En segunda vuelta el oficialismo ofrece el cielo y la tierra. Hablan de sus grandes conquistas. Olvidan y esconden que no es tan así como lo pintan. Y que se han dedicado a debilitar a los movimientos que venían expresándose en la calle.

Dauno Tótoro Santiago
Viernes 8 de diciembre de 2017

Sebastián Piñera y Alejandro Guillier están nerviosos. Uno un poco más desesperado que otro, pero ambos tienen temor de lo que ocurrirá en la próxima votación del día 17 de diciembre. Por eso aplican todo tipo de maniobras, diálogos, “movidas” y señales para sumar algún voto por aquí y otro por allá.
Piñera se da mil vueltas de carnero y ahora dice que está a favor de la gratuidad de Bachelet. Que le convence la idea de una AFP estatal, que hablar de fraude fue una exageración. Y junto a esto, deja de voceros a sus tres principales competidores al interior de la derecha: Manuel José Ossandón, Felipe Kast y José Antonio Kast.
Por su parte, Guillier habla de “terminar con el monopolio de las AFP”, de condonar la deuda del CAE al 40% “más vulnerable” (aunque su propio encargado programático en parte lo desmiente, así que nunca se sabe), e incluso burda y ridículamente cita al Che Guevara en uno de sus discursos.
De conjunto, la Nueva Mayoría busca instalarse como la “alternativa” a la derecha, que sabemos que es retrógrada, golpista, homofóbica, pinochetista, casi medieval.
Y con el discurso del “mal menor”, ese chantaje que ha utilizado la Concertación desde el fin de la dictadura, fueron cayendo las principales figuras del Frente Amplio que salieron públicamente a votar por Guillier, como Beatriz Sánchez, Sebastián Depolo y Miguel Crispi de Revolución Democrática, Carla Amtmann de Nueva Democracia, o el mismo Jorge Sharp de Movimiento Autonomista.
Pero no hay que caer en el chantaje de la Nueva Mayoría. Ese conglomerado no es una alternativa verdadera a la derecha.
Y esto tiene importantes fundamentos. Primero que todo, porque son una coalición que se ha dedicado a gobernar para los grandes empresarios del país, y todas sus reformas han sido o mojigatas, reducidas, menores, temerosas, o derechamente han profundizado el neoliberalismo.
Ejemplos hay varios: la reforma a la educación superior profundiza el mercado y el financiamiento estatal a los privados, la “desmunicipalización” mantiene la competencia por el subsidio estatal, la reforma laboral debilita a los sindicatos y suma y sigue.
Eso no es todo. En los problemas estructurales que aquejan al país, han respondido con una fórmula similar a la derecha. ¿Quiénes respondieron con represión a la lucha de los trabajadores del cobre por el acuerdo Marco, llegando a asesinar a Nelson Quichillao en El Salvador? La Nueva Mayoría. ¿Quiénes mantuvieron una línea represiva contra el pueblo mapuche, allanando comunidades, colegios, persiguiendo e hiriendo comuneros? Correcto, los mismos, la Nueva Mayoría.
Pero más de fondo. ¿Qué buscó el gobierno de Bachelet, más profundamente? Debilitar y sacar a los movimientos de las calles, y particularmente al movimiento estudiantil. Esa era su tarea, y ese es uno de sus principales triunfos.
Con concesiones menores, trastocando las demandas y manteniendo una política represiva, la Nueva Mayoría debilitó al movimiento estudiantil, y con la colaboración de una dirección de la CONFECH timorata que prefirió negociar más que fortalecer la lucha, sacó a los estudiantes de las calles.
Las huelgas han descendido drásticamente luego de la reforma laboral. Los sindicatos han sido maniatados por la nueva legislación que mantiene intacto el Código Laboral de Pinochet.
Y serían muy sinvergüenzas los dirigentes de la Nueva Mayoría si dicen que no hay movimientos en las calles porque hay “mejoras sustanciales”. Eso no es más que una farsa. En lo laboral, el salario mínimo no alcanza para el fin de mes, los sindicatos están debilitados, la jubilación del 90% de los adultos mayores es menor a 151 mil pesos mensuales. En los derechos de las mujeres, el aborto tres causales, si bien fue un triunfo, representa sólo al 3% de los casos. Es decir, continúan los abortos clandestinos de a miles. Y no sólo eso, los femicidios han aumentado considerablemente en comparación al año pasado. En el plano educativo, la educación pública ha salido debilitada con las reformas de Bachelet y la gratuidad ahora es una beca que se puede perder si se alargan en sus carreras los estudiantes, cuando lo que se exigía era educación gratuita universal.
Algunos dicen que hay que votar por Guillier porque es “menos malo” que Sebastián Piñera. Que puede continuar una línea de cambios, aunque moderados, cambios al fin y al cabo.
Ese es directamente un chantaje. Las mínimas concesiones que entregó la Nueva Mayoría fueron producto de la movilización en las calles de estudiantes, mujeres y trabajadores. Y su objetivo final fue debilitar justamente a esos propios movimientos. Ese fue el costo.
Desde una perspectiva anticapitalista, nos planteamos claramente en pos de ser un factor para movilizar esa fuerza social que todavía despierta y se hace presente claramente: la clase trabajadora organizada, movilizada y dispuesta a hacerle frente a los grandes empresarios. Sin esa gran fuerza desplegada, en común con la juventud y las mujeres, es impensable que conquistemos nuestras demandas.
Esto será producto de confiar en nuestras propias fuerzas. Evidentemente para enfrentar a la derecha y definitivamente sin confiar en los engaños y “cantos de sirena” de un sector que ha administrado históricamente un modelo que va contra una gran mayoría trabajadora y en beneficio de unos pocos.

Dauno Tótoro
Dirigente del Partido de Trabajadores Revolucionarios (Chile), y ex candidato a diputado por el Distrito 10.