El ministro de Seguridad de Kicillof está en campaña. Este viernes eligió una emblemática efeméride de la burocracia sindical y la derecha peronista para exponer su particular visión de lo que sería “reconstruir las reglas de juego de la convivencia política en nuestro país”.
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Daniel Satur @saturnetroc
Viernes 25 de septiembre de 2020 11:41
“Hoy queremos recordar a José Ignacio Rucci a 47 años de su cobarde asesinato”, inicia Berni su columna publicada este viernes por Infobae. Allí contextualiza la muerte del entonces secretario general de la CGT, acribillado a balazos dos días después de que Juan Domingo Perón ganara las elecciones del 23 de septiembre de 1973 con más del 60 % de los votos.
Para Berni, que Perón se haya podido presentar “a una elección presidencial, sin tachaduras ni proscripciones”, era razón suficiente para afirmar que “el tiempo de la Resistencia Peronista había concluido”. Es más, según el excarapintada del Ejército, “el mundo cambiaba a toda velocidad y ese cambio era percibido por Perón, quien entendía que había que leer correctamente el sentido de las transformaciones mundiales para no quedar atrapados en la telaraña de una geopolítica vinculada a un paradigma que se desvanecía”.
Berni identifica a Rucci como un actor central del momento, donde “llevar a la práctica el Pacto Social suscripto por la CGT y la CGE unos meses atrás” era el gran desafío del nuevo gobierno ya que “un acuerdo entre capital, trabajo y estado” era fundamental para “atemperar la inflación, mejorar el salario real de los trabajadores acrecentando su participación en el ingreso nacional y fortalecer el rol estatal en el apuntalamiento del proceso de desarrollo productivo”.
“Evidentemente hubo quienes actuaron irreflexivamente, sin comprender la naturaleza del proceso histórico, desdeñando la democracia conseguida, desafiando absurdamente a Perón y concretando un crimen tan atroz que abrió una llaga en el seno del propio peronismo”, afirma el ministro de Seguridad y cómplice de la Policía Bonaerense en sus crímenes actuales. Para él, el asesinato de Rucci puso en jaque a Perón “y la legitimidad del triunfo electoral” fue puesta también en crisis.
El médico con rango de teniente coronel habla de los acontecimientos posteriores de la historia argentina (como la dictadura genocida) casi como una “tragedia sobreviniente” de esos hechos. “Es por eso que honrar la memoria de Rucci es un acto de justicia para él y para su familia”, sintentiza en su homenaje. Y agrega que honrar esa memoria “es rescatar su lealtad a Perón y su compromiso con la causa del pueblo trabajador”, así como “poner en perspectiva y en valor el espíritu del Pacto Social, herramienta que fue posible a partir de comprender que empresarios nacionales y trabajadores tienen un mismo destino”.
En el extremo de su razonamiento nacionalista burgués, Berni afirma como si fuera cierto que “no hay trabajadores sin empresarios que inviertan y que produzcan”. Aunque aclara que tampoco “hay empresarios sin trabajadores con salarios dignos que generen demanda en el mercado interno”. Para él la vasta experiencia a nivel mundial de fábricas y empresas que, tras la huida de sus dueños por crisis económica o por estafas, son recuperadas por sus trabajadoras y trabajadores, prácticamente no existe.
Curioso, porque cuando él mismo en 2014 reprimía a los obreros de Lear en la Panamericana con la Gendarmería no podía desconocer que muy cerca de allí los obreros de Donnelley se hacían cargo de la imprenta y ponían en pie Madygraf, una empresa sin empresarios que se mantiene en pie desde hace seis años y es un ejemplo de lucha obrera, clasista y combativa.
Leé también Alberto Fernández, José Rucci y los “culatas” de la burocracia sindical
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Como si él no fuera un odiador serial de pobres, inmigrantes y obreros de izquierda, Berni asegura que “el odio político ha generado dolor y profundas fracturas sociales”. Lo dice él, que tras la dictadura fue parte de las movidas militares para obtener impunidad por el genocidio prepetrado en la segunda mitad de los 70 (primero con la Triple A de Perón y López Rega y luego por Videla, Massera y sus camaradas).
“Es necesario salir de esa lógica autodestructiva”, dice el destructor de luchas sociales a sangre y fuego. “Poner nuestros mejores empeños en reconstruir las reglas de juego de la convivencia política en nuestro país”, insiste. Y “nunca más transitar por la senda de la ceguera ideológica, la irracionalidad y la soberbia de quienes afirman ser los dueños de la verdad absoluta”, concluye en su reivindicación de Rucci.
