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Red Internacional
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Lucha de clases, crisis política. Jujuy: un día de brutalidad represiva y resistencia contra la reforma de Morales y el PJ

Casi 70 detenidos, entre ellos mujeres y menores. Una represión feroz. Cacería a los manifestantes con vehículos policiales sin patente. Del otro lado, la bronca transformada en lucha en las calles. El enfrentamiento masivo a un régimen reaccionario.

Eduardo Castilla

Eduardo Castilla X: @castillaeduardo

Miércoles 21 de junio de 2023 00:30

Este martes, invocando el pasado más gorila del radicalismo, Gerardo Morales lanzó con feroz brutalidad a sus fuerzas represivas contra la movilización que repudiaba la reforma constitucional que el gobernador pactó con el peronismo. Las imágenes recorrieron el país: manifestantes gravemente heridos, persecución y cacería en los barrios más humildes, detenciones arbitrarias en la calle, periodistas agredidos con balazos de goma, policías infiltrados de civil que, además, disparaban con hondas contra quienes marcharon.

Entre el humo de los gases y el ruido de los disparos, emergió aquel radicalismo de la masacre a los obreros de la heroica Patagonia Rebelde; aquel que empujó y secundó el mal llamado Golpe Libertador de 1955; aquel que golpeaba furiosamente la puerta de los cuarteles en marzo de 1976.

Al cierre de esta nota seguían ingresando personas detenidas al penal ubicado en la barriada de Alto Comedero, muchas de ellas detenidas en condiciones completamente arbitrarias. La cuenta había alcanzado 68, 5 menores. En la tarde, deteniendo a la gente, habían circulado camionetas policiales sin patente. Se sumó, también, una denuncia de gravedad marcada: uno de los vehículos tiene patente de una empresa ligada al Gobierno de Morales.

La brutalidad represiva inundó las pantallas del país cuando Nelson Mamani cayó gravemente herido, ensangrentado. Una granada de gas le estalló contra al cabeza. La solidaridad de los y las manifestantes lo llevó hasta la ambulancia. Los médicos lo operaron durante varias horas. Su estado es estable, pero debe evaluarse su evolución en las próximas 72 horas.

Las balas, los gases y los palos impactaron contra miles de cuerpos. La represión, como había ocurrido el sábado pasado en Purmamarca, también cayó sobre gente que apenas observaba lo que ocurría.

Mientras fuera de la Legislatura las balas cortaban el aire, dentro del recinto el peronismo volvió a arrastrarse ante el Virrey Morales. Carente siquiera de amor propio, se sentó a la mesa del gobernador radical para jurar una Constitución masivamente repudiada, que el mismo Morales había modificado la noche anterior, casi por decreto.

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Una bronca que emerge desde lo profundo

Si el radicalismo retomó sus tradiciones más gorilas y reaccionarias, el pueblo jujeño trajo de la memoria aquella gigantesca combatividad que ponía en escena a fines de los 90, cuando 22 rutas llegaron a estar cortadas por piquetes de manera simultánea en la provincia.

La bronca contra Morales y su reforma se hizo resistencia. Las calles fueron territorio de disputa por horas, como se vio nacionalmente. Pero esa furia violenta no brotó de la nada. Si se atiende al corto plazo, la Reforma de Morales creó una atmósfera de malestar creciente. Al ataque abierto contra el derecho a la protesta se sumó el intento arbitrario de imponer una reforma de la mecánica electoral para hacerse de la suma del poder público.

En este punto hay que ser completamente claros: en la campaña electoral Morales le mintió a miles y miles de jujeños. Recién cuando la Convención inició sesiones anunció que intentaría eliminar las elecciones intermedias e imponer un mecanismo que le otorgaba mayoría legislativa automática a quien ganara las elecciones.

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Al mismo tiempo, la reforma ofendió violentamente a las comunidades originarias que habitan el Jujuy profundo. Aquellas que Morales y el peronismo consideran un obstáculo para garantizar una explotación del litio lo suficientemente lucrativa para grandes multinacionales.

