Claudia Ferri @clau.ferriok
Jueves 23 de octubre de 2014
El 19 de octubre pasado se conmemoró el centenario de la muerte del ex presidente Julio Argentino Roca reavivando la discusión entre las distintas corrientes historiográficas en los medios burgueses que polemizaron acerca de su rol en el naciente estado nacional argentino y también problematizaron la "demonización" de la que fue producto en los últimos años.
Acercándose la fecha, el Ministerio de Cultura de la Nación -encabezado por Teresa Parodi- bajó una disposición al Museo Roca para que no se realice ningún homenaje en alusión a los 100 años de su muerte y, además, se les sugirió al resto de las instituciones históricas que de realizarse alguna actividad conmemorativa a la fecha se llame a Felipe Pigna y a Pacho O’donell para intervenir en las discusiones.
Frente a esta política de Estado, La Nación – fiel a los intereses liberales que representa- se ha encargado de escribir durante la semana pasada un arsenal de notas que homenajean al histórico dirigente del Partido Autonomista Nacional, reivindicando su papel en la modernización del Estado y en la inserción de Argentina en el mercado mundial capitalista.
Los encargados de escribir un balance histórico de los dos gobiernos del General Roca, ambos de 6 años (1880-1886 y 1898-1904), provienen de los campos historiográficos que se han disputado desde hace décadas “la visión oficial” de la historia. El representante de la historia liberal y mitrista, en este caso Miguel Ángel Demarco, describió sus dotes como militar y estratega político que lograron el orden y la paz, remarcando la importancia de los tratados fronterizos con Chile y Brasil y las relaciones diplomáticas con los países europeos. Para Demarco no hubo “conquista al desierto” ni genocidio de los pueblos indígenas ubicados en la zona de la Patagonia, su silencio con respecto al tema aclara posiciones, sin embargo afirma que el sometimiento de “las tribus que la ocupaban” permitió “enarbolar por primera vez la bandera celeste y blanca en las márgenes del Río Negro”. Ceferino Reato, por su parte, también interviene en el debate. El autor de Operación Traviata no sólo escribió para La Nación sino que también fue invitado por otros medios como Clarín e Infobae para hablar del tema y polemizar con el kirchnerismo por la decisión tomada con respecto al Centenario ya que los acusa de estigmatizar al General por haber participado de la “Conquista al desierto”. Reato dice “según los críticos de Roca, la campaña fue un "genocidio". La cuestión merece un artículo en sí mismo; en mi opinión, no se puede juzgar el pasado con categorías recientes” y termina validando la ocupación porque los mapuches provenían de Chile y, por lo tanto, eran chilenos. Las críticas al Kirchnerismo vienen sobre todo porque no miden con la misma vara de la historia a J.A. Roca y a Juan Manuel de Rosas, cuando este último en su Campaña al Desierto mató a más indios que el propio Roca. Por supuesto que también enumera una serie de medidas impulsadas por el gobierno que no sólo modernizaron la estructura económica sino también sentaron las bases para la construcción de una burguesía nacional -que creó fuertes lazos con el exterior- y de una clase media planteando la separación del Estado de la Iglesia (educación laica, creación del Registro Civil), la expansión de la red de ferrocarriles y las miles de tierras ganadas para producir. Su conclusión es: Roca fue el mejor presidente de Argentina.
Para hablar en nombre del revisionismo histórico, en este caso La Nación invitó a Pacho O´donell (ex director del Instituto Nacional del Revisionismo Manuel Dorrego) quien se ubica en una posición intermedia y bastante cómoda para definir a Roca. El historiador arguye los problemas de un revisionismo mal entendido y fundamentalista que propuso el derribo de sus monumentos. Para afinar su argumento cita a Jaureche y a Abelardo Ramos -dos revisionistas clásicos- que consideran a Roca como un caudillo que representó el federalismo de las provincias en oposición a los intereses de las elites porteñas. A partir de allí rescata medidas de gobierno como el establecimiento de la moneda única, las inversiones públicas en el interior y la expansión de la soberanía en la Patagonia y Chaco. El conflicto con la jerarquía eclesiástica por la pérdida de influencia en el ámbito privado y civil fue un punto a favor para O´donell junto con la defensa de la soberanía de Malvinas.
