El 28 de junio de 1969 Stonewall fue el bar protagónico de la primera revuelta sexual en cobrar gran notoriedad a nivel internacional. Una postal del pasado y una lucha del presente.
Pablo Herón @PhabloHeron
Martes 28 de junio de 2016
Noches de barricadas
La noche de la diversidad sexual transcurría normalmente, la música sonaba como cualquier otro fin de semana y el alcohol se encontraba igual de diluido en agua para favorecer el negocio de las mafias, que manejaban esos bares en acuerdo con la policía. Sin embargo, la razzia policial usual se transformó en la primera revuelta sexual que hizo eco en el propio corazón del imperialismo y a nivel internacional.
Había mucha gente y la policía pretendió hacer una detención masiva amparándose en las leyes, llevar más de dos prendas del sexo opuesto y los actos homosexuales eran ilegales. El resto de los hechos no fue ninguna casualidad, las travestis, las más oprimidas y marginadas, fueron el puntapié negándose a ser detenidas. Luego el grito de una lesbiana retumbó las calles de Greenwich Village: “¿Alguien va a hacer algo?”. Allí se desató el enfrentamiento, a tal punto que la policía tuvo que encerrarse dentro del bar mientras las travestis, las lesbianas y los gays se volvían los dueños de las calles de Greenwich Village. Una postal que se repitió las dos noches siguientes.
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Una crítica radical
La revuelta de Stonewall fue propia del clima de época, en EEUU surgía el movimiento contra la guerra en Vietnam, en defensa de los derechos de la comunidad negra, como las Panteras Negras, y nuevamente el movimiento de mujeres. En el mayo francés de 1968 trabajadoras, trabajadores y estudiantes copaban las calles con barricadas contra el reaccionario gobierno de De Gaulle.
En este contexto Stonewall fue el puntapié de un movimiento que partió de una defensa elemental contra el acoso de las fuerzas represivas del Estado y su legislación reaccionaria, a pugnar en su expresión más radical por la liberación sexual y luchar contra el capitalismo. En Argentina, pueden encontrarse estas ideas en la obra “Sexo y revolución” del Frente de Liberación Homosexual escrita por Néstor Pelongher, donde la crítica voraz a las normas de la sexualidad y los géneros que imponen las instituciones de la sociedad va de la mano de tirar abajo el capitalismo que las sostiene en su propio beneficio.
De las mismas entrañas de Stonewall surgieron activistas como la travesti de origen latino Sylvia Rivera, quien junto a su amiga Marsha P. Johnson funda en 1970 STAR (1), organización que se dedica principalmente a combatir la situación de criminalización que atravesaban las personas trans en la época, algo que se repite hoy hasta de la mano del propio Obama. Sylvia desde sus inicios en la militancia peleó contra la guerra en Vietnam, junto a las mujeres y la comunidad negra. Dentro del propio movimiento de la diversidad sexual peleaba por las demandas de todas las personas discriminadas por su identidad de género u orientación sexual, contra aquellas y aquellos que privilegiaban las demandas de las y los homosexuales.
Así la época daba lugar a una vanguardia juvenil que se levantaba contra las normas opresivas heredadas del mundo de la posguerra. Esta misma efervescencia se tradujo en una crítica radical a la vida cotidiana, innovadora en la música y el arte, y hasta en las experiencias lisérgicas.
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Liberación sexual, una lucha vigente
La masacre de Orlando, que sumó medio centenar de nombres a la lista negra de las personas LGBTI asesinadas, fue una brutal muestra más de una violencia patriarcal que no cesa. No solo eso, sino también recobran peso los discursos reaccionarios de la mano de personajes como Donald Trump en EEUU, que se suman a los ya conocidos de la Iglesia Católica.
En Argentina, país vanguardia en leyes favorables hacia las y los LGBTIs, esta violencia se puede materializar a cinco cuadras del Obelisco y hasta cobrar nombres propios como Diana Sacayan o Laura Moyano, víctimas de travesticidios. También aparece en el caso de Belén, condenada a 8 años de prisión acusada sin pruebas por haberse realizado un aborto.
Posterior a los 70’ hasta esta parte cobraron protagonismo las políticas de fondos estatales hacia ONGs y la puja por leyes favorables a las personas LGBTI. Particularmente esta última tuvo el beneficio de visibilizar y conquistar reivindicaciones elementales como poder tener un DNI acorde a la identidad autopercibida, así como poder contraer matrimonio y sus beneficios sociales. Aun así como contracara también reforzó la idea de la posibilidad de vivir plenamente cada múltiple identidad de género o sexualidad con reformas de la mano del Estado.
Las ilusiones en los derechos democráticos en sí y su contracara de una violencia que no cesa ponen sobre el tapete nuevamente las discusiones de los años 70’. Época en la que una vanguardia juvenil, enfrentando el ideario conservador y la represión estatal, puso el eje en la necesidad de organizarse y salir a las calles para combatir a los gobiernos y sus instituciones. Esos mismos que sostienen y reproducen esa moral oscurantista funcional a la rentabilidad empresarial, que encorseta la sexualidad humana en general y somete en especial a las personas LGBTI y las mujeres.
No nos calmamos, ni tampoco seguimos aceptando un mandato sexual que se basa en la opresión, discriminación y constante estigmatización por el sólo hecho de vivir nuestro deseo fuera del cinturón de la heteronorma. Por eso la vigencia de su lucha por la liberación sexual y la revolución socialista. Por la emancipación de las y los más explotados y oprimidos como motor de lucha.
(1) Street Transvestite Action Revolutionaries: Acción Travesti Callejera Revolucionaria
Pablo Herón
Columnista de la sección Género y Sexualidades de La Izquierda Diario.