Esa bronca se acrecentó a medida que quedaba en evidencia la farsa de la misma convención. Sin el activo papel de denuncia que cumplieron las y los convencionales del Frente de Izquierda, la Constituyente apuntaba a ser casi un trámite, acordado y sellado por Morales y el peronista Guillermo Jenefes. Esa denuncia incluyó mostrar que nada se debatía allí. Que a nadie se quería escuchar: radicales y peronistas llegaron al punto de votar impedir la palabra de organismos de derechos humanos.

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La ascendente bronca contra la reforma encontró unidad con la lucha docente por salario. Las calles fueron el terreno de una confluencia que pronto halló enemigo común. Morales, responsable de la Constituyente, garante de los salarios miserables que percibe la docencia jujeña.

Esas enormes movilizaciones fueron el primer golpe de masas a la reforma. Obligaron a Morales a desandar los intentos de modificar el régimen electoral. También a dar de baja un provocador decreto contra la protesta social, que no soportó cuatro días de duración.

El segundo llegó del interior jujeño. De los cortes que salpicaron la provincia, hallando su centro combativo en Purmamarca. De la durísima resistencia de las comunidades originarias que brotó en las rutas jujeñas. En la combatividad purmamarqueña se cimentó el segundo fracaso de Morales.

Cuestionado, eligió la maniobra. Este lunes por la tarde, ensayó concesiones que no eran tales. Dejando intacta la esencia de su reaccionaria reforma, agigantó la bronca. Convertida en furia, tomó la forma de una resistencia que cruzó las calles de San Salvador este martes.

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Esa furia sigue abierta. Las horas por venir dirán como se despliega. Sin embargo, resulta fundamental organizarla. Apostar al desarrollo de instancias de organización democráticas que nucleen la combatividad que se ve en cada corte de ruta y en la lucha en las calles. A unir voluntades para dar una pelea conjunta. En ese camino, sería fundamental, por ejemplo, impulsar una instancia como una Asamblea provincial de las organizaciones sindicales, los movimientos sociales, las y los estudiantes y las comunidades originarias.

Las mentiras de la grieta

Este martes, la política capitalista construyó su agenda a partir de la brutal represión en Jujuy. Buscando conspiraciones donde no existen, Morales y Juntos por el Cambio acusaron a Alberto Fernández y Cristina Kirchner de impulsar los cortes de ruta. El presidente y la vice, a coro con el conjunto del peronismo, devolvieron el golpe.

Las acusaciones intentan invisibilizar un hecho gigantesco: a la reforma de Morales la enfrentó la calle; el pueblo jujeño movilizado. La docencia, las comunidades originarias, los trabajadores de múltiples sectores y la comunidad en general. El peronismo fue abierto cómplice. La CGT regional, atada a ese espacio político, evitó por todos los medios convocar a medidas de lucha contundentes. Recién este martes, luego de la salvaje represión, llamó a un paro de 48 horas.

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En las calles, acompañando las movilizaciones, estuvo el Frente de Izquierda. En cada marcha docente, en cada movilización contra la reforma. En cada corte de ruta. El ejemplo más evidente de ese lugar es la brutal represión que se descargó sobre Natalia Morales, la legisladora electa del PTS-FITU, que fue arrastrada 150 metros por el asfalto de la ruta en Purmamarca. Ese día acompañaba el reclamo de las comunidades originarias.

Las dos grandes coaliciones capitalistas apuestan a recrear la grieta. Intentan una pobre política en tiempos en que solo pueden ofrecer variantes del mismo programa de ajuste. Aquel ordenado por el FMI. Sobre esa base, apelan al uso demagógico de los hechos de Jujuy, así como del aberrante femicidio cometido en Chaco.

A la derecha solo se la puede enfrentar en las calles. Jujuy lo muestra, de forma cristalina. Es urgente un paro nacional activo de la CGT y las CTA hasta hacer caer esta reforma de manera definitiva. Son precisas nuevas jornadas nacionales de lucha, con cortes de rutas en todo el país. El futuro, como dijimos hace unos días, se peleará en las calles. Pero el futuro está llegando.

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Eduardo Castilla

Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.

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