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Red Internacional
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Opinion. ¿La clase obrera necesita hacer política?

La clase dominante, la burguesía –la clase de los empresarios explotadores-, quiere excluir a la clase obrera de la política. Ellos le pagan bien a los políticos que están a su servicio, no sólo con sueldos como los que recibe un parlamentario en Chile: una dieta de $9,1 millones; sino también a través de oscuras redes de financiamiento, como las de Penta y Soquimich. El personal político dominante, rota entre gabinetes y directorios de empresa. Pero un trabajador, por ejemplo, si es dirigente sindical, por ley, no puede ser dirigente de un partido político.

Juan Valenzuela

Juan Valenzuela Profesor de filosofía. PTR.

Domingo 16 de agosto de 2015

Esto no es casual. Es a través de la política como las clases sociales hacen primar sus intereses. El personal político burgués, administra gobiernos, elabora leyes, controla la justicia y los medios de comunicación, realiza estudios de todo tipo y dirige a las fuerzas represivas del Estado. Hacer política, dedicarse a la política, requiere de tiempo y energías. La burguesía se preocupa de financiar muy bien a los políticos a su servicio, para que cuenten con todo el tiempo y las comodidades con el fin de preservar su dominio en la sociedad. Pero un trabajador o una trabajadora con una jornada laboral extensa, que con horas extra puede llegar a las 12 o 14 horas, con sueldos de hambre y deudas ¿de qué modo puede dedicarse a la política? ¿En qué momentos?

Los empresarios y sus legisladores no quieren que los trabajadores se dediquen a la política. Ese es el sentido de una restricción que aparece en la Ley Orgánica Constitucional de Partidos Políticos: “Los cargos de miembros del directorio nacional o regional o del órgano administrador superior de un gremio o sindicato, son incompatibles con los cargos de miembros de la Directiva Central o Consejo Regional o del Tribunal Supremo de un partido político. La persona que resulte afectada por esta incompatibilidad deberá optar entre los dos cargos, dentro del plazo de tercero día contado desde que fue designado para ocupar el cargo que genera la incompatibilidad. En caso que no lo hiciere, cesará en el cargo que desempeñaba con anterioridad.” ¿Cuál es el sentido de que esta restricción sea sólo para dirigentes sindicales o gremiales? ¿Por qué no para dueños de empresas o gerentes que son las contrapartes de los sindicatos?

El cansancio y las leyes, son piedras en el camino para que los trabajadores hagan política. Las cosas empeoran si algunos predican la idea de que la política es siempre dañina y corrupta. Lo que es cierto, es que la política de los empresarios es dañina y corrupta. Pero, si la política respondiese a los intereses de la clase trabajadora y de la juventud, de las huelgas y el movimiento estudiantil ¿por qué tendría que ser corrupta? ¿La clase obrera no necesita hacer política también para poder expresar sus intereses y demandas? Y observemos también el destino de la bancada estudiantil: Camila Vallejo y Giorgio Jackson apoyando al gobierno en contra de los profesores movilizados contra la nueva carrera docente; un Boric criticando al gobierno en el parlamento, pero perteneciente a Izquierda Autónoma, organización que fue clave en desmovilizar a los estudiantes: ¿la conclusión es que la política “corrompe” y hace que la gente “se de vuelta la chaqueta” o que la política de estos personajes no es revolucionaria y no expresa al movimiento estudiantil sino a la Nueva Mayoría o el temor a enfrentarse a ella en las calles?

En Argentina, nuestros compañeros y compañeras del Partido de Trabajadores Socialistas (PTS), acaban de ganar las Primarias Abiertas y Simultáneas Obligatorias (PASO) al interior del Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT). Nicolás del Caño desplazó a Jorge Altamira como candidato presidencial del bloque hacia las elecciones presidenciales. El compañero no es de ninguna manera un mero rostro mediático azaroso. Expresa a nuevas camadas de trabajadores y juventud que asumen ideas de izquierda y se organizan y luchan. En la lista del compañero, se presentaron 1800 candidatos obreros. En su práctica parlamentaria, planteó que todo legislador gane lo mismo que una maestra, cuestionando esos sueldos millonarios que acostumbra a pagar al personal político a su servicio la clase patronal. Su propuesta perdió, pero el compañero siempre puso su sueldo al servicio de las luchas obreras y populares. Se hizo parte del combate de los obreros de Lear, poniendo el cuerpo y denunciando a la gendarmería. Esto ha proyectado las ideas de izquierda en Argentina y ha estado ligado a procesos de organización por la base de la clase trabajadora.

La clase obrera necesita hacer política. Si la patronal tiene a sus voceros y defensores como la DC que ahora, por ejemplo, pugna por ponerle la mayor cantidad de límites a la reforma laboral, la clase obrera necesita su partido, que enfoque las cosas desde sus intereses y punto de vista, y que se proponga además como objetivo, un gobierno de trabajadores. Si esta idea suena extraña, es sólo porque la clase dominante está acostumbrada a gobernar, pero no así la clase trabajadora y los sectores oprimidos. En el fondo, límites como los que imponen las leyes a la participación de los obreros en política, responden al hecho de que para la patronal jamás, nunca, los trabajadores podrán gobernar. Pero la historia enseña que en varias ocasiones la clase obrera se propuso gobernar, haciendo la revolución. En Chile existieron los Cordones Industriales. Poner en pie un partido y hacer política es parte de esa gran tarea histórica.

Las crisis políticas o económicas pueden abrir el terreno para nuevas revoluciones. En Chile, sería pretencioso pronosticar con exactitud una situación revolucionaria. Pero para cuando llegue ese momento, debemos estar preparados. Tengamos en cuenta una vieja advertencia de León Trotsky en “Lecciones de Octubre”: “Una clase explotadora se encuentra capacitada para arrebatárselo a otra clase explotadora apoyándose en sus riquezas, en su "cultura", en sus innumerables concomitancias con el viejo aparato estatal. Sin embargo, cuando se trata del proletariado, no hay nada capaz de reemplazar al partido.” Trotsky no se equivoca al señalar ese contraste entre la burguesía llena de privilegios y recursos, que aun en la actualidad es capaz de llenar de dádivas y riquezas a quienes gobiernan a su servicio, y la clase obrera que no cuenta con nada de eso. Pueden llegar crisis, situaciones muy complejas para la estabilidad del dominio empresarial. Pero un sector de la clase dominante puede ser “reemplazado por otro” en el poder, se pueden “renovar” o “disfrazar” los mismos miembros de la casta en decadencia, si es que la clase trabajadora no cuenta con un partido fuerte que se proponga la revolución. El combate de quienes integramos el Partido de Trabajadores Revolucionarios es poner en pie esa organización.


Juan Valenzuela

Santiago de Chile

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