Como representante fiel del progresismo nacional no puede dejar de criticar las acciones llevadas adelante en la “Campaña al desierto” aunque sí reconoce que sin el avance del Ejército Argentino (en oposición al ejercito localista porteño) en territorio indígena, hoy la Patagonia sería chilena y que, a su vez, le dio al gaucho la libertad de los fortines. Incluso dice que Roca participó de la creación de un código de trabajo para mejorar las condiciones de los trabajadores pero que nunca llegó a sancionarse.
Distintas corrientes historiográficas, la misma clase
Las visiones históricas de los sucesos reales tienden a leerse en función de los intereses que representa. Desde mediados del Siglo XIX las clases dominantes construyeron una interpretación de la historia que tenía el objetivo de consolidar la idea de “nación” a través de sus próceres: Moreno, Mitre, Avellaneda, Carlos Pellegrini y J. A.Roca -por supuesto- para la historiografía liberal y San Martín, Rosas, “chacho” Peñalosa, Quiroga, Yrigoyen y Perón para el revisionismo histórico, aunque cabe aclarar que en su interior desfilaron posiciones nacionalistas conservadoras (década del ’30) y nacionalistas antiimperialistas (década del ’60). Como todo gobierno burgués, el kirchnerismo también se ubica dentro de un campo histórico para legitimar su “modelo”, ubicándose tras las filas de este revisionismo nac & pop. Vuelve a poner en cuestión la historia de las elites a través de la constitución del instituto Nacional Revisionista Manuel Dorrego, en el año 2011, que apuntó a reconstruir el ideario nacional y popular frente a la tradición liberal, por eso buscar retomar la historia de los caudillos y sus causas antiimperialistas: Rosas- Yrigoyen- Perón y porqué no Nestor Kirchner en alusión a esta continuidad histórica que les brindó la celebración del Bicentenerio. También anunciaron que se dedicarían al estudio de los sectores populares y el rol de las mujeres, aunque todavía no hay nada destacada al respecto.
Desde el punto de vista de los intereses de clase que representan, el revisionismo no es una alternativa a la historia liberal a pesar de que responden a momentos históricos diferentes y a sectores políticos diferentes. El caso de J. A. Roca es un ejemplo ya que a pesar de que ambos realizan un balance crítico en tanto a sus gobiernos y la suerte que corrió el país en esos años. Ambos rescatan su figura y su iniciativa para reformar el Ejército Nacional en función de la construcción de la soberanía nacional, dándole mayor profesionalismo a sus filas. No es inocente que representantes del liberalismo y del revisionismo reconocieran su importancia en las páginas de La Nación ya que ambas corrientes, junto con el kirchnerismo, fomentan la reconciliación con las FFAA.
A pesar de las diferencias siempre vinculadas a la legitimación del presente, ambas corrientes de pensamiento representan los intereses de diferentes fracciones de la clase dominante. Para ellas la historia es una herramienta de legitimación burguesa, mas allá de que ciertos sectores del revisionismo planteen argumentos más radicales incluyendo en su análisis a los sectores populares, lo cierto es que no cuestionan la estructura económica que se heredó del pasado
Julio Argentino “el zorro” Roca y una balance de izquierda de su gobierno
Dentro de las disputas por la historia, el marxismo como corriente de pensamiento que interviene en la realidad política toma como motor principal la lucha de clases para un análisis de los procesos sociales, ubicándose desde el punto de vista de los intereses de la clase obrera y los sectores populares y oprimidos.
Milcíades Peña, fue uno de los historiadores marxistas crítico de las historias oficiales que dejó entrever que había otra historia silenciada por los discursos de turno y es la de los trabajadores. Las distintas experiencias, las resistencias, los avances y retrocesos del Movimiento obrero argentino que estaba dando sus primeros pasos, se produjeron como contrapartida a la construcción de ese Estado-Nacional argentino. Además, caracterizaba al primer gobierno de Roca como el período clave en el que se fueron delineando las condiciones del capitalismo dependiente.
