En un país en plena crisis política, social y económica, los partidos del régimen vienen mostrando un blanco en común: que los trabajadores y sectores populares no copen las calles ¿Quién gana si no salimos?
Octavio Crivaro @OctavioCrivaro
Patricio del Corro @Patriciodc
Jueves 7 de julio de 2022 14:02
El inicio del fin del gobierno de Mauricio Macri se dio en las calles, en esas jornadas de diciembre del 2017 que movilizaron a miles contra el ataque a los jubilados que cambiemitas y el “PJ perdonable” (así se denominaba a Massa y los legisladores que respondían a los gobernadores) impulsaban juntos en el Congreso. Pasados casi 5 años, este hecho es reconocido hasta por el propio expresidente. Porque hay redes sociales, big data, gurúes electorales, medios de comunicación “tradicionales” y un sinfín de corporaciones que pueden marcar la agenda, pero el poder de la movilización y la acción en las calles sigue teniendo un peso decisivo en la vida política de un país, y mucho más de la Argentina, un país donde cada conquista del pueblo trabajador se logró con la acción directa.
No por nada la conquista de la Interrupción Voluntaria del Embarazo, que tiene una larga tradición de lucha, realmente cobró fuerza cuando el movimiento de mujeres salió por miles a las calles y demostró su fuerza, primero en su lucha por #NiUnaMenos y luego como una Marea Verde que hoy llega hasta los Estados Unidos. Lo mismo podríamos decir de los movimientos en defensa del agua que frenaron la instalación de la minería a cielo abierto en Chubut y Mendoza durante el 2019 y 2020.
Como la frase de Marx sobre “lo sólido”, los vaticinios de los spots electorales que decían que post Macri solo se trataba de “prender la economía” y volver a los asados, que la clave era el “hay 2019”, que te quedaras en casa tranqui, que esto se soluciona desde arriba, que solo tenías que votar, que en el 2021 había que votar por el “Sí”, que se podía crecer y pagar una deuda, etc, etc., “se desvanecieron en el aire”. La apuesta a la desmovilización dio (nuevamente) un resultado conocido: ahora todos volvemos a vivir un revival de una crisis nacional a la que nos arrastran con la misma receta. Un país al que Macri había atado al FMI, como la dictadura, como Menem, como De La Rúa, y también con un gobierno que prometió investigar la deuda y con lo único que cumplió es con el plan de ajuste que pidieron desde Washington.
La política que deliberadamente impulsó el oficialismo de conjunto fue evitar y oponerse a cualquier movilización reivindicativa o de protesta contra el ajuste en curso algo que, para ser justos, es una continuidad con el rol que jugaron durante los años vertiginosos del macrismo. Ajuste que hasta un sector del oficialismo, sobre todo el kirchnerismo, reconoció tardíamente (luego de apoyar y votar muchas medidas de ese ajuste), pero solo para pasar factura en su interna, con fines de baja “politiquería”.
El resultado de esta política sólo benefició un avance de los sectores más de derecha y de los dueños del país, envalentonados por la complicidad de las principales centrales sindicales frente al descarado robo (llamado “transferencia de recursos”) de los sectores trabajadores por parte de las patronales y especuladores, que empezó con Macri y continuó con este gobierno. Encima ellos sí que no se “quedan en casa”, se movilizan con tractorazos o en defensa de Vicentin, de sus ganancias millonarias y el gobierno los trata con guantes de seda.
Y a pesar del gran esfuerzo desmovilizador de las oficialistas conducciones sindicales ¿contra quiénes centran sus ataques los sectores más reaccionarios? Contra los piquetes, contra las movilizaciones, contra las acciones de los trabajadores cuando cortan una calle, las vías o lo que sea. Muchas veces nos dicen que rechazan “el método” aunque no la demanda. Pero no. Rechazan que los trabajadores y el pueblo pobre peleen por vivienda y trabajo en un capitalismo decadente que sólo prioriza a los ricos y empresarios.
Así empezaron los “liberales”, primero contra el movimiento de mujeres, “¿para qué se movilizan si no lograron frenar los femicidios?”, luego con su fallido Movimiento Anti Piquetero y pidiendo a los gritos represión, cárcel o, que de mínima, se le saque la asistencia a las madres que se movilizan con sus hijos; luego se sumaron Larreta, Berni, Zabaleta y todo elenco el elenco estable de orangutanes, oficialistas u opositores, que se pasean por los canales de televisión.
