Hace casi 9 años nos lanzamos a un combate revolucionario por la verdad en el terreno de los medios digitales. Hoy, en un escenario signado por el ajuste, la crisis y la decadencia de las coaliciones políticas capitalistas, seguimos apostando a fortalecer una perspectiva independiente de los explotados y oprimidos.
Miércoles 7 de junio de 2023 00:00
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El periodismo es, por definición, oficio crítico. Narración que cuestiona. Combate por la verdad, podríamos decir, aun aceptando que el concepto de “verdad” concentra demasiada polémica.
¿Cómo encontrar algo que se acerque a la verdad en el océano de información que aparece habitualmente ante nuestros ojos u oídos? ¿Cómo acercarnos entre las toneladas de fake news que pueblan redes, portales de internet, medios audiovisuales y aún la prensa impresa? ¿Cómo construir una imagen global de los acontecimientos y sus causas en un mundo signado por la fragmentación, la superficialidad y la fugacidad que impone el predominio creciente de las redes sociales?
El Informe de noticias digitales publicado en 2022 por el Reuters Institute consignaba, entre otras cuestiones, la caída de la confianza permanente en las noticias. Graficaba, además, la tendencia creciente a “evitarlas”, mezcla lógica de esa desconfianza y de la saturación informativa. Revelaba, también, la persistente preocupación por la información falsa, las llamadas fake news. Entre otras cuestiones, ilustraba asimismo el crecimiento del consumo informativo mediante redes sociales, con Tik Tok marcando un acelerado ascenso.
El mundo del periodismo enfrenta esos desafíos. Se añade, en vertiginoso crecimiento, el despliegue de la Inteligencia Artificial y sus múltiples posibles aplicaciones -aún en debate- a la creación de contenidos.
Partiendo de esa realidad y apelando al chantaje y la extorsión, las empresas periodísticas precarizan las condiciones laborales de trabajadoras y trabajadores de prensa. El llamado multitasking se acelera mientras los ingresos salariales se estancan o decaen. La estabilidad laboral pasa a ocupar un lugar en la historia junto a la vieja Olivetti. Argentina, tierra de empresarios fugadores, empuja a miles y miles de periodistas al pluriempleo. No importa la narrativa político-ideológica del medio: la precarización laboral no conoce de “grietas”.
Un relevamiento reciente de Sipreba en medios del AMBA grafica esa fragilidad del empleo: 45% de les trabajadores de prensa tienen sueldos por debajo de la línea de pobreza; el porcentaje sube al 71% entre redactores y redactoras; el 57,6% tiene dos o más trabajos; 93,3% de quienes ejercen sus labores de manera “freelance” facturan por debajo de la canasta básica.
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En un mundo que corre al ritmo enloquecedor de múltiples algoritmos, los desafíos son múltiples para quienes apostamos al periodismo desde una perspectiva revolucionaria y socialista. Para quienes lo consideramos herramienta esencial en la lucha por la transformación radical de un mundo sostenido sobre la explotación y la opresión.
Un combate revolucionario por la verdad
En sus famosas Tesis sobre la filosofía de la historia, Walter Benjamin condenaba lo que suele aparecer como historia oficial. Aquella trazada por los vencedores a condición de ocultar las grandes batallas de los vencidos; a condición de presentar las derrotas de los explotados y oprimidos como resultado ineludible de las cosas.
Consciente de ese problema, Rodolfo Walsh afirmaba que las clases dominantes trabajan metódicamente para que los trabajadores olviden su propia historia. El autor de Operación Masacre escribía impactado por las barricadas del Cordobazo. Sus dedos se movían al ritmo de los combates que cruzaban el centro cordobés. La historia, haciéndose en las calles, encontraba lugar en las páginas de CGT, semanario de la CGT de los Argentinos, la central sindical que -combativa en los discursos, impotente en las palabras- terminó como alfil en la mesa de negociaciones entre Perón y Vandor.
