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Josefina Martínez: “Construir un partido revolucionario es clave en la lucha por el socialismo”

Josefina L. Martínez

Josefina Martínez: “Construir un partido revolucionario es clave en la lucha por el socialismo”

Josefina L. Martínez

Ideas de Izquierda

Exposición de Josefina Martínez en la charla de la CRT: Estrategia revolucionaria y perspectiva socialista, realizada en Madrid el 10 de noviembre.

Los compañeros se refirieron a la guerra, a la crisis energética, la inflación, a la catástrofe climática, al avance de corrientes reaccionarias de la extrema derecha, y cómo los gobiernos europeos asumen esta agenda racista e imperialista. ¡Si algo está claro, es que este sistema capitalista no va más! Solo nos lleva a múltiples crisis, cada vez más catastróficas.

Hoy podríamos dar muchos datos que muestran esto. Pero creo que con uno alcanza y sobra: cada cuatro segundos, una persona muere de hambre en el mundo. ¿Qué sistema social merece seguir existiendo después de esto? El capitalismo es un sistema que condena al hambre a millones de personas, al mismo tiempo que un puñado de parásitos sociales acumula fortunas gigantescas.

Creo que lo importante, por lo que estamos debatiendo en esta charla, es que nos quedemos con la idea de que las crisis, las guerras y las catástrofes son propias del capitalismo. Es decir, que no son un error de funcionamiento. Al capitalismo no se lo puede resetear y empezar de nuevo, no hay una nueva versión disponible que sirva para que las generaciones futuras puedan vivir mejor.

Marx escribió que, bajo el dominio del capital, los trabajadores, cuanto más trabajan, más se empobrecen. Y cuánto más se han desarrollado las fuerzas productivas (los recursos de la ciencia, la técnica, etc., las invenciones del trabajo humano) en este sistema capitalista, que permitirían trabajar menos, terminar con la pobreza y evitar la catástrofe ambiental, por el contrario, más crecen las fuerzas destructivas, que aniquilan a los seres humanos y toda la naturaleza. Este sistema destruye sus propias condiciones de reproducción.

Escribí hace unos días en CTXT una columna sobre la crisis en la subjetividad en la juventud, sea ansiedad, tristeza, angustia. Y podemos decir que se trata de un fenómeno social, alimentado por esta sociedad capitalista, que es una trituradora de seres humanos.

Por eso, para nosotros, las múltiples crisis que vivimos actualizan aquello que Lenin definió a comienzos del siglo XX; que estamos en una época de guerras, crisis, pero también de revoluciones. Aunque estas, como dijo Esteban, todavía no se hayan desarrollado más abiertamente, pero las tendencias van cada vez más hacia allí, vamos a ver revoluciones en el próximo período.

Veamos la situación actual: venimos de dos años de pandemia, una catástrofe global generada por el capitalismo, que no se quiso atajar antes y que no se atendió de forma adecuada, para no afectar las ganancias privadas. Pero después de la pandemia vino la guerra. Ya llevamos 8 meses y medio de la reaccionaria invasión rusa y el comienzo de la guerra de Ucrania. Una guerra que se dirime mucho más allá del territorio ucraniano, con la OTAN financiando al ejército ucraniano y enviando miles de millones en armamento, colaborando con inteligencia militar, etc. Y cómo dijo Lucía, este gobierno progre, está por aprobar los presupuestos con mayor aumento del gasto militar de las últimas décadas. Y todos los estados de la OTAN están subiendo sus gastos militares y lo seguirán haciendo en los próximos años. Entonces nos tenemos que preguntar, ¿para qué se preparan?

Biden lo dejó muy claro en la introducción al documento “Estrategia de seguridad nacional” de 2022 que se acaba de publicar: “China es el único competidor con intención de redefinir el orden internacional que dispone de las capacidades para hacerlo”. Y Ursula von der Leyen, la presidenta de la CE, afirmó que “la guerra de Ucrania no es solo una guerra europea, es una guerra por el futuro del mundo por lo que el ámbito de Europa solo puede ser el mundo entero”. Es decir, discursos imperialistas al viejo estilo, que tienen claro que el próximo período la guerra será una parte fundamental de la geopolítica. Son tendencias que arrancan en Ucrania, culminan en China, y tendrán como escenario al mundo entero, por decirlo de algún modo.

