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Red Internacional
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Brasil. La “ingenuidad” de los intelectuales y el pragmatismo de los políticos petistas

Tras el torbellino de noticias contradictorias con las que fuimos bombardeados después de las elecciones, retomamos la polémica en torno al lanzamiento por parte de una serie de intelectuales del PT del manifiesto contra algunas nominaciones en el gabinete de Dilma Roussef.

Miércoles 10 de diciembre de 2014

Después de su reelección, para calmar a los “mercados” y a los sectores más retrógrados de la burguesía nacional, Dilma Roussef eligió para dirigir los ministerios centrales a dos nombres emblemáticos que traducen la dirección del actual gobierno para su segundo mandato y que muestran cómo las ilusiones sembradas por los publicistas de campaña con el fin de garantizar la reelección eran apenas eso: ilusiones.

Joaquín Levy, economista liberal muy cercano a los “mercados”, y Kátia Abreu, líder de la bancada ruralista y exponente de la lucha contra la reforma agraria y contra cualquier limitación a la deforestación que afecte los intereses del agronegocio y de los terratenientes, son designados a los Ministerios de Hacienda y de Agricultura respectivamente.

Una serie de intelectuales petistas, encabezados por el economista Luis Gonzaga Beluzo, João Pedro Stédile del MST y por Leonardo Bof, lanzaron un manifiesto criticando la nominación de estos dos personajes pues para ellos “señalan un retroceso de la agenda que se impuso en las urnas. Ambos son conocidos por la solución conservadora y excluyente del problema fiscal y por la defensa sistemática de los terratenientes contra el medio ambiente y los derechos de los trabajadores y comunidades indígenas”. El lector puede preguntarse: ¿de qué “agenda” hablan nuestros sabios intelectuales ligados al PT?

El manifiesto continúa: “Las propuestas del gobierno fueron anunciadas claramente en la campaña presidencial y apuntaron a la ampliación de los derechos de los trabajadores y no al retroceso social. La sociedad civil no puede ser sorprendida después de las elecciones y tiene el derecho a participar activamente en la definición de los rumbos del gobierno que eligió”.

Es decir, nuestros intelectuales toman al pie de la letra (¿o fingen hacerlo?) las promesas hechas por Dilma Roussef para garantizar su reelección. ¿Ingenuidad de estos sabios o una máscara funcional para reanimar la vieja y carcomida tesis de que éste es un gobierno “en disputa”, que las movilizaciones y los movimientos sociales deben presionar al gobierno para que tome un rumbo popular y toda esa cantinela con que somos bombardeados desde el primer mandato de Lula?

Dejaremos al lector el intento de responder esta cuestión que supone un alto grado de especulación. Lo que podemos afirmar con toda certeza, es que ese manifiesto, independiente de las intenciones personales y de la sinceridad o no de alguno de sus signatarios, solo sirve para cubrir por izquierda una toma de posición ya determinada desde hace mucho tiempo por el petismo: convertirse en uno más de los partidos del régimen y gobernar defendiendo los intereses de los ricos.

La designación de Joaquim Levy y Kátia Abreu, lejos de sorprender, a excepción de los intelectuales ligados al PT, es apenas un episodio más de cómo y en interés de quién el gobierno petista administra la máquina estatal. Hace mucho tiempo, incluso antes de la elección del primer mandato de Lula, el PT dejó de ser un partido de los trabajadores para usar esa sigla y su historia sólo como máscara para engañar a nuestra clase.

Los trabajadores, los jóvenes y demás sectores oprimidos que vienen luchando de forma cada vez más aguda desde Junio del 2013 y que en el 2014 protagonizaron la mayor oleada de huelgas de los últimos 20 años no podemos dejarnos engañar por esos “mercaderes de ilusiones” que intentan hacer creer que el gobierno petista puede significar una alternativa popular en relación los otros partidos que representan los intereses patronales.

El 2015 se perfila como un año de luchas aún mayores que los años precedentes. La agudización de la crisis y la experiencia adquirida en las calles y en las luchas apuntan en ese sentido. Para que profundicemos y fortalezcamos esas luchas es importante que los trabajadores puedan distinguir entre los verdaderos y los falsos amigos del pueblo trabajador y oprimido.