Este último 18 de julio se llevaron a cabo las elecciones primarias chilenas, para elegir los candidatos a las presidenciales. Las mismas se caracterizaron por el signo de la moderación que expresaron los resultados. El Partido Comunista allanó el camino para el triunfo de Boric (del Frente Amplio), candidato de la centro izquierda moderada, y para la consolidación del desvío institucional. Ambas cuestiones van de la mano con la desmovilización: cada vez que se vacían más las calles gana fuerzas los moderados.
Viernes 23 de julio de 2021 08:17
La derrota de Daniel Jadue (del Partido Comunista) frente a Gabriel Boric (del Frente Amplio) generó una crisis en diversos sectores de izquierda y también en muchas y muchos luchadores y activistas que se organizan y movilizan por diversas causas, ya sea porque genuinamente confiaba que Jadue era una alternativa de cambio real, o porque lo votaron como un mal menor, con más o menos ilusiones.
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Sin embargo, hasta ahora, pocas son las conclusiones que se han extraído.
Las primeras reacciones eran que Jadue salió derrotado porque Chile es un pueblo “amarillista” o -medio en broma medio en serio- que “Chile se durmió”. O que es porque estamos en un “reflujo”. Otros señalan que se trató del voto anti-comunista, mencionando el dato que derechistas votaron a Boric para derrotar a Jadue. Otros que fue un voto “prestado” que después se va a otros candidatos (como la Concertación). Todos esos puntos de vista tienen algo de verdad. Sin embargo, no van a la raíz del problema, y más bien se contentan con análisis superficiales sin atacar el fondo de la cuestión.
Exploremos un poco:
El Frente Amplio firmó el Acuerdo por la Paz del 15 de noviembre de 2019, encabezado por Gabriel Boric. Allí, junto a la UDI y la vieja Concertación, en negociaciones a espaldas del pueblo con todos los representantes del viejo régimen de los 30 años, firmó en el odiado Congreso Nacional un acuerdo de impunidad que buscó desviar “institucionalmente” (o sea bajo las reglas de los viejos poderes instituidos) la rebelión que se desarrollaba en las calles de todo el país y que el 12 de noviembre, con el paro nacional más grande desde la dictadura, puso en jaque a Piñera. Posteriormente en diciembre el Frente Amplio, comandado por Boric y Jackson, votaron a favor de la idea de legislar la ley anti-barricadas (apoyo a una ley que también entregó el alcalde "independiente" Jorge Sharp), que le dio a un gobierno moribundo pero rescatado, la posibilidad de armar a sus fiscales y policías con nuevas herramientas para criminalizar la protesta social, que se transformaba de ahora en adelante en “delito” castigado por el código penal. Esta formación jugó el gran rol de ser quienes sostuvieron abiertamente a Piñera y al viejo régimen de los 30 años, buscando de todas las formas posibles, de la mano con sus partidos de la derecha y vieja concertación que se encontraban en su peor momento, desviar la energía de las masas que se encontraban en su mejor momento en décadas de ataques.
La firma del Acuerdo por la Paz quebró al FA con la salida de varias agrupaciones (Partido Igualdad, Izquierda Libertaria y otras menores) y tras la aprobación de la ley anti-barricadas, los dejó hundidos en un enorme descrédito popular.
En ese marco, el PC, que no firmó el Acuerdo por la Paz pero que lo había garantizado “desde abajo” (desde la tregua de la CUT junto a Unidad Social), con la figura de Daniel Jadue que fue liderando prácticamente todas las encuestas presidenciales, le dio una fortaleza relativa al PC de la que no había gozado en los últimos 30 años. Era como ellos decían “su mejor momento”. Toda su orientación, más allá de matices internos, buscó sostener el camino “institucional” para capitalizar el “estallido” electoralmente y principalmente con la candidatura de Jadue.
Esta estrategia, más allá de cualquier verborrea de “rodear la Convención” y otras frases altisonantes que buscaban justificar una orientación conciliadora, no podía más que ir de la mano de una desmovilización permanente del movimiento de masas, aislando y prácticamente boicoteando cualquier forma de la lucha de calles, buscando llevar las luchas aisladas que se desarrollaban como la causa por la libertad de las y los presos no hacia la ampliación del movimiento, su unidad con sectores para que ganen fuerza, sino mantenerlos aislados hacia la presión a los mismos canales institucionales donde una y otra vez naufragan las causas populares porque chocan contra el muro del viejo régimen y sus instituciones. En toda la pandemia el PC (junto al FA) no hizo más que acompañar cada uno de los ataques de Piñera, incluso el PC llegó a votar a favor de la ley de suspensiones, una ley completamente anti-trabajadores y al servicio de los empresarios bajo el argumento que “protegía el empleo”. Este año convocaron a un supuesto “paro nacional sanitario” que dio vergüenza, y no los vimos en ninguna huelga ni movilización buscando que esta se desarrollara, se unificara con otros sectores, se ampliara, etc.
