En estos casi 120 días de cuarentena, miles de docentes se pusieron al hombro la inmensa tarea de intentar garantizar la continuidad pedagógica desde sus hogares y utilizando sus propios recursos.
Miércoles 15 de julio de 2020 14:12
La pandemia dejó al desnudo la enorme crisis social que recorre nuestro país y particularmente la provincia de Buenos Aires tras años de gestión del PJ y que no fue más que agravada con el gobierno de Cambiemos. A la crisis sanitaria, y el deplorable estado del Sistema de Salud, se sumó el problema habitacional y la precariedad del empleo a cifras cercanas al 50% de la población.
En este contexto, y con grandes desigualdades, la “continuidad pedagógica” se fue llevando adelante con muchísimo esfuerzo, y apelando a la creatividad, tanto por parte de los docentes, preceptores, directivos, las familias y las y los estudiantes.
En el caso de los docentes, que en su mayoría somos mujeres, fue necesario que adaptemos nuestros hogares al tan mencionado “trabajo en casa” con los inconvenientes que esto depara para la organización familiar: cuidado de menores y /o adultos mayores; y todo lo que conllevan las tareas domésticas.
¿La educación la hacemos todos juntos?
Desde el Ministerio de Educación, desde un primer momento largaron slogans que pueden sonar lindos al oído pero ocultan la realidad de la tarea que desarrollamos en tiempos de pandemia, y de la que lejos ha estado dicho Ministerio de tener medidas efectivas de apoyo. Muchos docentes tuvieron que enfrentarse de la noche a la mañana con el uso de la virtualidad, a la cual no solamente no llegamos capacitados, si no que tuvimos que poner a disposición nuestros soportes digitales (computadora y/o celular personal) para llevar adelante esta labor.
De un día para el otro nos encontramos utilizando distintas plataformas (mails, classroom, google drive, zoom, meet, whatsApp entre otras) que demandan una sobreutilización de nuestros dispositivos (si tenemos la “suerte” de disponer de ellos) con el consiguiente problema de espacio de almacenamiento por decenas de archivos de word o pdf, fotos, audios, etc. Con servidores de internet que no dan abasto, pero incluso con docentes que no cuentan con conectividad en sus hogares.
Compartimos algunos comentarios entre docentes que se dieron ante la sugerencia del uso de charlas virtuales con los alumnos en una escuela de Vicente López:
“Mis dispositivos no dan para reuniones virtuales (…) Mi compu no sirve para reproducir video llamadas, solo para bajar archivos, y el meet no es compatible con mi teléfono que no es tan último modelo” .
“No todos los docentes tenemos compu. En casa usamos la compu de casa. Somos tres, mis dos hijos que también tienen clases virtuales y yo. Una sola maquina es insuficiente. Creo que para dar clases virtuales deberían darnos en este caso el material: la compu”.
“Yo la verdad que estoy sin compu porque se quemó, me las estoy arreglando con el celu. Estuve averiguando para comprar una y están realmente inalcanzables, arrancan de 25000 (una más o menos) a 35000 una buena. , es inalcanzable en este momento. Pasa que con esto de la cuarentena los precios se fueron a las nueves. Con el celu la voy piloteando”.
“Yo no puedo organizar reunión con alumnos ya que tuve problemas con mi computadora y con la conectividad en mi zona, por lo cual dependo del celular”.
Estas situaciones se repiten en casi todas las escuelas de la provincia, complicando la ya difícil situación en la que también se encuentran las familias que en su mayoría tampoco disponen de dispositivos. En este contexto la brecha educativa no ha hecho más que acrecentarse
En estos 120 días de cuarentena, ninguna medida se tomó desde el Ministerio de Educación que diera respuesta a estos problemas para que nos acerquemos, al menos un poco, al slogan mencionado. Tampoco se ha dado solución a que las familias cuenten con conectividad para garantizar la posibilidad y el acceso de nuestros alumnos a poder realizar las actividades y la mentada continuidad.
Según datos del el Observatorio de la Deuda Social Argentina en Argentina un 48,7% de estudiantes no tiene computadora y un 47% no cuenta con WiFi en su casa.
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En el “Protocolo marco y lineamientos federales para el retorno a clases presenciales en la educación obligatoria y terciaria” se plantea que, aun con fecha indefinida en el AMBA, la vuelta a clases consistiría en un “sistema mixto”, que combine la presencia en la escuela con la continuación de la virtualidad. Más allá de los términos del mismo y de lo impracticable de sus disposiciones, deja planteado que la virtualidad llegó para quedarse un largo rato más.
Es en ese marco que la semana pasada, el ministro de educación Nicolás Trotta en declaraciones radiales aseguró: "Estaremos presentando con el Banco Nación un crédito con tasa subsidiada en la que el Ministerio de Educación aporta 50 millones de pesos al Banco Nación para subsidiar la tasa para la adquisición de computadoras a 36 meses, a una cuota muy baja para los docentes".
O sea que, lejos de garantizar la necesaria entrega de equipamiento por parte del Estado, son nuestros flacos bolsillos los que tienen que responder ante la falta de los mismos para realizar nuestro labor. “Lo único que falta es que tengamos que pagar para trabajar” denunciaba en las redes una compañera docente al darse a conocer esta noticia.
La dirección de Suteba, debe dejar de actuar como una “secretaría del gobierno” publicitando estos anuncios, y organizar a la docencia para tomar medidas de lucha junto al resto de nuestras reivindicaciones como: salario de 30.000 para aquellos docentes que quedaron sin cargos/horas por la cuarentena, actos públicos virtuales, salario al nivel de la canasta familiar, arreglo de todas las escuelas, IFE de $30000 para todos los trabajadores que son los padres de nuestros alumnos, licencias pagas al 100 %. Sumemos la exigencia inmediata de la liberación de los datos por parte de las empresas de telecomunicación a toda la comunidad educativa (docentes y estudiantes) y la entrega de computadoras para todos.
¡No hay más excusas! Tenemos que exigir el aumento inmediato de los presupuestos de salud, educación y vivienda, en base a impuestos a las grandes fortunas y el no pago de la deuda.