El llamado "pulmón del planeta" está desde hace décadas sometido a fuertes presiones que podrían cambiarlo por completo, aniquilando especies y afectando drásticamente al clima global.
Valeria Foglia @valeriafgl
Lunes 12 de octubre de 2020 16:52
La mayor selva tropical del mundo, la Amazonia, repartida entre nueve países (principalmente Brasil y Perú), está seriamente amenazada a causa de la crisis climática, décadas de deforestación sistemática y quemas intencionales del agronegocio y las mineras, todo esto exacerbado por la política negacionista y enemiga de la naturaleza de Jair Bolsonaro en Brasil. Un estudio de Nature Communications asegura que en las próximas décadas un 40 % del territorio está en riesgo de convertirse en un ecosistema tipo sabana, es decir, un territorio árido, seco y escaso en vegetación. Todo lo contrario a lo que es en la actualidad el mayor “pulmón del planeta”.
Pese a la condena mundial, el Gobierno de Bolsonaro sigue firme en su política criminal con el ambiente: además de concesiones para el agronegocio, la persecución a pueblos originarios y la impunidad para las quemas en la Amazonia y el Pantanal, principal humedal del mundo, ahora estarían considerando unificar la cartera ambiental con la de Agricultura, una demanda de los empresarios brasileños.
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En su trabajo, los investigadores británicos Gregory S. Cooper, Simon Willcock y John A. Dearing [1] concluyen en forma preliminar, a partir de modelos computacionales sobre datos empíricos, que “el colapso de grandes sistemas vulnerables (por ejemplo, la selva amazónica) puede tardar solo unas décadas una vez que se desencadena”. Y puntualizan: “El modelo empírico estima que un ecosistema del tamaño de la Amazonia (5,5 millones de km2) cambiará en un período de 49 años”.
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Un dato preocupa especialmente a este grupo de científicos de la naturaleza: la zona podría alcanzar un punto de no retorno en 2021 a causa de la deforestación y la degradación de la relación entre la formación de humedad y la cobertura vegetal, además de que inventarios recientes sobre parcelas de la Amazonia muestran una caída en el llamado “secuestro de carbono”, es decir, la absorción de uno de los gases de efecto invernadero por parte de la tupida vegetación.
“Debemos prepararnos para que se produzcan cambios de régimen en cualquier sistema natural en escalas de tiempo ‘humanas’ de años y décadas, en lugar de escalas de tiempo multigeneracionales de siglos y milenios”, dicen en su estudio.
”This tipping point could be much closer than previously thought. As much as 40% of the existing Amazon rainforest is now at a point where it could exist as a savannah instead of as rainforest”#FaceTheClimateEmergency https://t.co/dkvPq2XRl2
— Greta Thunberg (@GretaThunberg) October 5, 2020
Un círculo vicioso
Arie Staal y un grupo de investigadores del Centro de Resiliencia de Estocolmo [2] apuntan “al cambio climático global, no la deforestación, [como] el principal impulsor de la sequía reciente en la Amazonia. Sin embargo, una retroalimentación entre la sequía y la deforestación implica que los aumentos en cualquiera de ellas impedirán esfuerzos futuros para frenar ambos”, sostienen en un trabajo de abril de 2020, para el cual usaron datos satelitales y modelos informáticos.
El descenso de las lluvias en el Amazonas es otro factor que suma presión al ecosistema. Staal y sus colegas advertían en su estudio que las estaciones secas más secas combinadas con bosques aún más degradados pueden transformar estas regiones en pastizales.
La deforestación y la sequía se encuentran entre las mayores presiones ambientales en la selva amazónica, posiblemente desestabilizando el sistema climático forestal.
Concluyen que “la deforestación agrega un peligro adicional a los bosques al crear un círculo vicioso: a medida que hay más deforestación, esto afecta las precipitaciones, creando condiciones más secas en la dirección del viento, lo que lleva a más incendios forestales, muertes de árboles y deforestación”. Mientras la zona recibe más calor por la emisión de gases de efecto invernadero (liberados en gran medida por las quemas de la selva), hay cada vez menos lluvias en la región, que se vuelve más inestable. Solo este círculo vicioso es responsable del 1 o 2 % de la pérdida del bosque tropical.
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Para Ingo Fetzer, uno de los colegas de Staal, “una vez desaparecidas [las selvas tropicales, NdR], su recuperación llevará muchas décadas para volver a su estado original. Y dado que […] albergan a la mayoría de las especies globales, todo esto se perderá para siempre”.
Amenaza al clima y riesgo de más enfermedades
Tras un 2019 devastador, con 760 000 hectáreas quemadas hasta octubre de ese año, el 2020 en curso no pareciera indicar una mejoría, sino todo lo contrario, afirma Kerry William Bowman, profesor en bioética y ambiente de la Universidad de Toronto, Canadá, que en un artículo en The Conversation cita datos de la NASA: los incendios de la primera semana de septiembre fueron el doble de los que tuvieron lugar el mismo período del año anterior. Sin embargo, a diferencia del 2019, la atención pública es considerablemente menor a causa de la pandemia del covid-19.
La selva tropical del Amazonas, con su frondosa biodiversidad, aporta al ciclo del agua global y además cumple un rol fundamental en la regulación del clima al absorber dióxido de carbono. Pese a la protección de estas áreas naturales por parte de pueblos originarios, criminalizados y estigmatizados por la ultraderecha, no es novedad para nadie que estas regiones se ven asediadas por tala indiscriminada o quemas intencionales (un 17 % de la cubierta forestal desde la década del 70).
Bowman afirma que, si no se reducen los incendios anuales en la Amazonia, esto podría cambiar radicalmente: en lugar de capturar dióxido de carbono, el territorio se transformaría en un grifo que liberaría más CO2 a la atmósfera del que pueda absorber.
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Y no solo eso: también serían más frecuentes las enfermedades de origen zoonótico, como el SARS-CoV-2 que causa el covid-19. La deforestación “aumenta los puntos potenciales de contacto entre los humanos y la vida silvestre, lo que a su vez aumenta la probabilidad de transmisión viral y la aparición de nuevas enfermedades humanas”, señala Bowman en forma coincidente con lo que hace años afirma Rob Wallace sobre el origen de las nuevas pandemias.
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En la protección, la conservación y la restauración de la Amazonia se juega una partida decisiva para la crisis climática y ecológica global. El mundo debería estar mirando.
[1] Cooper, G.S., Willcock, S. y Dearing, J.A. Regime shifts occur disproportionately faster in larger ecosystems. Nat Commun 11, 1175 (2020).
[2] Feedback between drought and deforestation in the Amazon, de Arie Staal, Bernardo M Flores, Ana Paula D Aguiar, Joyce H C Bosmans, Ingo Fetzer1 y Obbe A Tuinenburg. Publicado el 2 de abril de 2020 por IOP Publishing Ltd. Environmental Research Letters, Volumen 15, N.º 4.