La empresa multinacional que fabrica gelatina en polvo extraída de cueros bovinos, no cesa con la emanación de gases contaminantes atentando contra la salud de la población.
Jueves 22 de septiembre de 2016 16:38
Imagen: Hurlingham al día
Rousselot es una empresa multinacional de capitales Holandeses con sucursales en EE.UU., Francia, España, Brasil, Argentina y China que se dedica a la fabricación de gelatina extraída de cueros bovinos, que se procesan en Argentina a cielo abierto, generando una gran contaminación ambiental. Durante décadas esta empresa, con la protección política de todos los intendentes de turno, ha venido contaminando con la emanación de gases y desechos tóxicos a toda la población de Hurlingham y obviamente también a sus trabajadores, así como ataca al medio ambiente, perjudicando notablemente la calidad de vida.
Hace un mes, la movilización y el insistente reclamo de los vecinos de Hurlingham por los olores nauseabundos que emanan de esta planta, había logrado la clausura (momentánea) de la fábrica por parte del municipio que conduce Juan Zabaleta (FpV) quien justificaba la medida “luego de los atrasos que mostró la empresa en las inversiones comprometidas y luego de reiteradas denuncias sobre la continuidad de los olores”.
Pero si bien desde la intendencia aseguraban que “La medida impedirá a la planta continuar con las actividades hasta tanto se pruebe que el proceso de producción se realizará con los más altos estándares ambientales ”, la clausura se levantó luego de una reunión que mantuvieron representantes municipales y de la empresa, que (una vez más) se comprometía a realizar las inversiones necesarias.Al mismo tiempo el municipio aseguraba realizar seguimientos e informes semanales de las obras; informes que jamás publicaron. El final fue cantado; Rousselot volvió a producir y la contaminación y el olor a podrido volvieron.La multa de un millón de pesos impuesta a la empresa (claramente un vuelto para ellos) quedó como un símbolo de impunidad empresarial y complicidad política.
El único fin de Rousselot es engordar sus arcas millonarias y si para ello se tiene que llevar puesto la salud de la gente no va a tener ningún prurito en hacerlo, lo sabemos, pero solo lo va a lograr amparado por el poder político que gobierna efectivamente para beneficio de una clase empresaria en desmedro de los trabajadores y el pueblo.
Ya hace más de un año , en una carta abierta de los vecinos dirigida a la empresa aseguraban: “la empresa se siente con la autoridad de despojarnos de nuestra calidad de vida, enfermándonos y contaminando el aire que respiramos y el agua que nos vivifica”, describiendo la dura realidad que vienen sufriendo hace décadas. Pero, ¿quién le da esa autoridad?
Las promesas de la empresa sobran para escribir una novela, dicen tener hasta un “plan maestro” de cinco años para completar el saneamiento y las condiciones de producción.¿Merecen alguna confianza esas palabras luego de convertir la zona en un lugar literalmente inhabitable?
Ni Zabaleta como ningún responsable político del municipio (tampoco sus antecesores en la intendencia) no solo nunca elevaron el más mínimo reclamo a Rousselot, por el contrario, encubrieron la contaminación y dejaron las manos libres para estos auténticos ladrones de guante blanco que juegan con nuestra vida y nuestro medio ambiente ; solo la insistente lucha y denuncia de los vecinos de Hurlingham logró desenmascarar a esta empresa que se llena los bolsillos a costa de la salud de la población.
Distintos gobiernos, misma política
Con el agravante que conlleva la entrega de los recursos naturales del país, casos como los derrames de cianuro de la multinacional Barrica Gold en San Juan, o el metodo de extracción del “Frackin” de Chevron son a esta altura un símbolo de crímenes ambientales por complicidad político-empresaria.Tanto el gobierno Kirchnerista como el Pro, fueron y son garantes de suculentas ganancias empresarias sin importarles si el precio que se paga es la contaminación del agua potable de una provincia entera generando todo tipo de enfermedades.