Los grandes acontecimientos sociales y políticos marcan la historia, le permiten desplegarse. De la riqueza de esos hechos se nutre, también, el periodismo. El poder de las rebeliones populares para impactar la agenda pública no caduca en tiempo de algoritmos. Lo vimos, hace apenas semanas, en esa Francia insubordinada contra Macron y su reforma previsional. Portales de internet, redes sociales y medios escritos se obligaron a graficar esa enorme potencia rebelde. Révolution Permanente -grupo de nuestras compañeras y compañeros en ese país- reseñó metódicamente esa multiplicidad de combates, tanto en su sitio digital como en Twitter e Instagram.
Un periodismo revolucionario se debe a la lucha de clases. Se debe, esencialmente, a la construcción de un relato político-ideológico que exprese los intereses de las mayorías trabajadoras y explotadas. Que le dé voz a los movimientos de lucha que desafían al decadente capitalismo con su secuela de destrucción ambiental. A las peleas de las mujeres y las disidencias sexuales contra un sistema anclado en la opresión más obscena.
Eso implica un constante combate por acercarse a la verdad; por dejar atrás las apariencias; por develar las verdaderas condiciones económicas y sociales sobre las que se afirma la sociedad. Es necesario dejar de confundir lo real con la verdad, como escribió Andrés Rivera en esa maravillosa novela titulada La revolución es un sueño eterno.
A riesgo de simplificar un poco, ejemplifiquemos. Cosechando bronca, el reciente documental que muestra la vida y las condiciones laborales de los obreros y obreras del limón en Tucumán, funciona como testimonio de la barbarie capitalista. Detrás del “éxito comercial” están el sudor, las lágrimas y la sangre de miles de familias obreras. Detrás del discurso peronista sobre la “creación de trabajo” se esconde la precariedad laboral extendida.
Es, al mismo tiempo, herramienta de organización de la propia clase trabajadora. Alegato en defensa del derecho al tiempo libre; a condiciones de trabajo que garanticen una vida digna; relato de un proceso de lucha que intenta recuperar el tiempo que las patronales se roban en el proceso productivo.
Un periodismo revolucionario debe nutrirse de esa aspiración permanente a recuperar aquello que el poder económico y político arrebatan a diario a millones. Debe encontrar su inspiración en la lucha constante de explotados y oprimidos por superar la vida miserable que el capitalismo les impone. Su labor es profundamente política; es acusación y perspectiva de superación. No es -y no puede ser- la denuncia resignada.
Enfrentar la superficialidad
Las redes sociales son terreno ineludible de ese combate revolucionario por la verdad. Renunciar a la militancia política -activa y colectiva- en los sinuosos territorios de Instagram, Twitter, Tik Tok o Facebook, equivale a arriar banderas en la lucha permanente contra los sentidos comunes que imponen las diversas fracciones de la clase dominante.
Se trata, en primer lugar, de articular aquello que aparece fraccionado. De encontrar, detrás del detalle o la anécdota, la totalidad social y política. De reunir las partes de un todo que la misma dinámica de las redes fragmenta. No existen recetas para ese difícil ejercicio. La única, posiblemente, sea la perseverancia.
La Izquierda Diario decidió dar ese combate desde su nacimiento, en septiembre de 2014. Trabajando con seriedad y sistematicidad, lo sostuvo y amplificó durante años. Hoy cuenta con 266.000 seguidores en Facebook; 100.000 en Instagram, 100.000 en YouTube; casi 90.000 en Twitter, y casi 40.000 en Tik Tok, red donde registramos un crecimiento notable, que supera el 615% en los últimos 9 meses.
Sin embargo, cada vez resulta más evidente que las redes sociales implican un combate colectivo. Requieren la actividad consciente y permanente de miles de compañeras y compañeros, que militen por masificar las ideas socialistas y revolucionarias. Demanda batallones de combatientes dispuestos a enfrentar la decadencia que encarnan los trolls a sueldo de la derecha libertaria y de las grandes fuerzas políticas patronales, como el peronismo y el macrismo.
La Izquierda Diario como herramienta colectiva
El combate revolucionario por la verdad es inseparable de dar voz a las y los explotados; de hacerles partícipes activos de la construcción de una herramienta informativa. Esa es la práctica que impulsa La Izquierda Diario. Ancla en una tradición que recorre la historia de la izquierda obrera, socialista y revolucionaria desde sus orígenes.
