Mucho se ha dicho sobre la crisis de la derecha. Sin embargo, a nuestro modo de ver, las lecturas realizadas por la mayoría de la academia y los medios de prensa tradicional han carecido de profundidad, o simplemente se han reducido a principios democráticos abstractos obtenidos del campo de las generalidades. Aquí una lectura de lo que se oculta tras bambalinas de la performance del piñerismo.
¿Baila el gobierno sus últimos tangos?
En 1983 el poeta Enrique Lihn afirmaba ya que “los hospitales son los laboratorios de la muerte”. Hoy su verso toma más vigencia que nunca. Sin embargo, la política de la muerte ha sobrepasado ya las paredes frías e insípidas de los recintos hospitalarios. [1] El gobierno de Piñera el día de hoy se ha empeñado en transformar las urbes en verdaderos cementerios obreros y populares. El norte del país es la expresión viva de esta realidad.
Es bajo este contexto en el cual se desarrolla un nuevo arco de la política chilena: La crisis interna que vive ChileVamos. Y es que además de la crisis histórica que presenciamos a raíz de la pandemia y de la estrategia de “rebaño” que llevó adelante Mañalich y cia., acompañada de las políticas económicas destinadas a proteger los bolsillos de los verdaderos dueños del país y sus negocios, las problemáticas alusivas a la salud, la comida, el techo e incluso el trabajo se transformaron en un verdadero caldo de cultivo para vaticinar la crisis que se vive hoy dentro del piñerismo.
A diferencia de lo que se ha dicho en diversos medios de prensa tradicional y diversos analistas, la crisis del bloque de ChileVamos no se puede analizar desde los manuales de la administración pública. Es una crisis profunda que se refiere a una pregunta estratégica que se hace el piñerismo: ¿Y ahora qué? Es una pregunta que no se puede responder sin tener en consideración los elementos anteriormente nombrados, pues se trata de definir cuál será la ruta del derechismo para este momento. El bloque vive así una crisis por quién tomará el timón del gobierno, pues, como afirman Toro Maureira y Valenzuela Beltrán en un artículo publicado recientemente en CIPER Chile: “independiente de los resultados que se obtengan del llamado a la unidad del bloque oficialista, los mecanismos tradicionales para controlar la disciplina parlamentaria han sido fuertemente debilitados por el estallido social y la emergencia sanitaria.” [2]
De esta manera, el bloque de ChileVamos lo que se juega es ver qué elemento de la receta del Estado se prioriza. Es decir, en términos gramscianos, lo que se juega el oficialismo es definir qué elemento constitutivo del Estado priorizarán para salvarse a sí mismos y a su orden empresarial: Si los elementos de consenso, cooptación (hegemonía) o los de los ataques directos, la ofensiva represiva y la alianza más explícita con el orden empresarial a costa de no sólo la calidad de vida, sino que la vida misma del pueblo pobre y trabajador (dictadura). [3] Ese es el verdadero contenido de su crisis. Y es por esa razón que afloran las disputas y riñas internas.
Dictadura y hegemonía: La real crisis tras bambalinas
Lo que ChileVamos se juega es definir qué derechismo se impondrá para darle un curso al timón del piñerismo: El de posar de manera friendly para la foto, buscando ampliar ChileVamos y ampliar concesiones oportunistamente para salvarse en una lógica de policía bueno, mientras por otro lado los más acérrimos estandartes del pinochetismo apuestan por una derecha más radicalizada en su discurso y en sus medidas, en donde encontramos las declaraciones de la concejala UDI que asegura que Chile necesita un “estallido militar”, por dar un ejemplo.
Sin embargo, cada día que pasa se acorta el rango de margen que tiene el gobierno para llevar estas concesiones y cooptación adelante. Hoy no sólo se ha visto forzado a “renunciar” a diversos de sus rostros, sino que también lidia con una crisis interna sobre la marcha, con una infinidad de oportunismos por parte de su sector político. La performance más irrisoria la podríamos encontrar en Iván Moreira, quien después de una dada de alta de los casos de corrupción –otorgada por él mismo al parecer después de haber solicitado los “raspados de la olla”-, viene a situarse como un defensor del pluralismo y defender lo que los chilenos necesitan en un momento tan complejo, con declaraciones de un corte oportunista a partir de lo que sería su votación sobre el proyecto del 10% que podría incluso registrarse en los records Guinness, cuando se trata de uno de los personajes más pinochetistas de los que cuenta la UDI hasta hoy en día.
