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Teoría Marxista. La dialéctica materialista de Richard Levins y Richard Lewontin

Los capítulos del Biólogo dialéctico fueron escritos en gran parte desde una perspectiva marxista. Reflejan el conflicto entre la dialéctica materialista y la ideología mecanicista, reduccionista y positivista que dominó nuestra educación académica y que impregna nuestro entorno intelectual.

Martes 7 de julio de 2020 14:04

En 1985 el ecólogo matemático Richard Levins y el genetista y biólogo evolutivo Richard Lewontin publicaron el Biólogo dialéctico, una obra fundamental para acercarse a la dialéctica de la naturaleza y la concepción marxista aplicada a las ciencias naturales. El libro es una compilación de artículos polémicos de 1976 a 1983, organizados en 13 capítulos y una conclusión final, cuyos temas abordados van desde la teoría de la evolución, la mercantilización de la ciencia y la estructura de la naturaleza, al problema del lysenkoismo, el daño de los pesticidas, la salud comunitaria y la naturaleza humana. Todos los capítulos, según los autores, “reflejan el conflicto entre la dialéctica materialista, con la que nos comprometemos conscientemente, y la ideología mecanicista, reduccionista y positivista que dominó nuestra educación académica y que impregna nuestro entorno intelectual”.

El término “materialismo dialéctico” a menudo ha sido objeto de ataques no solo desde el pensamiento liberal y el reduccionismo cartesiano (la ideología dominante de la burguesía en el campo de las ciencias naturales), sino incluso dentro del propio marxismo occidental contemporáneo, llegando a ser identificado como el dogma del estalinismo. Pero la tradición de la dialéctica de la naturaleza tuvo continuidad en el campo de las ciencias naturales, inicialmente a través de científicos soviéticos como Nicolai Vavilov (genética), Vladimir Stanschinsky (ecología) y Boris Hessen (física), todos asesinados por el estalinismo, más sus contemporáneos británicos John Haldane (biología), John Bernal (física) y Joseph Needham (química), y más recientemente en los años 70 y 80 a través de los biólogos norteamericanos Richard Levins, Richard Lewontin y Stephen Jay Gould, entre otros, de la Universidad de Harvard, por entonces principal centro de la biología evolutiva.

Richard Charles "Dick" Lewontin
Richard Charles "Dick" Lewontin (Nueva York, 29 de marzo de 1929). Biólogo evolutivo, genetista y filósofo de la biología estadounidense.

Lamentablemente, el Biólogo dialéctico estuvo más de 30 años sin poder contar con una versión traducida al castellano, por lo que su contenido es prácticamente desconocido para la militancia socialista hispanoparlante. Por eso, desde Ecología y medioambiente de LID publicamos la conclusión final de esta obra, titulada simplemente “La dialéctica”, en donde por primera vez, Levins y Lewontin “para seguir el programa intelectual de esta colección”, intentarán “una discusión explícita de esta forma de pensar”, una tradición que “se remonta a Engels, quien escribió, en Dialéctica de la naturaleza, que ‘para mí no podía tratarse de construir las leyes de la dialéctica de la naturaleza, sino de descubrirlas en ella y evolucionarlas a partir de ella’”. Por esta razón no es de extrañar que Levins y Lewontin hayan dedicado el Biólogo dialéctico al viejo socialista alemán, “quien se equivocó muchas veces, pero acertó en lo que realmente importaba”.

Richard Levins
Richard Levins (Nueva York, 1 de junio de 1930 - 19 de enero de 2016)​. Ecólogo matemático, profesor universitario en Harvard School of Public Health, filósofo de la biología y militante comunista.

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A mediados de marzo el semanario Ideas de Izquierda anunció que Ediciones IPS publicará próximamente y por primera vez en castellano el libro La biología en cuestión. Ensayos dialécticos sobre ecología, agricultura y salud (2007), de Levins y Lewontin.

La dialéctica

Los científicos, como otros intelectuales, llegan a su trabajo con una visión del mundo, un conjunto de preconcepciones que proporciona el marco para su análisis del mundo. Estas preconcepciones actúan tanto a nivel explícito como implícito. Incluso, cuando se invocan explícitamente, subyacen suposiciones sin examinar y no expresadas. El intento de analizar la evolución como una interacción entre las causas genéticas internas y las causas ambientales externas hace explícita la distinción entre organismo y ambiente. Sin embargo, detrás de esa distinción está el principio no examinado e implícito de que el organismo y el ambiente son efectivamente sistemas separados con sus propias propiedades autónomas.

Nosotros también tenemos nuestras propias preconcepciones intelectuales. Si nos diferenciamos de la mayoría de los científicos, es en nuestro intento deliberado de hacer explícitas estas ideas preconcebidas donde podamos. Los capítulos del Biólogo dialéctico fueron escritos en gran parte desde una perspectiva marxista. Reflejan el conflicto entre la dialéctica materialista, con la que nos comprometemos conscientemente, y la ideología mecanicista, reduccionista y positivista que dominó nuestra educación académica y que impregna nuestro entorno intelectual. Sin embargo, no hemos intentado definir el método dialéctico o exponer sus principios en un listado explícito. Estos capítulos no se basaron en una lista claramente enumerada de “principios dialécticos”. Más bien, reflejan ciertos hábitos de pensamiento, ciertas formas de cuestionamiento que identificamos como dialécticas. Sin embargo, parece necesario, para seguir el programa intelectual de esta colección, intentar una discusión explícita de esta forma de pensar.

Las formalizaciones de la dialéctica tienen una apariencia rígida y dogmática que contradice la fluidez e historicidad de la visión marxista del mundo. En especial se da en el caso cuando se establecen como “leyes”, por analogía con las leyes de las ciencias naturales. Sin embargo, la mayoría de las leyes científicas establecen relaciones cuantitativas entre variables y sirven como base para la predicción. Por ejemplo, las “leyes” de la dialéctica claramente no son análogas a la ecuación de Einstein e=mc2, sino más bien a los principios anteriores, la constancia de la velocidad de la luz en todos los marcos inerciales y la conservación del impulso. Tal vez los principios de la dialéctica son análogos a los principios de variación, heredabilidad y selección de Darwin, ya que crean los términos de referencia de los cuales se pueden derivar cuantificaciones y predicciones.

Una segunda razón para nuestra reticencia a formular la dialéctica en términos de leyes es que crea la ilusión de que la dialéctica son reglas derivadas simplemente de la naturaleza. No lo son. Una visión dialéctica de la dialéctica enfatizaría que los principios y el vocabulario tomados de los filósofos se han transformado e invocado polémicamente en oposición a, como negación de, el marco ideológico prevaleciente de la ciencia burguesa, la perspectiva reduccionista cartesiana. El valor de la dialéctica es un desafío consciente a las principales fuentes de error del presente, y nuestra propia descripción de los principios dialécticos está específicamente diseñada para ayudar a resolver los problemas con los que trabajamos tanto en nuestra vida científica como política.