Para finalizar, cita nada menos que a otro importante cómplice de la dictadura cívico-militar-eclesiástica: “el todo, como dice Francisco, es mucho más que la suma de sus partes (...) El arte de la política tal vez sea desentrañar el preciso lugar de cada una de las partes, para reconstruir el todo que es la patria misma”. Y remata: “José Ignacio Rucci, asesinado por peronista y por leal al pueblo trabajador: ¡presente!”.
¿Quién fue Rucci?
“Me mataron a un hijo, estos balazos fueron para mí, me cortaron las patas”, dijo Perón al enterarse del resultado de la llamada Operación Traviata. Razón no le faltaba. Rucci había logrado “recuperar” la CGT para los intereses del general tras la disputa abierta en la central obrera luego del asesinato de otro de los símbolos de la burocracia sindical entreguista y antiobrera, Augusto Timoteo Vandor.
Como bien dice Berni, Rucci firmó junto a las patronales el llamado “Pacto Social”, destinado a congelar de un plumazo precios y salarios, lo que objetivamente era un favor enorme al empresariado. De hecho el mismo burócrata dijo en ese momento “sé que con esto estoy firmando mi sentencia de muerte, pero, como la Patria está por encima de los intereses personales, lo firmo igual”.
Pero además de ser un “funcionario” del Perón, Rucci también fue uno de los conductores de las bandas parapoliciales de la derecha peronista que regaron de sangre el país en la primera mitad de esa década. Como emblema, allí está nada menos que la Masacre de Ezeiza, perpetrada el 20 de junio de ese mismo año, contra miles de personas y especialmente contra la Juventud Peronista que habían concurrido a recibir (fallidamente) a Perón al aeropuerto.
Tras la Operación Traviata, los Montoneros (adjudicándose el hecho) terminaron acuñando un cántico que se popularizaría en poco tiempo: “¡Rucci, traidor, saludos a Vandor!”. Como ya se dijo en este sitio, esa sería una trágica muestra de la concepción de la izquierda peronista, abocada a disputarle poder a la burocracia sindical mediante el atentado guerrillero y la presión en las calles a Perón para negociar, en lugar de poner todos sus recursos y militancia en pos de la organización de las bases obreras contra el Pacto Social en el marco de la independencia política del movimiento obrero.
El insalubre teniente coronel Sergio Berni hoy justifica bajo el eufemismo de “tragedia sobreviniente” al crimen de Rucci hechos como los crímenes de la Triple A, impulsados desde el Ministerio de Bienestar Social del gobierno peronista y en connivencia con los herederos del caudillo sindical asesinado. Un accionar que recrudeció sin cesar contra los luchadores sindicales y la militancia de izquierda, para quienes obviamente no habrá jamás palabras de homenaje de parte del ministro de Seguridad de Axel Kicillof.
El término “culatas” también fue acuñado en aquella época. Con él se identificaba a las patotas armadas de la burocracia sindical que integraban junto a otros personajes esas bandas fascistas que, bajo el amparo del Estado y con recursos provenientes de partidas presupuestarias vidriosas, actuaron en ese período hasta entrado el año 1976. Luego, como demostró el gran Rodolfo Walsh, se integrarían a la estructura genocida de la dictadura, sin beneficio de inventario.
Leé la Carta abierta de un escritor a la Junta Militar (24 de marzo de 1977), por Rodolfo Walsh
Leé la Carta abierta de un escritor a la Junta Militar (24 de marzo de 1977), por Rodolfo Walsh
Tal vez solo por una cuestión de edad Berni no fue un “culata”. Si se tienen en cuenta los servicios prestados en 2014, siendo secretario de Seguridad de la Nación, a la multinacional estadounidense Lear y a la burocracia del Smata a cargo de Ricardo Pignanelli, afinidad ideológica y pistolera no le falta. Aunque por sus inclinaciones y preferencias, de haber sido mayorcito en esos años lo más probable es que hubiera formado parte del Ejército de Videla, Viola, Galtieri y Bignone. Y a mucha honra.
Por eso, como se viene insistiendo en este sitio alrededor del caso de Facundo Astudillo Castro y de decenas de casa de gatillo fácil y demás crímenes a manos de la Policía Bonaerense, el problema no es que Berni esté al mando de la conducción de esa fuerza. Esa es pura coherencia. El problema es que quienes lo sostienen en el cargo quieran hacerlo pasar como ministro de un gobierno “progresista” y que defiende los derechos humanos. La culpa no es del culata, sino del que le da de comer.
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Daniel Satur
Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS) | IG @saturdaniel X @saturnetroc