La situación que estamos viviendo las educadoras y los educadores del tiempo libre es grave, pero no comienza con la crisis frente a la pandemia. Sino que se empeora tras el modelo laboral de precariedad que nos atraviesa desde siempre.
Alba F. Monitora de comedor - Barcelona
Lunes 18 de mayo de 2020
Que somos parte de un área fundamental del sistema educativo es innegable, sí. Pero lo es para todo el mundo menos para quien nos contrata: empresas privadas, de catering u hostelería. Nunca nos contrata directamente el Estado y aunque trabajamos en centros públicos y constituimos el 40% del personal docente, no nos consideran en esa categoría. Sí, somos un sector externalizado: causa directa de nuestra situación de precariedad laboral.
Que somos parte esencial para sostener la llamada “conciliación” también es innegable. En plena pandemia ya nos están llamando para trabajar las empresas por si se reabren los casales de verano: ¿dónde dejarán a sus hijos e hijas las familias de la clase trabajadora sino? Claro que somos esenciales, pero casi 25.000 que llegamos a ser en Catalunya, estamos en situación de ERTEs y EREs.
Ahora bien, dicen que a causa de la crisis sanitaria y el cierre de los centros educativos se paralizaron las actividades de todo el sector. Pero nuestras compañeras maestras no están en situación de ERTEs y ERES. Nosotros sí y muchas todavía no hemos recibido ni siquiera la prestación, ni sabemos por qué ni qué pasa. La causa: no nos consideran verdaderamente parte del sistema educativo y nuestros derechos laborales no se corresponden con el de nuestras compañeras profesoras.
Decía que se quieren abrir los casales de verano ¿Pero nos llaman a trabajar?, pues no, las ofertas que nos llegan son para quienes quieren “hacer prácticas” como monitoras o directoras, pintándolas como “un favor” que nos hacen. Cuando el favor es el nuestro a las empresas, porque como siempre, trabajar gratis durante mínimo tres meses es el tránsito habitual de todo monitor o monitora hasta que te contratan (o no).
Y así deambulamos entre los casales de verano, los espacios de mediodía mucho más allá del espacio de comedor, las actividades extraescolares, etc.
Nos prometieron que en estos ERTEs, las empresas que tenían que dar complementos a sus trabajadoras para evitarlas pérdidas salariales. Pero eso no ha ocurrido en prácticamente ninguna empresa y nunca nos han explicado lo motivo. Y después la Generalitat ha declarado un Decreto Ley 16/2202, el 5 de mayo, que en el artículo 37 no obliga las empresas a complementar el salario de las trabajadoras, ni especifica cuando se haría el pago a las empresas. Nos vendieron los ERTEs como el mal menor, cuando nunca se tendría que haber aplicado a ningún trabajador o trabajadora.
Los sindicatos (por cierto, ¿dónde están CCOO y UGT?) En sus comunicados anuncian que van a exigir al Gobierno de la Generalitat que garantice este complemento a todas las trabajadoras, aunque su empresa no lo asuma, e independientemente de la titularidad del centro educativo en el cual se presta el servicio.
Somos muy esenciales y parte del sistema educativo. Pero olvidadas y bajo una situación de precariedad y pobreza extrema. Nadie lo ve, ni lo toca, ni lo siente. Nosotras y nosotros sí. Y nuestro futuro aún es más incierto que nunca. Se apunta a un recorte de jornada que implicará una rebaja altísima para nuestros ya bajos salarios. Y dicen que “sin excepción” se va a recortar el tiempo libre de las escuelas de dos horas y media (algunas tres) a dos horas. Imaginaros lo que significa para nosotras trabajar media hora menos para nuestros bolsillos.
Los medios anuncian que el curso próximo será absolutamente diferente del actual, con la orden de calendario que presentaba el Departamento ya podría cuestionar el horario laboral del espacio de mediodía, pero que con la crisis sanitaria lo hace saltar por los aires.
¿Y qué pasaría si el próximo curso el alumnado realiza pocas horas en los centros? ¿Qué pasará con nosotros? si la necesidad del comedor escolar puede resultar inexistente y con centenares de miles de nuevas personas paradas y afectadas por ERTEs, todavía menos.
Nuestro futuro está en el aire. Los puestos de trabajo de más de 20.000 trabajadoras y trabajadores, están bajo peligro de extinción