Frente a la escuela capitalista donde no hay un minuto que perder, peleamos por robar los minutos que podamos al beneficio capitalista y usarlos para combatir por su final. Y te invitamos a sumarte a militar. A organizar la rabia, pero también el optimismo y el futuro que tratan de negarnos.
Jueves 23 de marzo de 2023
Un instituto de barrio obrero va a la huelga para denunciar que lo están dejando morir. Junto con docentes y familias, paran las clases y toman el micrófono frente a la Consejería de Educación, gritando que “van muy arreglados para joder al alumnado” y exigen “presupuestos militares para centros y hospitales”. Según las leyes educativas, ¿qué tendrían que haber aprendido ese día en vez de “perder el tiempo”? Antes de volver a unas clases donde la calefacción o las excursiones fueron recortadas a explicar corriendo el tema que se saltaron ese día, ¿qué han aprendido realmente ese día?
Es el caso de la mañana del 21 de marzo de 2023 con el IES Miguel de Molinos de Zaragoza en lucha, pero podría ser cualquier otro centro educativo en un barrio de otra ciudad. Una estudiante de Contracorriente escribió para leer en la manifestación que “salimos a protestar contra una educación que juega con nuestra dignidad y que pretende que nos resignemos ante un sistema donde los bienes económicos son más importantes que la enseñanza y las personas.”
Nuestra compañera Iris, de la sección de Contracorriente en el IES Miguel de Molinos de Zaragoza, con el resto del instituto en lucha
Quitan el dinero de los servicios públicos para sus guerras y empresarios, pero no callamos! pic.twitter.com/r42gUr3Ttn
— Contracorriente Zaragoza #OrganizarLaRabia (@Contrac_Zgz) March 21, 2023
Después hay que ir corriendo a estudiar, que la rueda de los exámenes no se para aunque falte calefacción, aunque el centro corra peligro después de 32 años y la EvAU llama a la puerta diciendo quien puede y no puede seguir estudiando, junto con las tasas y la situación económica de tu casa.
Si, esa prueba que cuesta 185,95€ en Aragón donde se mide lo que somos capaces de escupir en un determinado intervalo de tiempo bajo estrés y presión, ignorando las dificultades de los hijos de la clase trabajadora y las facilidades de los que sí tienen recursos económicos y se llevan notas infladas en la privada y la concertada. La que convierte 2º de Bachillerato en un curso donde se aprende a hacer un examen.
Que la escuela se aprende a memorizar y repetir de forma industrial ya lo sabíamos. Es una cinta transportadora que nos lleva a ser rentables para los capitalistas dueños del mundo o ser descartados. El lugar donde relacionarse con gente de tu edad, donde aprender y crecer, es el lugar donde se nos clasifica para el futuro según lo útiles que vamos a ser al beneficio capitalista. Y cuidado con no adaptarse, que si vienes de clase trabajadora lo vas a pagar caro.
Una escuela en la que no hay (casi) ni un minuto que perder en lo que no lleva a ese camino hacia hacer rico a tu jefe en un futuro cercano. Ese camino que es una carrera de obstáculos de racismo, LGBTIfobia, machismo y falta de recursos económicos dentro y fuera del aula.
El enfermo es este sistema: organicémonos por nuestra salud mental
En esta escuela no hay (casi) ni un minuto que perder en dar una educación sexual que brilla por su ausencia, hay que avanzar con el temario inabarcable que casi nunca se acaba a tiempo. No se puede perder el tiempo en organizar a la clase contra el bullying (que reproduce las opresiones y discursos de odio de la extrema derecha y los capitalistas) porque hay que avanzar con el temario y la clase es de 25 personas. 25 personas que no tienen tiempo para organizarse, combatir y aprender en común, sino competir para sacar la mejor nota, aunque caiga un meteorito.
Porque si a un adolescente se le come la ansiedad, le desahucian, le cortan la luz porque no pueden pagarla en casa, no le ayuda nadie a hacer la tarea porque están todo el día trabajando o no saben ayudarle por no poder acceder a los estudios, le acosan por ser trans o deportan a sus familiares por el aparato legal de extranjería, eso no le importa a un sistema que le reduce a un número del 1 al 10 y le descarta. Igual que descarta a una trabajadora si tiene un accidente laboral por culpa de la desidia y la codicia del empresario.