Dada la notable flexibilidad y capacidad para la novedad que caracterizan el pensamiento humano, es posible que al menos cualquier conclusión sobre el mundo pueda ser alcanzada por cualquiera, independientemente del compromiso previo de la persona con una ideología o una visión del mundo. Newton, que aceptó el mundo sobrenatural de las creencias religiosas concibió, sin embargo, un mundo de necesidad mecánica intransigente. Pero no es necesario insistir en que la construcción de un modelo particular de la naturaleza necesita una visión del mundo particular para argumentar que la ideología nos predispone fuertemente a ver algunas cosas en el mundo y no en otras. Habría sido muy extraordinario de hecho que un naturalista que viajaba con Colón o Magallanes a principios del siglo XVI hubiera regresado a casa con los mismos puntos de vista que Darwin tenía cuando se bajó del Beagle. De hecho, difícilmente uno se puede imaginar incluso enviar a un naturalista en un viaje alrededor del mundo en 1519. Ideas de causa y efecto, sujeto y objeto, parte y totalidad forman un marco intelectual que delimita nuestra construcción de la realidad, aunque apenas somos conscientes de su existencia o, si lo somos, lo afirmamos como una realidad evidente que debe limitar todo pensamiento. No empezamos ni podemos empezar desde cero cada vez que pensamos en el mundo. El conocimiento se construye socialmente porque nuestras mentes están construidas socialmente y porque el pensamiento individual sólo se convierte en conocimiento a través del proceso de ser aceptado en la circulación social. Así, las ideologías dominantes configuran el tono de la investigación teórica de los fenómenos que luego se convierte en la práctica que refuerza la propia ideología.

Inevitablemente, algunos problemas de comprensión del mundo no pueden resolverse en el marco ideológico comúnmente aceptado. Estos problemas son considerados “fundamentalmente” indecisos o son discretamente ignorados en la marcha triunfal del descubrimiento. El aumento del conocimiento es entonces similar a la conquista de la tierra por un ejército medieval. Las ciudades son sitiadas, la mayoría se rinde, pero algunas resisten indefinidamente. El ejército las atraviesa dejando atrás algunas de sus tropas, que se asientan en un largo y frustrante asedio. Este ha sido sin duda el caso en la biología, donde los extraordinarios progresos realizados en los estudios moleculares han sido la consecuencia de un programa reduccionista sencillo, mientras que la comprensión del desarrollo embrionario y del funcionamiento del sistema nervioso central ha permanecido en un estado rudimentario. Incluso la biología evolutiva, que es ampliamente aceptada como un triunfo de la ciencia moderna, ha barrido muchos problemas bajo la alfombra de la indecidibilidad.

El modo dominante de análisis del mundo físico y biológico (y, por extensión, del mundo social, en la medida que han surgido las “ciencias” sociales) ha sido el reduccionismo cartesiano. Este modo cartesiano se caracteriza por cuatro compromisos ontológicos, que luego ponen su sello en el proceso de creación de conocimiento:

1. Hay un conjunto natural de unidades o partes con las cuales cualquier sistema está hecho.
2. Estas unidades son homogéneas dentro de sí mismas, al menos en la medida en que afectan la totalidad de la cual son parte.
3. Las piezas son ontológicamente anteriores a la totalidad. Es decir, las partes existen aisladamente y se unen para formar la totalidad. Las partes tienen propiedades intrínsecas, que poseen aisladamente y que prestan a la totalidad. En los casos más simples la totalidad no es más que la suma de sus partes; en los casos más complejos permiten interacciones de las piezas para producir propiedades añadidas a la totalidad.
4. Las causas están separadas de los efectos, las causas son las propiedades de los sujetos y los efectos las propiedades de los objetos. Si bien las causas pueden responder a la información procedente de los efectos (los llamados “bucles de retroalimentación”), no hay ambigüedad sobre qué está causando el sujeto y cuál es el objeto causado. (Esta distinción persiste en las estadísticas como variables independientes y dependientes).

Caracterizamos al mundo descrito por estos principios como el mundo alienado, el mundo en el que las partes se separan de los enteros y se reifican como cosas en sí mismas, causas separadas de los efectos, sujetos separados de los objetos. Es un mundo físico que refleja la estructura del mundo social alienado en el que fue concebido. Comenzando con los primeros destellos del emprendimiento mercante en la Europa del siglo XIII, y culminando en las revoluciones burguesas de los siglos XVII y XVIII, las relaciones sociales han enfatizado la primacía del individuo alienado como actor social. Por sucesivos actos de clausura, la tierra fue alienada de los cultivadores campesinos, que antes estaban atados a ella y ella a ellos. Los individuos se convirtieron en átomos sociales, colisionando en el mercado, cada uno con sus intereses especiales y propiedades intrínsecas a sus roles. Sin embargo, ninguna persona individual se limita a un solo papel en la sociedad burguesa. Las mismas personas son consumidores y productores, propietarios e inquilinos, jefes y subalternos. A pesar de todo, la teoría social burguesa ve a la sociedad construida por grupos de intereses homogéneos. Los “consumidores” tienen su interés, los “trabajadores” su interés, el “capital” su interés. La totalidad de la sociedad toma una forma determinada por la acción recíproca de estas categorías entre sí.

El mundo alienado es a la vez ideológico y real. Claramente, la afirmación de que el orden social es el resultado natural de los ajustes de las demandas e intereses de los grupos competidores es una formulación ideológica destinada a hacer que la estructura parezca inevitable, pero también refleja la realidad que se ha construido. Los trabajadores como individuos venden su fuerza de trabajo en un mercado cuyos términos han sido establecidos, generalmente, por las luchas entre los trabajadores y los patrones. Los consumidores tienen un interés en los productos que se les ofrecen que es antitético al interés de los productores. Pero estos grupos de interés han sido creados por el propio sistema de relaciones sociales del que se dice que son la base.

De la misma manera, el mundo físico alienado no es sólo una estructura de conocimiento, sino una estructura física impuesta al mundo. Que una de las cadenas de causas intersectantes se convierta en la causa de un efecto dado está determinado en parte por la práctica social. Por ejemplo, la investigación médica y la práctica aíslan las causas particulares de la enfermedad y las tratan. El bacilo de la tuberculosis se convirtió en la causa de la tuberculosis, a diferencia de, digamos, el capitalismo industrial no regulado, porque el bacilo se convirtió en el punto de ataque médico a la enfermedad. La alternativa no sería un enfoque “médico” sino un enfoque “político” de la tuberculosis y, por lo tanto, no el negocio de la medicina en una estructura social alienada. Habiendo identificado el bacilo como la causa, una quimioterapia tuvo que ser desarrollada para tratarlo, en lugar de, digamos, una revolución social.

A veces los problemas son creados en parte por las mismas soluciones inventadas para hacer frente a ellos. La competencia de ciertas especies de hierbas con plantas de cultivo es un problema grave para los agricultores, un problema que ahora se “resuelve” mediante la aplicación al por mayor de herbicidas. Pero no todas las malas hierbas son malas para los cultivos, y las especies de malas hierbas compiten entre sí. Mediante el uso de herbicidas de amplio espectro, las malas hierbas beneficiosas, las que compiten con las malas hierbas dañinas, se destruyen junto con las malas hierbas dañinas que desplazan, por lo que el “problema de las malas hierbas” se debe, en parte, a la operación que se supone que debe hacer frente. Lo mismo es cierto para los insectos, que son seleccionados por su resistencia genética a los insecticidas por los mismos insecticidas utilizados para controlarlos. Como consecuencia, cuanto mayor es la cura, mayor es el problema.

Ninguna forma de pensar sobre el mundo de los fenómenos puede proporcionar una descripción total del conjunto infinitamente complejo de causas que interactúan de todos los eventos. Nuestra opinión es que la visión del mundo enajenada captura una sombra particularmente empobrecida de las relaciones reales entre los fenómenos del mundo, que se refiere solo a las proyecciones de objetos multidimensionales en planos fijos de baja dimensionalidad. De hecho, es un objetivo explícito del reduccionismo cartesiano encontrar un conjunto muy pequeño de vías o “factores” causales independientes que puedan usarse para reconstruir un gran dominio de fenómenos. Un ejercicio elemental en los cursos de diseño es hacer un objeto que sea circular en un cuadrado de proyección en una segunda proyección y triangular en la tercera. (Dejamos la solución como un ejercicio para el lector). La ciencia enajenada se ocupa del mundo alienado de estas proyecciones, mientras que una visión dialéctica intenta comprender el objeto en su dimensión completa. Por supuesto, algunos objetos, como las esferas, son iguales en todas las proyecciones, por lo que la estrategia reduccionista tiene éxito.

