Cristina del Río y su hija Florencia Chidichimo reconstruyeron la historia del secuestro, las consecuencias que tuvo en ellas y la búsqueda que nunca abandonaron.
Valeria Jasper @ValeriaMachluk
Domingo 29 de agosto de 2021 11:56
Fotos: capturas transmisión La Retaguardia
En el día 37 del juicio que se lleva a cabo por los crímenes cometidos en las Brigadas de Quilmes, Banfield y Lanús, brindaron su testimonio familiares de Ricardo Chidichimo. "Él fue un militante político y por eso lo vinieron a buscar, lo pasearon por tres centros distintos, lo torturaron, lo mataron, pero no tenemos su cuerpo”.
Ricardo Chidichimo tenía 27 años cuando fue secuestrado. Había comenzado su militancia durante la adolescencia, junto a los curas tercermundistas. Cuando comenzó la facultad, Meteorología en Ciencias Exactas de la UBA, se sumó a la Juventud Universitaria Peronista. “Era militante como lo fueron los 30 mil, porque son 30 mil”, afirmó Florencia. El 20 de noviembre de 1976 se lo llevaron de su casa. Florencia tenía 8 meses.
“Se lo llevan en un operativo conjunto que comenzó el 17 de ese mes y que descabezó a toda la cúpula de lo que fue el Partido Auténtico, la rama política de Montoneros en La Matanza”, aclaró Florencia. En esos días también secuestraron a Jorge Congett, José Rizzo, Héctor Galeano y Gustavo Lafleur.
Como vienen relatando familiares y sobrevivientes, no solo secuestraban, también robaban todo lo que estaba a su alcance. "Me dijeron que mi cochecito estaba en la comisaría".
A Cristina la golpearon, manosearon y amenazaron con volver. "Por primera vez pensamos en perspectiva de género, con la condena de hace unos días (El Tigre Acosta fue condenado por delitos sexuales en la dictadura), reflexionó Florencia. Cristina militaba también en la Juventud Trabajadora Peronista y por ese entonces trabajaba en la Municipalidad de La Matanza. Ricardo, en el Servicio Meteorológico Nacional.
Cuando se fueron de su casa, Cristina, con las pocas monedas que los represores le dejaron, tomó un colectivo y llegó hasta la casa de su hermana. “Ahí empezó la búsqueda”, coincidieron ambas. “Fue tortuosa”, definió la hija.
Sus abuelos maternos y paternos se embarcaron junto con Cristina en la búsqueda de Ricardo. Tuvieron reuniones en Campo de Mayo y con Monseñor Emilio Graselli. “Voy a fijarme. Si está en la lista con un punto rojo, es porque está muerto. Si no, no sabría decirle”, le respondió el vicario.
Fueron acercándose a diferentes organizaciones de familiares de detenidos desaparecidos que por entonces estaban naciendo. Así, Nélida “Kita” Chidichimo se sumó a las Madres de Plaza de Mayo y formó junto con Cristina el grupo de la Iglesia de la Santa Cruz. Ella es una de las primeras en identificar a Alfredo Astiz como infiltrado.
“Una vez estábamos en misa y yo salí con Florencia al patio porque lloraba. Astiz salió conmigo. Se puso a hablarme y de repente me preguntó ´¿tu marido anda en la joda?’ Yo me quedé helada porque era una palabra que no solían usar los familiares. Me empezó a preguntar qué hacía, donde trabajaba, si había reuniones en mi casa. Me estaba interrogando”, reconstruyó Cristina. Luego de aquel episodio advirtió a las madres, pero no le creyeron.
Por su parte, Florencia relató que su abuela recordó el beso de Astiz a las madres como forma de marcarlas, y vio cómo se llevaban a todos de la Iglesia Santa Cruz. Así fue que en el Juicio a las Juntas le gritó "Judas". En 2010 Nélida declaró en el Juicio de la Esma, al salir dijo "misión cumplida"; nueve meses después falleció.
Durante su declaración, Cristina mencionó la visita de una persona que se hizo pasar por compañero de Ricardo y que le dijo que “estaba bien” y que “saldría seguro en una amnistía para Navidad”. Era fines de 1976. Muchos años después, cuando la mujer declaró en el juicio de la Brigada de San Justo, pudo reconocer a esa persona en un álbum de fotos de represores: era Ricardo García. Es la misma persona que la familia Congett reconoció como uno de los integrantes de la patota que se llevó a Jorge.
Sobre la posibilidad del exilio, Cristina fue contundente: “No podía irme y dejar a Ricardo así. Así que elegí salir a la luz, donde esta gente pudiera verme todo el tiempo”, mencionó Cristina . Volvió a su trabajo en la Municipalidad, pero al cabo de unos meses, fue obligada a renunciar: “Si no querés que te echemos por subversiva, firmá la renuncia”, le advirtieron.
Para la familia Chidichimo no fue fácil seguir, fue muy perseguida y amenazada. "La dictadura terminó en el 83 pero siguió con sus efectos y sus reverberancias hasta mucho después", afirmó Florencia luego de una largo silencio.
En 1994, recibió el certificado de víctima de desaparición forzada que la Secretaría de Derechos Humanos de Nación emitió de su padre donde pudo leer que su último “lugar de destino” fue la Brigada de Investigaciones de Lanús. “Nos extrañó. Si lo secuestraron en el Oeste, ¿por qué terminó en el sur?”. En 2006, en un acto en la facultad de Exactas donde les entregaron el título de meteorólogo de Ricardo, Nora Cortiñas le sugirió leer la declaración de Nilda Eloy. "Es muy tremendo leerla, la leí en diagonal y detecté cuando nombra un meteorólogo", afirmó la hija de Chidichimo. Nilda fue una de las últimas personas en verlo con vida.
Recién Florencia y Nilda pudieron encontrarse en 2011. “La encontré en la Comisión Provincial por la Memoria. Oyó mi apellido y se puso pálida". "El Meteorólogo” fue parte del grupo de 10 personas que llegó de San Justo a El Infierno. Recordó sumamente emocionada cuando Nilda le contó que su padre daba el parte meteorológico a través de la única claraboya que había. "Traer imágenes de una parte de mi papá es como armar un rompecabezas que no tiene fin", reflexionó Florencia.
"Pido justicia para Ricardo y para los 30 mil compañeros, quiero cárcel común y efectiva para cada uno de los represores", reclamó Cristina, al tiempo que recordó las palabras que le decía a su hija Florencia: "Nosotros no vamos por la revancha ni nos manejaremos con odio; este país un día nos va a dar justicia y este juicio es la ofrenda a mi hija por esas palabras que le dije cuando era pequeña". Emocionada, finalizó su testimonio con unos versos escritos por su suegra, Nélida, para el cumpleaños número 30 años de su hijo: "tierra, hoy te pregunto temblando, ¿lo tienes tu?".
También brindó testimonio Rubén Ares, sobreviviente del Pozo de Banfield. Había estudiado en la Escuela de Policía a principios de 1976 y entró en la Brigada de Quilmes como agente. En octubre uno de sus compañeros le pidió que lo ayudara a dar de comer a los presos. Les sacaron las vendas, les desataron las manos y una detenida dijo que lo conocía y que era militante.
La noche del 17 de octubre de 1976 fueron a su casa sus propios compañeros de trabajo y lo llevaron al Pozo de Banfield, donde está hasta su liberación el 20 de enero de 1977.