Luciana Genro al interior del PSOL, frente a la crisis política que atraviesa el país. Ambos escriben notas para los pequeños círculos de la izquierda afirmando que se oponen al impeachment porque un gobierno de Temer con el PSDB sería tan o más ajustador y corrupto que el de Dilma. Sin embargo, luego vemos a Luciana Genro referirse a la Operación Lava-Jato como una solución casi anticapitalista. Al mismo tiempo que los sindicatos dirigidos por el PSTU y la central sindical Conlutas hacen un pequeño acto en la automotriz General Motors de San Jose dos Campos defendiendo el “Fuera Todos” sin decir una palabra en oposición al impeachment o al juez Sérgio Moro que encabeza las investigaciones de la Operación Lava-Jato.
En lugar del impeachment (o complementándolo) las dos corrientes defienden nuevas elecciones generales como la gran alternativa para la crisis. Los morenistas liquidan la política de clase para dividir al país en “honestos” y “deshonestos” ¿Será Marina Silva la líder de la “revolución democrática” (o “revolución política” como dice Luciana Genro)? ¿Seguirán los pasos de Heloisa Helena que algunos años atrás era la candidata preferida del MES y del PSTU y que con una política similar terminó muy lejos de la izquierda?
Divergencia táctica
La única diferencia seria que se expresa hoy entre el MES y el PSTU está en la táctica para lograr las elecciones generales. El MES defiende directamente una enmienda constitucional que instituya un plebiscito para revocar los mandatos, un proyecto de ley presentado recientemente en el Congreso por el partido Rede de Marina Silva. El PSTU, por su parte, que aún no declaró su adhesión a esa propuesta, defiende una curiosa “huelga general” para alcanzar las elecciones generales.
Lo que no queda claro aún es si en los planes del PSTU para preparar su huelga general está incluida una posible unidad de acción con la FIESP (Federación de las Industrias del Estado de San Pablo) al estilo de la unidad de acción que defendieron con las bombas y tropas terrestres de la OTAN en Libia para derrumbar a Kadafi. La FIESP y la central sindical Força Sindical no estarían contra “todos” y sí a favor del impeachment de Dilma. Pero sería un “mal menor” que quizá estén dispuestos a tolerar ya que la “huelga general” de la que hablan no va mucho más allá de su sitio web (que por cierto se actualiza muy de vez en cuando)
Pero esta divergencia táctica momentánea, en caso que avance el proyecto de Marina Silva, puede resultar en dos políticas complementarias. Al final de cuentas, el PSTU estaría aportando su pequeño peso sindical para ampliar con sectores más obreros y populares la base social de la derecha, concentrada por ahora en la clase media alta y acomodada. La duda que queda pendiente es si en el caso de aprobación del plebiscito revocatorio el PSTU y el MES juntarían firmas junto a Kim Kataguiri (líder del derechista Movimiento Brasil Libre y convocante de los actos del 13/3) y los delegados de la Policía Federal; o se formarían brigadas propias de color rojo.
Entre el Síndrome de Estocolmo y la fobia infantil
EL PSTU y el MES se defienden de las críticas denunciando el fantasma propagado por el PT de que estaría en curso un golpe militar. Por temor a ser confundidos con el PT, consideran legítimo que el poder judicial actúe junto a los grandes medios y la oposición de derecha para derrocar un gobierno de conciliación de clases haciendo caso omiso de los derechos democráticos más elementales. Es decir, la derecha ya no es tan de derecha; y el PT ya no es más un gobierno de conciliación de clase: todo pasó a ser una sola cosa, homogénea (como afirman: “dos caras de una misma moneda”, o “harina del mismo costal”). El problema es que falsificar la realidad no facilita la existencia, por lo menos no en política, un terreno en que confundir peras con manzanas puede ser peligroso.