Se trataba de una continuación de la estrategia en la rebelión. Terminado el 12 de noviembre del 2019 el paro nacional, la CUT donde dirigía el PC, en alianza con Unidad Social, jugaron la vergonzosa labor de desmovilizar la revuelta, sin convocar ninguna movilización seriamente, ningún plan de lucha, dejando aislados a los activistas, mientras le pedían al gobierno criminal de Piñera “negociación sin exclusiones” cuando las calles pedían claramente Fuera Piñera y Asamblea Constituyente, no “negociaciones” con el criminal ni tampoco una “convención constitucional”. Con el peso que tenían en la CUT y en diversas instancias junto a Unidad Social, abandonaron rápidamente la calle a favor de las negociaciones en las alturas del régimen, que a su vez ganaba espacios para avanzar con la represión. Esa orientación la compartían plenamente con el FA, al que siempre le molestó la calle y buscó inmediatamente el desvío a la “institucionalidad”. El FA, y el PC, buscaron llevar toda la fuerza de la rebelión a este desvío.
El FA estaba en crisis y el PC decidió reforzar el camino del desvío aliándose con ellos. ¿Quién sostuvo una alianza con quienes votaron a favor de la idea de legislar la criminal ley anti-barricadas? ¿Quiénes se aliaron con quienes el 15 de noviembre estuvieron sentados con la UDI mientras Piñera asesinaba y reprimía? ¿Acaso no fue el PC? Con esa alianza el propio PC y los ex frente-amplistas le dieron fuerzas al Frente Amplio rescatándolo de su crisis, y usando esa alianza, en momentos de desmovilización, el FA pudo fortalecerse nada menos que con uno de los autores del infame Acuerdo por la Paz, el mismo Boric. ¿Acaso no lo fortalecieron también los libertarios o el Partido Igualdad que quebraron con el FA pero lo primero que hicieron fue irse a los brazos del PC que a su vez se fue a los brazos del FA? (que a su vez, se irá a los brazos de la centro-izquierda, que a la vez, se irá a los brazos de un nuevo “consenso” con el viejo régimen y los poderes reales del país).
El PC (y los grupos menores como Igualdad y libertarios) fue uno de los principales “aguantadores" de la crisis del FA, lo ayudó a fortalecerse, le dio nuevos bríos, les lavó la cara. Cría cuervos y te sacarán los ojos, dice un viejo refrán.
El PC allanó el camino para el triunfo de Boric y para la consolidación del desvío institucional, cuestiones que van de la mano con la desmovilización. Cada vez que se vacían más las calles gana fuerzas la moderación. Gana espacios y tiempo el viejo régimen, los poderes fácticos dueños del país y toda la tropa de viejos dinosaurios que conspiran cotidianamente para ver cómo salir de la crisis engañando al pueblo mediante cambios menores y recomposiciones. Ganan espacio para buscar nuevas figuras y rostros que renueven desde la centro-derecha (Sichel) hasta la centro-izquierda (Boric) el viejo poder constituido para dar una salida a la crisis que sigue abierta en el país. Ganan los moderados en un escenario moderado.
La estrategia “institucional” hace lo suyo, y todo el palabrerío de usar la calle para “rodear la convención” o que exista “protagonismo popular” llevó toda la energía de masas, las aspiraciones populares, a los votos y la institucionalidad. Sumémosle toda la política de subordinación a los “poderes constituidos” contra cualquier intento de “soberanía” en la convención como fue el dejar a los presos políticos de la revuelta y mapuche a la voluntad de las buenas intenciones de Piñera y del odiado Congreso así como respetando las reglas del Acuerdo por la Paz que han impulsado que contribuye a un escenario de pasividad. La propia Lista del Pueblo se encuentra en una encrucijada, porque pasó de reclamar la “soberanía” sin respetar a los viejos poderes, a subordinarse a la estrategia FA-PC.
A través del PC, de Jadue, de Boric y el Frente Amplio se fortalece por tanto el “desvío institucional” y con ello el propio viejo régimen. Es expresión del “reflujo” como dice un dirigente del Partido Igualdad, pero de ningún modo como lo señala él como si el reflujo fuera producto de causas naturales (como la lluvia) y no por el rol de las direcciones de las organizaciones de masas y los partidos reformistas. Es un balance anti-estratégico para quedarse en la superficie sin ir a la raíz del asunto.