¿Qué refleja pues esta performance? Justamente lo que hemos mencionado anteriormente. Mientras aparecen personajes como Moreira que de la noche a la mañana quieren escuchar las demandas del pueblo, cuando la receta del gobierno durante todo este tiempo se ha asemejado a la leyenda popular de María Antonieta que al escuchar el hambre del pueblo al no tener pan que comer, afirmó que pues comieran pastel –hoy en una versión moderna podría ser caviar y paté de jabalí-. Por el otro lado de la derecha encontramos personajes que se radicalizan y buscan más segundos en la televisión, como Andrés Allamand o incluso la mismísima Jacqueline van Rsysselberghe como la primera línea de la guardia piñerista, apuntando así a definir una línea común a seguir dentro de lo que serían sus elecciones internas de dirección de partido.
Pese a estos intentos, la situación cada vez pareciera indicar a que lo que se viene para delante es una inclinación por la segunda opción.
Como afirman Toro Maureira y Valenzuela Beltrán:
el mecanismo se desmoronó donde menos pensaron sus controladores: desde las bases sociales. En efecto, el estallido social reveló una sociedad consciente de sus precariedades que no estaba dispuesta a ser cooptada por repartos particularistas de la política (…) la ciudadanía concretó un divorcio irreconciliable con las formas del ejercicio de autoridad del Estado. [4]
Lo que se termina por imponer
Desde ya debemos afirmar que lo más probable es que intentos del gobierno por realizar concesiones no se detendrán. Una evidencia de eso es el crédito que proponía el gobierno –al cual diversos académicos salieron a aplaudir, como Claudia Sanhueza, economista y militante de Revolución Democrática e integrante del Frente Amplio, sumándose a la campaña realizada por el piñerismo-. Sin embargo, y en base a la reducción de posibilidades para que el gobierno recomponga sus niveles de aprobación –y hegemonía-, los elementos que comienzan a primar nuevamente en el Chile pandémico es el de la represión, es decir, los elementos de dictadura.
No es casualidad encontrar aquí casos que podrían parecer menores o meras provocaciones, como los recurrentes partidos de fútbol realizados por militares en la comuna de San Bernardo [5], hasta declaraciones puramente pinochetistas como las de la concejala de la UDI por Las Condes, quien afirmó que Chile necesita un “estallido militar” [6], así como la vuelta del discurso histórico de la derecha golpista con su frase “la democracia está en riesgo” [7].
Ahora, además de las enormes cantidades que desembolsa el Estado en las pensiones de las FF.AA y Carabineros, siendo para el 2019 un presupuesto estatal de pensiones de US$2.399 millones para apenas 174.650 efectivos que reciben sus rentas desde Capredena y Dipreca, mientras que el fondo para el pueblo trabajador es de apenas US$2.080 para 1.571.384 personas. [8], también el gobierno se ha empezado en fortalecer el aparato represivo, con la compra de vehículos de guerra, como los nuevos carros lanza agua para Carabineros de Chile, así como la supuesta “filtración” del documento de la Fuerza Aérea de Chile (FACH) en el cual se llama a realizar un acuartelamiento grado 2 de todas las unidades a horas de ocurrida la votación que daba el visto bueno para el proyecto del retiro del 10% de los ahorros en la cámara de diputados [9]. Toda una maniobra que podría asemejarse a las películas policiales y hollywoodenses cuando los policías ponen sus armas sobre la mesa para amedrentar a las personas. Una verdadera amenaza para buscar apagar las serie de movilizaciones que se extendieron la noche anterior a lo largo del país, que por lo demás encendieron las alarmas del establishment bajo el anuncio de un estallido social 2.0. Como si esto fuera poco, desde el Ejército no descartaron sumarse a la medida en caso de realizarse protestas a lo largo del país, desplegando personal militar en las principales poblaciones del país. [10]
Son estos elementos de dictadura los que se encuentran con su razón primera: “Todo el quehacer estatal se ordena en función de la explotación y no de la represión”. [11] ¿Qué tiene que ver la producción económica con la represión? -podría preguntarse alguien. Es simple. Lo que teme el gobierno –tanto quienes se inclinan por una derecha más abiertamente oportunista y “populista”, como los más acérrimos pinochetistas- es a un nuevo 12 de noviembre, que motivado por la discusión de las AFP, el hambre, las problemáticas relacionadas a la salud y a la vivienda, así como el creciente desempleo, decanten en una jornada que supere con creces la jornada de protestas, enfrentamientos y huelga nacional. Es por eso que reprimen en las poblaciones, pues son, además del lugar en donde habita la clase trabajadora, se han articulado como un verdadero factor de dinamización y radicalización de la lucha social, para que estos conflictos no se trasladen a los lugares de trabajo y le afecten el negocio a los jefes del gobierno.
