La juventud es uno de los sectores más golpeados de la última década. ¿Qué depara el 2015 para los jóvenes si ni siquiera con crecimiento económico mejoraron sus condiciones de vida? Las cifras del relato.

Jesica Calcagno @Jesi_mc

Tomás Máscolo @PibeTiger
Sábado 15 de noviembre de 2014
Fotografía: Vierja / Enfoque Rojo
“De la juventud vienen todas las fuerzas de la transformación” dijo hace unos años Cristina Fernández. Pero la transformación en lenguaje camporista es escalar en los ministerios al precio de consolidar el giro a derecha de la mano de Scioli. Luego de que se conozcan las declaraciones de Máximo Kirchner confirmando que el candidato será Scioli, las soluciones estructurales para la juventud tendrán que seguir esperando como hace diez años.
Los jóvenes son los más relegados de la última década, sus flagelos atraviesan el trabajo, la educación, la persecución policial, la salud, la violencia contra las mujeres. La fuerza de la transformación de la juventud está, pero no en las filas oficialistas. Su motor empieza en las condiciones de vida que quieren cambiar y en ese camino se están encontrando y confluyendo con la izquierda: en las movilizaciones contra el gatillo fácil, exigiendo basta de violencia contra las mujeres, en las fábricas enfrentando despidos y suspensiones como Lear, Donnelley, Liliana, en las universidades donde se viene desplazando al kirchnerismo.
Para la juventud, precarización laboral
El trabajo de la juventud es un problema estructural del modelo “nacional y popular”. Las cifras son alarmantes, los niveles de informalidad laboral duplican a los del total de la población: 3 de cada 5. De quienes trabajan, la mitad lo hace en condiciones precarias: 16% está sub-ocupado, 19% con contratos a plazo determinado, 15% con período de finalización. Y como si todo esto fuera poco, el 23% trabaja más horas de las legalmente permitidas (48 horas semanales), y el 25% percibe un sueldo por debajo del salario vital y móvil.
“Empecé a trabajar en Liliana S.R.L con contrato eventual por una agencia tercerizadora, con un sueldo mínimo, obligado por la empresa y por condiciones de vida a hacer horas extras para obtener unos pesos más al fin de la quincena ya que con el mínimo no alcanzaba, y menos a los que pagamos alquiler y tenemos hijos” cuenta Lucas Castillo, joven trabajador despedido de la metalúrgica rosarina que se organizó con sus compañeros y consiguieron el pase a planta de todos los contratados.
Esta es la realidad que se repite en cada pibe que consigue un laburo. Otros, pagan la precarización laboral hasta con la muerte como Emanuel García trabajador del Hospital Posadas, de 34 años. Lo mató la desidia de los funcionarios con la salud pública como denuncian sus compañeros y familiares.
Pero también están los “NN del mercado laboral”: en los jóvenes bonaerenses por ejemplo, el 52% de los que trabaja directamente no está registrado ni cuenta con obra social. La precarización laboral de la juventud fue una gran política de estado en la década kirchnerista: condensa la continuidad de las leyes de flexibilización laboral del menemismo. Fue la garantía de que la recuperación económica sean en beneficio de empresarios y multinacionales, abaratando los “costos” a costa de los más jóvenes. Un esquema que no sólo defendió el kirchnerismo: Massa del Frente Renovador salió a decir que el“Plan Primer Paso”, impulsado por De la Sota en Córdoba para incorporar mano de obra joven y barata al mercado laboral., tiene que hacerse “política nacional”.
Ni trabajo, ni educación.
Gran parte del llamado “voto joven” (de 16 a 24 años), está en la famosa generación “ni ni”. El 15% (566.000) de ellos no estudia ni trabaja, y a esta cifra se suma la desocupación que es del 18%, el doble que la población adulta. Muchos jóvenes se ven obligados a dejar sus estudios para trabajar, ayudar a sus familias o como jefes y jefas de hogar, y ahí empieza el círculo de los “ni ni”: se los condena a los peores trabajos menos calificados, o directamente se los margina del mercado laboral. Cifras oficiales estiman que cerca de 2,6 millones de jóvenes de entre 18 y 24 años (58%) se encuentran en situación de vulnerabilidad social.
Gatillo fácil, ningún pibe nace chorro
Los altos índices de desocupación, informalidad, abandono de los estudios en la juventud tienen una relación directa con la mayor persecución policial, que busca criminalizarlos. “Estar en cana es horrible y más cuando caes simplemente por ser pobre, por ser un pibe de barrio. No había día en que zafemos de las torturas de la policía. Pienso que pude haber sido un Luciano más. Muchos de mis amigos lo pudieron haber sido”, es el relato de Ariel de 20 años que trabaja en una fábrica de Pompeya.