Es verdad que hubo una enorme campaña “anti-comunista”, complotando los viejos poderes para atemorizar a la población con la llegada del infierno si gana Jadue. Ese manual no es nuevo y es un llamado de atención a las mentes ingenuos porque las clases dominantes no dudarán en hurgar en todo el viejo arsenal reaccionario e incluso contra-revolucionario para defender sus intereses. Sin embargo, este discurso se desarrolló y ganó fuerza, se hizo posible, porque con las calles desmovilizadas y la clase trabajadora y el pueblo desorganizado, y con el activismo aislado, los poderes y fuerzas del viejo régimen ganan tiempo y espacio para desarrollar sus campañas que buscan girar la relación de fuerzas cada vez más a la derecha. O sea, producto de la propia estrategia desmovilizadora del PC junto al FA. Incluso se desarrolló bajo las propias narices del PC porque su propio compañero de fórmula la usó a su favor y aprovechó para tirar su discurso al centro y buscar alianzas con la vieja centro-izquierda concertacionista así como hacerse respetable con los poderes reales por su intento de buscar “gobernabilidad”.
La campaña de Jadue fue justamente una subordinación a esta campaña de las fuerzas del viejo régimen, pues su discurso fue cada vez más moderado y centro-izquierdista. Muchas y muchos compañeros señalan que el programa de Jadue expresa las “demandas” o el “espíritu” de la revuelta, del 18 de octubre. Eso no es correcto. El programa de Boric y Jadue (prácticamente idénticos salvo algunas diferencias secundarias), de Apruebo Dignidad, el programa de los libertarios y de Igualdad, no expresan la revuelta, sino que expresan el 15 de noviembre, el acuerdo por la Paz. El propio Jadue ratificó en toda su campaña el Acuerdo por la Paz (“porque se había mejorado en el Congreso”), y desarrolló un programa que busca tomar tímidamente las demandas de octubre para llevarlas a la conciliación con los grandes poderes empresariales, sin tocar los pilares de los 30 años, y para confluir eventualmente con el viejo “progresismo” neoliberal del PS y la vieja Concertación (con la cual el PC ya hizo alianzas durante Bachelet II). Su programa era directamente socialdemócrata, una especie de Bacheletismo radicalizado, con su centro en integrar “derechos sociales” y laborales con reforma tributaria y endeudamiento. No muy distinto de lo que “en su programa” señalaba la Nueva Mayoría de Bachelet II. Jadue y sus economistas no se cansaron de repetir donde pudieron que en ningún caso harían “nacionalizaciones ni expropiaciones”, y se propusieron un tímido “royalty minero” sin hablar de nacionalización del cobre y la gran minería privada. Dejaba intactos los pilares de la herencia pinochetista, del saqueo de los recursos estratégicos y naturales en manos de multinacionales, y de mantener las masivas privatizaciones de la dictadura y de los gobiernos de la Concertación.
No tiene grandes diferencias programáticas con Boric, para nada. Ahora serán parte de una alianza que probablemente involucre a la vieja Concertación, a los viejos neoliberales del PS, del partido de los falsos amigos del pueblo, expertos en frustrar las aspiraciones populares con demagogia e hipocresía. El FA busca imitar a sus contertulios de Syriza en Grecia y Podemos en España, que terminaron gobernando para los capitalistas y aplicando un brutal ajuste contra el pueblo, desmovilizaron al movimiento de masas y reafirmaron al viejo régimen en crisis (en el caso de España, nada menos que a la vieja monarquía).
Quienes hablan de que el resultado expresa la posibilidad de “constitucionalizar la salida del neoliberalismo en Chile” a través de una alianza de izquierda, centroizquierda y progresista, son quienes buscan llevar las aspiraciones populares a nuevas frustraciones, pues todas sus “reformas” van a los caminos de la “institucionalidad” respetando a todos los viejos poderes. El FA liderando, será la subordinación y cesión completa a las campañas reaccionarias para conseguir nuevos “consensos” que no toquen los pilares de estos 30 años.
Por eso hay que sacar las conclusiones de por qué ganó Boric y por qué fue rotundamente derrotado Jadue. Sin ir a la raíz, que hace también al propio balance de la rebelión, se seguirá alimentando esperanzas en salidas “institucionales” que solo juegan a favor del gran empresariado y los dueños del país, y en búsqueda de alianzas con el reformismo PC, que fortalecerá a los más amarillos y a la centro-izquierda.