Es así que la crisis de dirección de timón que vive el derechismo se encuentra con su problema estratégico para la derecha: El cómo salvaguardar la propiedad y las billeteras de los grandes empresarios. El caso de las AFP es el caso más concreto y popularizado en este caso. El curso pasará hacer pequeñas reformas y matices en el régimen que apuesten por el alargue de la expectativa de vida del gobierno, o de mantener intactas todas las herencias de la dictadura con una represión más abierta. De todas formas ambas perspectivas buscan lo mismo, pero a través de distintos caminos, con más o menos intentos de consenso y cooptación, o más o menos elementos de represión y ataques directos. Lo que está en juego es qué primará para el momento.
Tres conclusiones de la coyuntura
La semana deja en evidencia por un lado los siguientes elementos: 1) El gobierno busca hacerse de una línea común para enfrentar la crisis que viven, sobre todo ad portas de las elecciones internas de sus partidos y las votaciones en el congreso por venir. 2) Una preparación activa por parte del gobierno en sus elementos represivos. No es casualidad que todos estos pronunciamientos represivos se produjeran posterior a las movilizaciones a nivel nacional contra las AFP, y el resultado de la votación en la cámara de diputados. Se preparan de esta forma desplegando a sus unidades a lo largo del país, y en las poblaciones más movilizadas, para de esta forma, si se deciden por rechazar el proyecto del 10%, ya cuenten con sus represores en las calles para cuando la población pobre y trabajadora decida salir a las calles. Y 3) La imperante necesidad de oponer una preparación de los sectores marginados de la sociedad frente a la preparación represiva del gobierno. A través de un plan de movilización nacional, que por medio de las centrales sindicales, sindicatos mineros y organismos estudiantiles y poblacionales, se lleve adelante un paro nacional para frenar los contagios a raíz de la exposición que viven las familias del país en los trabajos, por su salud, y por acabar definitivamente con el negocio de los pulpos usurpadores de las AFP. [12]
Es aquí en donde se abre un gran desafío, sobre todo considerando el tercer elemento y las acciones de protestas, rabia y movilización que se han realizado a lo largo del país: El de oponer una preparación activa, consciente y militante frente a no sólo develar los conjuros del gobierno, sino que también apostar por la unidad de estas luchas que el pueblo chileno está dando. A decir de Antonio Gramsci, no se puede “Descuidar –y aún más, despreciar- los movimientos llamados ‘espontáneos’, o sea, renunciar a darles una dirección consciente, a elevarlos a un plano superior insertándolos en la política, puede a menudo tener consecuencias serias y graves.” [13] Es decir, que si un sector de la población ya comienza a realizar acciones que son bautizadas como “estallido social 2.0”, las fuerzas de las organizaciones que se llamen a sí mismas de izquierda, anticapitalistas y revolucionarias deben disponer de sus fuerzas por preparar activamente la unidad y la disposición a enfrentar al gobierno. No se puede perder el tiempo. Ellos preparan sus tanquetas y fusiles para reprimir cualquier intento de manifestación. Nosotras y nosotros debemos oponerles también una preparación que comience con la paralización de todos los trabajos no esenciales. Pero para lograr esto las centrales sindicales, como la CUT, o los sindicatos mineros, y los organismos estudiantiles, deben actuar en unidad desde las bases, y levantar un paro nacional por la defensa de la salud del pueblo, contra la represión, por la liberación de todas y todos los presos políticos, al igual que por el fin de las AFP. Es el único camino a seguir para no dejarse aplastar por la represión del gobierno o por otro lado dejarse engañar por los anzuelos que pongan por delante –como acostumbra a hacer la centroizquierda o incluso el Frente Amplio, como lo demostraron en pleno estallido social-.
Sólo esta unidad obrera y popular, coordinada desde los sindicatos, las asambleas territoriales y los comités de unificación y solidaridad, como el Comité de Emergencia y Resguardo en Antofagasta, o el Comité de Salud y Seguridad del Hospital Barros Luco en Santiago, pueden no sólo preparar la resistencia frente a la represión del gobierno, sino que abrir el camino para un verdadero proceso constituyente, libre y soberano, y obtener las fuerzas para actuar cual bola de demolición y echar abajo todas los muros y barrotes del Chile neoliberal, capitalista, racista y patriarcal.
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