El error del reduccionismo, como punto de vista general, es que supone que el objeto de dimensiones superiores está “compuesto” de alguna manera por sus proyecciones de dimensiones inferiores, que tienen primacía ontológica y que existen de forma aislada, las partes “naturales” de las cuales el todo está compuesto. En el mundo enajenado las cosas son homogéneas en la base. De hecho, el objeto de la ciencia reduccionista es encontrar las unidades más pequeñas que son internamente homogéneas, las unidades naturales de las que está hecho el mundo. La historia de la química y la física clásicas es el epítome de esta visión. En la química clásica, los objetos microscópicos estaban hechos de una mezcla de moléculas, cada una de las cuales era homogénea dentro de sí misma. Con el desarrollo de la teoría atómica de la materia, se vio que estas moléculas estaban hechas de mezclas de átomos de diferentes tipos, por lo que las moléculas se consideraron internamente heterogéneas. Entonces parecía que los mismos átomos desafiaban su nombre (átomos, indivisibles), porque también eran internamente heterogéneos, y estaban compuestos de neutrones, protones y electrones elementales. Pero incluso esa homogeneidad ha desaparecido, y el número de partículas “elementales” se ha multiplicado con cada creación de un acelerador de partículas más potente. Los físicos creen que la teoría actual predice todas las partículas que pueden existir, pero dado que ese aparato teórico tiene solo media docena de años, la persona cautelosa puede reservar su juicio.

Por el contrario, en la visión dialéctica del mundo, desde el principio se supone que las cosas son internamente heterogéneas en todos los niveles. Y esta heterogeneidad no significa que el objeto o sistema esté compuesto de unidades naturales fijas. Más bien, la división “correcta” del todo en partes varía, dependiendo del aspecto particular del todo en cuestión. En las reconstrucciones evolutivas el problema es identificar las unidades anatómicas, conductuales o fisiológicas de la evolución. ¿Es la mano una unidad en evolución, o es la extremidad anterior completa o, por el contrario, cada dedo o cada articulación de cada dedo es la unidad apropiada? La respuesta depende de la forma en que los genes interactúan entre sí para influir en el desarrollo de la mano y la forma en que opera la selección natural. Pero las interacciones genéticas mismas evolucionan, y la naturaleza de la fuerza de la selección natural varía de vez en cuando y de una especie a otra, por lo que la mano puede ser una unidad de evolución en algunos momentos, pero no en otros. Además, el grado de integración funcional o independencia de los dedos, la mano y la extremidad anterior evolucionará. Una unidad de evolución puede, por su propia evolución, aniquilarse como una unidad de evolución futura. Es una cuestión de lógica simple que las partes pueden ser partes solo cuando hay un todo del que pueden ser partes. Las partes implican el todo y el todo implica las partes. Sin embargo, la práctica reduccionista ignora esta relación, aislando partes como unidades preexistentes de las cuales se componen todos. En el mundo dialéctico, la relación dialéctica lógica entre parte y todo se toma en serio. Las partes hacen el todo y el todo hace a las partes.

Parece claro que todas las partes del mundo físico están en interacción entre sí hasta cierto punto. Sin embargo, en la práctica, gran parte de esa interacción es irrelevante. Puede ser que “no se puede mover una flor sin molestar a una estrella” pero, de hecho, nuestra jardinería no tiene ningún efecto sobre el Sol, porque la gravitación es una fuerza débil que cae como el cuadrado de la distancia. El crecimiento de nuestras flores, por otro lado, se ve afectado por el Sol porque los fotones viajan a través de 80 millones de millas sin perder su energía. La comunidad en ecología no pierde su significado como unidad de análisis ni su efectividad como nivel de interacción solo porque es posible conectar cada especie en el mundo con todas las demás mediante una larga cadena de interacciones bióticas remotas. El problema para el ecólogo no es dividir el mundo de los organismos de una vez por todas en comunidades, sino buscar grupos de especies dentro de las cuales haya interacciones fuertes y entre las cuales haya relaciones débiles en circunstancias particulares. Una sola especie puede ser parte de dos comunidades sin unir esas comunidades en una sola. El búho como depredador pertenece a una comunidad, como defecador es parte de una muy diferente.

El primer principio de una visión dialéctica, entonces, es que un todo es una relación de partes heterogéneas que no tienen existencia independiente previa como partes. El segundo principio, que se deriva del primero, es que, en general, las propiedades de las partes no tienen una existencia enajenada previa, sino que se adquieren al ser partes de un todo en particular. En el mundo enajenado las propiedades intrínsecas de las partes enajenadas confieren propiedades al conjunto, que además pueden adquirir nuevas propiedades que no son características de las partes: el todo puede ser más que la suma de sus partes. Pero el antiguo debate sobre el surgimiento, si las totalidades pueden tener propiedades no intrínsecas a las partes, no viene al caso. El hecho es que las partes tienen propiedades que son características de ellas solo porque son partes del todo. Las propiedades llegan a existir en la interacción que hace al todo. Una persona no puede volar agitando los brazos, no importa cuánto lo intente, ni un grupo de personas puede volar agitando los brazos al mismo tiempo. Pero las personas vuelan, como consecuencia de la organización social que ha creado aviones, pilotos y combustible. Sin embargo, no es la sociedad la que vuela, sino los individuos de la sociedad que han adquirido una propiedad que no tienen fuera de la sociedad. Las limitaciones de los seres físicos individuales son negadas por las interacciones sociales. El todo, por lo tanto, no es simplemente el objeto de interacción de las partes, sino que es el sujeto de acción sobre las partes.

El énfasis dialéctico en los enteros es compartido por otras escuelas del pensamiento que se rebelan contra la fragmentación de la vida bajo el capitalismo, la estrechez de la especialización, el reduccionismo de la teoría médica y agrícola. Los movimientos holísticos de salud enfatizan la inseparabilidad de los procesos psicológicos y fisiológicos, la relevancia para la salud de la nutrición, el ejercicio y las emociones, y las complejas interacciones de diferentes nutrientes. El movimiento ecologista enfatiza la unidad de la naturaleza, que nos incluye a nosotros.

Estamos de acuerdo con estas críticas a las prácticas actuales, pero diferimos de estos grupos en dos formas principales. La mayoría de los movimientos de salud alternativos se centran en el individuo, sin integrarlo en los procesos sociales, ya sea en el análisis o en el programa. Y su principio organizador es la armonía, el equilibrio o la “unidad” con la naturaleza. En el enfoque dialéctico, las “totalidades” no son inherentemente equilibradas o armoniosas, su identidad no es fija. Son los lugares de los procesos internos de oposición, y el resultado de estas oposiciones se equilibra solo temporalmente.

Un tercer principio dialéctico, entonces, es que la interpenetración de partes y totalidades es una consecuencia de la intercambiabilidad de sujeto y objeto, de causa y efecto. En el mundo enajenado los objetos son los elementos pasivos y causados de otros sujetos activos y causales. En la teoría evolutiva los organismos se ven generalmente como los objetos de la evolución: a través de la selección natural, los cambios autónomos en el medioambiente causan alteraciones adaptativas en el organismo pasivo. Sin embargo, como argumentamos en el Capítulo 3, “El organismo como sujeto y objeto de la evolución”, la situación real es bastante diferente. Los organismos son tanto los sujetos como los objetos de la evolución. Ambos crean y están hechos por el medioambiente y, por lo tanto, son actores en su propia historia evolutiva.