No hay ingenuidad: así como ellos golpean con los “mercados” y bombardean con la necesidad de ajuste noche y día por los medios, saben que en este país no hay posibilidad de dar una nueva vuelta de tuerca al ajuste sin controlar las calles. Ellos conocen nuestra historia, que todo lo que conquistó lo hizo en las calles, en el Cordobazo, en el Rosariazo, resistiendo a dictaduras, luchando contra los despidos. Saben que hubo 2001 y dónde ubicar el principio del fin del “reformismo permanente” de Cambiemos. Argentina es un país donde la calle siempre fue el teatro para las obras de los de abajo.
La que también sabe esto es Cristina, y sabe que en estos momentos mantener el control de la misma es clave. Está fuera de toda discusión que la propuesta de que los planes sociales los manejen intendentes y gobernadores no es ni para mejorar las condiciones de vida de esos millones de trabajadores, para ser “más transparente”, ni mucho menos para fortalecer la autoorganización de esos sectores. Ella también quiere la calle sin oposición por social ni política por izquierda, porque por más menciones a las similitudes entre Guzmán y Melconian, por ahora su único plan parece ser recostarse en el PJ.
Quieren que el Estado sea el verdadero “movimiento antipiquetes”, una institución organizada para desmovilizar la bronca, mientras garantiza las carencias, las necesidades y el hartazgo. El peronismo actuante, aunque en su liturgia hable de las “gestas de movilización”, nunca como en su fase actual quiere que la calle desaparezca, que la lucha se silencie, que los de abajo no hablen.
Son las conclusiones que también han sacado de las multitudinarias movilizaciones contra el pacto con el FMI que realizamos desde la izquierda y organizaciones sociales desde diciembre, es la conclusión de las movilizaciones que emergen cotidianamente como un recordatorio de que la bronca está ahí nomás, caldeándose. Que a las palabras de las y los funcionarios políticos le siguiera la ofensiva judicial contra estos sectores tampoco tiene nada de casual: los mismos jueces y fiscales que ellos critican por encabezar el “lawfare” contra Cristina y sus funcionarios, agarran la posta de sus discursos para perseguir a las organizaciones de desocupados. ¿Casualidad? Obviamente no.
Si las calles no molestaran, los sojeros y sus administradores no estarían anunciando un “paro (lock out) del campo”. Pero esas cosas no son tan cuestionables, viste. Porque las exigencias de los dueños de todo tienen “voto calificado” comparadas contra las de los “sin nada”. De un lado patronales que, como mostraron en la AEA, no dudan en aumentar sus ganancias al ritmo de la remarcación de precios o en salir a “tractorear”; del otro lado, movimientos sociales oficialistas que hablan de implantar un “renta básica” pero que frente a la primera desmentida de su nueva ministra de economía no convocan ni a movilizar en una peatonal. Pero luego hay que entender “la relación de fuerzas”...
Por todo esto es que en esta situación crítica tenemos que encontrarnos en las calles, encontrarnos para mostrar que hay una voz y hay una fuerza social colectiva en construcción, que dice que en esta crisis no nos van a volver a llevar puestos, que vamos a salir a organizarnos y a enfrentarlos. Que somos más y que uniendo ocupados, desocupados, jóvenes y a los sectores medios que también pierden en cada crisis, podemos ganarles a los grandes empresarios y a todos los partidos que, con matices, los defienden desde la dictadura hasta hoy. Porque encontrarse en las calles también es una manera de reconocer(nos) lo que sufrimos pero también de plantearnos objetivos en común, apoyando las luchas en curso y preparando la fuerza para las que vendrán. Y que en esa pelea está el germen de una sociedad que hay que conquistar, sin explotación ni opresiones, sin hambre ni agravios, sin carencias ni minorías privilegiadas.
También por esto nos movilizamos el sábado 9 de julio en todo el país, contra el ajuste y contra el FMI. Nos vemos ahí, porque la calle es nuestra y hay que usarla.
Octavio Crivaro
Sociólogo, dirigente del PTS y candidato nacional por el Frente de Izquierda-Unidad en Santa Fe.