Eso es lo que podemos esperar del capitalismo en los próximos años. Lo que nos lleva a la segunda cuestión que quería plantear en la charla, ¿cómo nos preparamos? Y esa es la pregunta de la estrategia.

Un debate de estrategias

Esa fue la gran pregunta de Lenin ¿Qué hacer? Y a esto se ha respondido de diferentes formas. Yo voy a hacer un recorrido por diferentes estrategias, y explicar por qué es necesaria una estrategia revolucionaria.

1) Nuevos y viejos reformismos

En primer lugar, hay una estrategia que es abiertamente reformista. Lucía se refirió a este ciclo de Unidas Podemos que comenzó como un desvío de las ilusiones del 15M a lo institucional, para transformarse en un apéndice del Estado imperialista español.

Y cuando debatimos sobre reforma o revolución, nos viene a la cabeza el debate de Rosa Luxemburg con Bernstein. Aquel planteó que el capitalismo no llevaba a crisis, que se podían acumular reformas de forma gradual en los marcos de las democracias liberales. Y que había que evitar la lucha de clases, que era contraproducente. Porque la clave era ampliar la base electoral y una vez en el parlamento, llegar a acuerdos con el centro político. Para avanzar, pacíficamente y poco a poco hacia el socialismo. Gradualismo, avance evolutivo. Este revisionismo se basaba en que, al calor de la expansión imperialista, había ocurrido una mejora en la posición de sectores de la aristocracia obrera y clases medias en países imperialistas. Y desde ahí sostenían una posición socialpatriota.

¿Qué pasa ahora? Después de varias décadas de ofensiva neoliberal, el reformismo no se caracteriza por ese optimismo de reformas graduales. Más bien hay resignación, conformismo. Un escepticismo en que se pueda salir del capitalismo. Y entonces lo único que toca es administrar lo dado, repartir las migajas.

En siglo XX y XXI han surgido nuevos bernstenianos, reformistas marcados por el conformismo. Por ejemplo, intelectuales como Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, que tanto han citado los líderes de Podemos, con sus elaboraciones postmarxistas y las posteriores sobre el populismo. Teorizan esa estrategia del gradualismo en los marcos de la democracia liberal y la idea de una hegemonía sin contenido de clase. La traducción política de esto fueron los populismos de izquierda o neo reformismos. Aunque ya sin peso en las organizaciones obreras, asentándose en la videopolítica, la construcción de máquinas electorales: Podemos, Corbyn, Syriza. Las fuerzas políticas que Pablo iglesias dijo hace unos días que “están fuera del consenso de la UE”. Pero en realidad son los que ayudaron a reconstituir el consenso de la UE del capital cuando esta atravesaba sus peores crisis. Porque ese es el papel histórico de los reformismos.

También hay otras corrientes reformistas del estilo de los rojipardos que conocemos aquí en el EE, que plantean la idea de la clase obrera, pero desde un punto de vista conservador, un punto de vista corporativo, reaccionario, que divide a los oprimidos, por ejemplo, entre obreros nativos y extranjeros, como ya explicó Esteban.

Y, por último, otra variante reformista, importante en el Estado español es el PCE. Una organización que tiene un largo historial de apagar los incendios al capital. Que jugó un rol clave en la traición de la revolución española y otra vez, al fin de la Transición. En este caso, el papel de contener la movilización obrera y popular, firmando los pactos de la Moncloa, aceptando la monarquía y avalando una transición atada y bien atada.

Para cerrar este debate sobre los reformistas, tengamos en cuenta una cosa. Cuando vemos con preocupación como avanza la extrema derecha y sus discursos reaccionarios, lo que tenemos que ver es el papel de los reformistas en esta dinámica, abriéndole el camino, como explicaba Lucia. Porque si la clase obrera no da una resolución a las crisis orgánicas del capitalismo, las va a dar la burguesía, con sus expresiones más nefastas.

