×
×
Red Internacional
lid bot

Tribuna Abierta. La falacia de las tecnologías verdes a propósito de lo que depara después de la pandemia

En medio de la mayor crisis sanitaria que ha enfrentado la humanidad en lo que va del siglo XXI y en el borde de lo que se espera sea una de las contracciones económicas más profundas de los últimos 120 años, Jeff Gibbs (escritor y director) y Michael Moore (productor y productor ejecutivo) lanzaron su nuevo documental “Planeta de humanos” (2020). Este documental aborda elementos que hemos considerado significativos resaltar y así plantear algunas líneas de reflexión sobre el modo de producción y consumo vigente.

Miércoles 27 de mayo de 2020

El planteamiento general de la película es que las tecnologías “verdes” que se han estado desarrollando en su país no están respondiendo a un cambio de paradigma real sobre la matriz energética; por el contrario se ha estado desarrollando una nueva industria tecnológica que ha buscado impulsar otras alternativas, pero que es igual de dependiente del modelo extractivista que las anteriores. A través de un análisis somero, pero visualmente cargado y con diversas entrevistas incómodas, se pone en evidencia cómo la energía solar, la energía eólica, los biocombustibles, o la fabricación de automóviles eléctricos son realmente productos diseñados bajo los principios de la obsolescencia programada, el extractivismo y la dependencia del modelo energético petrolero. Principios desarrollados y perfeccionados bajo el sistema económico capitalista.

El paradigma antiecológico del sistema 

El paradigma actual del modelo económico capitalista se basa en el aumento de la producción y el consumo a toda costa, lo cual se equipara en el imaginario social como una mejora en la condición o calidad de vida. Sin embargo, este paradigma genera impactos ambientales negativos que están mediados por las decisiones que como individuos sociales tomamos. Estas decisiones se ven fuertemente influenciadas por razones morales y éticas que se inculcan en el entorno social.

Entre las contradicciones ecológicas más fuertes que tiene el capitalismo con la naturaleza se encuentra que su valoración monetaria mediante el dinero es cuantitativa, homogénea, divisible, reversible e ilimitada; mientras que la naturaleza misma y sus ecosistemas se encuentran llenos de valores cualitativos, que son heterogéneos, indivisibles, y con recursos limitados. 

Una de las formas en que el sistema capitalista logra dominar a las personas y a la naturaleza es justamente mediante la separación que provoca de estos dos elementos. Esta separación, anti-ecológica y anti-natural, entre las personas y los recursos naturales (que a la vez son recursos que permiten la reproducción de la vida) promueve su aprovechamiento desmedido, el cual se intensifica mediante la dependencia y el miedo a la pérdida de las condiciones básicas de la existencia. Desde esta perspectiva, cualquier solución para las crisis ecológicas contemporáneas debe ser explícitamente anticapitalista.

Producción y consumo de tecnologías “verdes”

Para aumentar la producción y el consumo, el desarrollo del mercado se basa en diversas metodologías, entre éstas se encuentran los mecanismos de obsolescencia programada. La obsolescencia permite crear necesidades fundamentadas a través de la manipulación y enajenación espiritual, alimentando de imaginarios y deseos materiales al ser humano, con la premisa de una mejor condición de vida sustentada en los bienes de consumo. 

Existen dos tipos de obsolescencias programadas: la obsolescencia funcional y la obsolescencia perceptual. La funcional se ejerce mediante la programación de las características técnicas y funcionales de los objetos y aparatos con el objetivo de que éstos sean sustituidos o reemplazados en un plazo determinado. Por otro lado, la perceptual se fundamenta en el contenido simbólico-cultural de los objetos, respondiendo a sensaciones de insatisfacción y necesidades de obtener lo más nuevo y mejor. Contextualizar el concepto de obsolescencia programada en la condición ecológica que actualmente enfrentamos nos permite comprender que los artefactos que se producen y consumen no necesariamente están llevando a la sociedad a una condición de "mejor o mayor calidad", sino que están provocando un agotamiento innecesario de recursos, así como un condicionamiento sobre las posibilidades de soberanía y libertad de consumidores y productores.

Sobre lo anterior nos remitimos a hechos de carácter global, donde los países con mayor riqueza son los que producen más residuos electrónicos per cápita. Es así por ejemplo, que Noruega produce en promedio 28 kilogramos por persona/año, mientras que en África el promedio es de 2 kilogramos por persona/año.

El documental Planeta de humanos, a través de entrevistas, descubre la gran ironía detrás de algunas energías verdes (eólica, solar) que a pesar de representar una alternativa al paradigma energético actual para disminuir las emisiones de carbono, siguen siendo sumamente dependientes de la quema de hidrocarburos para su producción y funcionamiento. Aunado a esto, la eficiencia de las mismas tiende a ser baja, debido a que son energías de tipo intermitente - su capacidad varía según las condiciones ambientales de radiación solar o velocidad del viento-.