No es casualidad. Se trata de aportar a un proceso consciente de organización por parte de la clase trabajadora y los sectores oprimidos. De aportar al despliegue de una nueva subjetividad, que se oriente a la transformación revolucionaria del orden existente.
Parte esencial de esa construcción son los miles de corresponsales que La Izquierda Diario tiene en todo el país; que le dan voz a múltiples luchas que recorren el territorio; que hacen públicas las brutalidades más terribles a las que empuja el decadente capitalismo argentino.
Esos compañeros y compañeros son, en muchos casos, militantes o simpatizantes del PTS. Pero, en muchísimas otras ocasiones, son trabajadores y trabajadoras que hacen oír sus demandas a través de La Izquierda Diario. Que encuentran aquí un canal para difundir sus reclamos, pero, también, para sumar apoyos a las peleas que llevan adelante. LID es una herramienta construida colectivamente, alimentada cotidianamente por miles de voces, manos e ideas.
Un arma político-ideológica para batallar por la independencia de clase
Hace ocho años, cuando lanzamos La Izquierda Diario, nos propusimos la urgente tarea de amplificar el alcance de las ideas políticas del PTS-Frente de Izquierda. Apostamos a crear un vínculo cotidiano con cientos de miles de personas que adhieren o simpatizan con las ideas socialistas o apoyan las diversas luchas que acontecen.
LID busca aportar al desarrollo de una nueva conciencia política entre la clase trabajadora, los explotados y los oprimidos. Trabaja, tiempo completo, para forjar una nueva perspectiva, independiente de las diversas variantes políticas patronales. Que canalice la experiencia política que millones hacen con el peronismo del ajuste y la resignación que encarna el Frente de Todos. Que eluda los engaños de una oposición patronal que -bancada por los grandes medios y el Poder Judicial- reclama urgente mayores ajustes. Que rechace el discurso demagógico de la derecha rabiosa que encarna Milei.
Esa apuesta estratégica es la que guía, de conjunto, la actividad del PTS-Frente de Izquierda. En esa labor cumplen un papel fundamental sus principales referentes y dirigentes, voceras y voceros activos de esa pelea. Precisamente por eso Myriam Bregman, Nicolás del Caño, Alejandro Vilca, Raúl Godoy, Alejandrina Barry, Claudio Dellecarbonara, Andrea D’Atri o Christian Castillo -haciendo una injusta y reducida lista- ocupan lugar destacado en La Izquierda Diario.
Esa pelea por una nueva conciencia es, necesariamente, ideológica. Requiere ofrecer una visión del mundo; plantear un horizonte de transformaciones profundas que permita abrir la perspectiva de un nuevo futuro para millones; desentrañar la realidad que transita detrás de los múltiples discursos que llaman a la resignación. A esa pelea se lanzan cada domingo Ideas de Izquierda y Armas de la Crítica.
La pelea estratégica de un periodismo desde abajo
El futuro se presenta cargado de incertidumbre para las grandes mayorías trabajadoras. Las distintas coaliciones políticas patronales ofrecen, con variantes un programa de ajuste. Meses antes de las elecciones, sin avergonzarse, anuncian que lo que viene será peor.
Las grandes empresas periodísticas trabajan sobre la misma agenda. En la cúpula del poder mediático se asumen como propios los discursos que alimentan la resignación y el mal menor. Evidenciando esa orientación, diarios, portales y noticieros ofrecen “soluciones” para soportar la crisis. Alientan, al mismo tiempo, las candidaturas de las fuerzas que prometen más pobreza a pedido del FMI.
Frente a ese dramático escenario es necesario fortalecer una perspectiva política que aliente una salida desde la clase trabajadora. Que proponga un programa de transformaciones profundas que eviten que, una vez más, la crisis golpee al pueblo trabajador.
La Izquierda Diario es una herramienta para esa tarea estratégica. Un medio construido para hacer un periodismo revolucionario. Un periodismo que, al darle voz a los explotados y oprimidos, aporte a su organización consciente, democrática e independiente en el camino de transformar de raíz esta decadente sociedad.
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Eduardo Castilla
Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.