El diagnóstico: sería algo así como el “Síndrome de Estocolmo” de la derecha, que de tanto golpear parece haber causado una cierta admiración de los morenistas; combinado con una fobia infantil al petismo, al cual después de tanto tiempo de sumisión parece que buscan evitar el contacto al máximo para no provocar contaminaciones. Así, dejando a la burocracia sindical de la CUT las manos libres para actuar, cumplen un papel esencial en la preservación del poder del PT junto a sus bases, justamente cuando este poder está cuestionado y en crisis. Del mismo modo en que el rol de la CUT en impedir que los sindicatos luchen es decisivo para el fortalecimiento de la derecha, en este caso el PSTU y el MES prestan un enorme favor al PSDB, a la Globo y al “Partido Judicial”. La consecuencia es que el MES y el PSTU ven como un procedimiento “normal” de los métodos de la democracia burguesa que el poder judicial viole los derechos democráticos elementales no solo de los pobres y negros en las favelas sino ahora incluso de Lula (que a pesar de lo que nosotros podamos evaluar, sigue siendo aún la principal referencia política para amplios sectores populares). Consideran igualmente “normal” que una banda de parlamentarios utilice esta situación para derrocar al gobierno del PT por motivos que justificarían el derrocamiento de todos los gobiernos del PSDB, PMDB, etc.
Es comprensible. Si el PSTU y el MES trabajaran con la categoría de “golpe institucional” (también conocido como “golpe blanco”, “golpe judicial” o “golpe parlamentario”) entrarían en corto circuito. Si consideraran que por más derechista que sea el gobierno del PT, por más corruptos y ajustadores que sean Dilma y Lula, la ofensiva de la Globo, del PSDB y de Moro buscan imponer un “proyecto de país” de ataques aun mayores a la clase trabajadora, ingresarían en un terreno muy complicado. Tendrían que explicar que existen algunas diferencias entre los distintos proyectos capitalistas en disputa. Y esto quizás sería muy complejo. Muy lejos del riesgo que correrían de, denunciando el golpismo institucional de la derecha, ser asociados al PT.
No queremos que nuestros compañeros se vean en una situación difícil como esa.
Pero desde la mirada de los obreros concientes (y no contaminados por la emoción de los pequeños burgueses histéricos) es más fácil comprender por qué tanto esfuerzo del PSTU en amalgamar las caracterizaciones y la política del Movimiento Revolucionario de los Trabajadores (MRT) con la de los petistas. Para ellos, nuestra denuncia al golpe institucional, en un mismo párrafo, se transforma mágicamente en el discurso petista de “golpe militar”. Como todo aquel que hace amalgamas, no pueden demostrar en una sola línea dónde hablamos del supuesto golpe militar que nos imputan. Además, nuestra política de Asamblea Constituyente Libre y Soberana, impuesta por la movilización de las masas es creativamente interpretada como “Dilma se queda”. Sin amalgamas de este tipo sería más difícil ocultar, por detrás de su crítica al PT, el efectivo seguidismo a la derecha. Tendrían que responder por qué prefieren una política de derecha a una política obrera independiente como la que sostenemos.
Al final de cuentas, en defensa del impeachment
El delirio es tal que su argumento “matador” afirma que considerar la ofensiva actual de la derecha como un golpe institucional significaría afirmar que Collor habría sido víctima del mismo tipo de golpe. Espanta la incapacidad de diferenciar un proceso de movilización popular progresista cuya consigna central era “Fuera Collor”, que se oponía a un gobierno que comenzaba a implementar el neoliberalismo sin suficiente base de apoyo social, con otro como el actual intento de apoyarse sobre las clases medias acomodadas para derrumbar un gobierno que, por más impopular que sea, aún guarda relación con los sindicatos.
Es increíble cómo reivindican sin ninguna crítica el impeachment que llevó a la renuncia de Collor. Este proceso permitió lavarle la cara a los partidos patronales como el PMDB y el PSDB (con el silencio cómplice del PT) e ir hacia un proyecto más abiertamente neoliberal con el gobierno de Itamar Franco, que tuvo como ministro de economía a Fernando Henrique Cardoso e impuso el neoliberalismo con más fuerza que el intento prematuro practicado por Collor. Aun en este caso, donde las masas intervinieron progresivamente, el “impeachment” que lo obligó a renunciar permitió reunir fuerzas mayores para aplicar, en poco tiempo, el mismo plan.
La “teoría” de revolución democrática de aliarse con cualquiera para derrumbar el gobierno de turno llevó a la izquierda en aquel momento a ser funcional a los que buscaban una solución neoliberal más fuerte. Hoy es mucho peor, ya que lo que se derrumbaría sería un gobierno de conciliación de clases de un partido obrero-burgués. Sea en la variante del “viejo régimen” (Temer-PSDB) o una variante “nueva” con Marina Silva al frente, resultará en un gobierno más abiertamente anti-obrero y anti-sindical. Si el impeachment contra Collor fue el desvío de una movilización popular por parte de los capitalistas, el actual significa aliarse directamente a los capitalistas desde el comienzo.