La separación entre causa y efecto, sujeto y objeto en el mundo enajenado tiene una consecuencia política directa, resumida en la expresión “No se puede luchar contra el Municipio”. El mundo externo establece las condiciones a las que debemos adaptarnos socialmente, así como el medioambiente obliga a las especies a adaptarse biológicamente. La ideología de “ser realista” se manifiesta en teorías del desarrollo psíquico humano, como la afirmación de Piaget (1967) de que “el equilibrio se alcanza cuando el adolescente comprende que la función apropiada de la reflexión no es contradecir sino predecir e interpretar la experiencia”. A esto contraponemos la undécima tesis de Marx (1845) sobre Feuerbach: “Los filósofos solo han interpretado el mundo de varias maneras; el punto, sin embargo, es transformarlo”.

Otras dos escuelas de pensamiento también reconocen la heterogeneidad del mundo, pero de diferentes maneras. A los liberales les gusta instar a que las situaciones “no sean todas blancas o negras”, que cada curso de acción tenga sus ventajas y desventajas, costos y beneficios. Su solución es ver el mundo como sombras grises, sopesar los costos y beneficios en una escala que viene con una sola resultante: ganancia o pérdida neta, o insistir en que, dados dos extremos, “la verdad se encuentra en un punto intermedio”. En cada caso, las diferencias son cuantitativas y las contradicciones se resuelven por compromiso.

La tradición taoísta en China comparte con la dialéctica el énfasis en la integridad, el todo se mantiene mediante el equilibrio de los opuestos como el yin y el yang. Aunque equilibrados, el yin y el yang no pierden su identidad en algún producto intermedio encharcado. La medicina china reconoce el exceso de yin y la deficiencia de yang como patologías distintas. Sin embargo, el equilibrio se considera el estado natural y deseable, y el objetivo de la intervención es restablecer el equilibrio. Por lo tanto, el holismo taoísta es una doctrina de armonía más que de desarrollo.

Debido a que los elementos se recrean entre sí interactuando y son recreados por las totalidades de las que forman parte, el cambio es una característica de todos los sistemas y todos los aspectos de todos los sistemas. Ese es un cuarto principio dialéctico. En el pensamiento burgués el cambio ocupa una posición aparentemente contradictoria que se desprende de la historia de la revolución burguesa. El triunfo del capitalismo fue acompañado por una iconoclasia exuberante, arrogante y liberadora. Lo que fue, no necesita ser; Las ideas no tienen tenencia. El cambio, en palabras de Herbert Spencer, era una “necesidad benéfica”. La gente podría cambiar su estado; El éxito vino por la innovación. Pero con el eventual dominio de las instituciones burguesas, la sociedad burguesa misma fue vista como la culminación del desarrollo social, la liberación final de la humanidad de las cadenas de restricciones feudales artificiales en el estado natural del hombre económico. A partir de ese momento, el cambio debía restringirse dentro de límites estrechos: realizar innovaciones técnicas, mejorar las leyes, equilibrar, ajustar, comprometer, expandir o declinar. La legitimación de la sociedad burguesa significaba la negación de la necesidad de un cambio fundamental, o incluso la posibilidad de hacerlo. La estabilidad, el balance, el equilibrio y la continuidad se convirtieron en virtudes positivas en la sociedad y, por lo tanto, también en objetos de interés intelectual.

El cambio se consideraba cada vez más superficial, como solo una apariencia, enmascarando algo de estasis subyacente. Incluso en la teoría evolutiva, el estudio por excelencia del cambio, vimos la profunda negación del cambio. La evolución fue simplemente la recombinación de unidades inmutables de idioplasma; especies tocaban infinitamente nichos musicales; los cambios aparentemente radicales a través del tiempo geológico fueron solo prolongaciones de la microevolución observada en el laboratorio; y todo fue simplemente una secuencia de manifestaciones del gen egoísta en diferentes contextos de egoísmo.

Al elegir entre posibilidades alternativas, se ha dado prioridad a la hipótesis nula de que no se ha producido ningún cambio. Hasta hace poco, los modelos de dinámica se enfocaban en las condiciones para un equilibrio estable. Esto desvió la atención de las diversas formas en que los sistemas podrían ser inestables. Dado que la estabilidad requiere la satisfacción simultánea de una gran cantidad de criterios diferentes (el doble de variables que hay en el sistema), los sistemas pueden ser estables de una sola manera, pero pueden ser inestables de muchas maneras. Solo recientemente se ha dirigido la atención a la riqueza de los procesos de no-equilibrio.

En el pensamiento burgués el cambio a menudo se ve como el desarrollo regular de lo que ya existe (en principio en los genes, si no se realiza físicamente); se describe enumerando la secuencia de resultados del cambio, las etapas necesarias del desarrollo social o individual. Este cambio del proceso al producto también contamina el pensamiento socialista cuando la visión dinámica de la historia como historia de la lucha de clases es reemplazada por la gran marcha de las etapas, desde el comunismo primitivo hasta la esclavitud, el feudalismo, el capitalismo, el socialismo y hasta la gloriosa puesta de Sol. Por lo tanto, incluso cuando no se puede ignorar un cambio profundo, se reconoce de mala gana y se niega con el aforismo cansado del mundo: “Cuanto más cambian las cosas, más son lo mismo”. En el mundo enajenado hay constantes y variables, aquellas cosas que son fijas y las que cambian como consecuencia de leyes fijas que operan con valores de parámetros fijos.

En el mundo dialéctico, dado que todos los elementos (tanto sujetos como objetos) están cambiando, las constantes y las variables no son clases distintas de valores. Las escalas de tiempo de cambio de diferentes elementos pueden ser muy diferentes, de modo que un elemento tiene la apariencia de ser un parámetro fijo para el otro. Por ejemplo, las formulaciones de la genética de poblaciones toman el medioambiente como constante durante largos períodos para calcular las trayectorias de las frecuencias genéticas y sus equilibrios. Pero a medida que el entorno cambia lentamente, los equilibrios mismos pueden estar cambiando más lentamente. Recíprocamente, la ecología de la población supone que las especies no están cambiando genéticamente para calcular las trayectorias demográficas de las clases de edad, aunque el equilibrio cambiará lentamente a medida que cambie la composición genotípica de las poblaciones. Finalmente, la ecología comunitaria toma las propiedades demográficas y genéticas de las especies como constantes para predecir el equilibrio de los números de especies en una comunidad, aunque estos pueden cambiar lentamente a medida que ocurren cambios genéticos en una escala de tiempo evolutivo.

Desafortunadamente, las escalas de tiempo de estos procesos a menudo no son diferentes, por lo que la suposición de que un proceso puede mantenerse constante mientras que los otros cambian es un error. La derivación de Fisher (1930) del parámetro maltusiano para seguir los cambios genéticos en una población cometió el error de suponer que la distribución por edades permanecería constante durante el proceso selectivo. No fue hasta cuarenta años después de la publicación de The Genetical Theory of Natural Selection que los procesos de cambio demográficos y genéticos fueron finalmente tratados simultáneamente (Charlesworth 1970). Otra manifestación del mismo error es tratar la aptitud de los genotipos en las poblaciones como independientes de las frecuencias de esos genotipos, relegando la llamada “selección dependiente de la frecuencia” a la categoría de un caso especial y sin importancia. Sin embargo, la mayoría de los procesos selectivos dependen necesariamente de la frecuencia, especialmente si involucran interacciones competitivas o cooperativas.

