Impactante relato escrito por la pluma de Eduardo Longoni, reportero gráfico de reconocida trayectoria y testigo en primera persona de los hechos más relevantes de la vida política, cultural y social de la Argentina.
Sábado 13 de abril de 2019
Foto * Eduardo Longoni
Hace más de 30 años, tirado cuerpo a tierra en una terraza del suburbano bonaerense, hice una foto. Era el 23 de enero de 1989, creí que iba a cubrir otro alzamiento carapintada contra el gobierno de Alfonsín. Pero nomás al llegar, en medio de un tiroteo infernal en el cual tuve de esos miedos de verdad, terribles, angustiantes, me di cuenta que algo extraño pasaba. Fue el copamiento del Cuartel de La Tablada por el MTP.
En aquella foto se veía a dos guerrilleros desarmados que se rendían ante un oficial del ejército. Era una foto interesante periodísticamente porque mostraba por primera vez en el día a los dos bandos en pugna.
Pasaron años hasta que me enteré, que además de la enorme cantidad de muertos entre guerrilleros, policías y miembros del ejército, había cuatro desaparecidos. En ese instante la foto cobró otra dimensión. Los guerrilleros pasaron a tener nombre, José Alejandro Díaz arrodillado y con las manos en alto e Iván Ruiz, tirado detrás del oficial que empuña el fusil.
Díaz y Ruiz están desaparecidos. La foto viajó hasta la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que exigió a las autoridades argentinas que investigaran el hecho. Y más tarde fue la Corte Suprema la que reabrió el caso de las desapariciones en La Tablada basada en los documentos gráficos.
Hoy la Justicia Federal condenó al general Arillaga, quien comandó la recuperación del cuartel, a prisión perpetua. Hoy Daniel, el hijo de José Alejandro Díaz, que vive en Nicaragua, puede desahogar su dolor presenciando el juicio. Y hoy yo no pude contener las lágrimas comprobando cómo, este oficio de fotógrafo que abracé casi desde adolescente, a veces sirve para desentrañar horribles crímenes. Pienso en la nueva generación de fotógrafos a los que ahora les toca estar en la calle, en la poderosa herramienta que tienen en sus manos.
En estos tiempos turbulentos y plagados de injusticia y desánimo hay que fotografiar. Las fotos tienen poder, el poder de una mirada honesta.