Neuquén: en la audiencia prevista por el Tribunal Oral Federal para el dia 3 de octubre, se pudo escuchar, durante casi 2 horas, el testimonio de Felix Oga. Uno de los dos casos que se ventilan en este tramo. El otro es el de Alpidio Quijada, ya fallecido.
Miércoles 4 de octubre de 2017 16:03
Felix, tiene 62 años y se lo vió llegar – desde Catriel donde vive - con buen semblante a la sala de audiencias ubicada en la zona alta de Neuquén.
Como ninguno de los acusados – genocidas ya condenados en otros tramos – está presente en la sala; es llamativo que el “banquillo de los acusados” sea una pantalla de televisión y que Soza, el acusado reconocido con certeza por Oga, esté “tras bambalinas”
La sala estaba colmada de público, como en cada una de las audiencias las Madres de Plaza de Mayo, filial Neuquén y Alto Valle, integrantes de la APDH, familiares y público en general.
El testimonio de Félix pasó por varios momentos, con muchos detalles dio cuenta de lo padecido, de cómo lo fueron a buscar a su casa familiar, policía de la provincia de Río Negro y el Ejercito; cómo fue trasladado a la comisaría primero de Catriel, luego de Cinco Saltos, a la Comisaría Federal de Neuquén, donde lo ve a Soza, a la Unidad 9, a la Policía Federal de Viedma, y cárceles de Bahía Blanca y de Rawson. Refirió las torturas y golpes recibidos, por momentos se le quebraba la voz y conmovía a todxs lxs presentes.
Terminando su testimonio dijo que tenía mucha expectativa sobre el fallo que pueda haber, hoy luego de más de 41 años ha podido hablar y espera una reparación.
Párrafo aparte merecen los defensores oficiales, intentando que el testigo brinde detalles de cuestiones insustanciales; llegando incluso la dra. Labat a pedirle que “detalle el uniforme de la policía de Río Negro” cuando fue secuestrado.
Se produjo una disidencia entre las partes, cuando – también Labat – pidió que explicara por qué tardó años en denunciar su detención ilegal. Las querellas del CeProDH y de la APDH objetaron la pregunta. Natalia Hormazabal del CeProDH tachó de impertinente la pregunta, teniendo en cuenta que el Estado se ha tomado más de 30 años en comenzar a juzgar estos aberrantes hechos, y que en definitiva ese dato no hace a los delitos que se juzgan.
Oga, con claridad dijo: “ tenía miedo, no quería que a mi hijo le pasaran lo que a mí. Tengo compañeros del partido que han votado la ley de obediencia debida y el punto final en el congreso, cómo no iba a tener miedo?”
Felix Oga: “Tenía miedo, no quería que a mi hijo le pasaran lo que a mí. Tengo compañeros del partido que han votado la ley de obediencia debida y el punto final en el congreso, cómo no iba a tener miedo?”
Al terminar fue aplaudido por toda la sala, al levantarse se dirigió a las sillas que ocupaban las Madres y se fundió en un abrazo con una y con otra en medio de un prolongado llanto.
También declararon, Luís Mendoza, que fue detenido el mismo día que Oga y con quien permanecieron la primera noche de detención en Catriel. Terminando su testimonio de dijo al tribunal que espera justicia y “...Que nadie más tenga que preguntar dónde está mi hermano, donde esta papa, o como hoy donde esta Maldonado...”
Luís Mendoza: “Que nadie más tenga que preguntar dónde está mi hermano, donde esta papa, o como hoy donde esta Maldonado.”
Francisco Tropeano fue el otro testigo de la jornada que vio a Oga en la Policía Federal cuando el joven volvía de una de las sesiones de tortura. “Por mi celda en la U9 en esos días pasaban muchos presos que no volvían más: de Cutral Co, de Neuquén, de distintas partes”, dijo Tropeano, el contador cipoleño que en 1976 estaba en la cárcel federal como preso político.
Un momento en el que a Tropeano se le quebró la voz fue cuando describió uno de sus peores días de encierro, dijo que vio que “venia muy golpeado, era jovencito, le levanté la camisa y me horroricé”, dijo en referencia a las marcas de la tortura que Oga llevaba en la espalda tras su paso por la delegación de la Federal.
Es significativamente movilizante escuchar de las propias voces, ver sus lágrimas, escuchar sus silencios cuando la angustia les impide seguir con el relato, al presenciar las audiencias. También para quienes valientemente y luego de 40 años se sientan frente al Tribunal, relatan, detallan y presentan pruebas para que los responsables sean condenados, es importante sentirse acompañados.
Cuando siguen siendo ellxs lxs únicos que aportan pruebas, porque los genocidas continúan con su pacto de silencio y los distintos gobiernos se siguen negando a abrir los archivos.
Cuando volvemos a asistir a una nueva desaparición forzada y exigimos la aparición con vida de Santiago Maldonado, como lo seguimos haciendo con Jorge Julio López, estos valientes testimonios, se resignifican.
Este tramo del juicio, continúa con más testimonios el próximo 17 de octubre.