Hoy se realizó una nueva audiencia del juicio contra los funcionarios judiciales que formaron parte del circuito represivo en la región.
Lunes 26 de febrero 15:38
A lo largo de la jornada, declararon tres testigos. Silvia Sapag, por su conocimiento de los casos de las víctimas Teresa Oliva y Enrique Esteban; Octavio Méndez, por su propio caso y el de su hermano desaparecido, José Delineo Méndez, ambos oriundos de Cutral Có, y siendo este último conscripto. Y, por último, escuchamos a Adriana Metz, quien tenía un año cuando desaparecieron no solo a sus padres, Raúl y Graciela Metz, sino también a su hermano no nacido, nacido luego en cautiverio, en el Centro Clandestino de detención “La Escuelita” de Bahía Blanca, y al que sigue buscando hasta el día de hoy.
“No se podía confiar en las autoridades de ese momento”
La senadora nacional por Neuquén, Silvia Sapag aportó no solo un conocimiento sobre el caso del periodista Enrique Esteban, que fue secuestrado en julio de 1978, y todo el periplo de su compañera Teresa Oliva en su búsqueda, sino también contó acerca de la militancia de sus hermanos Ricardo Caíto y Enrique Horacio, de 24 y 19 años, y como ambos luego fueron asesinados durante el año 1977, con diferencia de algunos meses. Y, por último, dando un pantallazo de lo que era la provincia de Neuquén durante los años de dictadura, quedó en evidencia que estos hechos que iban ocurriendo desde el inicio mismo de la dictadura genocida, no podían ser desconocidos por las autoridades judiciales, en este caso el fiscal Víctor Marcelo Ortiz y Pedro Laurentino Duarte, como juez federal.
Preguntada por su conocimiento acerca del juez Pedro Duarte afirmó conocerlo en su rol de abogado, y que era una personalidad muy reconocida en la ciudad. Asimismo, reflexionó que era lógico que las familias desconfiaran frente a las presentaciones de habeas corpus o denuncias en aquéllos años ya que “no se podía confiar en las autoridades en ese momento”, y afirmó “las denuncias se radicaban igual, porque uno tenia que hacer lo que tenía que hacer.”
A lo largo de su declaración aseveró que los casos de secuestros y desapariciones se conocían; todo ocurría en una ciudad y provincia muy pequeñas, conectadas por la línea aérea provincial TAN; los diarios y las radios de la región, comenzaron a informar las desapariciones, de manera un tanto cifrada, siendo el disparador el secuestro de Enrique Esteban, periodista del diario Clarín.
Todos estos hechos eran de conocimiento público, ratificando este testimonio lo que ha surgido a lo largo de las distintas audiencias: el juez y el fiscal, -consustanciados por distintas razones con el Ejército Nacional-mal pueden decir que no sabían o que los familiares no procuraban la información necesaria para buscarlos, como lo hicieron en su indagatoria, porque todos los secuestros se conocían en la región.
Sobre el final de su declaración reclamó a los jueces “celeridad en juzgar”.
“Mis padres no dejaron de buscar nunca a José”
Octavio Méndez, a su turno, relató una vez más, su propio caso durante el llamado “ operativo Cutra Có”, y también cómo después, fue detenido su hermano, quien era conscripto en RIM 26 de la localidad de Junín de los Andes. Recordó, que sus padres fueron a ver a José Delineo el 19 de junio de 1976 porque debía jurar la bandera, y en el cuartel les aseguraron que "se había ido en comisión".
La familia Méndez puso todos sus esfuerzos en buscarlo y lo encontraron en el Batallón 181. Los militares primeramente habían negado que lo tuvieran, pero un dragoneante avisó que estaba allí y no tuvieron más remedio que reconocerlo.
La familia encontró a José muy golpeado. José le dijo a su hermano que lo habían torturado; lo culpaban de volar una refinería y de haber entregado armas. Fue el condenado y fallecido mayor Luis Farías Barrera quien autorizó las visitas en el Batallón y en la U9, a donde lo trasladaron posteriormente. En la U9 lo sacaban en la noche para torturarlo. De allí fue trasladado a Rawson, a donde la familia le podía escribir y donde lo vieron por última vez.
En noviembre de 1976 les regresaron una carta, diciendo que José había sido trasladado. La familia fue a ver a Farías Barrera al Comando y éste les dijo que él mismo lo había puesto en un colectivo El Valle hacia Cutral Có, cuando lo fue a buscar a Rawson y lo dejó en Bahía.
El padre de José se jubiló en 1977 de YPF para tener tiempo de buscarlo. Envió notas y cartas a todos los medios, incluído el Juez Federal de Neuquén, sin resultados.
Según ha quedado probado en tramos anteriores de esta causa, el 3 de noviembre de 1976, José junto a Orlando Cancio, Miguel Ángel Pincheira y Javier Seminario Ramos fueron sacados de la U-6 de Rawson y nunca más se supo de ellos.
