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OPINIÓN. Karl Liebknecht, tribuno revolucionario del pueblo

Karl Liebknecht fue, junto a Rosa Luxemburgo, el otro gran dirigente de la Liga Espartaquista y la revolución alemana de 1919. Liebknecht es la figura histórica por excelencia que representa el parlamentarismo revolucionario. De la utilización de las tribunas conquistadas para denunciar a la burguesía y las trampas de sus partidos y alentar a la movilización extraparlamentaria de las masas.

Facundo Aguirre

Facundo Aguirre @facuaguirre1917

Viernes 15 de enero de 2021 23:00

Karl Liebknecht fue, junto a Rosa Luxemburgo, el otro gran dirigente de la Liga Espartaquista y la revolución alemana de 1919. Liebknecht es la figura histórica por excelencia que representa el parlamentarismo revolucionario. De la utilización de las tribunas conquistadas para denunciar a la burguesía y las trampas de sus partidos y alentar a la movilización extraparlamentaria de las masas.

Karl Liebknecht será quien encabece la oposición parlamentaria a la Primera Guerra Mundial imperialista que estalla en agosto de 1914, donde morirán 20 millones de personas. La guerra tiene por objetivo el reparto del mundo entre las grandes potencias imperialistas nacientes. La Segunda Internacional traicionara a la clase obrera mundial, apoyando a sus propias burguesías en el conflicto bélico. La socialdemocracia alemana, el partido más fuerte de la Internacional, tendrá una responsabilidad central al apoyar la guerra y convencer al proletariado de marchar al frente.

De los 110 diputados con que contaba el SPD en el parlamento alemán, solo Liebknecht levantará su voz contra la guerra y convocando a la clase obrera a luchar contra ella. Lo hará en lo que es una de las mayores muestras de utilización revolucionaria de la tribuna parlamentaria por los socialistas, durante la sesión del 2 de diciembre de 1914. Liebknecht sostendrá por escrito su oposición a la votación de los créditos de guerra denunciando la falsedad de los argumentos patrióticos y el carácter imperialista del conflicto bélico: "Mi voto contra el proyecto de Ley de Créditos de Guerra del día de hoy se basa en las siguientes consideraciones: Esta guerra, deseada por ninguno de los pueblos involucrados, no ha estallado para favorecer el bienestar del pueblo alemán ni de ningún otro. Es una guerra imperialista, una guerra por el reparto de importantes territorios de explotación para capitalistas y financieros. Desde el punto de vista de la rivalidad armamentística, es una guerra provocada conjuntamente por los partidos alemanes y austríacos partidarios de la guerra, en la oscuridad del semifeudalismo y de la diplomacia secreta, para obtener ventajas sobre sus oponentes”. Liebkchnet señalará también que el otro objetivo declarado es liquidar la unidad del proletariado europeo: “Al mismo tiempo la guerra es un esfuerzo bonapartista por desorganizar y escindir el creciente movimiento de la clase trabajadora”. El pase en masa de la Segunda Internacional le dará la razón, el socialpatriotismo se convierte en la voz de orden de los grandes partidos socialdemócratas.

El compañero de Rosa Luxemburgo desarmará lo que podemos considerar una teoría de los campos a nivel internacional que caracterizó a toda practica reformista a lo largo del siglo XX, y que hoy es el argumento repetido como novedad por los distintos malmenorismos existentes. La socialdemocracia alemana convoca a la clase obrera a la guerra en interés de la democracia, porque supuestamente, ella está en peligro si triunfan el zarismo en Rusia y sus aliados internacionales, Inglaterra y Francia. Consciente de la operación Liebknecht advierte que la utilización de la democracia como consigna de unidad con la burguesía es una farsa que lleva a enfrentar a trabajadores contra trabajadores: "El grito alemán "¡Contra el zarismo!" fue inventado para la ocasión -de la misma forma que fueron inventadas las actuales consignas inglesas y francesas- para explotar las más nobles inclinaciones y las tradiciones e ideales revolucionarios del pueblo en beneficio de agitar el odio hacia otros pueblos. Alemania, la cómplice del zarismo, el modelo de la reacción hasta este mismo día, no tiene ninguna autoridad para erguirse en liberadora de los pueblos. La liberación tanto del pueblo ruso como alemán debe ser obra de sus propias manos”.

En su discurso, el gran revolucionario alemán convocara a luchar por: "Una pronta paz, una paz sin anexiones, esto es lo que debemos exigir. Todo esfuerzo en esta dirección debe ser apoyado. Sólo fortaleciendo en forma conjunta y continua las corrientes de todos los países beligerantes que tienen tal paz como su objetivo puede esta sangrienta carnicería ser llevada a su fin. "Sólo una paz basada sobre la solidarida internacional de la clase obrera y sobre la libertad de todos los pueblos puede ser una paz duradera. Por lo tanto, es el deber de los proletariados de todos los países llevar adelante durante la guerra una labor socialista común a favor de la paz”. Liebknecht culminará el mismo explicando el sentido del por qué de su voto: “como protesta contra la guerra, contra aquéllos que son responsables por ella y que la han causado, contra aquellos que la dirigen, contra los propósitos capitalistas para los cuales está siendo usada, contra los planes de anexión, contra el abandono y el olvido total de los deberes sociales y políticos por los cuales el gobierno y las clases son todavía culpables, voto contra la guerra y los créditos de guerra solicitados”.

La lectura del documento le fue negada a Liebknecht en el Reischtag y su publicación en la prensa alemana. Había que silenciar una crítica que llamaba a romper la unidad nacional que quería imponer la burguesía. El mismo se reprodujo en volantes y por la difusión de sus camaradas entre los trabajadores.

Como castigo, Liebknecht fue movilizado al frente ruso, donde tenía la función de cavar tumbas para los caídos. El 1 de enero de 1916 fue expulsado del SPD por sus críticas a la dirección y en el transcurso del mismo año, sera detenido junto a Rosa Luxemburgo por encabezar una manifestación contra la guerra y condenado a dos años y medios de trabajos forzados.

Liebknecht y Rosa, serán los símbolos de la oposición de la izquierda internacionalista que intentaba mantener viva la lucha revolucionaria de los socialistas. No es el objetivo de este artículo ahondar en los debates dentro de la izquierda internacionalista. Pero señalemos que será Lenin quien comprenda hasta el final el carácter y las tareas que la guerra les planteaba a los revolucionarios europeos, proclamando que había que transformar la guerra imperialista en guerra civil, y apuntar los fusiles no contra los hermanos de clase de otras nacionalidades sino contra las propias burguesías.

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León Trotsky escribió ante su asesinato y el de Rosa, que cuando sucedían las primeras victorias alemanas y sus orgías sangrienta: “cuando la socialdemocracia alemana, con Scheidemann y Ebert a su cabeza, se arrodillaba ante el militarismo y el imperialismo alemán que parecían poder someter todo el mundo (tanto en el exterior, con la invasión del norte de Francia, como en el interior, dominando no solo a la casta militar y a la burguesía sino incluso a los representantes oficiales de la clase obrera), en medio de estos días sombríos y trágicos una sola voz se levantó en Alemania para protestar y maldecir: la de Karl Liebknecht. Y su voz resonó en todo el mundo”.

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Facundo Aguirre

Militante del PTS, colaborador de La Izquierda Diario. Co-autor junto a Ruth Werner de Insurgencia obrera en Argentina 1969/1976 sobre el proceso de lucha de clases y política de la clase obrera en el período setentista. Autor de numerosos artículos y polémicas sobre la revolución cubana, el guevarismo, el peronismo y otros tantos temas políticos e históricos.

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