El congreso de telefonía más importante del mundo MWC en Barcelona, con todas sus innovaciones tecnológicas, tiene en la puerta trasera la precariedad laboral el pilar que lo sostiene.

Joe Molina Trabajador despedido de Panrico, Barcelona | @joemolina57
Miércoles 1ro de marzo de 2017
Aún a riesgo de parecer anti-tecnológico, que no es el caso, es inevitable desde un punto de vista humano criticar duramente el alarde de avances que el Mobile World Congres (MWC) de Barcelona ofrece estos días, donde lo único importar parece ser la carrera a muerte por conseguir tener entre las manos la tecnología más avanzada en comunicaciones personales.
Cargadores milagrosos, coches totalmente hiperconectados, móviles más veloces, cámaras de 360º para tener realidad virtual. ¿Pero qué pasa con la realidad no virtual?, la de cada día en los hogares de los mismos trabajadores que con su sacrificio se ven obligados a tirar de este carro.
No podemos dejar de ver lo que esta carrera comporta. En el caso de Telefónica, empresa pública en su día, privatizada posteriormente paso a paso, con miles de millones de beneficios para un buen montón de accionistas, tenemos el ejemplo claro del enorme desastre laboral que implica alcanzar tales cotas de avances tecnológicos.
Plantillas sustituidas por contratas, subcontratas, falsos autónomos, toda una farsa para poder quitarte de encima la responsabilidad ante sus empleados, lo que lleva a subastar el mercado laboral y una competencia feroz por dar el mismo servicio al menor precio, todo ello evidentemente en detrimento del trabajador que ve mermadas sus condiciones laborales cada día a pasos agigantados.
De que nos sirve tener un techo de cristal pulido, si lo que escondemos en el sótano es la mayor cantidad de basura posible, convertida en condiciones de trabajo inasumibles, totalmente precarizadas y en constante deterioro.
Lo que la ciudad de Barcelona con su alcaldesa Colau al frente catalogó en su día como algo inaceptable, refiriéndose a su respaldo al MWC mientras este comportara condiciones de precariedad a los trabajadores de las empresas que lo componen, pasó a ser un bien para la ciudad, sobre todo económico, para unos pocos, como siempre. Donde dije digo, digo Diego. Pero claro era época de campaña electoral y había que ganar votantes a cualquier precio.
Cuando la basura del sótano se acabe, las ratas nos veremos obligadas a ir subiendo pisos en busca de comida, y es posible que ante tal situación ni el habitante de la cúpula de cristal del tejado esté a salvo y no habrá como en el cuento de Hamelín, que con su flauta mágica nos desvíe hacia el rio.