En primera persona, la docente y dirigente del PTS-FIT relata cómo debió defender a un grupo de alumnos amenazados por uniformados en la esquina de la escuela por estar... rapeando.
Lunes 9 de mayo de 2016 16:05
Foto de archivo: La Arena
El viernes 6, a las siete y media de la tarde, un grupo de alumnos de la Escuela Normal de la que la soy directora fue interceptado por dos mujeres policías que le pidieron los datos.
Los niños de 12, 13 y 14 años, estaban sentados en la salida de la biblioteca de la escuela, haciendo una actividad que siempre, todos los viernes, después de la escuela, hacen: estaban rapeando.
En ese momento intercedí, con mucha indignación, para que estas policías no les tomaran los datos a los menores y se retiraran del lugar, porque no estaban haciendo nada, porque son alumnos de la escuela y porque desde principio de año conozco y avalo esta actividad que hacen.
Se juntan, inventan rap, rapean, hacen “duelos” entre ellos. Son muy creativos. Tal es así que unas de sus letras fueron las que representaron para el acto del último 24 de Marzo.
Este acto, de pedirle la identificación a los menores, se enmarca en la política represiva y criminalizante que viene llevando adelante el ministro de Seguridad de la provincia, Juan Carlos Tierno.
En 2008 a Tierno una movilización popular lo echó de la Municipalidad de Santa Rosa, luego de 87 días en los que las marchas contra su gestión fueron una constante, todos los viernes. De esos sucesos le quedó una condena por mal cumplimiento de funcionario público, que nunca quedó firme.
El actual gobernador de la provincia, Carlos Verna, lo puso en actividad para que haga lo que mejor hace: reprimir la protesta social, criminalizar a los jóvenes y a la pobreza.
Hace poco la periodista Cintia Alcaraz fue privada de su libertad cuando trató de impedir que la policía llevara presas a unas mujeres y a sus hijos menores al ser, presumiblemente, autoras de un robo.
Otra docente, Magalí Gutiérrez, impidió que dos policías siguieran amedrentando a dos niñas por estar rayando un banco en el anfiteatro de la Casa de Gobierno. Sabemos que hay más hechos, sobre todo en los barrios humildes, que no se denuncian.
Un gran debate se instaló en la sociedad. Por un lado, muchas voces se alzaron desde Facebook en apoyo a mi actitud de salir a defender a los menores, ante el atropello policial. Otros, sin embargo, prefieren sumarse a la política represiva contra los jóvenes, contra niños y niñas, intentando hipótesis que nos recuerdan al “algo habrán hecho” de la dictadura.
Como docente que hace 28 años trabajo en distintas escuelas primarias, secundarias y terciarias de la ciudad, me quedo con un “Gracias, profe” de uno de esos chicos que sintió mucho alivio cuando la policía se retiró del lugar.