La desaparición forzada de López marcó una antes y un después para una generación que empezó a militar en política activamente. A 10 años de aquel hecho, muchos quedaron de un lado o del otro de la barricada. Mi experiencia como militante de izquierda.
Jueves 1ro de septiembre de 2016
La madrugada del 18 de septiembre de 2006 marcó el camino de muchos, que como yo, empezaron a militar activamente en política. Aquella madrugada Julio no aparecía: concentramos en plaza San Martín, se armó un acampe y vigilia toda la noche. Esos momentos de angustia, bronca y desconcierto encendieron en mí el fuego necesario para abrazar la militancia partidaria.
Hacía un año aproximadamente me había acercado al PTS, en la Facultad de Bellas Artes, más adelante seguiría militando en Periodismo de la UNLP, dirigida por aquellos años, y hasta la actualidad, por ex menemistas y duhaldistas devenidos kirchneristas. Largas discusiones daríamos más adelante junto a mis compañeros contra la gestión y en particular, contra el centro de estudiantes de esa casa de estudios, que por largos años mantuvieron el mismo silencio cómplice que el gobierno nacional.
La desaparición de Julio, en el marco del juicio al genocida Etchecolatz y lo que significaba su declaración. La lucha de los obreros de Mafissa, que defendiendo sus puestos de trabajo por el año 2008 fueron desalojados de la fábrica textil por 700 efectivos de la policía Bonaerense de Scioli en pleno gobierno de Cristina Kirchner. Y ejemplos de años anteriores como el de Zanon, fábrica recuperada bajo control obrero, junto al haber vivido la crisis social y política del 2001, fueron los hechos que me definieron para militar en la izquierda.
De aquellas jornadas de 2001, en las que yo tenía 19 años, tengo el recuerdo de haberlas seguido impávido por la TV, mientras en mi barrio no pasaba nada. Eso me resultó una contradicción aún hoy inexplicable. Íbamos al "club del trueque" con mi vieja a intercambiar cosas que habíamos conseguido de otro trueque o que había hecho ella misma. Recuerdo que en aquel momento limpiaba casas y le pagaban con patacones. El patacón fue un bono emitido de emergencia por Carlos Ruckauf, gobernador peronista de la Provincia de Buenos Aires, en plena crisis. No se aceptaba en todos los comercios del barrio por lo dudoso de su existencia, así que era un sufrimiento tenerlo.
Todas esas situaciones me hicieron tomar conciencia de la clase a la que pertenecíamos. Por otro lado, el clima anti régimen y el clamor popular contra la dictadura que aún estaba latente moldearon mi sensibilidad.
Mi viejo, ex militar retirado, fue el que me hizo conocer "su" parte de la historia de los ’70. La guerra antisubversiva, el peligro rojo que acechaba, la justificación del genocidio. Esto también forjó mi carácter y mis convicciones.
Meses después de la desaparición de Julio, dejaba mi casa para mudarme a la de un compañero militante, que desde aquel momento sería parte de mi familia elegida.
La lucha por la aparición con vida de López y el rol de kirchnerismo
Cuando desaparecen a Julio era el tercer año del gobierno de Nestor Kirchner. Recuerdo como si fuera hoy lo cínico del doble discurso del gobierno en aquellos días. Por un lado agitando la bandera de los Derechos Humanos, por el otro dejando correr el tiempo clave para investigar el secuestro.
En cambio, desde el colectivo de organismos de derechos humanos independientes del gobierno y del Estado, Justicia Ya! de los que era parte la querella que integraba Myriam Bregman, hoy diputada del PTS-FIT, desde un primer momento se pidió que se separe a la bonaerense de la investigación por estar sospechada de la desaparición, y que se arme una comisión independiente para esto. A partir de entonces, encabezó cada marcha por aparición con vida y contra la impunidad. Siempre de manera independiente de los partidos patronales y denunciado al estado como responsable.
Las palabras del impresentable de Aníbal Fernández diciendo que López podía estar en la casa de su tía, y más tarde las (más dolorosas aún) palabras de Hebe de Bonafini, negando la desaparición fueron hechos que hacían imposible seguir sosteniendo el relato.
Mientras una camada significativa de militantes decidían mirar para otro lado y seguir repitiendo "el Estado somos todos", otro importante sector de jóvenes fueron abandonando ese discurso con las decenas de pruebas que daba el gobierno sobre su verdadera política. Así quedó demostrado por ejemplo, cuando nombraron al genocida César Milani al frente del Ejército.
La responsabilidad y encubrimiento del gobierno anterior no fueron un hecho menor, sino todo lo contrario. El kirchnerismo vino a cumplir la tarea necesaria de contención y desvió de las jornadas del 2001. Encandiló a amplios sectores generando una conciencia reformista de que desde el Estado se podía ir paulatinamente mejorando las condiciones de vida del pueblo trabajador. También cooptó a muchos organismos de Derechos Humanos encarcelando a un puñado de genocidas mientras cientos seguían en libertad y en las calles. A fin de cuentas, fue el engranaje necesario desmovilizador que le abrió paso a la avanzada del gobierno de Cambiemos en términos de impunidad.
El gobierno reaccionario de Macri como continuador de la impunidad
Si en los últimos diez años no se avanzó en la investigación de la segunda desaparición de López, nada va a cambiar bajo este gobierno. Por el contrario ya tuvo gestos claros: la prisión domiciliaria a Etchecolatz, la discusión de las cifras de los desaparecidos en la dictadura, el show-intento de detención a Hebe. Todos guiños a los genocidas y destinados a cerrar la lucha de los organismos de Derechos Humanos independientes, ex detenidos, familiares y la izquierda.
Pero también hay una generación, que como yo, vivió el 2001 y que pelea hace una década contra la impunidad, que acumuló experiencias de lucha y sabe que una militancia diferente a la que nació bajo el riñón del Estado no solo es posible sino que es necesaria para ir por todo.
Cuando se están cumpliendo diez años de la desaparición de López en el barrio de Los Hornos (donde vivió Julio casi toda su vida) un grupo de jóvenes, trabajadoras y trabajadores, entre los cuales están los ex obreros de Mafissa, y con los que milito codo a codo orgullosamente, abrimos un local del PTS-FIT, para organizar la resistencia, y entre otras peleas a dar seguir elevando el pedido de aparición con vida ya de Jorge Julio López.