El padre, la madre y le hermano del estudiante de psicología baleado en un centro cultural por un agente de la Policía Local de La Plata, relata cómo viven estas horas en las que el joven lucha por su recuperación.
Daniel Satur @saturnetroc
Lucas Passa @LucasPascuale
Sábado 5 de septiembre de 2015
Hace una semana que el padre, la madre, el hermano, la novia y los amigos de Rafael Cobo pasan las horas en los pasillos del Hospital San Martín de La Plata. Entre todos se turnan para acompañar en la sala de terapia intensiva al estudiante de psicología, nacido en Tandil, que espera curarse de las heridas que le dejó la bala disparada por el agente de la Policía Local Julián Cabañas, el sábado a la madrugada en un centro cultural del centro platense.
“Todo pasó adentro del local En eso estamos. El arma tenía diez balas pero a los cinco tiros se le trabó. A quienes estaban ahí les costó un montón contener al policía. Sabemos que venía de otro boliche que está en la misma cuadra y que había discutido con la mujer, que también es policía”, relata Mariano, el hermano de Rafael que esa noche fue con él y unos amigos al centro cultural de la calle 8 entre 41 y 42.
De casualidad Mariano no estuvo en el momento de la balacera. Se había ido un rato más temprano que el resto. Cuando eran casi las 6 de la mañana lo llamó Sebastián, el amigo que se había quedado con Rafael, y le dijo que su hermano se había accidentado. “Salté de la cama y le dije al chico con vive conmigo que me acompañe al hospital. En ese viaje pensé de todo, cualquier cosa, desde que se agarró a trompadas hasta que lo atropelló un auto. Cuando llego veo a todos los que habíamos salido sentados y llorando. Ahí viene Seba y me dice que a Rafa le habían pegado un tiro”, recuerda.
Después vendrían horas de tensión y expectativa por los resultados de las operaciones necesarias para salvar la vida de Rafael.
“El primer parte médico decía que le habían contenido la herida, que tenía un orificio de entrada y uno de salida, que no se sabía cuál había sido la dirección del tiro pero que le había afectado el pulmón, el hígado y el diafragma”, relata Mariano. Pero hubo un segundo parte a las pocas horas donde la cosa se complicó. El hermano de Rafael debío firmar el consentimiento legal ya que “había que operarlo debido a que no se pudo contener más la herida, le había bajado la presión y aumentado el ritmo cardíaco. Y según una tomografía se estaba empezando a llenar de líquido la panza, posiblemente fuera sangre. Era una operación muy compleja, había riesgo de vida”.
Finalmente la operación salió bien, los órganos respondieron satisfactoriamente y todo se empezaba a normalizar. “Ahora estamos esperando que todo evolucione bien, ya que hay que ver si no sangra más, que ningún otro órgano esté afectado y que no haya infecciones graves. O sea que fuera de peligro todavía no está, pero sí es alentador el panorama para lo grave que fue la herida de arma de fuego. Acá los médicos se están portando bárbaro, pero hasta que no nos digan que está fuera de peligro no nos vamos a quedar tranquilos”, afirma.
El viaje más largo
María Rosa y Ramiro, los padres de Rafael, amanecieron ese sábado sin mayores sobresaltos. La mañana fresca de Tandil pronosticaba un fin de semana tranquilo. Pero a eso de las 9 a Ramiro le sonó el celular. “Estaba por salir a trabajar. Me llamaban desde el teléfono de Mariano pero no era él sino un amigo de los chicos, por eso lo primero que pregunto es ’¿qué pasó?’. Me dicen que Rafa había tenido un accidente, que le habían pegado un tiro pero que estaba estable y fuera de peligro”.
El padre de Rafael recuerda que inmediatamente con su señora y una cuñada se pusieron en marcha para La Plata. “Fueron las cuatro horas más largas de mi vida”, comenta Ramiro, “donde se nos cruzó de todo por la cabeza, mucha angustia. Cuando llegamos al hospital y nos dieron el parte completo nos desarmamos y sólo pudimos decirle a los médicos que dejábamos todo en sus manos”.
Desde entonces y hasta que le den el alta a Rafael la familia pasa largas horas en los pasillos del Hospital San Martín. Se turnan para acompañar al herido y ya comparten charlas y comentarios con médicos y enfermeras.
Sin ambulancia
Rafael estudia psicología. Hace algunos años llegó desde Tandil a La Plata en busca de una profesión. Su hermano hizo lo propio y a principios de este año se recibió de periodista. Pero desde hace una semana los hermanos comparten bastante más que el apellido, la historia familiar y la experiencia del éxodo académico. Los disparos desquiciados del oficial Cabañas dejaron una marca que ninguno en la familia va a poder olvidar.