Existen, por supuesto, constantes físicas como la masa del electrón, la velocidad de la luz y la constante de Planck, que consideramos fijas e insensibles a los sistemas de los que forman parte. Sin embargo, su constancia no es una ley derivada de otros principios más primitivos, sino una suposición. De hecho, no sabemos que “la” masa “del” electrón ha sido la misma desde el comienzo de la materia ni, incluso si ha sido tan constante, que su valor no es un accidente de la historia de la materia. Si tales valores realmente están cambiando y, si lo están, a qué ritmo, es una pregunta contingente, no debe ser respondida por principio. La diferencia entre el reduccionista y el dialéctico es que el primero considera la constancia como la condición normal, que se probará lo contrario, mientras que el segundo espera un cambio, pero acepta la aparente constancia.

No solo cambian los parámetros en respuesta a los cambios en el sistema del que forman parte, sino que también cambian las leyes de transformación. En la visión del mundo alienado, las entidades pueden cambiar como consecuencia de las fuerzas del desarrollo, pero las fuerzas mismas permanecen constantes o cambian de manera autónoma como resultado de las propiedades intrínsecas del desarrollo. De hecho, sin embargo, las entidades que son objeto de leyes de transformación se convierten en sujetos que cambian estas leyes. Los sistemas destruyen las condiciones que los provocaron en primer lugar y crean las posibilidades de nuevas transformaciones que antes no existían. La ley de que toda vida surge de la vida se promulgó hace solo mil millones de años. La vida surgió originalmente de la materia inanimada, pero ese origen hizo imposible su ocurrencia continua, porque los organismos vivos consumen las complejas moléculas orgánicas necesarias para recrear la vida de novo. Además, la atmósfera reductora que existía antes del comienzo de la vida se ha convertido, por los organismos vivos, en una rica en oxígeno reactivo.

El cambio que es característico de los sistemas surge de las relaciones internas y externas. La heterogeneidad interna de un sistema puede producir una inestabilidad dinámica que resulta en un desarrollo interno. Al mismo tiempo, el sistema en su conjunto se está desarrollando en relación con el mundo externo, que influye y es influenciado por ese desarrollo. Así, las fuerzas internas y externas se afectan entre sí y al objeto, que es el nexo de esas fuerzas. La biología clásica, es decir biología alienada, siempre ha separado las fuerzas internas y externas que operan en los organismos, manteniendo una constante mientras considera la otra. Así, la embriología siempre ha enfatizado el desarrollo de un organismo como consecuencia de fuerzas internas, independientemente del medioambiente. A lo sumo, el medioambiente se considera como una señal que activa las fuerzas de desarrollo interior. La biología del desarrollo se consume con el problema de cómo los genes determinan el organismo. Por otro lado, la biología evolutiva, al menos como se practica en los países anglosajones, está obsesionada con el problema de la adaptación del organismo al mundo externo y supone sin lugar a dudas que existe una alteración favorable en el organismo por mutación.

Sin embargo, existe abundante evidencia de que la ontogenia de un individuo es una función tanto de sus genes como del entorno en el que se desarrolla. Además, es cierto que ningún tetrápodo ha logrado, sin importar las fuerzas selectivas involucradas, adquirir alas sin renunciar a un par de extremidades. La separación de las fuerzas externas e internas del desarrollo es una característica de la biología enajenada que debe superarse si se resuelven los problemas de embriología o evolución.

La afirmación de que todos los objetos son internamente heterogéneos nos lleva en dos direcciones. El primero es la afirmación de que no hay sótano. Esto no es una imposición a priori a la naturaleza, sino una generalización de la experiencia: todas las "unidades básicas" no descomponibles propuestas hasta ahora han resultado descomponibles, y la descomposición ha abierto nuevos dominios para la investigación y la práctica. Por lo tanto, la proposición de que no hay sótano ha demostrado ser una mejor guía para comprender el mundo que su opuesto. Además, la afirmación de que no hay un sótano argumenta la legitimidad de investigar cada nivel de organización sin tener que buscar unidades fundamentales.

Una segunda consecuencia de la heterogeneidad de todos los objetos es que nos dirige hacia la explicación del cambio en términos de los procesos opuestos unidos dentro de ese objeto. La heterogeneidad no es meramente diversidad: las partes o procesos se enfrentan entre sí como opuestos, condicionados a la totalidad de los cuales son partes. Por ejemplo, en el sistema depredador-presa de lemmings y búhos, las dos especies son polos opuestos del proceso, la depredación determina simultáneamente la tasa de mortalidad de lemmings y la tasa de natalidad de los búhos. No es que los lemmings sean el sitio opuesto de los búhos en algún sentido ontológico, o que los lemmings impliquen búhos o no puedan existir sin búhos. Pero dentro del contexto de este ecosistema en particular, su interacción ayuda a impulsar la dinámica de la población, lo que muestra una fluctuación espectacular de los números.

Lo que caracteriza al mundo dialéctico, en todos sus aspectos, como lo hemos descrito, es que está en constante movimiento. Las constantes se convierten en variables, las causas se convierten en efectos y los sistemas se desarrollan, destruyendo las condiciones que los originaron. Incluso los elementos que parecen ser estables están en un equilibrio dinámico de fuerzas que pueden desequilibrarse repentinamente, como cuando un trozo de metal gris opaco de tamaño crítico se convierte en una bola de fuego más brillante que mil soles. Sin embargo, el movimiento no es ilimitado y uniforme. Los organismos se desarrollan y diferencian, luego mueren y se desintegran. Las especies surgen, pero inevitablemente se extinguen. Incluso en el mundo físico simple no sabemos de movimiento uniforme. Incluso la tierra que gira sobre su eje se ha ralentizado en el tiempo geológico. El desarrollo de sistemas a través del tiempo, entonces, parece ser la consecuencia de fuerzas y movimientos opuestos.

Esta aparición de fuerzas opuestas ha dado lugar al concepto más debatido y difícil, pero más central, en el pensamiento dialéctico, el principio de contradicción. Para algunos, la contradicción es solo un principio epistémico. Describe cómo llegamos a comprender el mundo a través de una historia de teorías antitéticas que, en contradicción entre sí y en contradicción con los fenómenos observados, conducen a una nueva visión de la naturaleza. La teoría de la revolución científica de Kuhn (1962) tiene algo de este sabor de contradicción y resolución continuas, dando paso a una nueva contradicción. Para otros, la contradicción no es solo epistémica sino también política, siendo la contradicción entre las clases el poder motivador de la historia. Así, la contradicción se convierte en una propiedad ontológica al menos de la existencia social humana. Para nosotros, la contradicción no es solo epistémica y política, sino ontológica en el sentido más amplio. Las contradicciones entre las fuerzas están en todas partes en la naturaleza, no solo en las instituciones sociales humanas.

Esta tradición de la dialéctica se remonta a Engels (1880) quien escribió, en Dialéctica de la naturaleza, que “para mí no podía tratarse de construir las leyes de la dialéctica de la naturaleza, sino de descubrirlas en ella y evolucionarlas a partir de ella”. La comprensión de Engels del mundo físico fue, por supuesto, una comprensión del siglo XIX, y gran parte de lo que escribió sobre él parece pintoresco. Además, los dialécticos han intentado repetidamente hacer que la identificación de las contradicciones en la naturaleza sea una característica central de la ciencia, como si todos los problemas científicos se resolvieran cuando se revelaran las contradicciones. Sin embargo, ni los errores de hecho de Engels ni la rigidez de la dialéctica idealista cambian el hecho de que las fuerzas opuestas se encuentran en la base del mundo físico y biológico en evolución.

