Mientras Yasmín Esquivel afirmó que no renunciará a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, cae su directora de tesis. La credibilidad de la UNAM y de la SCJN están en la picota. La “lucha contra la corrupción” del presidente López Obrador, también.
Miércoles 18 de enero de 2023
El escándalo no parece tener fin. La UNAM y la Secretaría de Educación Pública parecen jugar al ping pong como campeonas para evitar sancionar a la ministra Yasmín Esquivel. Recién este miércoles, la máxima casa de estudios dio a conocer que terminó el contrato con Martha Rodríguez Ortiz, asesora de tesis de la ministra, por haber cometido “causas graves de responsabilidad, así como en faltas de probidad y honradez en el desempeño de sus labores”.
El despido de la profesora es la primera medida tomada posterior a que se reconoció la copia de la tesis de Edgar Ulises Báez Inoperancia de los sindicatos en los trabajadores de confianza del Artículo 123 Apartado A, quien la presentó en 1986. Se ofreció como peón en el tablero de la meritocracia del poder.
Rodríguez Ortiz buscó en todo momento proteger a la ministra Esquivel. Cuando ésta estaba en carrera por la presidencia de la Corte Suprema afirmó que la noticia del plagio era una campaña mediática para perjudicarla por ser mujer.
La profesora había declarado a la universidad que ella dio el proyecto de tesis de la ministra Esquivel a Báez para que “tomara referencias” y admitió que hizo lo mismo con otros alumnos. Fue esta última confesión la base para que las autoridades universitarias la despidieran. Sin embargo, se argumenta que hay un vacío legal respecto al plagio de tesis y que, por ese motivo, la UNAM no puede retirar el título a la ministra, que se niega a renunciar a su cargo en la SCJN y a los millonarios beneficios que recibe por ejercerlo.
La prensa nacional e internacional sostiene que quedó revelado un sistema de copias de tesis en la UNAM, que este año debe renovar rector, ahora en manos de Enrique Graue, del PRI. La pregunta es a quiénes se les allana el camino para obtener el título y como aleteo colateral lleva al cuestionamiento de la creciente elitización de la universidad, a qué intereses sirven los conocimientos que se imparten y sobre los métodos de enseñanza y evaluación.
La meritocracia, un discurso que emana de manera implícita o explícita de las universidades, entendido como el progreso individual como medio rector, se tambalea con el caso de Esquivel. Claro que no es la primera funcionaria que ostenta un título universitario conseguido a través del plagio. Enrique Peña Nieto -presidente entre 2012 y 2018- también lo hizo, y encabezó agravios brutales contra la clase trabajadora, las mujeres y los sectores populares, como la represión en San Salvador Atenco de 2006, cuando fue gobernador, o la aprobación de reformas estructurales que implicaron un avance en la entrega de recursos del país a las trasnacionales.
La arbitrariedad y la impunidad del poder judicial -elegido por los senadores, no por voto popular- también se develan con el caso de Esquivel, así como el encendido discurso del presidente López Obrador de que en su administración no iba a haber corrupción. ¿Así o más chocante?
Los partidos patronales de la derecha claro que quieren aprovechar este paso en falso para fortalecerse ante las elecciones de Coahuila y el Estado de México y para las del 2024. Pero en este escándalo, todos terminan cuestionados, incluso el Morena de la 4T.
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