Las cifras del gatillo fácil aumentaron en la última década: el informe de CORREPI muestra que los casos acumulados en 2003 fueron 1.508 y en 2013 terminaron en 4.011. Sólo bajo la década kirchnerista fueron 2.448 los casos, el 50% son menores de 25 años, y asciende a 77% si tomamos hasta los 35 años. Las provincias que concentran la mayor represión y persecución policial son Buenos Aires (46,62%) y Santa Fe (12,32%): Luciano Arruga y Franco Casco son los emblemas de la policía asesina de las dos provincias más represivas. La persecución policial a la juventud no distingue presidenciables: Scioli, candidato de La Cámpora, Massa, y Binner, jefe del narco-socialismo, son responsables de que el gatillo fácil se lleve un pibe cada 24 horas.
A esto se suman las torturas y maltratos en las comisarías. Aunque el kirchnerismo intentó vender la utopía de un aparato represivo “más democrático”, con la creación de nuevas policías municipales para los barones del conurbano y otras provincias, se ha perfeccionado y descentralizado el control, la persecución y represión estatal sobre los barrios más pobres, especialmente contra la juventud.
Femicidios, otra cara joven
Las jóvenes también son las más afectadas. Un femicidio cada 30 horas, y casi todas tienen entre 19 y 30 años. Las Melinas y Paolas, son la expresión de la violencia estatal que pesa sobre las mujeres, que aún después de convertirse en víctimas son estigmatizadas por los medios de comunicación: porque usan polleras cortas y escotes, les gusta la joda, tienen tatuajes, consumen alcohol. Como si fuesen razones que justifiquen los brutales asesinatos. Las jóvenes no sólo son mayoría en la generación “ni ni” (el 75% son mujeres), dedicadas en su mayoría a las invisibilizadas tareas domésticas, la violencia estatal apunta contra ellas si se “atreven” a divertirse.
Mientras el Papa Francisco llama a “hacer lío en las diócesis”, consumó el pacto antiabortista con Cristina con la reforma del código civil. El aborto no se frena con la ilegalidad, pero lo que sí provoca es la muerte de más de 500 mujeres por año, sobre todo las más pobres que no pueden acceder a las caras clínicas truchas.
¿Quién defiende las banderas de la juventud?
A pesar de las menciones a la juventud en los discursos oficiales, esta no fue su década. Si el kirchnerismo ni siquiera en sus años “progresivos” dio respuesta a los problemas estructurales de millones de jóvenes de todo el país, nadie puede creer que el acuerdo que están sellando con Scioli vaya a mejorar el panorama. Tampoco son alternativa Massa, Binner o Macri.
Por eso la “vuelta a la política” es la de una juventud que quiere recuperar su futuro, que ha sido tercerizado. El “nunca menos” ya no convence, se palpa en las fábricas con un nuevo activismo obrero que se organiza y lucha como los indomables trabajadores de Lear, las obreras de Kromberg, los jóvenes de Valeo y Liliana, en las universidades con el retroceso del kirchnerismo que pierde centros de estudiantes a manos de la izquierda como en las de La Plata, General Sarmiento y Lanús, se respira en los miles de jóvenes que exigen justicia por Luciano Arruga, o las mujeres que participaron masivamente en el último Encuentro Nacional de Mujeres en Salta.
La juventud es protagonista en todo el mundo: la matanza de los 43 normalistas en México despertó un gran movimiento contra un estado podrido, estudiantes de Grecia que toman facultades y colegios, la “revolución de los paraguas” en Hong Kong, que se suman a los indignados españoles, de EEUU, la juventud de la plaza Tahrir.
En Argentina los jóvenes están confluyendo con el Frente de Izquierda, que se expresa en el ascenso de nuevas figuras como el diputado nacional Nicolás del Caño, que en Mendoza alcanza el 30% de la intención de voto entre los de 18 a 29 años.
Se abre nuevo un nuevo camino para la juventud después de estos años de experiencia: uniendo a los millones que ingresaron a trabajar en forma precaria o en negro y al movimiento estudiantil, con los grandes sindicatos donde surge una oposición clasista y de izquierda, la juventud puede ser esa poderosa palanca de transformación, que hoy cuenta además con la conquista de los diputados del Frente de Izquierda que son los que defienden las banderas de lucha de los trabajadores y la juventud. Una alianza al servicio del pueblo, que le abra paso a la mujer y la juventud trabajadora.
Referencias:

Jesica Calcagno
Nació en Buenos Aires en 1984. Licenciada y profesora en Sociología (UBA). Acreditada en el Congreso.