Las cosas cambian debido a las acciones de las fuerzas opuestas sobre ellas, y las cosas son como son debido al equilibrio temporal de las fuerzas opuestas. En los primeros días de la biología, prevalecía una visión inercial: las células nerviosas estaban en reposo hasta que eran estimuladas por otras células nerviosas y, en última instancia, por la excitación sensorial. Los genes actuaban si las materias primas para su actividad estaban presentes; de lo contrario estaban inactivos. Las frecuencias genéticas en una población permanecieron estáticas en ausencia de selección, mutación, deriva aleatoria o inmigración. La naturaleza estaba en equilibrio a menos que se perturbara. Más tarde se reconoció que los impulsos nerviosos actúan tanto para excitar como para inhibir la activación de otros nervios, por lo que el estado de un sistema depende de la red de estímulos opuestos, y esa red puede generar actividad espontánea. La actividad de los genes está regulada por represores, represores de los represores y todo tipo de retroalimentación activa en la célula. No hay locus genético inmune a la mutación y la deriva aleatoria, y ninguna población está libre de selección.

La visión dialéctica insiste en que la persistencia y el equilibrio no son el estado natural de las cosas, sino que requieren una explicación, que debe buscarse en las acciones de las fuerzas opuestas. Las condiciones bajo las cuales las fuerzas opuestas se equilibran y el sistema en su conjunto está en equilibrio estable son bastante especiales. Requieren la satisfacción simultánea de tantas relaciones matemáticas como variables en el sistema, generalmente expresadas como desigualdades entre los parámetros de ese sistema.

Si estos parámetros permanecen dentro de los límites prescritos, los procesos externos de los sistemas estables borrarán los eventos externos que produzcan pequeños cambios entre las variables. Por lo tanto, en los seres humanos el nivel de azúcar en la sangre está regulado por la velocidad a la que el azúcar se libera a la sangre por la digestión de los carbohidratos, la velocidad a la que el glucógeno, la grasa o la proteína almacenada se convierte en azúcar, y la velocidad a la que el azúcar es eliminado y utilizado. Normalmente, si el nivel de azúcar en la sangre aumenta, la tasa de utilización aumenta al liberar más insulina del páncreas. Si el nivel de azúcar en la sangre cae, se libera más azúcar en la sangre, o la persona tiene hambre y come alguna fuente de azúcar. El resultado es que el nivel de azúcar en la sangre no se mantiene constante sino dentro de límites tolerables. Hasta ahora estamos lidiando con los patrones familiares de la homeostasis, la retroalimentación negativa que caracteriza a toda la autorregulación. Sin embargo, el páncreas podría responder débilmente a un alto nivel de azúcar, lo que podría provocar un coma diabético. O el nivel de azúcar en la sangre puede caer tan bajo que la persona es incapaz de comer.

Las fuerzas opuestas se ven como contradictorias en el sentido de que cada una tomada por separado tendría efectos opuestos, y su acción conjunta puede ser diferente del resultado de actuar solo. Hasta ahora, el objeto puede parecer la víctima pasiva de estas fuerzas opuestas. Sin embargo, el principio de que todas las cosas son internamente heterogéneas dirige nuestra atención a los procesos opuestos en el trabajo dentro del objeto. Estos procesos opuestos ahora se pueden ver como parte de la autorregulación y el desarrollo del objeto. Las relaciones entre los procesos de estabilización y desestabilización se convierten en objetos de interés, y el objeto original es visto como un sistema, una red de retroalimentaciones positivas y negativas.

La retroalimentación negativa es la más familiar. Si la presión arterial aumenta, los sensores en el riñón detectan el aumento y ponen en marcha los procesos que reducen la presión arterial. Si se produce más de una mercancía de la que se puede vender, los precios caen y el excedente se vende a bajo precio mientras se reduce la producción; Si hay escasez, los precios suben y eso estimula la producción. O si un bebé llora, esto le dice al adulto responsable que algo anda mal, y él o ella inicia una acción para eliminar la causa de la incomodidad y detener el llanto. En cada caso, un estado particular del sistema (presión arterial alta, sobreproducción, llanto) se niega a sí mismo en el sentido de que dentro del contexto del sistema, un aumento en algo inicia procesos que conducen a su disminución.

Pero los sistemas también contienen retroalimentación positiva: la presión arterial alta puede dañar las estructuras de medición de la presión, por lo que la presión arterial se subestima y los mecanismos homeostáticos aumentan la presión; la sobreproducción puede conducir a recortes en el empleo, lo que reduce el poder adquisitivo y, por lo tanto, aumenta el superávit relativo; el llanto del bebé puede provocar enojo, y el abuso del niño puede provocar más llanto.

Los sistemas reales incluyen vías para la retroalimentación positiva y negativa. Las retroalimentaciones negativas son un requisito previo para la estabilidad: la persistencia de un sistema requiere vías de autonegación. Pero la retroalimentación negativa no es garantía de estabilidad y, en algunas circunstancias, puede hacer que el sistema oscile. Si existe una preponderancia de retroalimentación positiva o si las retroalimentaciones negativas indirectas por medio de variables intervinientes son lo suficientemente fuertes, el sistema será inestable. Es decir, su propia condición es causa suficiente de su negación. Por lo tanto, los sistemas se niegan a sí mismos (el estado A conduce a algún estado no A) o dependen de su persistencia en los procesos de autonegación.

Vemos la contradicción en primer lugar como la autonegación. Desde esta perspectiva, no es muy diferente de la contradicción lógica. En la lógica formal el proceso generalmente se reemplaza por relaciones estáticas entre conjuntos y estructuras, y la dinámica de “A conduce a B” se reemplaza por “A implica B”. Pero todo el razonamiento real tiene lugar en el tiempo, y las paradojas lógicas clásicas pueden verse como A conduce a no A conduce a A, y así sucesivamente. Por ejemplo, considere al paradójico peluquero de Russell que afeita a todos los hombres que no se afeitan a sí mismos. Si suponemos que el barbero se afeita, entonces pertenece al conjunto de los que no se afeita. Por lo tanto, es elegible para afeitarse solo, por lo que damos vueltas y más vueltas, ya que cada afirmación a su vez se niega. (Los lógicos excluirían la solución feminista de que el barbero es una mujer y no se afeita). La contradicción material y lógica comparte la propiedad de ser procesos de autonegación.

La estabilidad o persistencia de un sistema depende de un equilibrio particular de retroalimentaciones positivas y negativas, en los parámetros que rigen las tasas de procesos que caen dentro de ciertos límites. Pero estos parámetros, aunque se tratan en modelos matemáticos como constantes, son objetos del mundo real que están sujetos a cambios. Eventualmente, algunos de estos parámetros cruzarán el umbral más allá del cual el sistema original ya no puede persistir como era. El equilibrio está roto. El sistema puede entrar en fluctuaciones cada vez más amplias y romperse, o las partes mismas, que tienen significado solo dentro de un todo en particular, pueden perder su identidad como partes y dar lugar a un sistema cualitativamente nuevo. Además, los cambios en los parámetros pueden ser consecuencia del comportamiento estable del sistema que condicionan en primer lugar. Como resultado del ciclo de sobreproducción y subproducción, las empresas fracasan, las empresas se fusionan y se expanden, se crea un cuerpo permanente de personas desempleadas y las luchas políticas culminan en el reemplazo del sistema capitalista con toda su dinámica. Si el depredador y la presa están en equilibrio demográfico, esto puede ocultar la evolución de la presa hacia una mejor evitación de depredadores, lo que eventualmente resulta en la extinción del predador; o la eficiencia del depredador en la caza puede evolucionar más allá del umbral compatible con la supervivencia de la presa, y ambos se extinguen.