“ Mis padres no tenían asistencia de nadie”, nos dijo Octavio. Recordó que radicaron denuncia a lo largo de los años, en varias ocasiones, incluyendo denuncia ante la OEA en su visita al país, durante el año 1979.
“A los seis años supe que tenía un hermano y tenía que buscarlo”
El último testimonio de la jornada estuvo a cargo de Adriana Mertz, quien declaró por primera vez en esta causa de lesa humanidad, con ocho tramos. Sus padres, Graciela Romero de Metz y Raúl Metz, ambos de 24 años, fueron secuestrados el 16 de diciembre de 1976, en la localidad de Cutral Có. Graciela se encontraba cursando algunos meses de embarazo, y Adriana tenía un año de vida. Ambos permanecen desaparecidos y su hermano, nació en cautiverio y permanece con su identidad apropiada.
A lo largo de su declaración contó cómo fue crecer sin sus padres, sin su hermano, ser hija de desaparecidos y haber sido criada por sus abuelos. Su abuelo falleció cuando ella era muy niña y su abuela luego se enfermó de Alzheimer. Adriana quedó al cuidado de sus tíos y luego comenzó la búsqueda de su hermano. Y continuó toda una vida buscándolo.
Desde el año 2012 milita y es parte de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, y sigue la pelea por todos los jóvenes que permanecen con su identidad apropiada. Adriana dio un mensaje muy claro y conmovedor sobre qué significan las desapariciones para la vida de todas estas personas.
“Mis abuelos me lo fueron contando de manera muy prolija, y simple, por lo que yo siempre lo supe; y siempre dije cuando me preguntaban, que eran desaparecidos. Recién supe que significó no haber tenido a mis padres, cuando tuve a mi primer hijo. Ahí comprendí la dimensión de no tener a mi hermano. Entendí ahí que significó que el naciera en contexto de desaparición de mis padres. Yo no sabía hasta el momento que había ocurrido".
Continuó “Mi abuelo falleció en el 82. Mi abuela tuvo alzhéimer. Supe luego que mi abuelo hizo la primer denuncia por la desaparición en el 76.”
Como tantos jóvenes que reconstruyen su historia e identidad, afirmó “ ¿Qué supe de mis padres? por lo que reconstruí supe que mi papá empieza a trabajar en una constructora en Cutral Có, como obrero, y que mamá estuvo en Bahía Blanca y sé que mi primer cumple fue allá. En el DNI de papa figuraba el domicilio de Cutral Có, en el de mamá en casa de mis abuelos en Bahía. Ellos eran militantes comunistas. Luego supe que habían estado en La Escuelita de Neuquén y luego en La Escuelita de Bahía Blanca. De mi papá hay relatos que estuvo en el 77 allí. Se sabe de mi madre que estuvo allí hasta abril del 77 cuando nace mi hermano en ese lugar. No hay registros de quien se lo llevó.”
En relación a su hermano nacido en el centro clandestino afirmó: “supimos por una compañera -Alicia- de cautiverio, que mi mamá estuvo en La Escuelita de Bahía Blanca. Allí supimos que mi hermano nació vivo y era un varón. Mi mamá no sabía que había pasado conmigo. Así que además del cautiverio y no saber que pasaría con ese bebé, estaba con el dolor de no saber de mí. Alrededor de los 6 años fui consciente de que mi hermano era un varón y que tenía que buscarlo.”
Por último en cuanto a las gestiones de las familias frente a las desapariciones, como dispositivo de la dictadura genocida relató: “mi abuelo como la mayoría de las familias de desaparecidos hacían cartas pidiendo información. Mi abuelo le escribió a un juez federal de Neuquén pidiéndole que haga las diligencias necesarias para dar con su paradero.”
Y finalizó a preguntas de nuestra querella "A mi hermano si pudiera le diría que se acerque a Abuelas. A todas las personas nacidas entre 1975 y 1983 que tengan algún mínimo de inquietud sobre su historia, les diría que se acerquen porque los estamos buscando. En estos más de cuarenta años parte de la sociedad ejercitamos la memoria; la parte de verdad está demostrada en las sentencias que acreditan el plan sistemático de apropiación de bebés y mucho más, todo lo que ocurrió; una parte de limpiar esa parte de la historia es tener en cuenta los hechos, los testimonios y el grado de participación de estos funcionarios. Ahora el resto les toca a ustedes señores jueces".
El juicio continúa el 6 de marzo a las 14 horas.
Continúa también nuestra pelea, más que nunca, por retomar los hilos de continuidad y redoblar la batalla contra el negacionismo, la represión a quienes luchan contra el ajuste, y por nuestro derecho a manifestarnos.
Sobran los motivos para retomar las mejores lecciones de los setenta. Por el ayer, y por el hoy.