Si hay dos cosas que en cualquier etapa las leyes educativas no dejan que se discutan son los contenidos y las notas. Es decir, que aprendemos y como nos clasifican en base a la utilidad que tendremos para el beneficio capitalista. Muchos son los casos en los que se cometen barbaridades al reducir a una persona y sus posibilidades laborales e intelectuales a un número del 1 al 10.
Casi todo lo que se evalúa está relacionado con la clase social de la que vienes: tiempo para estudiar y hacer trabajos, apoyo y estudios previos a ti en tu hogar (o haber tenido un hogar estable), un lugar y tiempo para estudiar, etc.
En ese sistema hay docentes que se pelean contra todo esto. Que tienen que llegar igual a cumplir las leyes educativas, bajo la amenaza de inspección, y tratan de ayudar al alumnado combatiendo codo con codo, rascando minutos a la jornada, poniendo su tiempo y su esfuerzo más allá de lo que se le permite hacer.
Docentes que salen de clase con una gran sensación de bronca e injusticia por ver las dinámicas de una escuela capitalista en la que no hay ni un minuto que perder en intentar que los efectos de la opresión y la explotación no destrocen a las personas que ve todos los días cuando ni han terminado de crecer. Pero les toca marcar del 1 al 10 su recorrido y avanzar con un temario que no les tiene en cuenta para dejarles con posibilidades de enfrentarse a una carrera de obstáculos. Esto es una gran base para la unidad entre docentes y estudiantes, así como con el resto de la clase trabajadora, pero es la base por la que pelear por mucho más.
¿Entonces que hacemos? ¿Nos hundimos, pasamos de todo, nos vamos a casa? Al contario.Estamos en contra de la distopia inevitable y el individualismo intrínseco al ser humano. Esta es la lógica del capitalismo que únicamente responde en busca de más beneficio, la cual nos lleva a las crisis, la destrucción del planeta y las guerras entre potencias para repartirse el mundo. Contrariamente, la clase trabajadora como productora posee la fuerza de construir una sociedad nueva con otras relaciones sociales libres de explotación y opresión. Y si, también otra escuela.
Respecto a esto, otra compañera de Contracorriente escribía desde 2º de Bachillerato que “queremos una educación que nos motive, que nos dé ganas de estudiar y de disfrutar del aprendizaje, no de verlo como una carga. Queremos una educación pública y laica, sin personas en situaciones privilegiadas que puedan dominarnos. Queremos que las aulas sean seguras y lugares de discusión sobre los problemas de nuestro tiempo. Queremos decidir sobre nuestro futuro y tomar las riendas, empezando por cuestionar esta educación al servicio del capital.”
La escuela no tiene por que ser como es. Pero para ello hay que revolucionar también una sociedad que no tiene por que ser como es. Donde tenemos a 8 multimillonarios que tienen la misma riqueza que el 50% de la población mas pobre y una persona muere de hambre cada cuatro segundos, pero una escuela donde no se habla de ello ni se piense colectivamente en como derribar esa miseria de orden social, porque hay que correr para aprobar.
Imaginemos por un segundo cómo hubiera sido nuestra infancia o nuestra juventud si hubiéramos podido sentirnos realizados fomentando nuestras propias potencialidades e inquietudes, y no siendo preparados para entrar de forma abrupta al mercado capitalista en el que tras de ti hay una lista infinita de personas con currículum que “deciden libremente” no morirse de hambre. Esto sería sólo un botón de muestra. Imagina las posibilidades del sistema educativo en una sociedad que no sea capitalista, basada en la explotación y el afán de lucro, sino socialista, sin explotación ni opresión.
Frente a la escuela capitalista donde no hay un minuto que perder, peleamos por robar los minutos que podamos al beneficio capitalista y usarlos para combatir por su final. Y te invitamos a sumarte a militar. A organizar la rabia, pero también el optimismo y el futuro que tratan de negarnos. ¡Organicémonos contra este sistema putrefacto que nos roba el tiempo, la salud mental, el futuro y nuestro derecho a vivir libres, felices y como nos dé la gana!
Jorge Remacha
Nació en Zaragoza en 1996. Historiador y docente de Educación Secundaria. Milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.