Las ironías de la historia hizo que un 12 de octubre de 1880 Julio Argentino Roca sea elegido presidente por un número reducido de ciudadanos pertenecientes a las clases acomodadas. No en vano se lo llamaba el Zorro, ya que unificó a los diferentes sectores de la elite porteña y provinciales conformando el Partido Autonomista Nacional (PAN) de corte conservador y liberal logrando el triunfo gracias al sistema fraudulento y restrictivo del sistema de votación que se mantuvo hasta las elecciones democráticas de 1916.
Dos años antes había triunfado en la "campaña al desierto" ,barriendo las poblaciones indígenas que habitaban las tierras al sur de la Provincia de Buenos Aires. El Ejercito Nacional -que dirigió y ayudó a perfeccionar- se consolidó a costa de la muerte de millares de indígenas y de un número similar de prisioneros entre ellos mujeres y niños que fueron apropiados por familias de terratenientes para ser destinados a condiciones de servidumbre doméstica y trabajos en la ciudad. Así se sumaron medio millón de hectáreas que pasarían a ser explotadas para la actividad ganadera o agrícola, dependiendo de las necesidades del mercado internacional. Argentina, luego de décadas de guerra civil, logró delimitar sus fronteras territoriales a costa del genocidio de los pueblos nativos y de la destrucción de sus culturas, muchas de ellas en forma definitiva.
La combinación de una estructura capitalista adaptada al mercado y las relaciones de producción que se generaron en los grandes latifundios de los terratenientes fueron dos componente más de esta dependencia económica que Milcíades Peña llama desarrollo desigual y combinado.
Por otro lado, el modelo agroexportador abrió todo un novedoso mercado de fuerza de trabajo que llegó al país. Provenientes de países europeos como Italia y España, los inmigrantes junto con los trabajadores nativos, crearon los cimientos sobre los que surgió el movimiento obrero argentino, introduciendo ideas anarquistas y socialistas que modelarían a las primeras generaciones obreras y sus formas de lucha.
Podemos afirmar que Roca fue un gran dirigente y estratega político fundamental para los intereses que representaba, uno de los más funcionales a los fines de las clases dominantes ya que sentó las bases para la formación del Estado Nacional a través de su lema "paz y administración". Sin embargo, para la clase obrera, sus dos gobiernos fueron el símbolo de un estado represor y conservador, en él la explotación laboral era moneda corriente y las jornadas laborales no tenían límites fijos.
Durante su segundo gobierno los trabajadores se organizaron en dos centrales para coordinar sus demandas: La Federación Obrera Regional Argentina (FORA) y la Union General de Trabajadores (UGT), ambas, un año después, organizaron la Primera Huelga Nacional de Argentina y de América Latina.
La respuesta estatal fue la sanción de la Ley de Residencia, otra de las obras que el Zorro Roca llevó adelante para extirpar a los elementos "extranjerizantes" que influenciaban a los trabajadores. La misma le permitía al estado expulsar a todo extranjero que considerara peligroso al orden establecido.
El mítico personaje del billete de 100 pesos que llevó al límite de la experiencia práctica el lema: civilización o barbarie tuvo que padecer la emergencia del movimiento obrero argentino al que trató de combatir. Sus esfuerzos no lograron "pacificar" a estos trabajadores que experimentaron sus primeras experiencias de clase. Cada sector social lo recuerda a su manera, los liberales y revisionistas como un hombre de estado y los trabajadores, junto con el pueblo indígena, como un verdadero enemigo de los intereses de clase.
Un párrafo aparte merece el trabajo realizado por el reconocido intelectual Osvaldo Bayer en su campaña contra la figura de Roca y lo que sus monumentos representan. Fue uno de los primeros en calificarlo como genocida y racista.
Desnudó el régimen de esclavitud al que sometía a los prisioneros indígenas tras ser capturados en el sur. También denunció que se le entregó al entonces presidente de la Sociedad Rural Argentina Jose María Martines de Hoz (el bisabuelo del ministro de economía de la dictadura militar), mas de 2.500.000 hectáreas. La campaña de Bayer para desmonumentar a Roca sigue vigente. Su monumento continúa representando la imposición de una cultura sobre otra
Claudia Ferri
Historiadora, UBA. Columnista de la sección Historia de La Izquierda diario.