El modelo dialéctico sugiere que ningún sistema es realmente completamente estático, aunque algunos aspectos de un sistema pueden estar en equilibrio. Los cambios cuantitativos que tienen lugar dentro de la aparente estabilidad cruzan los umbrales más allá de los cuales se transforma el comportamiento cualitativo. A la larga, todos los sistemas se autoniegan, mientras que su persistencia a corto plazo depende de los estados internos de autorregulación.

El punto de vista dialéctico ve la estabilidad dinámica como una situación bastante especial que debe tenerse en cuenta. Es más probable que los sistemas de cualquier complejidad —el sistema nervioso central, las economías capitalistas nacionales y mundiales, los ecosistemas, las redes fisiológicas de los organismos— sean dinámicamente inestables. Incluso los sistemas diseñados explícitamente para ser estables, como las centrales nucleares, han mostrado una notable propensión a comportarse de manera no planificada.

El punto importante aquí es que los sistemas complejos muestran actividad espontánea. Cada uno de estos sistemas responde a eventos externos, pero no es necesario buscar fuentes externas para las causas del movimiento. El ciclo económico capitalista no depende de las manchas solares. Los “disturbios” políticos no se explican por agitadores externos. Cambiar la abundancia de especies no es evidencia del impacto humano en el medioambiente. Y cada vez es más evidente que la prevención del cambio en el manejo de la vida silvestre, la protección del medioambiente o la sociedad es, a la larga, un objetivo imposible.

La autonegación no es simplemente una posibilidad abstracta derivada de argumentos sobre la universalidad del cambio. Lo observamos regularmente en la naturaleza y la sociedad. El monopolio surge no como resultado de frustrar la “libre empresa” sino como consecuencia de su éxito: de ahí la inutilidad de la legislación antimonopolio. La liberación de los siervos de los lazos feudales con la tierra también significó la posibilidad de su desalojo de la tierra, la libertad de prensa ha significado cada vez más la libertad de los propietarios de la prensa para controlar la información. Los procesos de autonegación del capitalismo a menudo se expresan como comentarios irónicos, como la realización de objetivos ideales que frustran su intención original. A veces, esta autonegación es consecuencia de cambios cuantitativos que cruzan un umbral. Por ejemplo, en un momento el gobierno polaco estableció una política de subsidio del precio del pan a un nivel fijo para garantizar el suministro básico de alimentos. A medida que se desarrolló la inflación, la brecha entre el precio subsidiado del pan y los precios de otros bienes se amplió hasta que una mañana Varsovia no tenía pan: los agricultores descubrieron que era más barato comprar pan para alimentar a su ganado que cultivarlo: los mecanismos diseñados para garantizar el suministro de pan urbano se convirtieron en su opuesto.

Un segundo aspecto de la contradicción es la interpenetración de categorías que parecen mutuamente excluyentes. Un paso necesario en el trabajo teórico es hacer distinciones. Pero cada vez que dividimos algo en categorías mutuamente excluyentes, y que lo abarcan todo, resulta en un examen más detenido que estos opuestos se compenetran. En el Capítulo 3 del Biólogo dialéctico, “El organismo como sujeto y objeto de la evolución”, examinamos la compenetración del organismo y el medioambiente. Aquí observamos brevemente varios ejemplos más.

A primera vista, los procesos “deterministas” y “aleatorios” parecen ejemplificar categorías mutuamente excluyentes. Muchos árboles han sido sacrificados por la causa de imprimir debates sobre si el mundo, los agregados de especies o la evolución son deterministas o aleatorios. (El lado determinista implica orden y regularidad, el lado estocástico implica ausencia de sistema o explicación). En primer lugar, sin embargo, procesos completamente deterministas pueden generar procesos aparentemente aleatorios. De hecho, los números aleatorios utilizados para la estimulación informática de procesos aleatorios son generados por procesos deterministas (operaciones algebraicas). Recientemente, los matemáticos se han interesado en el llamado movimiento caótico, que no conduce al equilibrio ni al movimiento del período regular, sino a patrones que parecen aleatorios. En sistemas de alta complejidad la probabilidad de un equilibrio estable puede ser bastante pequeña a menos que el sistema se haya diseñado explícitamente para la estabilidad. El resultado más común es el movimiento caótico (turbulencia) o el movimiento periódico con períodos tan largos que nunca se repiten, incluso durante largos intervalos de observaciones, por lo que también aparecen como aleatorios.

En segundo lugar, los procesos aleatorios pueden tener resultados deterministas. Esta es la base para las predicciones sobre el número de accidentes de tráfico o para tablas actuariales. Un proceso aleatorio da como resultado una distribución de frecuencia de resultados. La distribución de frecuencia en sí misma está determinada por algunos parámetros, y los cambios en estos parámetros tienen efectos completamente determinados sobre la distribución. Por lo tanto, la distribución como objeto de estudio es determinista a pesar de que es producto de eventos aleatorios.

En tercer lugar, cerca de los umbrales que separan dominios de comportamientos cualitativos muy diferentes, un pequeño desplazamiento puede tener un gran efecto. Si estos pequeños desplazamientos surgen de niveles más bajos de organización, serán impredecibles desde la perspectiva del nivel más alto. Y, en general, la intrusión de eventos de un nivel a otro aparece como aleatoriedad.

Finalmente, la interacción de procesos aleatorios y deterministas da resultados en la evolución que son diferentes de la consecuencia de que cualquier tipo de proceso actúe solo. En el modelo de Sewall Wright la selección sola conduciría a todas las poblaciones locales a las mismas frecuencias de genes, por lo que no sería posible una selección entre poblaciones. La deriva aleatoria que surge de pequeños números dentro de cada población daría como resultado la fijación no adaptativa de los genes. Sin embargo, el efecto conjunto es permitir la variación entre las poblaciones locales, lo que proporciona la variabilidad para nuevos ciclos de selección en diferentes direcciones. Las personas saben desde hace tiempo que la búsqueda aleatoria puede ser una parte importante de los procesos de adaptación, ya que el procedimiento de prueba y error conduce a los resultados deseados por caminos inesperados.

Del mismo modo, la dicotomía entre los sistemas de equilibrio y no equilibrio no es absoluta. Cuando los ecólogos se dieron cuenta de que la naturaleza cambia, hubo un apuro por abandonar el análisis de equilibrio como poco realista. Sin embargo, no es del todo obvio que un sistema cambiante no esté también en equilibrio. Las proporciones de varias formas iónicas de fósforo en un lago alcanzan el equilibrio en segundos, a pesar de que la cantidad total de fósforo puede cambiar. Las poblaciones de algas pueden equilibrarse con el nivel mineral, que a su vez cambia, cambiando las algas. Los fenómenos que son mucho más lentos que los de interés pueden tratarse provisionalmente como constantes, mientras que los que son mucho más rápidos pueden tratarse como si ya estuvieran en equilibrio. A la larga, es importante ver el equilibrio como una forma de movimiento y no como su polo opuesto. Nuestra conclusión, confirmada por la historia de nuestra ciencia, es que tales dicotomías son necesarias y engañosas, y que no existe una descomposición no trivial y completa de los fenómenos en categorías mutuamente excluyentes.

