Testimonio de una docente de educación especial sobre la propuesta de que concluya ya el ciclo escolar.
Martes 19 de mayo de 2020
En 1951 los calendarios escolares no eran iguales, en el norte México el ciclo escolar empezaba en septiembre y culminaba en junio y se tenían dos meses de vacaciones. En el Distrito Federal (hoy CDMX), el ciclo escolar empezaba en febrero y culminaba en noviembre.
En aquel tiempo mi abuela materna decidió trasladarse de Los Mochis, Sinaloa, al DF con la firme convicción de que sus hijas e hijos hicieran una carrera, ya que en Los Mochis no había preparatoria; ello significaría que algunas de sus hijas perdieran medio año escolar por la disparidad en el calendario. En aquella época, la abuela jamás se cuestionó ni dudó que sus hijas “perdieran” ese tiempo porque su meta era clara: que todos sus hijos tuvieran acceso a la educación universitaria.
Ha pasado ya más de medio siglo de esta historia y nos encontramos en circunstancias fatídicamente diferentes, un virus nos ataca y nos ha puesto al descubierto, nos ha desgarrado el alma y nos ha mostrado tal cual somos.
Muchas veces solidarios y colectivos, empáticos y comprometidos con la justicia; pero hemos vivido mucho tiempo acechados por los buitres capitalistas que a toda costa tratan de apoderarse de nuestros sentimientos más humanos, alienan nuestras mentes construyendo realidades que nos parecen imposibles de romper, al menos eso es lo que nos han hecho creer. Los de arriba nos quieren individualistas, discriminadores e intolerantes, para mantenernos constantemente confrontados y divididos
Soy parte de un colectivo que, junto a miles de maestros, hoy exigimos la culminación del ciclo escolar por el agobio y la carga excesiva de trabajo para docentes y padres de familia; esas familias que muchos de nosotros ni siquiera sabemos cómo se encuentran emocional y económicamente así como sus condiciones de salud; pero me encuentro con la resistencia de parte de algunos compañeros que argumentan que no se deben “perder” seis meses escolares.
Al parecer no pueden romper con la estructura que nos han impuesto, ligada a una cultura basada en el éxito individual, en la que la ausencia escolar durante un periodo se asume como fracaso, se le da más prioridad a lo que se concibe como “triunfo” que a la vida misma.
Primero debo aclarar que no estamos planteando desechar el ciclo escolar. Se debe concluir ya y evaluar a nuestros alumnos con lo que trabajamos antes de la suspensión de actividades escolares para que accedan al siguiente grado.
Pero lo que quiero destacar es que seis meses no son nada comparados con el incalculable aprendizaje para la vida que nuestros alumnos están teniendo. En este proceso no han estado solos: los acompañamos, crecimos juntos y juntos nos estamos dando cuenta que la “normalidad” es efímera y que podemos construir una nueva más igualitaria y justa.
Hoy mis tíos y tías son profesionistas, algunos ya se adelantaron, otros están cerca del ocaso de su vida, unos Licenciados en Derecho otros Contadores, Médico Oftalmólogo, Antropóloga y hasta una Química Fármaco Bióloga y esos seis meses “perdidos” han quedado en el baúl de los recuerdos donde una mujer empoderada de los años 50 decidió romper la estructura impuesta para que sus hijas e hijos tuvieran un futuro.