Lo que ya ni siquiera provoca espanto sino lástima es ver gente inteligente comparando el que “se vayan todos” de Argentina 2001 con las marchas que embellecieron a Sérgio Moro durante la convocatoria opositoras del 13/3. En Argentina, la clase media había sido expropiada por los bancos. Esto creaba un odio que la hacía confluir no solo con los trabajadores, sino también con los desocupados. La consigna era “piquete y cacerola, la lucha es una sola”. ¿Alguien puede creer que en la Avenida Paulista del pasado 13/3 la clase media habría gritado “nuestra lucha y la de los negros y pobres de las favelas es una sola”? Reiteramos, un verdadero delirio que no distingue un fenómeno de izquierda con uno de derecha.
En lugar de una política independiente, el MES y el PSTU aun criticando los “excesos”, prefieren dejar (o directamente pedir en el caso de Luciana Genro) que el juez Sérgio Moro dirija las investigaciones también contra el PSDB. Prefieren poner sus (pocos) parlamentarios y sus (pocos) sindicatos el servicio de una política que es funcional al golpismo institucional de la derecha. Queda flotando en el aire una duda: ¿la izquierda tiene que ubicarse bajo la dirección de Sérgio Moro o de Marina Silva?
No olvidamos que esto es trasladar a la situación brasilera la política que defendieron en Egipto, donde aplaudieron el derrocamiento del gobierno de la Hermandad Musulmana por los militares que dieron continuidad a la dictadura de Mubarak, pidiendo que los miembros de la Hermandad (que tenía millones de simpatizantes y militantes) no fuesen condenados a muerte y sino “solo” a prisión.
¿Una reunificación de los morenistas?
La única explicación plausible para tamaña deriva estratégica es que no están preocupados de hecho en cómo los trabajadores y la juventud pueden dar una salida por izquierda a la crisis y sí en la preparación de las próximas elecciones municipales de octubre.
Llamamos a los compañeros a reflexionar seriamente sobre el curso que están adoptando en el actual escenario sudamericano de fortalecimiento superestructural de la derecha. Si siguen actuando como la quinta columna de los “gusanos” cubanos en Miami, de los “escuálidos” en Venezuela y de los tucanos (PSDB) en Brasil… ¿dónde van a parar? ¿Serán también furgón de cola de Macri en Argentina? En este país es más difícil porque existe el Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) con el PTS al frente, que plantea una posición de independencia política de los trabajadores y ha ganado peso nacional, a partir del cual todas las demás corrientes de la izquierda están obligadas a ubicarse.
Pero no sería para extrañarse teniendo en cuenta que los amigos del MES en Argentina pasaron casi al anonimato a partir de su alianza con la derecha terrateniente en la crisis del campo de 2008. En Argentina también se desarrollaron en 2012 y 2014 movilizaciones con cacerolazos donde participaron miles de personas “contra la corrupción” del gobierno de los Kirchner y a ninguno de los grupos de la izquierda se le ocurrió la idea de participar, aunque a decir verdad los morenistas, que son pequeños grupos en Argentina, opinaban que eran marchas “contradictorias” y no se atrevieron a denunciar que eran abiertamente reaccionarias.
Están los que dicen que la desbandada de militantes, cuadros y dirigentes del PSTU al PSOL durante los últimos meses es parte de una negociación con el MES. Esta podría ser de índole táctica, teniendo en vista las elecciones de octubre; o tener dimensiones más estratégicas, como la posibilidad de unirse en un mismo partido, en caso de que las alas más petistas del PSOL quieran separase de las sensibilidades más flexibles a la derecha. La Corriente Socialista de los Trabajadores (CST), como integrantes de la familia morenista, podrían ser parte del emprendimiento. Para el PSTU sería una manera de volver a la vida después de su desbarranque electoral de 2014 y las derrotas en las luchas en la General Motors de San Jose dos Campos.
Daniel Matos
Nacido en Montes Claros, Minas Gerais, Brasil. Dirigente del Movimiento Revolucionario de Trabajadores (MRT) de Brasil, reside desde 2015 en Argentina colaborando con la dirección del PTS. Miembro del consejo editorial de Esquerda Diário y de la revista Estrategia Internacional. Coautor del libro Questao negra. Marxismo e classe operaria no Brasil, Ediciones Iskra, 2013.