2) ¿Cambiar el mundo sin tomar el poder?

Como segunda gran tendencia política, están las estrategias anarco-sindicalistas o autonomistas, que actualmente también tienen cierto revival. ¿Cuál es su rasgo principal? La idea de que se puede transformar el mundo sin tomar el poder, como decía John Holloway cuando empezaron a emergen los movimientos antiglobalistas hace ya 20 años.

Para esta corriente, es posible construir formas de cooperación alternativas al capitalismo en los intersticios o los márgenes del sistema, escapando al Estado (ya que no estaría planteado derrotarlo). Crear un socialismo “aquí y ahora”, nuevas relaciones sociales, abolir la familia, abolir la propiedad privada, etc. en pequeñas parcelas. La idea no es nueva, se remonta al socialismo utópico o al mutualismo anarquista con el que polemizaba Marx.

Nosotros estamos a favor de impulsar experiencias de autoorganización y de autogestión si son parte de un movimiento real y para que avance la organización y la lucha de la clase junto a sectores populares. Por ejemplo, nuestros compañeros del PTS, Raúl Godoy y otros, fueron los impulsores de ocupar la fábrica Zanón y ponerla a producir bajo control obrero, en el año 2001, en plena crisis. Lucharon por la expropiación de la fábrica y la gestión obrera, la defendieron con uñas y dientes contra la represión. Pero nuestros compañeros nunca convirtieron esto en un fin en si mismo, siempre fue parte de la lucha por poner en pie al movimiento obrero de la región, en unidad con los desocupados y los estudiantes, crear hegemonía obrera. ¿Por qué? Porque en Zanón pueden trabajar 300 o 500 obreros, pero hay millones que siguen estando explotados, precarios o sin curro. Y la salida tiene que ser para todos, “no nos salvamos solos” siempre decía Raúl Godoy.

Y lo otro, es que, si estas experiencias tienden a generalizarse, como por ejemplo los cordones obreros industriales de Chile en 1973, el Estado te va a querer liquidar con toda la fuerza de su represión. Y entonces la gran cuestión es cómo se llega preparado a ese momento. Si no se articuló una fuerza social capaz de enfrentarlos, te pasan por arriba.

Hay varios grupos que han surgido últimamente planteando este tipo de posiciones, la idea de un movimiento socialista como un regreso a un socialismo utópico y autonomista. Entendemos que muchos pueden tener muy buenas intenciones, incluso ser antiburocráticos, sacar la conclusión de que con Podemos o la izquierda reformista no se va a ningún lado, y en eso tenemos puntos de coincidencias. Pero es una ilusión total pesar que se puede huir del capitalismo poco a poco, o construir espacios “socialistas” autónomos en los márgenes del sistema sin que el Estado te reviente. Te deja desarmado frente a los golpes de la clase dominante. O, lo que ocurrió, muchas veces, cuando surgen proyectos reformistas o de frente popular, los terminan apoyando “críticamente”, porque no ven otra salida.

3) En tercer lugar, lo largo del siglo XX, el otro gran debate en el marxismo es con corrientes que llamamos centristas, que oscilan entre reforma y revolución.

Algunas corrientes que pueden apelar a un anticapitalismo abstracto, pero después plantean la idea presionar con la movilización a las posiciones institucionales, como si el Estado se pudiera cambiar desde adentro. Anticapitalistas, es un ejemplo, ya dijo Lucía que fueron claves en la formación de Podemos. En el ciclo anterior apostaron todo ahí, y así salió. Otro ejemplo es el del grupo que impulsa el SE, IR, que consideran que siempre, siempre, siempre hay que llamar a votar a los reformistas, o incluso ser parte de los partidos reformistas.