Ni qué decir de quienes se proclaman anticapitalistas y van a la cola del PC. De allí y de las alianzas con el reformismo PC-FA no saldrá ninguna alternativa anticapitalista fortalecida. Todo lo contrario. Vendrá de la mano con una estrategia que ponga al centro la lucha de clases, la movilización y la auto-organización de la clase trabajadora y el pueblo, que se proponga reagrupar al activismo y luchadores bajo instancias de coordinación democrática para impulsar y unificar las luchas e imponerle el frente único a las organizaciones de masas, buscando recuperar en ese camino los sindicatos de manos de la burocracia y unificando esa pelea con las asambleas territoriales y poblaciones. Vendrá de la mano de una política que ante el proceso constituyente denuncie la subordinación de la Convención a los poderes instituidos y sus “cocinas”, exigiendo que se declare soberana y rompa con el Acuerdo por la paz y las instituciones del viejo régimen para que pueda discutir y deliberar sobre todo: salud, educación, pensiones, salarios, vivienda; poner fin al despojo histórico al pueblo mapuche, nacionalizar las riquezas y recursos y acabar con el Chile de los 30 años.
Vendrá de la mano con una política que se proponga llevar adelante las aspiraciones de las masas mediante la lucha y movilización, con un programa que partiendo de todas las demandas de octubre, como salud, educación, pensiones y salarios, vivienda y derecho a la auto-determinación del pueblo mapuche con la devolución de sus tierras, entre otras, así como la libertad inmediata de los presos políticos y mapuche, se plantee la ruptura con el viejo régimen y por un gobierno de los trabajadores de ruptura con el capitalismo para impulsar medidas como la nacionalización sin pago de los recursos naturales y estratégicos del país bajo control de trabajadores y comunidades para ponerlos al servicio de la salud, trabajo, vivienda, educación, pensiones y salarios acordes a la canasta familiar.
Hoy más que nunca reforzamos el llamado que hemos hecho a diversas organizaciones, dirigentes sindicales y sociales, activistas y luchadoras y luchadores, para discutir en común un programa para conformar un frente anticapitalista y de clase, un frente que no tenga ambigüedades ni que se proponga reformar al sistema, sino llevar adelante el combate por todas las demandas de octubre retomando el camino de la movilización de la clase trabajadora y el pueblo, retomando la perspectiva de la huelga general para echar abajo a Piñera y a todo este régimen, y que se proponga la lucha por un gobierno de las y los trabajadores.
Las primarias no han cerrado la etapa abierta el 18 de octubre, aunque sí ayudan a consolidar el desvío institucional. Las demandas de octubre no están resueltas, la crisis económica, la pandemia y el gobierno de Piñera agravaron los sufrimientos y padecimientos de las grandes mayorías trabajadoras. Se abre un proceso constitucional lleno de dudas, expectativas y críticas. El gobierno que gane la segunda vuelta, sea Boric, Sichel, Provoste, o quién lo logre, probablemente será débil y enfrentará un período de fricciones y crisis en el cuadro del intento del régimen por recomponerse con nuevos rostros, en un marco de una economía sin grandes motores para el crecimiento. Y ante ese escenario tenemos que prepararnos, sacando las lecciones de esta crisis.
Las organizaciones de la clase trabajadora y el pueblo así como los diversos movimientos sociales, están sometidas al peligro de la cooptación por la “institucionalidad” que busca reconfigurar el viejo régimen para recomponerlo. Para impedirlo, es más necesario que nunca el combate por un desarrollo independencia de la clase trabajadora y el pueblo, basado en su movilización y en el desarrollo amplio de la auto-organización de masas, buscando unir las minas, puertos, bosques, las escuelas, hospitales y fabricas con las poblaciones, con el pueblo mapuche y el feminismo, con un programa de ruptura con los capitalistas y el viejo régimen, que permita construir en este camino una organización revolucionaria y anticapitalista en la lucha en todos los terrenos, social y político.
Se trata de organizarse para vencer a este sistema, para dejar de seguir siendo instrumentos de “presión” utilizados por el régimen para cambios graduales cada tantos años y reformas cosméticas que mantengan el dominio de las 10 familias y las multinacionales. No podremos conquistar íntegramente nuestras demandas en los marcos de este sistema. Hace falta una alternativa de clase y anticapitalista que supere por izquierda al reformismo. En esa tarea estamos desde el PTR.
Pablo Torres
Dirigente nacional del Partido de Trabajadores Revolucionarios (PTR). Autor y editor del libro Rebelión en el Oasis, ensayos sobre la revuelta de octubre de 2019 en Chile, Edición Ideas Socialistas, 2021.