Eulalio Muñoz es el atleta que logró el récord nacional con la mejor marca en maratón en los últimos Juegos Olímpicos. Desde su Chubut natal, charlamos con él sobre su carrera y sus sueños.
Agustín Palmisciano @AgusPalmisciano - Periodista del sitio Globalonet
Viernes 24 de septiembre de 2021 00:00
En la Provincia de Chubut, a mil kilómetros de Esquel se encuentra Gualjaina, un pueblo de diez manzanas alejado de las grandes ciudades. Allí creció Eulalio Muñoz, el atleta que en los últimos Juegos Olímpicos logró el récord nacional con la mejor marca en maratón. Desde el sur de la Argentina, el atleta patagónico cuenta su historia, donde soñó con ser Maradona, y por casualidad llegó al atletismo y logró un desempeño destacado en su disciplina.
Al momento de recordar su infancia, Coco, como lo llaman, parece trasladarse a aquella época de principios de los 2000, cuando tenía 5 años: “Yo vivía en el campo y para trasladarnos a comprar comida o ir al hospital, teníamos que viajar 13 kilómetros, y lo hacíamos caminando”. Cuando rememora esos momentos, en su cara no hay un gesto nostálgico, más bien todo lo contrario, y destaca que para ellos era lo normal. Sin auto, sin bicicletas ni caballos, su familia caminaba durante horas para poder suplir las necesidades y, sin saberlo, ya empezaba a dar los primeros pasos de su carrera.
Mientras pasaba los días en la casa de su abuela en el campo, leía la historia de Maradona en la revista El Gráfico y se propuso ser como él. El fútbol fue la puerta de entrada al deporte. Pero un día de 2012, un amigo lo invitó a competir en una maratón, algo diferente a una disciplina en conjunto y con una pelota, pero decidió ir: “Corrí una carrera y me fue bien. Ahí empecé a entrenar con una profe hasta que me fui a vivir a Esquel para dedicarme al atletismo”, explica.
Su primera carrera fue a los 16, en Gualjaina, donde corrió en una competencia de 12 kilómetros y la ganó. Con una sonrisa en el rostro afirma: “Yo no entendía nada de lo que era correr. Solo sabía que tenía que llegar primero”. Luego viajó con su amigo a Esquel para correr en 5 kilómetros y al llegar se enteró que no había cupos y solo quedaban disponibles unos pocos lugares en la de 21 kilómetros. Sin dudarlo se anotó: “Tardé una hora y 22 minutos y me dijeron que estaba bien”. Fue ahí que conoció a Rodrigo Peláez, su actual entrenador, quien le propuso mudarse a aquella ciudad para desarrollarse mejor en la disciplina.
En 2013, y cerca de cumplir 18 años, Coco Muñoz tomó la decisión y viajó a Esquel, donde vivía con $1.000 todos los meses: “Con $600 comía y $400 los destinaba al atletismo”, dice y agrega que la gente siempre lo ayudó. Después de tres meses, fue convocado a competir en Buenos Aires en su primer Campeonato Nacional de Pista, pero un problema familiar encendió la luz de alarma. Su padre había sido internado y le dijo a Coco que corriera igual. Finalmente, Coco compitió y fue campeón argentino por primera vez, pero dos días antes de cumplir años, su padre murió: “Fue el día más triste de mi vida”.
Su historia de vida es similar a la de muchos chicos de todo el país y en cuanto a lo deportivo, sus inicios se parecen a lo que viven los keniatas, los mejores fondistas del mundo. Fundamenta el por qué: “De alguna manera es parecido porque ellos corren para trasladarse. Yo vivía así. Además, había que apurarse porque se hacía de noche. Si yo hoy tengo una facilidad para el atletismo es por eso”.
Con el paso del tiempo Coco consiguió resultados, sponsors y la ayuda gubernamental para participar de algunos torneos. Pero cuando viajó a competir a Róterdam (Países Bajos) y Valencia (España), lo hizo a través de un crédito bancario para poder financiar el viaje: “Con mi entrenador decidimos hacerlo de esa forma. Tengo un trabajo por fuera de los entrenamientos y pude viajar”.
En 2019 vivió la experiencia más inolvidable de su carrera profesional, cuando participó de la maratón de Valencia que entregaba plazas a los Juegos de la capital japonesa. Para acceder, la marca límite de los 41 kilómetros era de 2 horas 11 minutos y 30 segundos: si un atleta llegaba un segundo más tarde, quedaba afuera de los Juegos Olímpicos. “Lo festejé mucho, la marca oficial fue de 2hs 11 minutos 25 segundos. Esos 5 segundos de menos podrían haber estado en mi contra. Todavía recuerdo cómo gritaba cuando llegué a la meta con el objetivo cumplido”, explica Coco, que lo logró sobre la hora y se le grabaron en la memoria los últimos metros de llegada, donde el piso flotante del último recorrido daba la sensación de estar volando.
Con la pandemia, su sueño olímpico se interrumpió largos meses, pero finalmente llegó el día. Uno de los principales objetivos de los entrenamientos era el factor climático. A diferencia de las bajas temperaturas del sur argentino, en Japón la temperatura y la humedad iban a ser protagonistas: “La diferencia con Esquel era de 30° más la humedad. En Tokio, hubo un día que las 7 am había 85% de humedad”, explica.
Por razones climáticas, su puesta a punto antes de viajar a Tokio fue en Toluca (México). Sin embargo, al momento de llegar al país asiático, se dio cuenta junto a su entrenador que las condiciones eran aún más calurosas: “La carrera fue en Saporo, en la que había menor humedad que en Tokio, pero ninguna de las dos ciudades se parecía a Toluca”. El día de la competencia, Coco corrió junto al mejor de su disciplina, el keniata Kipchoge y dice: “Haber participado de mis primeros Juegos fue un sueño, y haber estado al lado de él compitiendo fue un honor. Nadie te regala competir, yo logré la clasificación y poder ver a los ídolos en un mismo lugar es algo que no se compara con nada”. Lejos de sentirse inquieto por los nervios del contexto, Coco peleó contra el tiempo, el clima y sus propias emociones con un profesionalismo digno de los grandes. Los factores fueron tan adversos que 30 de los mejores fondistas del mundo se retiraron de la carrera. Él seguía adelante.
Finalmente, con una marca de 2 horas, 16 minutos y 35 segundos, el argentino logró terminar la carrera en el puesto 31, y superó el récord nacional en esta disciplina. Incluso mejoró la marca de los tres medallistas olímpicos argentinos: Juan Carlos Zabala (oro en Los Ángeles 1932), Delfo Cabrera (oro en Londres 1948), y Reinaldo Gorno (plata en Helsinki 1952). “Fue una alegría inmensa saber que superé la marca. Es algo muy importante y lo más lindo que puede pasar en una competencia”.
*Nota publicada originalmente en el sitio Globalonet.