La contradicción también significa la coexistencia de principios opuestos (en lugar de procesos) que, tomados en conjunto, tienen implicaciones o consecuencias muy diferentes de las que tendrían si se tomaran por separado. Los productos encarnan la contradicción entre el valor de uso y el valor de cambio (reflejado indirectamente en el precio). Si los objetos se produjeran simplemente porque satisfacían las necesidades humanas, esperaríamos que las cosas más útiles se produjeran antes que las menos útiles, y esperaríamos que los objetos y métodos de producción se diseñen para minimizar cualquier daño o peligro y maximizar la durabilidad o reparabilidad. Las cantidades producidas corresponderían a los niveles de necesidad; cualquier disminución en la necesidad permitiría más tiempo libre o la producción de otros objetos. Si los objetos no tenían ningún valor de uso, por supuesto, no podrían venderse; El valor de uso hace posible el valor de cambio. Pero la perspectiva del valor de cambio conduce a resultados que a menudo contradicen las necesidades humanas que originaron los productos básicos en primer lugar. Los productos se producirán, por ejemplo, solo para aquellos que puedan pagarlos, y se dará prioridad a la producción de aquellos productos con los márgenes de ganancia más altos. Las innovaciones productivas que hacen que los productos básicos sean más fáciles y baratos de producir pueden crear desempleo o problemas de salud para los trabajadores y consumidores. Por lo tanto, el proceso de satisfacer las necesidades humanas mediante la creación de productos cuyo valor de cambio es primordial en realidad crea nuevas dificultades.

Una sola proposición puede tener implicaciones opuestas. Considere, por ejemplo, la declaración de que más de la mitad de la población de Puerto Rico recibe cupones de alimentos. Esto sirve como base tanto para que el partido en el poder justifique la continuación del gobierno estadounidense como para que la oposición critique esa regla. Por un lado, ochenta y seis años después de que Estados Unidos ocupó Puerto Rico, la economía de la isla es más dependiente y menos capaz de mantener a su población que antes. Las empresas de los Estados Unidos extraen anualmente alrededor de $ 5 mil millones en forma de ganancias e intereses, evitando que Puerto Rico acumule lo que necesita para el desarrollo autónomo. Por otro lado, los cupones de alimentos no están disponibles en Honduras y la República Dominicana. Para el destinatario de los cupones de alimentos, la experiencia directa es de benevolencia estadounidense. Requiere un desvío intelectual para percibir también que la necesidad de cupones de alimentos es el resultado de ser absorbido por la economía estadounidense, que Estados Unidos es la causa del problema que en parte mejora. Gran parte del conflicto político en torno a la situación de Puerto Rico se deriva de las implicaciones contradictorias del mismo hecho.

Los principios de la dialéctica materialista que intentamos aplicar a la actividad científica tienen implicaciones para la estrategia de investigación y la política educativa, así como las prescripciones metodológicas:

Historicidad

Cada problema tiene su historia en dos sentidos: la historia del objeto de estudio (la vegetación de América del Norte, la economía colonial, el rango de Drosophila pseudo obscura) y la historia del pensamiento científico sobre el problema, una historia dictada no por la naturaleza, sino por las formas en que nuestras sociedades actúan y piensan sobre la naturaleza. Una vez que reconocemos ese estado del arte como un producto social, somos más libres para mirar críticamente la agenda de nuestra ciencia, su marco conceptual y las metodologías aceptadas, y para tomar decisiones de investigación conscientes. La historia de nuestra ciencia debe incluir también su orientación filosófica, que generalmente solo está implícita en la práctica de los científicos y lleva el disfraz del sentido común o método científico.

Es seguro señalar que el enfoque dialéctico es menos contingente histórica y socialmente que los puntos de vista que criticamos, y que la dialéctica debe analizarse dialécticamente. Esto no es vergonzoso; más bien, es una conciencia necesaria para la autocrítica. La preocupación por el proceso y el cambio proviene en parte de nuestro compromiso de cambiar la sociedad. Un estado de alerta ante las falacias del gradualismo deriva de un desafío al liberalismo. La insistencia en ver las cosas como un todo integrado refleja la creencia de que gran parte del sufrimiento, el desperdicio y la destrucción en el mundo actual proviene de la operación del capitalismo patriarcal como un sistema mundial que penetra en todos los rincones de nuestras vidas en lugar de una lista de defectos separables y aislables. Y el énfasis en la interpretación social de la ciencia proviene del compromiso político de luchar por una forma alternativa de relacionarse con la naturaleza y el conocimiento que sea congruente con una forma alternativa de organizar la sociedad. Una consecuencia práctica de este punto de vista es que el estudio de la historia, la sociología y la filosofía de la ciencia es una parte necesaria de la educación científica.

Interconexión universal

A diferencia de la visión alienada del mundo de que los objetos están aislados hasta que se demuestre lo contrario, para nosotros la suposición más simple es que las cosas están conectadas. La ignorancia de las interconexiones, especialmente a través de límites disciplinarios, ha sido la principal fuente de error e incluso desastre en campos complejos de biología aplicada, como la salud pública, la agricultura, la protección del medio ambiente y la gestión de recursos y la causa del estancamiento de la teoría en estas áreas. Por lo tanto, instamos a que una etapa temprana de cualquier investigación sea rastrear las conexiones indirectas, especulativas e incluso exageradas entre los fenómenos de interés y justificar las conexiones ignoradas.

Heterogeneidad

La heterogeneidad interna de todas las cosas y de todas las poblaciones de cosas es la perspectiva complementaria de las conexiones universales: las cosas diferentes se combinan en conjuntos más grandes y heterogéneos. Esta perspectiva nos lleva a centrarnos en la variabilidad cuantitativa y cualitativa como objetos de interés y fuentes de explicación. Luego, ciertos problemas se vuelven especialmente atractivos, como la organización de la variabilidad fenotípica en plantas y animales, la diferenciación de clases en la sociedad, el reconocimiento de que las plantas que llevan el mismo nombre de especie pueden ser muy diferentes a los herbívoros que las comen, o que la misma especie puede tener diferente significado ecológico en diferentes lugares. Cuando nos enfrentamos a un conjunto de cosas de cualquier tipo, sospechamos de cualquier homogeneidad aparente.

Interpenetración de opuestos

Cuanto más vemos las distinciones en la naturaleza, y cuanto más subdividimos y establecemos clases disjuntas, mayor es el peligro de reificar estas diferencias. Por lo tanto, complementario a cualquier proceso de subdivisión es la hipótesis de que no existe una subdivisión completa y no trivial, que los opuestos se interpenetran y que esta interpenetración es a menudo crítica para el comportamiento del sistema.

Niveles integradores

Frente a la visión reduccionista, que ve a los conjuntos como reductibles a colecciones de partes fundamentales, vemos los diversos niveles de organización como parcialmente autónomos e interactuando recíprocamente. Debemos rechazar la euforia molecular que ha llevado a muchas universidades a cambiar la biología al estudio de las unidades más pequeñas, descartando los estudios de población, organismos, evolución y ecología como formas de “coleccionar sellos” y permitiendo que las colecciones de los museos sean descuidadas. Pero una vez que se reconoce la legitimidad de estos estudios, también instamos al estudio de las relaciones verticales entre niveles, que operan en ambas direcciones.

No sabemos si estos elementos de un programa educativo y de investigación darán lugar a soluciones a problemas biológicos de larga data. Los filósofos dialécticos hasta ahora solo han explicado la ciencia. El problema, sin embargo, es transformarla.

• “La dialéctica” ha sido traducido del original en The Dialectical Biologist, publicado por Aakar Books for South Asia de 2009, y ha sido cotejado y corregido según la versión al castellano publicada por Ediciones RyR en 2015.