En los últimos años esto se expresó en la idea de hacer “partidos amplios” sin delimitación entre revolucionarios y reformistas, o partidos-movimiento, sin una estrategia clara, un poco de aquí, un poco de allí. La realidad es que terminan siendo el último eslabón en una cadena que lleva a que los reformistas puedan actuar con más fuerza para recomponer los regímenes burgueses.

4) Por último, vamos a retomar la discusión sobre qué estrategia revolucionaria para el siglo XXI.

Algunos dicen que hay que renovar todo, empezar de nuevo, como si el mundo empezara hoy. Nosotros pensamos que no es así. Que hay muchas transformaciones en el capitalismo en las últimas décadas, pero en su núcleo central la clave sigue siendo la explotación y la opresión de millones de personas por un puñado de capitalistas, sostenidos por sus Estados.

Y frente a esto, para nosotros la estrategia revolucionaria pasa en primer lugar por la lucha porque la clase obrera se constituya como clase independiente y conquiste esa hegemonía sobre el resto de los oprimidos. Para proponerse derrotar al Estado capitalista por la vía de la huelga general insurreccional y tomar el poder político. No hay otra manera, ni salidas evolutivas, ni intermedias, o derrotamos al capitalismo por esa vía, o nos resignamos a que todo siga igual.

En segundo lugar, pensamos que esa hegemonía no se puede conquistar de forma solo “discursiva”, o simbólica, como dicen los algunos. Para hacerlo, la clase obrera tiene que tener un programa de independencia de clase y tiene que formar sus propios organismos de autoorganización, los consejos obreros, o soviet, en ruso. ¿Qué son? Son organizaciones democráticas, elegidas desde los centros de trabajo, que se organizan territorialmente, organizaciones de frente único para la lucha.

Organismos donde las diferentes corrientes políticas de izquierda pueden disputar sus programas, es decir, con amplia democracia obrera de base, libertad de tendencias, lo contrario del modelo estalinista o de las burocracias sindicales. Cuando ese tipo de organismos democráticos surgen, a escala local o nacional, disputan el poder a los capitalistas, incluso se pueden abrir situaciones de “doble poder”, como ocurrió en Portugal en la revolución de los claveles o en la revolución española.

En tercer lugar, para nosotros, la lucha por la autoorganización y la pelea por un programa revolucionario, que es un programa con un método transicional, están ligados. Este programa tiene que permitir relacionar las luchas actuales, las demandas actuales y la conciencia actual, con la lucha por el socialismo. Y es la forma, también, de articular esa fuerza material, esa fuerza social, que puede llevar adelante esa pelea.

Por último, la culminación de este programa es la lucha por un gobierno propio de la clase trabajadora, esa es nuestra estrategia. Entonces, no es ni esquivar al Estado, ni construir el socialismo aquí y ahora, ni adaptarse a los límites de las democracias capitalistas. Sino prepararse para vencer. Y por eso, el elemento clave de esta estrategia, para llevarla adelante, es la construcción de una organización revolucionaria, de un partido revolucionario.

¿Qué es para nosotros el partido revolucionario?

Es la organización voluntaria y militante detrás de un programa revolucionario. Los invito a todos a conocer nuestro programa, que difundimos todos los días desde Izquierda Diario y en folletos y charlas como esta.

Es la fusión de la intelectualidad marxista y lo más avanzado del movimiento obrero, lo que incluye un papel destacado de las mujeres y la juventud. Le damos mucha importancia a la teoría, sin teoría revolucionaria no hay partido revolucionario. Y por eso tenemos una editorial militante, publicamos libros, hacemos cátedras en las universidades, sacamos un suplemento ideológico, Contrapunto y armamos hasta un campus virtual con decenas de cursos de marxismo.

Un partido revolucionario, desde nuestro punto de vista, es un partido basado en el centralismo democrático, contra todos los prejuicios que hay del partido burocrático legado por el estalinismo. Es un partido internacionalista, por eso nosotros somos parte de una corriente internacional, con compañeros de varios países de Europa, de EEUU y de América Latina, que lucha por la reconstrucción de la Cuarta Internacional y por un partido mundial de la revolución socialista.

