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Red Internacional
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OPINIÓN. La interna del FIT, entre voluntades y estrategias

Uno podría perderse entre tanto balance de autopreservación. El Partido Obrero (PO), para explicar su derrota en la interna del FIT, apela a una explicación cuyo nudo lógico no escapa a la idea de “espacios” a ocupar. El cálculo (por más rebusque que endulce sus editoriales) fue que Jorge Altamira era efectivamente “el candidato natural” y que Nicolás del Caño era un ignoto con todas las de perder.

Lunes 17 de agosto de 2015 14:30

Foto: Vierja - Enfoque Rojo

Así, sencillo. Para aquella “sencilla interna” bastaba con un “toque de unidad” expresada en la acumulación de sellos.

Sucede que el PO en la última década asimiló de manera notable rasgos estudiantiles que devienen de su accionar en la FUBA (Federación Universitaria de Buenos Aires). Los rasgos “rosqueros” de aquella federación se incrementaron toda vez que el movimiento estudiantil se mantuvo expectante. El “centro de gravedad FUBA” penetró transversalmente el pensamiento de todas las generaciones que militan en el PO. No importaba, claro, si aquellos sellos y agrupamientos eran de la partida programática que dio origen a la fundación del FIT.

Consideraban nuestro cuestionamiento a la incorporación de grupos exógenos a la independencia de clase como algo de segundo orden (en tanto la hegemonía dirigente la portaba el PO). Anécdotas discursivas que se aplacarían luego del triunfo altamirista.

Aquí, justamente en este punto, reside el desprecio del PO por la estrategia y devela su profundo pragmatismo electoral. Sucede que la dirección del PO en los últimos años viene perdiendo de manera acelerada la “conexión” entre estrategia y táctica. No supo leer (de ahí su vuelco formal y desde arriba) los nuevos fenómenos que empezaban a gestarse en el transcurso de la década K. En especial en aquel que se desarrollaba en el denominado “sindicalismo de base”.

Pero no sólo eso. El fubismo del PO también lo distanció de las mayorías ocultas. Relegó a un segundo plano las consignas dirigidas al 50% que vive con salarios y condiciones paupérrimas. Incluso relegó la batalla por las cuestiones democráticas (sólo se limitó a inventar un sello con un par de abogados).

En aquel terreno el Partido de los Trabajadores Socialista (PTS) aglutinó la lucha contra el relato k de los derechos humanos y, desde el Proyecto X en adelante, se transformó en vocero antirrelato.

Todo aquel que insista en que la construcción de un partido revolucionario con incidencia real se basa en la agitación desde afuera muy posiblemente no vea lo que ocurre adentro. En esto reside todo el “carácter sorpresivo” que el PO asume para con el triunfo de Nico.

Muchos dicen que el sentido de las figuras cuadrúpedas de las pinturas rupestres obedece a la idea de que aquellas tribus milenarias tenían la intención de que los animales finalmente vendrían y podrían ser cazados con menor hostilidad. El PO piensa que sólo con su propio nombre, Partido Obrero, basta para que los obreros se acerquen. Pero no, eso no funciona así.

Hubo advertencias. Varias advertencias. Pero sucede que la insistencia del PO en una estrategia exógena a la vida y lucha de los trabajadores obturó su capacidad de ver y mirar las cosas tal cual se presentan.

Cuando el PO lanzó de manera unilateral las candidaturas Altamira-Giordano argumentó que el PTS llevaba al “inmovilismo” al FIT. Exactamente en ese mismísimo momento nuestros compañeros (reinstalados) de LEAR sufrían el ataque cobarde del SMATA. Toda nuestra militancia sintió (con mucha angustia) el asedio de nuestros valientes militantes en las fábricas. No había inmovilismo. Había resistencia y estrategia. Sabíamos que el aguante de aquellos compañeros valía más como ejemplo de una nueva moral clasista y posneoliberal que para los propios compañeros de la emblemática LEAR. En simultáneo los trabajadores tercerizados de los aeropuertos cortaban Richieri por más de doce horas y ganaban una batalla contra los despidos masivos. Muy cerca, los trabajadores de Cresta Roja afilaban sus propias armas contra la patronal y la burocracia. Ya no serían los pollos los únicos destinatarios de la bronca obrera.

Mientras tanto el PO con el método FUBISTA daba como cosa menor que sus voceros en los conflictos se “bajaran” por guita de la lucha (lo habíamos visto en el Casino). No había inmovilismo. Claro que no. Pero el PO no lo vio. Miseria de la estrategia o estrategia miserable, da lo mismo.

El PTS puso en la tribuna de sus listas a todos aquellos que rompieron el muro kirchnerista. Porque a la izquierda del Kirchnerismo está la Izquierda. Aquello es obvio. Pero si la Izquierda tiene representantes vívidos (de carne y hueso), entonces la estrategia cobra cuerpo y vida. El PO en cambio no pudo con la fuerza de su propia costumbre; su propia práctica lo llevó a reiterar fórmulas testimoniales cuyo alcance (según las más optimistas de la encuestas) no superaban el techo de una carpa iglú.

El concepto de “renovación” intentaba sintetizar toda esta discusión estratégica en una consigna. Es verdad que los personeros del régimen intentarán edulcorar aquella consigna, sin duda que reside un peligro en aquella tensión. No se trata de renovar a compañeros luchadores como Altamira, intachables en su honestidad y trayectoria. Más bien se trata de recuperar la estrategia trotskista. Aquella que intenta fusionar la intelectualidad marxista con las nuevas camadas obreras que salen a la lucha.

El triunfo de Nico del Caño se basó, en lo esencial, en el “optimismo de la voluntad” de una militancia intensiva a lo largo y ancho del país. Pero el optimismo de nuestra militancia no fue bobo (o FUBISTA). Nuestro optimismo se basó en una acumulación previa: heridos y detenidos por Gendarmería; despidos y resistencia; espionaje a nuestros dirigentes; triunfos y alegrías.

Pero en especial en la valoración de la estrategia. Sobre esto último vale decir que el esfuerzo de nuestro partido por recuperar de la miseria a la estrategia marxista (la teoría para la emancipación proletaria) fue tan intensa como la que realizamos en la lucha de clase. Para cuando lanzamos el CEIP León Trotsky (Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones), muchos veían testimonial aquel trabajo de recuperación y reconstrucción de la teoría marxista.

Varios intentos en el mismo sentido: la revista Lucha de clases, los cuadernos del CEIP, Ideas de Izquierda y, como coronamiento, La Izquierda Diario; muestran que nuestras coordenadas van en el sentido de conquistar una praxis adecuada a las oportunidades que la izquierda tiene en Argentina, sin caer en recetas “amplias” que terminan restando.

El triunfo de Nicolás Del Caño y lo que expresa su figura es una derrota para todos aquellos que buscan atajos. Un triunfo para los que anhelan tenerlo todo.

Vamos con Nico, vamos con el PTS.