El pasado 6 de enero se entregaron los resultados de la Prueba de Acceso a la Educación Superior (PAES), los cuales reflejan tendencias preocupantes en el sistema educativo chileno. En esta edición, destaca un aumento en el puntaje promedio de la prueba de matemáticas, una disminución en la comprensión lectora y, sobre todo, un creciente abismo social entre los resultados de los estudiantes de colegios particulares y aquellos de colegios subvencionados y municipales.
Martes 7 de enero
Este año, el 61,3% de los estudiantes de colegios particulares pagados alcanzaron un puntaje que los coloca en el 20% más alto a nivel nacional, mientras que sólo el 16,8% de los estudiantes de colegios subvencionados y el 9,5% de los de colegios públicos lograron este mismo nivel. Esta brecha se repite año tras año, evidenciando que el sistema educativo en Chile sigue funcionando en dos vertientes: una que prepara a los estudiantes para ingresar a la universidad sí pueden costearla, y otra que los empuja a la marginación y precariedad.
El abandono de la educación pública y la falta de inversión en la comunidad escolar son señales claras de esta desigualdad. La infraestructura de los colegios públicos es precaria, el material adecuado para el aprendizaje es escaso y, además, los profesores y asistentes de la educación enfrentan una carga laboral abrumadora e inestabilidad laboral. A esto se suma una malla curricular centrada principalmente en obtener buenos resultados en las pruebas estandarizadas, como la PAES.
La lógica mercantil de la educación convierte a los estudiantes en meros números que generan financiamiento. A mayor puntaje, mayor cantidad de matrículas, lo que convierte a las escuelas en empresas que compiten en el mercado educativo, centrando la educación en la obtención de buenos resultados para hacer más atractiva la oferta escolar. Esta lógica contribuye a la segregación, dejando atrás a miles de estudiantes.
Los defensores de la PAES celebran que la actual versión permite que un mayor número de estudiantes acceda a la educación superior, destacando que un 90% de quienes rinden la prueba superan el puntaje de corte. Sin embargo, el 10% restante queda excluido, una cifra que, aunque no parece significativa, condena a cientos de estudiantes a la exclusión de la posibilidad de estudiar en la universidad. Esta prueba, más que reconocer los esfuerzos y capacidades de los estudiantes, castiga la pobreza, perpetuando la marginalización de aquellos que no logran los puntajes esperados.
Esta dolorosa realidad motivó a miles de estudiantes a boicotear la PSU (ex PAES), quienes posterior a un contexto de revuelta social, exigieron fuertemente el fin de este test, ante la negativa del estado y del mercado educativo, los estudiantes llamaron a masivos boicots, negándose a rendir la prueba, fueron 65 colegios que cua eran sede de rendición de la prueba los que fueron boicoteados.
Estas muestras de descontento y rechazo llevaron al sistema político a reformular la prueba, para volverla más inclusiva, con ello nace la PDT y la actual PAES, claramente estas modificaciones no lograron terminar con esta desigualdad, si no, que la siguen produciendo año tras año, alimentando la misma lógica del antiguo sistema.
Salud mental y el agobio emocional de los estudiantes
Otro de los problemas que arrastra el sistema educativo es el enorme agobio emocional que enfrentan los estudiantes secundarios. Las exigencias académicas, como mantener un buen NEM, asistir a preuniversitarios, y someterse a constantes pruebas y cuestionarios, generan una presión desbordante. A ello se suma la incertidumbre sobre la elección de una carrera universitaria que definirá el futuro, lo que incrementa el estrés y la ansiedad. Este nivel de presión, normalizado por las instituciones educativas como parte del proceso de selección universitaria, puede desencadenar graves problemas de salud mental, como episodios depresivos, aislamiento social y pérdida de interés en actividades que antes eran placenteras.
El sistema educativo actual ha depositado un peso desproporcionado en la PAES, convirtiéndola en la cúspide del proceso educativo. Para muchos estudiantes, esta prueba define su futuro, un futuro que, en muchos casos, está condicionado por las condiciones socioeconómicas en las que nacieron.
Una educación sin filtros de clase
El acceso a la educación superior debe ser libre y sin filtros que excluyan a las grandes mayorías. La educación no debe estar al servicio del mercado ni de la acumulación de capital de los poderosos. Debe ser una herramienta para transformar la sociedad, mejorando las condiciones de vida de las familias trabajadoras
La educación debe ser liberadora, crítica, y debe además instar a la reflexión y la acción. La educación debe ayudar a los estudiantes a cuestionar las injusticias sociales, tomar conciencia de su realidad y transformarla. El conocimiento no es algo estático, sino un proceso dinámico que se construye colectivamente, fomentando la autonomía y la emancipación de los oprimidos.
La educación debe ofrecer un acceso pleno a los conocimientos y saberes, debe permitirnos el acceso a la historia, la cultura, las artes y las ciencias, herramientas necesarias que nos permitirán el desarrollo de nuestras potencialidades e intereses, alcanzando un desenvolvimiento pleno de nuestras potencialidades, todo el conocimiento creado por la humanidad debe ser de libre acceso para las familias trabajadoras.
El sistema académico debe abordar todas las necesidades de los estudiantes, ya sean económicas, educativas o de salud. El hecho de que un estudiante logre entrar a la educación superior no garantiza que logra cursar de buena manera esta etapa educativa. Es por eso que la lucha por una reforma integral del sistema educativo y del modelo económico es crucial.
Es necesario poner un freno a las pruebas estandarizadas y lograr un acceso irrestricto y gratuito a la educación superior. La educación debe ser 100% financiada por el Estado mediante aportes directos basales, los cuales provendrán de la nacionalización de los recursos naturales y de un impuesto a las grandes riquezas.
La lucha por una educación sin filtros de clase, que no deje atrás a los hijos e hijas de trabajadores y sectores populares, es parte de la batalla para derrotar el sistema neoliberal que sustenta la educación en Chile. Solo con un sistema educativo libre de mercantilización, que valore a cada estudiante como un ser humano con potencial y derechos, podremos avanzar hacia una sociedad que logre superar las contradicciones de la desigualdad y así logremos conquistar el buen vivir.