El documental estrenado en Netflix realiza una semblanza de Jimmy Savile, una megaestrella de la televisión británica por más de tres décadas que, después de haber sido enterrado con honores, fue mencionado en más de 400 denuncias de abuso sexual.
Jueves 21 de abril de 2022 09:56
Jimmy Savile no es conocido por el público latinoamericano. Pero en Gran Bretaña fue un ícono de adolescentes, como conductor de un programa de música pop, cuando nadie aún le daba difusión masiva en televisión a las bandas juveniles. Sus estelares puntos de rating le permitieron incursionar en otros formatos y se convirtió en un ídolo de multitudes de todas las edades con un programa en el que cumplía los sueños más disparatados que sus televidentes le confesaban por carta. No había cena familiar en la que Jimmy Savile no estuviera acompañando desde la pantalla.
Excéntrico, desfachatado, solícito con el gran público y capaz de codearse con ricos y famosos, Savile era sinónimo de popularidad. El documental que Netflix presenta en dos capítulos nos introduce en esta popularidad, precisamente para poder dimensionar, también, las dificultades de sus víctimas para denunciarlo.
Ése el tema central de la docuserie que no se detiene en detalles escabrosos para alimentar el morbo del espectador, sino que construye la pregunta acerca de cómo pudieron suceder más de 400 abusos -en su mayoría a niñas, niños, adolescentes- ante los ojos de millones, sin que el ídolo cayera de su pedestal.
Nada se sabía de su vida privada, jamás tuvo una pareja conocida, vivía solo. Y a modo de retribución a la sociedad por los millones de libras que le permitieron ganar a lo largo de su carrera, Saville se convirtió en un reconocido benefactor en tiempos de desmantelamiento del estado de bienestar. Con su aporte privado, mejoró instalaciones de hospitales, ayudó a niñas y niños enfermos y solventó gastos de reformatorios para delincuentes juveniles.
En todos esos lugares, además, encontró a muchas de sus víctimas: niñas en sillas de ruedas, adolescentes privadas de su libertad, jóvenes internadas en estado de inconsciencia y cadáveres. Varios testimonios lo denuncian también por necrofilia.
En varias entrevistas, Savile se jacta de contar con la plana mayor de la policía de su ciudad en su círculo íntimo de amigos. El príncipe Carlos y la ya fallecida Lady Diana Spencer lo tenían entre sus confidentes; le pedían consejos, le escribían cartas. El Papa Juan Pablo II le otorgó una orden honorífica del Vaticano por sus obras de caridad.
La primera ministro Margaret Thatcher, la dama que fue de hierro para millones de trabajadores británicos y se convirtió en un ícono del neoliberalismo más despiadado, solicitó varias veces a la reina Isabel que lo condecorara con el título de Sir, de Caballero. Lo consiguió finalmente, poco antes de morir y por eso fue enterrado con los honores que corresponden a la realeza.
¿Y la BBC? La prestigiosa cadena televisiva británica, donde Jimmy Savile desarrolló su carrera al estrellato siempre negó conocer el lado oscuro de su figura mimada del prime time. Sin embargo, cuando algunos periodistas lo investigaron y quisieron mencionar algunos testimonios de mujeres que denunciaron haber sido abusadas por él, levantaron el programa sin demasiadas explicaciones. Algún periodista que osó provocar a Jimmy Savile con preguntas sobre los rumores de su vida sexual, también fue censurado. Saville era intocable.
El documental que estrenó Netflix tiene el mérito de reconstruir la atmósfera en que las víctimas de Savile se vieron obligadas a callar su dolor y guardar su trauma. Y, por otro lado, mostrar cómo la impunidad siempre está presta a brindar sus servicios a famosos, ricos y poderosos.