En Argentina las hortalizas las siembran, cosechan y las venden casi en su totalidad los inmigrantes bolivianos que viven en las periferias de las grandes ciudades.
Jueves 18 de agosto de 2016 13:33
Desde fines de la década de los ´70 una porción importante de los inmigrantes bolivianos se radicó en las grandes ciudades de Argentina, en los barrios de la periferia, como trabajadores agrícolas produciendo hortalizas y también flores.
En el caso del llamado “cinturón hortícola” de La Plata, el más grande del país con 6000 hectáreas, los primeros inmigrantes fueron asalariados contratados por los viejos agricultores italianos y otros directamente arrendaron tierras. Así un tipo nuevo de “agricultura familiar” empezó a crecer en los grandes centros urbanos. En la actualidad 5000 personas están produciendo fundamentalmente hortalizas en fresco: tomates, remolachas, verduras de hoja, morrones, alcauciles, puerros, berenjenas.
Desde la ruta 2 o la ruta 36 que va hacia la costa, se puede ver la interminable seguidilla de invernáculos de nylon, entre calles de tierra y casillas de madera sin piso, que se mimetizan con pilas de cajones de mercadería cosechada, que espera en la puerta de la chacra a los camiones que la llevarán al mercado.
Un productor familiar se quejaba el mes pasado por que le pagaron la “jaula” de lechuga (de casi 10 kg) a $15 y en el mercado regional el precio se elevó a $15 por kilo, y no le alcanzaba para pagar el alquiler, los aumentos de gas y luz, los plantines y los rollos de nylon que se duplicaron en precio.
Desde el otoño y lo que va del invierno no solo se mantuvo el frío intenso, sino también la cantidad de lluvia y barro. La vida en las chacras se ha hecho más complicada y difícil, para caminar el surco y para que los niños que van a la escuela. Con pocas maquinarias y mucho trabajo familiar, sin sábados ni domingos, los trabajadores bolivianos siguen produciendo los alimentos que diariamente componen nuestras ensaladas, tartas, y dietas “saludables”.
Algunos importantes trabajos académicos de la universidad dicen acertadamente que la horticultura en Argentina desde los años ´90 se “bolivianizó”. Y podemos agregar que también la vida de algunos barrios, escuelas y territorios.
Cotidianamente el esfuerzo y sudor de estos trabajadores y sus familias producen casi todas las hortalizas del país, en condiciones de vida extremadamente precaria.
Silenciosos, casi siempre pasan inadvertidos para la mayoría de la sociedad, inclusive para el sindicato de trabajadores rurales del burócrata Momo Venegas que nunca los defendió por no considerarlos como tales. Padecen la actitud discriminatoria de los que quieren expulsarlos del país. El año pasado el ex Secretario de Seguridad K, Sergio Berni, armó una cruzada criminalizando a los extranjeros. Por estos días el hipermercado NINI despidió a un trabajador peruano, Arturo, con incriminaciones xenófobas, después de haberle generado una hernia de disco.
Lo cierto es que los inmigrantes bolivianos, peruanos y paraguayos, “prisioneros” de las malas condiciones de vida como el resto de los trabajadores precarizados del país, han venido para quedarse. Y se han ganado un lugar en nuestra vida cotidiana, manteniendo su identidad y su cultura, pero principalmente como trabajadores que producen, las hortalizas con las que nos alimentamos diariamente los trabajadores, estudiantes, jubilados, que vivimos en las grandes ciudades e inclusive los dirigentes y empresarios que los miran con desprecio.