Hace 72 años, el 11 de noviembre de 1951, las mujeres ejercían por primera vez su derecho al voto. A cuenta de esta fecha emblemática, le preguntamos a Celeste Murillo, columnista de cultura y géneros en el programa de radio El Círculo Rojo y fundadora de la agrupación Pan y Rosas, qué cita o lecturas recomendaría y esto nos contaba.
Viernes 3 de noviembre de 2023 00:08
Enfoque Rojo.
“Arden fogatas de emancipación femenina, venciendo rancios prejuicios y dejando de implorar sus derechos. Éstos no se mendigan, se conquistan”.
Elegí esta cita de Julieta Lanteri, aunque es solamente una porción de sus ideas y de sus luchas. Se hizo conocida por ser la primera mujer en Argentina, y en América latina, en emitir su voto cuando las mujeres todavía no teníamos derecho a votar. En un cruce de invisibilizaciones mezquinas y pasteurizaciones institucionales se rescata su hazaña mientras se borra su militancia política, su ideología y sus luchas cotidianas.
El 11 de noviembre de 1951 se celebraron las elecciones en las que resultó presidente Juan Domingo Perón. En esa elecciones, las mujeres ejercieron por primera vez su derecho al voto. Participó el 90 % del padrón femenino. Pero la historia del sufragio femenino había empezado mucho antes.
El mérito de Julieta no fue votar por primera vez, sino hacerlo como proclama política y exponer que las mujeres eran ciudadanas de segunda. Pero no fue solamente una sufragista, le hacía perder el equilibrio a las instituciones (como la facultad de Medicina cuando le prohibió su ingreso por ser una mujer inmigrante, el Ejército cuando se acercó a exigir su enrolamiento para cumplir con el único requisito en la ley electoral o el poder judicial), organizó congresos, construyó sindicatos, fue candidata cuando ninguna mujer podía votar.
Me interesa mucho Julieta Lanteri porque creo que su militancia desmiente la imagen tramposa de que el sufragio era un reclamo único, que interesaba solamente a las mujeres de la alta sociedad y no tenía nada que ver con las demandas de la mayoría de las mujeres, que eran trabajadoras como hoy. Ese prejuicio fue y sigue siendo funcional para mantener dividida la lucha por derechos políticos y económicos.
En la vida real, muchas sufragistas apoyaban las luchas de las trabajadoras, la organización sindical y querían muchas más cosas que el derecho a votar. Julieta Lanteri fue una de ellas y fue designada por las lavanderas de La Higiénica como su asesora frente a los dueños de la empresa. Y ayudó a fundar su sindicato junto con otras militantes, como Carolina Muzzilli.
Una de las primeras veces que leí su nombre era un paréntesis en un perfil de Cecilia Grierson, la primera egresada de la facultad de Medicina (Julieta sería la sexta, la primera inmigrante). En 2001, la editorial Planeta publicó Julieta Lanteri. La pasión de una mujer, de Araceli Bellota. Cada capítulo del libro lleva una cita de Lanteri en la portada y dan una idea de la amplitud de sus preocupaciones y las ideas; también de su humor: “He tenido que suspender todos mis trabajos relacionados con el credo político feminista. Ahora me dedico exclusivamente a las peladas, las calvicies de los hombres” (se refiere a los últimos años durante los que tuvo que pagar varias multas por sus desafíos legales, no todas eran victorias). Aunque bromea sobre haber abandonado el “credo político feminista”, nunca abandonó su militancia.
Su audacia política cautivó a varios de sus contemporáneos. El escritor Manuel Gálvez escribió en su libro Recuerdos de la vida literaria: “no quería votar por los conservadores ni por los radicales”, entonces votó a “la intrépida doctora Lanteri”.Julieta consiguió 1.730 sufragios (solo el 1%), pero nadie lo evaluó como un fracaso, todos sus electores eran varones.
Su candidatura y, sobre todo su insistencia, despertaba pasiones a ambos lados de la grieta. La escritora Alfonsina Storni recuerda en una crónica del diario La Nota la opinión de un “hombrecillo perfumado” al que le pregunta “¿qué opina usted de la doctora Lanteri?” y él responde “que es fea”. Storni cerró su columna diciendo: “me hizo tanta gracia que me estoy riendo todavía”. Lanteri respondía con altura y ocurrencia a los insultos cotidianos: “¡Oh, los hombres! Almas ingenuas que se creen imprescindibles. Suponer que la mujer intenta quitarles sus derechos, cuando, en realidad aspiramos solamente a colaborar con ellos en la marcha del mundo”.
La cita del comienzo tiene más de 100 años, pero podría haber sido escrita en cada lucha, grande o pequeña, para exigir un derecho en las sociedades capitalistas contemporáneas. Podría completar con otra idea de Julieta: “La mujer debe luchar para conseguir la realización de sus derechos. Nadie nos regalará nada”.
Acerca de la autora
Celeste Murillo es columnista de cultura y género en el programa de radio El Círculo Rojo. Estuvo a cargo de la edición en castellano de La mujer, el Estado y la Revolución, de Wendy Z. Goldman y escribió en Luchadoras. Historias de mujeres que hicieron historia (2006, reedición 2018). En Twitter (@rompe_teclas), en Instagram (@cel_murillo).
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