Por otro lado, tanto los implementos utilizados en la producción de energías verdes (por ejemplo paneles solares), como en los aparatos electrónicos inteligentes (teléfonos celulares y computadoras portátiles), se utilizan una gran cantidad de metales y elementos de tierras raras para su producción, como por ejemplo lantánidos, escandio, itrio y cobalto, los cuales tienen la característica de encontrarse de manera dispersa sobre la Tierra. Esto dificulta y aumenta los costos para su extracción, ya que deben de utilizarse técnicas de minería a cielo abierto para obtener pequeñas cantidades de los mismos. Se está manteniendo la misma lógica de producción que se tiene actualmente, una lógica que es devastadora hacia los ecosistemas al no respetar otro orden que no sea el de la demanda ilimitada generada y creada por el mercado global de consumo.  

En el marco de lo anterior nos decantamos por el planteamiento que hace Arévalo (2013) en tanto consideramos que el sistema productivo actual subordina la responsabilidad sobre los impactos ambientales que se generan a la libertad de mercado y a la libertad de elección. Esto genera que exista un “racionalidad” que justifica el aprovechamiento desmedido de los recursos existentes y su consecuente desperdicio, provocando que el desarrollo de propuestas “alternativas” realmente no lo sean y se continúe bajo el mismo modelo extractivista y devastador de la vida en la biosfera.

Post-pandemia y oportunidades “de mercado”

La crisis sanitaria, transformada hoy en crisis económica, ha conducido a que el modelo económico vigente acelere los procesos que ya se venían implementado de una manera más gradual, como la generalización del teletrabajo, las compras digitales y el aumento en el uso de la tecnología para el desarrollo del capital, lo cual indiscutiblemente traslada más costos hacia la persona trabajadora (por ejemplo consumo eléctrico, consumo de agua, limpieza, deterioro de la infraestructura). 

El desarrollo tecnológico y su constante actualización conlleva a una “renovación” de insumos como computadoras o dispositivos para la ejecución de las tareas, donde se generan una cantidad significativa de residuos producto de estas nuevas adquisiciones. Consideramos que estos avances se desarrollan bajo el mismo esquema del modelo de mercado que hemos planteado, donde prevalecen la obsolescencia programada, la libertad del mercado de la producción para el consumo desmedido, y la continuidad del paradigma energético petrolero.

Es necesario que como humanidad reflexionemos alrededor del concepto del valor de uso de las cosas, para colocar las condiciones materiales de la vida en el primer orden, y cuestionar a profundidad sobre las necesidades reales o vitales que la especie humana requiere. Esto permitiría por ejemplo, un menor énfasis en la producción en masa de bienes diferenciados de consumo, para poner más énfasis en el desarrollo intelectual y práctico de las necesidades básicas -aún hoy ampliamente insatisfechas- de las personas y sus comunidades, sobre todo en los mal llamados países en vías de desarrollo.

Consideramos fundamental dar énfasis al desarrollo de las capacidades comunales para satisfacer las necesidades locales, para que se construyan otras relaciones y se pueda contrarrestar el efecto de la importancia desmedida que se le da a todos los bienes de consumo que actualmente tenemos.

Tiene que buscarse la eliminación de las formas de mediación enajenadas que utilizan el dinero para explotar la energía, las fuerzas de trabajo y la naturaleza. Una producción realmente ecológica contiene como eje transversal la investigación y el conocimiento de la naturaleza, así como la promoción de un encuentro de las personas con la tierra que proponga el respeto de los patrones y flujos de energía en los ecosistemas. Además, esta producción ecológica debe ser controlada, cooperativa y democrática; garantizando la distribución equitativa de los recursos entre la sociedad global. 

Referencias

Arévalo, A. (2013). El hombre como construcción fallida. El principio de libertad como elemento de impacto ambiental negativo. Clepsidra. X (200x?). ISSN 1900-1355

Burkett, P (2008). La compresión de los problemas ambientales actuales vistos con el enfoque Marxista. Nueva Época. 21 (56): Enero-Abril.

Foster, Clark y York (2011). The Ecological Rift. D. Owen (Ed.).The Conundrum, Riverhead Books. Nueva York.

Organización de las Naciones Unidas (2020). Regional Cooperation on e-waste management in latin american countries. Consultado en: https://www.unido.org/ewastelac

Parajuly, K.; X. Zeng & R. Kuehr (2019). Future E-waste scenarios. UN, IETC, UNU-VIE, STEP. ISBN: 978-92-808-9107-2