Y, por último, es un partido que vibra al calor de la lucha de clases y por eso cuando hay luchas obreras o de otros sectores oprimidos, nos dejamos la piel para intervenir, apoyar y desarrollar las tendencias independientes, contra las burocracias.

Es, para terminar, una organización que se propone avanzar en los centros de trabajo, de estudio, en los barrios populares, sumando a sus filas a las compañeras y compañeros más abnegados y más conscientes. Aquellos que se preparan desde ahora para intervenir cuando se abran procesos de lucha de clases más radicales, para desarrollar la autoorganización, para actuar como tribunos del pueblo, luchando contra los desvíos que quieran imponer los reformistas y las burocracias de todo tipo. Es decir, que lo que hay que construir aquí y ahora, es ese partido revolucionario. Es una tarea preparatoria fundamental, esta organización no se puede improvisar en el momento mismo de la lucha, en las vísperas de la revolución.

Esta semana de cumplieron 105 de la revolución rusa, y la gran lección que podemos sacar se resume en dos ideas: soviet y partido. Sin los soviets, no había revolución, ahí estaba concentrada la clase trabajadora, organizada democráticamente junto a los soldados y campesinos, el pueblo pobre; esos organismos fueron la base del nuevo poder obrero. Pero, sin partido bolchevique, no había revolución, porque en los primeros meses después de la caída del zar en febrero, los soviets estaban dirigidos por los mencheviques, que eran el ala conciliadora, reformista, de la socialdemocracia rusa.

Nosotros, desde la CRT, no somos todavía ese partido se necesita. Somos aun una corriente pequeña, joven. Pero somos una corriente que lucha en el EE por poner de pie una organización de este tipo. Retomando las lecciones y el programa del marxismo, para construir un socialismo revolucionario desde abajo. Todo lo que hacemos, en nuestra intervención en las universidades, en institutos, en nuestro trabajo inicial en sectores del movimiento obrero, en la juventud trabajadora, tiene ese objetivo. Dar pasos en la construcción de ese partido revolucionario, para que, cuando se abra una nueva revolución española, no vuelva a ser traicionada.

Luchamos por un socialismo revolucionario desde abajo

Para finalizar, una reflexión. Ante la catástrofe capitalista, nosotros no nos resignamos, y no perdemos el optimismo militante. En el último siglo, la productividad del trabajo ha aumentado varias veces en los países más ricos, pero la jornada laboral se mantiene sin modificaciones. Pero hoy, con los avances tecnológicos que ya hubo, se podía reducir la jornada laboral a unas pocas horas diarias, para liberar a los trabajadores de la carga del trabajo, y permitir que se desarrollen todas las capacidades creativas.

Si los productores y las productoras tomaran en sus manos todos los recursos del trabajo, la técnica y la ciencia, se podría reorganizar el conjunto de la producción y la reproducción sobre nuevas bases. Con una lógica que no fuera la del capital y la ganancia privada, sino la de las necesidades sociales. Para construir una relación más armónica con la naturaleza, para decidir desde abajo y democráticamente qué hace falta producir y qué no hace falta, cómo producir, y también revolucionar el terreno de las costumbres, la cultura y las relaciones entre las personas. Pasar así del reino de la necesidad, que es el capitalismo, al reino de la libertad, que para nosotros es el socialismo.

Queremos invitaros a todos vosotros y vosotras a sumarse a esta pelea, a sumarse a la CRT y luchar en común por eso, porque pensamos que es una batalla por la vida, contra este capitalismo de la muerte y la destrucción.


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Josefina L. Martínez

@josefinamar14
Nació en Buenos Aires, vive en Madrid. Es historiadora (UNR). Autora de No somos esclavas (2021). Coautora de Patriarcado y capitalismo (Akal, 2019), autora de Revolucionarias (Lengua de Trapo, 2018), coautora de Cien años de historia obrera en Argentina (Ediciones IPS). Escribe en Izquierda Diario.es, CTXT y otros medios.