Tres conferencias entre los Aliados sellaron el destino de la guerra, cuando ésta empezaba a delinear a ganadores y vencedores: Teherán, Yalta y Potsdam. Se cumplen 73 años de la última.

Gabriela Liszt @gaby_liszt
Martes 17 de julio de 2018
La Conferencia de Teherán se realizó entre noviembre y diciembre de 1943, entre Churchill (Gran Bretaña), Roosevelt (EEUU) y Stalin (URSS). Yalta en febrero de 1945, ya casi terminada la guerra. La conferencia de Potsdam se realizó en la ciudad del mismo nombre (cerca de Berlín, Alemania), entre el 17 de julio y el 2 de agosto de 1945.
La Unión Soviética ya había derrotado al nazismo, primero en Stalingrado en febrero de 1943, y luego de su entrada a Berlín, por lo que tuvo que ser reconocida como ganadora por los imperialismos Aliados. EEUU aún no había entrado en la guerra, salvo en la zona del Pacífico. Recién haría su “entreda triunfal” en el “Día D”. En el caso de Potsdam, asistieron Truman, que reemplazó a Roosevelt dado su fallecimiento; Churchill (acompañado por Clement Atllee del Partido Laborista) y Stalin.
El reparto del mundo luego de la Segunda Guerra
Allí acordaron, entre otros, cómo administrarían Alemania, que se había rendido incondicionalmente nueve semanas antes, el 8 de mayo. El acuerdo establecía la división de Alemania en cuatro zonas de ocupación (ya acordada en la conferencia de Yalta), y una división similar de Berlín y Viena, y un Consejo Supremo de Control dirigido por EEUU, Francia, Gran Bretaña y la URSS, los 4 ocupantes). Viena, Austria y Polonia también fueron divididas en una forma similar.
Las colonias habían sido atraídas por EEUU, por ser la potencia en ascenso y permitir cierta libertad política, pasando a ser semicolonias. EEUU se convertía en el dominador principal económico, política y militarmente del mundo y las excolonias (inglesas, francesas, etc,) en general pasaron su órbita de influencia.
La Conferencia de Potsdam estudió los territorios que habían de someterse a la tutela soviética:
“Baja composición orgánica del capital, necesidades de reconstrucción asociadas a la ‘tierra arrasada’ dejada por la guerra, masas de hombres hambrientos dispuestos a trabajar por un pedazo de pan, derrotas de los procesos revolucionarios particularmente en los países centrales y clara hegemonía mundial norteamericana, fueron todos factores que reestablecieron el equilibrio capitalista desde su ruptura en 1914 y crearon condiciones para la obtención de una alta tasa de ganancia para el capital. Sin embargo, las condiciones de la formación de un ‘pluscapital’, es decir, de la acumulación ampliada, nuevamente debieron ser sostenidas por una participación sin precedentes de los Estados en la economía. El Plan Marshall que data del año 1947 y constituyó una enorme inyección de capital por parte del Estado norteamericano sobre las destruidas economías de Europa, junto con la previa creación de organismos multilaterales tales como el FMI o el Banco Mundial, resultan sendos ejemplos de dicha participación. Las políticas keynesianas de estímulo de la demanda efectiva (gasto de consumo, gasto de inversión y gasto público) a través de la inflación del crédito, resultaron por vez primera verdaderamente exitosas en cuanto a garantizar mecanismos aceitados de producción y realización del plusvalor. Sin embargo, el “éxito” del “círculo virtuoso” que apelando a mecanismos keynesianos caracterizó a los llamados “30 años gloriosos” del capital debe considerarse en el marco de dos aspectos fundamentales. El primero es que los mecanismos keynesianos que habían arrojado resultados poco satisfactorios en los años ’30, funcionaron de manera efectiva sólo tras la destrucción de la guerra y las derrotas mencionadas. El segundo es que estos mecanismos, que fundamentalmente en los países centrales permitieron un boom de producción y consumo con fuertes ganancias y salarios en alza, hallaron su límite ni bien hacia fines de la década del ’60, una composición orgánica creciente del capital volvió a poner en escena la ley de la caída de la tasa media de ganancia que se puso de manifiesto a través de la disminución de la masa de ganancias del capital” (Paula Bach, La Verdad Obrera, 25 de septiembre del 2008).
Es decir, la Guerra Fría se basó en pactos ultrarreaccionarios que partían del reconocimiento de EEUU como potencia hegemónica mundial (cedida por Gran Bretaña) y que Stalin dominaría el “socialismo real” en la tercera parte del mundo, pero sin tener injerencia (incluso ayudar) en la política imperialista. En 1968, con el Mayo Francés, la primavera de Praga, Tlateloco, el inicio del Cordobazo, las masas lucharían por derribar estos pactos contrarrevolucionarios.

Gabriela Liszt
Nació en Buenos Aires. Militó en el PST desde 1981, en el MAS hasta 1988. Una de las fundadoras de PTS y del CEIP "León Trotsky". Investigó, compiló y prologó varias de las publicaciones de Ediciones IPS-CEIP, entre ellas La Segunda Guerra Mundial y la revolución, Mi vida, Lenin, El Programa de Transición y la IV Internacional.