Utilizando una nota originalmente publicada en un diario estadounidense, intenta ocultar el profundo descontento social en Francia y reducir las protestas a un rechazo global a pagar por las energías limpias.

Diego Sacchi @sac_diego
Jueves 6 de diciembre de 2018 16:37
¿Cómo explicar que durante más de tres semanas las manifestaciones de los “chalecos amarillos”, que han puesto en vilo al gobierno de Emannuel Macron, no se tratan de la expresión del descontento con las medidas de austeridad y las reformas impuestas por el gobierno francés?.
El diario La Nación encontró la solución. Luego de semanas de protestas, que incluyeron las imágenes que recorrieron el mundo del centro de París tomado por barricadas, La Nación aprovecha un artículo, publicado originalmente en el Washington Post, para analizar la crisis francesa y reducirla a “un síntoma del rechazo global a pagar por las energías limpias”. Una verdadera “fake news” para ocultar el fondo de la cuestión.
La “tasa ecológica”, el eufemismo usado por el gobierno francés para justificar el aumento al gasoil, fue tan solo la gota que rebalso el vaso y despertó el movimiento de los “chalecos amarillos” formado mayoritariamente por la clase obrera blanca que se pauperizó producto de la desindustrialización relativa de Francia desde 1980, también por emprendedores, de profesiones independientes así como en menor medida pequeños patrones, es decir, los sectores que forman una clase media empobrecida.
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Para confirmar que no se trata de ninguna medida ecológica, sino de poner impuesto a los sectores más pauperizados mientras que se le da beneficios a las empresas (incluidas las petroleras) alcanza con el ejemplo de que la petrolera Total obtiene 9 mil millones de euros de ganancia neta y no paga el impuesto a las sociedades.
Suena ridículo pero La Nación busca instalar la idea de que las protestas se tratarían simplemente de ciudadanos a los que poco les interesa el planeta y que han sido manipulados por los discursos de sectores contrarios al “Acuerdo de París” y emparentados con la ultraderecha. “La política climática no solo genera entusiasmo. También excita la ira de los movimientos populistas de derecha” dice el artículo en uno de sus párrafos. Pero debemos decirle a las editores del diario argentino, que más allá de la utilización que hizo el presidente estadounidense de las protestas para reivindicar su oposición al acuerdo sobre el cambió climático, nadie incendia el centro de París simplemente para poder quemar más dióxido de carbono.
La nota no profundiza sobre la cuestión climática, un problema al que no le dan respuesta profunda ni los gobiernos que apoyan el acuerdo de París, y mucho menos los que se oponen, cuidadosos en no tomar medidas que perjudiquen la ganancia de las grandes empresas capitalistas. Simplemente y sin explicar demasiado reduce la explosión social francesa a una cuestión en que los “intentos para fijar precios a la emisión de carbono se topan con una feroz oposición”.
Lejos de esa explicación simplista e intencionada, la crisis es mucho más profunda. Como dijo uno de los manifestantes a la cadena BFM TV: al ser consultado por el motivo de las protestas:“Esto es lo que pasa cuando el pueblo tiene hambre”. Algo que explica porqué, luego de que Macron retrocediera de la aplicación del impuesto al gasoil, la respuesta de los “chalecos amarillos” fuera “Los franceses no quieren las migajas que les dé el gobierno. Quieren la baguette” en alusión a que continuarían sus movilizaciones por un conjunto de demandas que incluyen, entre otras, el aumento del salario mínimo y que se vuelva a aplicar el impuesto sobre la fortuna, que fue derogado por Macron para beneficiar a las grandes fortunas.
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Las medidas de austeridad y las reformas impuestas por el gobierno, como la reforma laboral, hicieron creer al gobierno francés que su avance sobre los derechos sociales, con el consecuente empeoramiento en las condiciones de vida de millones, era imparable. Mientras Macron se intuía fortalecido por cada avance de sus reformas, contrariamente se iba gestando una perdida de legitimidad y descontento que explotó en el sector donde la representación política de los partidos y las organizaciones tradicionales era más débil.
Resulta difícil de creer que a los editores de La Nación se les pase esa realidad social francesa. La utilización de un articulo que emparenta las manifestaciones de los “chalecos amarillos” con el discurso de gobiernos y sectores que se oponen al acuerdo sobre el cambio climático de París, no es simple casualidad. Funciona como una verdadera “fake news” que camufla la situación.
De esta manera la crisis francesa se reduciría solo a los “impuestos sobre el clima”, dejando fuera de los motivos del descontento social al conjunto de los ataques que viene llevando adelante Macron. Siendo solo ese el error, pueden respirar tranquilos y mantener su apoyo a las medidas de ajuste tomadas por el gobierno de Mauricio Macri muy similares a las impuestas por el gobierno francés.
Mientras Macri reivindica como un modelo a seguir la reforma laboral de Macron, algo que no se le ocurre hacer a cualquiera que prende la televisión y ve lo que está pasando en Francia. No es casual tantas coincidencias entre Macron y Macri. De hecho cada uno en su país, como les recordó una cronista francesas durante la cumbre del G20, son vistos como los presidentes que “gobiernan para los ricos”.
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Si el presidente argentino no vive la misma situación que actualmente le toca al francés se debe, no como intenta hacer pasar La Nación con su “fake news” de que Macron erró al imponer el impuesto “ecológico”, sino al rol del peronismo en sus distintas variantes, y a la burocracia sindical, que han actuado como “dadores de gobernabilidad” y “apaciguadores” del descontento social bajo el lema de “hay 2019”.
Pero el retroceso del gobierno francés en su tarifazo muestra el valor de la movilización masiva y la lucha en las calles para hacer retroceder las medidas de ajuste. Eso vale para Francia y para Argentina.

Diego Sacchi
Nacido en Buenos Aires en 1977, militante del Partido de Trabajadores Socialistas desde 1994. Periodista, editor en la sección Internacional de La Izquierda Diario y columnista de temas internacionales en el programa de radio El Círculo Rojo.