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Red Internacional
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Tribuna abierta. Jack Kerouac. Fin de viaje

Hace 55 años fallecía Jack Kerouac, autor de "En el camino" y uno de los escritores insignia de la generación beat. Publicamos esta reseña de Juan Argelina.

Lunes 21 de octubre 08:34

“Pero entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas, y yo vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas y entonces se ve estallar una luz azul y todo el mundo suelta un ahhhh”.

Esta frase de En el camino podría resumir un poco el estilo y la manera de vivir de Jack Kerouac, fallecido precisamente un día como hoy, pero de 1969, a los 47 años, debido a una hemorragia interna consecuencia de su alcoholismo.

Quien abriera un ejemplar de la revista Playboy diez años antes, se iba a encontrar con una foto de un texto titulado “Orígenes de la Generación Beat”. Allí, el escritor decía: “Esa foto mía, con cara de loco, en la tapa de El camino se explica porque yo acababa de bajar de una montaña en la que había estado más de dos meses en completa soledad".  

No solo eso. Tras su retiro en la montaña, confesaba que había pasado tres días en San Francisco en fiestas, reuniones, bares y jam sessions. Después, una revista lo llamó para hacerle fotos junto a su amigo Allen Ginsberg y otros. Contra todo pronóstico, a Kerouac le gustó el resultado de su aura after hour en la imagen porque, en esa sucesión de soledades místicas, amistades y excesos urbanos se cifraba lo que para él era “el corazón de la cultura beat”. Y él fue quien la abrazó con mayor fervor.

La influencia de Kerouac es, más que literaria, eminentemente cultural. Tras dos guerras mundiales y junto con la aparición de Elvis Presley, la Generación Beat creó el marco propicio para que la juventud de Norteamérica pateara el tablero de la corrección política como mandato heredado y reivindicara su derecho a la libertad.

“En el camino” continúa con la larga tradición de la novela de iniciación estadounidense, que comenzó con el Huckleberry Finn de Mark Twain. Cambió las corrientes del Misisipi por los caminos de su América, de costa a costa, pero a fin de cuentas de lo que se trataba, fundamentalmente, era entender el mundo y el autodescubrimiento, una herencia literaria de vagabundos y rechazados que también aprovecharon Jack London, Hemingway, Saul Bellow, John Updike, o Thomas Pynchon. 

Kerouac escribía con una técnica a la que llamó “prosa espontánea” y así la definió: “Ninguna ‘selectividad’ de expresión, sino seguir el libre desvío de la mente hacia los infinitos mares del pensamientos, zambullirse en el océano del inglés sin otra disciplina que los ritmos de exhalación retórica y de la narración protestada, como un puño que cae sobre una mesa con cada sonido completo ¡bang!”. En otra entrevista, comentó: “Pasé toda mi juventud escribiendo despacito, haciendo correcciones e interminables especulaciones y tachaduras y lo único que conseguí fue un día escribir una frase... y la frase no tenía sentimiento".

Su amigo Carr, encontró una solución a sus problemas cuando una tarde llegó al apartamento que compartían con una bobina de papel de teletipo de la United Press, donde trabajaba. Así Kerouac halló la herramienta para su estilo, un solo rollo eterno de papel, que no necesitaba ser cambiado constantemente. Kerouac aseguró que escribió En el camino en tres frenéticas semanas de 1951. Carr aceptó que durante ese tiempo jamás lo vio haciendo otra actividad que no fuera escribir. “Imagino que a veces ha debido de detenerse para comer o dormir, pero yo no se lo puedo asegurar”, comentó Carr en una entrevista.

Tras el fenomenal éxito de En el camino, la vida de Kerouac cambió drásticamente. Algunos ejemplos: Ya no era el autor ignoto, rechazado, sino una celebridad, invitado a los programas de televisión; le ofrecieron hacer un programa semanal para TV llamado Las aventuras de Sal Paradise y Dean Moriarty -que rechazó y se tradujo en el exitoso plagio que fue la serie Ruta 66-; debió levantar paredones de dos metros en la casa de su madre por la constante invasión de jóvenes y borrachines que golpeaban a la puerta, en la ventana de su habitación, a cualquier hora del día y más; muchos de sus ex compañeros de andanzas lo trataron con recelo, otros trataron de sacar provecho, por lo que se recluyó, se aisló, abandonó la vida pública y social, mientra su adicción al alcohol seguía en aumento.

Como dato curioso de los alcances de la novela, después de su publicación, los estadounidenses notaron que tenían un vasto país para recorrer. El resultado fue la aparición de las primeras camper, las casas rodantes.

Kerouac fue libre allí, en el camino, más que ningún otro hipster (sí, los hipsters originales no tienen nada que ver con ir a barberías a retocarse barbas tupidas ni usar camisitas a cuadros). En la ruta fue feliz, auténtico, y convirtió lo ordinario del día a día en una aventura, en un arte.


Juan Argelina

Madrid, 1960. Es doctor en Historia por la Universidad Complutense en la especialidad de arqueología e historia antigua, profesor de secundaria, amante del cine, y colaborador de Izquierda Diario, Contrapunto y otras revistas especializadas.