A los pocos minutos de que el joven cayera herido dentro del centro cultural, llegaron al lugar otros efectivos de la Policía Local y de la Bonaerense. Mientras detenían a Julián Cabañas y a su pareja Graciela Bonela (también oficial de la fuerza) otros uniformados le explicaban a los presentes que lo mejor sería trasladar a Rafael al hospital en el patrullero, ya que si se esperaba a una ambulancia posiblemente el muchacho terminaría desangrado.
“Había solamente dos ambulancias en toda la ciudad y una tercera para atender urgencias en la periferia de La Plata. Así que tiraron abajo una puerta del lugar, la usaron como camilla y cargaron a Rafa a un patrullero”, comenta Mariano, quien a poco de ingresar su hermano al hospital pudo verlo. “Estaba con la mascarilla y me pudo hablar un poco, pero me dijo que no había hecho nada, que no entendía por qué a él le había pasado eso y que nada más quería ’que se haga justicia’”, recuerda.
Rafael y Mariano Cobo
Culpables
Hoy los padres de Rafael reciben constantemente llamados de funcionarios del municipio que se muestran preocupados por la salud de su hijo. María Rosa confirma que “se acercó varias veces el secretario de Seguridad Guillermo Escudero y continuamente están llamando preguntando. También nos llamaron de la intendencia, de parte de Bruera. Y varias veces vino Silvia Fontana, de Asistencia a la Víctima.”
A su vez Ramiro se reunión con la fiscal que lleva la causa, Betina Lacki. “Me planteó que la carátula del hecho es ’tentativa de homicidio doblemente agravada’ por tratarse de un policía, a la que le corresponde una pena de 15 a 20 años de prisión y que no es excarcelable. También dijo que en estas horas se iban a hacer todos los peritajes en el lugar, que estuvo cerrado desde el momento del hecho. Y nos pidió que sumáramos a la mayor cantidad de testigos posibles. Así que creemos que la parte penal estaría más o menos encaminada”, detalla esperanzado.
Pero saben que los gestos y la palabra oficial no alcanzan frente a la brutalidad de los hechos. “Hoy nuestra prioridad es la salud de Rafael, que se cure”, dice Ramiro, pero “cuando él esté bien hablaremos de la otra parte, que de mi parte y como lo conozco a Rafael, seguramente vamos a hacer todo lo que haga falta para ir desde la cabeza hacia abajo. Es inentendible que una persona que está en una institución que supuestamente ’nos cuida’ esté con un arma en una confitería”.
¿“Al cuidado de los vecinos”?
La Policía Local es la flamante institución represiva que pergeñó el año pasado el gobernador bonarense Daniel Scioli junto a su ministro Alejandro Granados buscando responder al reclamo de “seguridad” provenientes de sectores medios y de varios medios masivos de comunicación. Hasta el momento en toda la provincia hay unos 18 mil efectivos. En La Plata son poco más de 700 y la secretaría de Seguridad local ya convocó a un nuevo reclutamiento.
En marzo de este año, cuando egresaba y salía a la calle la primera promoción de uniformados, Guillermo Escudero habló de la “esencia” de la Policía Local. El secretario de Seguridad se esforzó en remarcar que “para ser parte de esta fuerza hay una serie de requisitos y evaluaciones médicas y psicológicas basadas en protocolos muy estrictos. Quienes están en condiciones empiezan un proceso de formación y al cabo de haber completado los contenidos del plan de estudio comienzan a recorrer la ciudad”. Yendo un poco más lejos en la argumentación, Escudero remarcó que el intendente Pablo Bruera y su equipo pretenden “que esta policía esté al cuidado de los vecinos. Y hay una palabra con la que intentamos sellar a cada uno de nuestros efectivos: queremos una policía con actitud.”
Después de los hechos del sábado a la madrugada, nadie puede negar que a Julián Cabañas, uno de esos 700 miembros de la Policía Local, “actitud” es lo que le sobra.
Ramiro Cobo dice que “acá no es cuestión de poner mil, dos mil, cinco mil policías y creer que así se soluciona la ’inseguridad’. Podés poner cien mil policías pero vas a terminar teniendo un caso de éstos cada tres o cuatro días”. Desde el pasillo del Hospital San Martín, donde espera que se recupere su hijo, el periodista tandilense afirma que “desde el sábado nos cambió la vida a todos. Es mucho dolor que no se lo deseo a nadie. Acá tiene que pagar quien ejecutó el disparo pero también quien puso a esta persona a ’trabajar para cuidarnos’”.
“Uno por ahí no toma conciencia hasta que le pasa”, agrega Mariano, “y no queremos que esto le pase a nadie más. Ver a tu hermano así es desgastante e idignante. Hay que pedir justicia para que esto no siga pasando. Una de las primeras cosas que escribió Rafael después de ser operado es ’quiero que haya justicia, que esto no pase más’. Ahora esperamos que él se mejore.”
Daniel Satur
Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS) | IG @saturdaniel X @saturnetroc