La televisión sigue acompañando la vida de los argentinos a pesar del avance de los dispositivos móviles.
Jueves 7 de diciembre de 2017
Imágen: escena de "The Wall" de Alan Parker-Gerald Scarfe, 1982
Cada vez menos protagonista del ambiente doméstico, donde cedió el trono a dispositivos móviles, la televisión sigue sin embargo acompañando durante muchas horas al día la vida de los argentinos. No sólo de los mayores, que son quienes más atención le prestan y quienes la prefieren a la hora de entretenerse e informarse (en ese orden), también de las generaciones más jóvenes, mal llamadas “nativas digitales”. Además, y pese a la queja de los empresarios televisivos, el negocio es próspero: según publicó la Revista Apertura, en los últimos cuatro años los ingresos de la tv abierta crecieron un 42%, pasando de 1497 millones de dólares a US$ 2123 millones. No es poco para un medio al que muchos daban por extinguido a fines de la segunda década del siglo XXI.
Por supuesto, lejos quedó el encendido y la absorción de la atención de los hogares que se mantuvo en picos de programas con 50 o hasta 60 puntos de rating hasta la década de 1990. La posterior masificación de la televisión de pago y la segmentación de esas audiencias y, más tarde, de Internet y de los dispositivos móviles, con su secuela de nuevas plataformas de video (YouTube) o de acceso a demanda y streaming (Netflix, HBOGo) destronaron a la tv abierta y limitaron su capacidad de realización de superproducciones y estelares. Este proceso es aludido por la literatura especializada como “pantallización” de los entornos, que ya no son sólo los del espacio doméstico sino que dispersaron a todos los ámbitos de la vida (espacio público y transportes, laboral, escolar).
Una reciente investigación de MESO dirigida por Pablo Boczkowski y Eugenia Mitchelstein con jóvenes del Área Metropolitana de Buenos Aires confirma la tendencia incluso en las nuevas generaciones de mantener la tv encendida como parte del ambiente mientras concentran más su atención en otras pantallas (crecientemente smartphones). El estudio revela diferencias por rango etario y niveles socioeconómico y de formación, fundamentalmente. Mientras que los menores de 30 años consume música (a través del móvil) como una de sus preferencias, los mayores de 60 años usan más intensivamente la tv y la radio.
Música, series, deportes en vivo, videos cortos de entretenimiento, tutoriales. El interés por contenidos audiovisuales es tal que en otros países, con economías más consolidadas y mayor nivel adquisitivo per cápita, las telefónicas disputan el segmento de la tv paga que es el que registra mayor dinamismo y crecimiento (sobre todo con paquetes que incluyen servicios a demanda y por streaming), por encima de la relativa estabilidad de la telefonía móvil que, si bien sigue siendo por masividad y rentabilidad la crema del negocio, opera sobre un mercado saturado y relativamente estancado.
Las emisoras de tv abierta y generalista hasta ahora reaccionan en la Argentina con repertorio amplio, inmediatista y descoordinado de respuestas: por un lado deben sostener su ecuación de costos y eso las conduce a comprar ficción extranjera, que les reditúa a la vez que les baja drásticamente los costos económicos de producción; por otro lado ensayan producciones en nuevos formatos y experiencias de interés como “Un gallo para Esculapio” o “El Maestro”; además intentan potenciar el vivo de programas de entretenimiento, competencias y concursos. También se registra una mayor dramatización del segmento de noticias. Pero el esquema de exhibición doblemente arancelada del fútbol (hay que tener abono a la tv paga y además pagar aparte por esos contenidos vendidos como premium), la constante segmentación de audiencias que por ejemplo provocó ya hace años la migración del público infantil a canales de la tv paga, y la baja general del encendido son malas noticias para la tv abierta.
Sin embargo, los contenidos de la tv son los que animan los debates en Twitter o Facebook y el trillado “furor en las redes sociales”, lo que a su vez obliga a revisar el rating clásico como el indicador de la influencia de la tv, ya que su reproducción en las plataformas digitales potencia su importancia aunque el encendido general disminuya.
Mientras resuelven las amenazas de un entorno velozmente cambiante, los responsables de gestionar la tv en la transición de los consumos culturales ensayan con la tranquilidad de que sus ingresos, si bien podrían ser mejores sin tanta competencia, siguen siendo sólidos y sus contenidos mueven el interés de todas las generaciones, sin excepción.
*Artículo publicado en Colsecor Revista